Vale la pena recordar que el proceso de adquisición de Twitter se inició poco después del inicio de la Operación Especial de Rusia en Ucrania.
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Nadie puede negar la habilidad de Twitter para conseguir golpes noticiosos. Quizás la mejor prueba de esto es el retiro de Biden de las elecciones: en vez de llamar a una conferencia de prensa, los demócratas sencillamente emplearon la cuenta de Biden en Twitter para enviar una carta firmada con el anuncio. No obstante es también innegable que el uso de Twitter requiere de una buena dosis de excepticismo y experiencia. Después de todo, aun con el advenimiento de las notas comunitarias, existe una plétora de charlatanes y embusteros. Las notas comunitarias son un remedio demasiado modesto para curar los males de la modernización. Como lo hemos visto en el caso de YouTube, la monetización es un incentivo para la mentira, desde que se inventaron las inverosimilitudes es una manera de atraer una audiencia compuesta por un gran número de personas ingenuas.
El pandemonio electoral en Venezuela produjo una nueva variable del problema: Elon Musk, el dueño de la plataforma, abiertamente asumió una posición. Y como muchos usuarios de su plataforma, publicó un erróneo gráfico de TeleSur TV para “demostrar” que la elección había sido adulterada, porque el total de los votos de los candidatos sumaría más del 100 por ciento de los votos. La noticia se extendió por todo Twitter y el día 29 de julio Musk la publicó con el siguiente comentario:
“Enorme fraude electoral de parte de Maduro”. Hasta ahora no existe un comentario de parte de las notas comunitarias corrigiendo la mentira del dueño de la plataforma. Como tampoco pareciera que las tristemente famosas agencias investigadoras hayan hecho un gran esfuerzo por denunciar la mentira.
Los derechistas en Twitter están convencidos que todas las publicaciones son “comunistas” y por lo tanto apoyan a Maduro lo cual se tomó como una verdad absoluta y eso fue lo que apareció en Twitter y ningún periódico informó nada. En el pasado, solo los miembros de sectas religiosas pensaban que ellos eran sabios porque no leían periódicos y no veían televisión.
Por lo tanto, el fraude evidente formó parte de la realidad alternativa de Twitter.
El cuadro general fue que un país en medio de una turbulencia social, que muchos usuarios anti Maduro estaban seguros que él estaba a punto de terminar de manera similar a la de Ceausescu. Esto sería fácil de desmontar si estos usuarios no hubiesen elegido sus fuentes informativas de acuerdo con sus preferencias políticas. De manera que no importó que los seguidores de Maduro tanto dentro como fuera del país exhibieran fotos de enormes concentraciones (concentraciones que pondrían muy celoso a Lula).
En tanto un final como el de Ceausescu no apareció en el horizonte, los videos de brutales represiones contra los opositores se hicieron públicos. Una senadora colombiana fue cogida en una flagrante mentira cuando publicó escenas de una película como si fueran escenas reales de opositores venezolanos siendo torturados. Como ella no es Elon Musk, recibió una nota comunitaria, pero si una senadora tuvo ese desplante ¿cuántas cuentas publican mentiras rotundas?
No podemos imaginarnos la percepción de aquellos observadores que no simpatizan con Maduro y que trataron de conseguir alguna información en Twitter.
Dada esta situación, vale la pena recordar que el proceso de compra de Twitter se inició poco después del comienzo de la Operación Militar Especial en Ucrania. En ese momento Twitter era la plataforma inicial de Jack Dorsey; implementó la censura y distribuyó insignias azules a discreción entre personajes que contaban con una mayor credibilidad.
Luego entonces con el conflicto en Ucrania fue casi la misma cosa; la diferencia fue que la plataforma fue minada en su credibilidad al distribuir insignias azules a cuentas pro-Kiev quienes juraron que la guerra estaba casi ganada. Con la adquisición de esta por parte de Elon Musk fue creado ese relato de ficción que Twitter ahora X pertenecía a un libertario que defiende la libertad de expresión y representa al espíritu de la Primera Enmienda.
El aumento de los conflictos a través del planeta hará crecientemente difícil negar la mano del gobierno norteamericano en sus plataformas digitales (sabiamente sustituidas en China y Rusia por alternativas nacionales).
El ideal de la libertad de expresión es una ficción que Strategic Culture Foundation demuestra muy bien, puesto que es imposible intervenir sus vínculos.
Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona