El acto de la izquierda woke, coorganizado por el sector brasileño del BDS, reunió solo a unas pocas decenas de personas y además de la falta de repercusión, sufrió de la misma falta de enfoque de siempre.
Únete a nosotros en Telegram , Twitter y VK .
Escríbenos: info@strategic-culture.su
Conforme nos acercamos a completar 1 año desde que se inició la fase actual en el conflicto Israel-Palestina, cuyo punto de partida fue dado por la Resistencia Palestina al lanzar su Operación “Tormenta Al-Aqsa” desde Gaza, el 7 de octubre de 2023, puede ser necesario reflexionar sobre cuál ha sido, de hecho, la eficacia de las manifestaciones antisionistas alrededor del mundo.
Nadie puede negar que hemos visto muchas manifestaciones de gran envergadura en los últimos meses, ni que muchas contradicciones sistémicas han sido expuestas, por ejemplo, por las protestas universitarias en los EE.UU., donde la “tierra de la libertad” avanzó para reprimir manifestantes pacíficos y restringir la libertad de expresión en los campus.
Pero después de todo este tiempo, el genocidio palestino en Gaza continúa sin pausa, e Israel distribuye amenazas contra el Líbano, Siria, Irán, Irak y Yemen. A pesar de la situación crítica, sin embargo, en las últimas semanas hemos visto un enfoque peculiar por parte de algunos grupos e influenciadores “pro-Palestina” de denunciar el apoyo a la causa palestina dado por influenciadores, partidos o movimientos de orientación patriótica, conservadora y, en algunos casos, incluso de orientación estalinista o marxista-leninista ortodoxa.
A modo de ejemplo, tomemos el ataque de la organización BDS (Boicot, Desinversión, Sanciones) y del medio Middle East Eye a Jackson Hinkle, uno de los principales influenciadores pro-Palestina de la actualidad.
Estos ataques gratuitos (ya que Hinkle y otros influenciadores denunciados no atacaron estos medios), pero aparentemente coordinados, permiten reflexionar sobre si parte del “Movimiento Pro-Palestina” alrededor del mundo no sería constituido por una “oposición controlada”, en la cual se puede incluir también a la mítica “izquierda sionista”, siempre comprometida en deslegitimar la resistencia palestina de Gaza y hacer “control de daños” en relación a Israel.
El caso específico permite desplegar una reflexión más profunda sobre en qué medida es conveniente para la causa palestina que la izquierda occidental, notoriamente woke y liberal, siga intentando monopolizar el tema y trate de crear un “cordón sanitario” para excluir a personas que son pro-palestinas, pero no están de acuerdo con otras causas defendidas por esta izquierda.
Es sintomático que en muchas de las protestas pro-Palestina en los EE.UU. y Europa Occidental, la temática antisionista se diluya por una inmensa cantidad de causas paralelas, dichas “interseccionales”, que poco tienen que ver con la cuestión palestina. Desde las banderas arcoíris de la causa LGBT hasta los eslóganes del movimiento “Black Lives Matter”, estas protestas que intentan atar la lucha por Palestina a tópicos extremadamente sectarios y ultraminoritarios, además de debilitar la causa que debería estar en el centro, aumentan el rechazo hacia la Cuestión Palestina.
Para el ciudadano común, que podría simpatizar con la Cuestión Palestina por un sesgo patriótico, multipolarista, tradicionalista o conservador, o simplemente por una empatía natural ante las imágenes de las atrocidades sionistas, ver una inundación de banderas arcoíris sobreponiéndose a la bandera palestina, o manifestaciones más preocupadas con exhibicionismo sexual “inconformista” que con la causa singular y específica de la lucha contra el sionismo, obviamente es desalentador.
Al fin y al cabo, durante el resto del año, son exactamente las personas de esta izquierda “woke” las que se empeñan en acusar a las mayorías populares de “fascismo”, “machismo”, “transfobia”, etc.
Además, por su propia naturaleza simultáneamente fracturante (gracias al enfoque en “minorías” en lugar de la masa popular), y absolutista (porque quien se opone a las causas del “wokismo” es un enemigo diabólico a ser exterminado), el sectarismo se convierte en una praxis natural de una camarilla perpetuamente neurótica, temerosa de la “infiltración”.
Brasil no quedó inmune a este tipo de problema. El país tuvo manifestaciones pro-Palestina relevantes en octubre y noviembre de 2023 y enero y mayo de 2024, pero gradualmente, los sectores más liberales y “woke” involucrados en estas manifestaciones, maniobraron para excluir al Partido de la Causa Obrera (PCO), un partido político marxista-leninista, de todas las manifestaciones, incluso llamando a la policía para reprimir a sus militantes en al menos una ocasión.
Para justificar estos ataques, estos liberales y sionistas de izquierda, incluso, apelan a la propaganda más exagerada, acusando a los miembros del PCO de “fascismo”, de “machismo”, de ser “nazbols”, y así sucesivamente.
El PCO, sin embargo, es la organización política brasileña que más se ha destacado por su apoyo a Palestina y a la resistencia palestina, así como la organización más perseguida por el lobby sionista en Brasil. Acumulando innumerables instancias de acoso judicial por parte de figuras políticas ligadas a los EE.UU. e Israel, ellos son, objetivamente, perseguidos por su defensa de Palestina.
En ese sentido, ¿a quién sirve y a quién interesa esta exclusión del PCO de las manifestaciones pro-Palestina?
Si la unidad de todas las fuerzas antisionistas en un único frente sería lo ideal, la realidad es que, aun sufriendo boicot, el PCO demostró que está mejor capacitado que la izquierda liberal, dependiente de las ONG ligadas a George Soros, para movilizar masas en defensa de Palestina.
La prueba de esto es que el movimiento pro-Palestina “dividido” realizó dos manifestaciones contrapuestas, una del PCO el 30 de junio, y otra organizada por sectores de la izquierda woke el 3 de julio.
El acto del PCO, en una de las principales avenidas de São Paulo, reunió a miles de personas, se enfocó de forma total y exclusiva en la Cuestión Palestina, el antisionismo y el antiimperialismo, y culminó con una quema de banderas de Israel, de los EE.UU. y de la Unión Europea (algo que no se veía en protestas brasileñas desde hace muchos años).
El acto de la izquierda woke, coorganizado por el sector brasileño del ya mencionado BDS, también en São Paulo, reunió solo a unas pocas decenas de personas y además de la falta de repercusión, sufrió de la misma falta de enfoque de siempre. El sectarismo, aparentemente, no compensa.
La conclusión más sensata, comprobada por el PCO, es que las protestas pro-Palestina solo tendrán impacto cuando dejen de ser conducidas por frikis, sectarios y “militantes interseccionales” del wokismo sorosiano, y pasen a estar construidas alrededor de un frente amplio compuesto por todos los sectores simpáticos a la causa Palestina, lo que incluye, hoy en día, no solo a comunistas y anarquistas, sino también a patriotas y conservadores antiimperialistas y antisionistas.