Español
Eduardo Vasco
August 6, 2025
© Photo: Public domain

Porque la Declaración de Nueva York no prevé ninguna medida contra el genocidio en curso, ni siquiera contra sus perpetradores – es apenas una trampa para que los palestinos abandonen su lucha.

Únete a nosotros en Telegram Twitter  VK .

Escríbenos: info@strategic-culture.su

Entre los días 28 y 30 de julio se celebró en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York una conferencia sobre la tan mentada “solución” de dos Estados en Palestina, presidida por Francia y Arabia Saudita. A partir de dicha reunión, se divulgó la “Declaración de Nueva York” con el objetivo de implementar lo discutido y aprobado.

En la Conferencia intervinieron el secretario general de la ONU, António Guterres, y representantes de Estados miembros y entidades internacionales como la Organización de Cooperación Islámica y la Media Luna Roja. La “Declaración de Nueva York”, encabezada por Francia y Arabia Saudita, cuenta con el respaldo de 15 países, la Unión Europea y la Liga Árabe.

Estados Unidos e Israel no participaron en la conferencia. Por el contrario, la rechazaron, acusándola de favorecer a Hamás y de socavar los supuestos esfuerzos para poner fin a la “guerra” en Gaza.

En realidad, la “Declaración de Nueva York” no favorece ni a Hamás, ni a la Resistencia Palestina, ni al pueblo palestino, ni siquiera a la creación de un Estado Palestino independiente y soberano.

Palestina sin los palestinos

Uno de los puntos más criticados por los observadores del documento es el que trata sobre la UNRWA, la agencia de la ONU para la asistencia a los refugiados palestinos. “Una vez obtenida una solución justa a la cuestión de los refugiados palestinos, conforme a la Resolución 194 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, la UNRWA transferirá sus servicios públicos en el territorio palestino para empoderar y preparar las instituciones palestinas”, dice el texto.

El fragmento no explica en qué consiste esa “solución justa”. La Resolución 194 de la Asamblea General de la ONU, emitida en 1948, garantiza el derecho de retorno a todos los palestinos expulsados de su tierra natal cuando la propia ONU decidió que parte de Palestina sería llamada Israel, dividiendo el territorio palestino en dos e implantando una población extranjera, proveniente sobre todo de Europa, para poblar esa franja de tierra.

“La Asamblea General resuelve que los refugiados que deseen regresar a sus hogares y vivir en paz con sus vecinos deben ser autorizados a hacerlo en la primera oportunidad práctica, y que debe pagarse una compensación por los bienes de quienes decidan no regresar y por la pérdida o daño de propiedad que, conforme a los principios del derecho internacional o la equidad, deba ser reparada por quien sea responsable.” (Resolución 194)

Sin embargo, la “Declaración de Nueva York” omite la garantía del derecho de retorno como condición fundamental para el establecimiento de un Estado Palestino independiente y soberano. Según la Oficina Central de Estadísticas de Palestina, hasta mediados de 2024 había 7,4 millones de palestinos en la diáspora, prácticamente todos obligados a abandonar su país debido a la ocupación y al apartheid instaurado por la criatura de la ONU, Israel. Esa cifra representa la mitad del total de palestinos existentes hoy en el mundo; la otra mitad aún reside en los territorios internacionalmente reconocidos como palestinos, ocupados o no por el sionismo.

Cabe aquí abrir un paréntesis para recordar que, si los cálculos de estudiosos e investigadores son correctos, la propia población de Gaza ya fue diezmada. Un profesor israelí publicó un estudio en junio que, basado en datos del propio ejército israelí, apunta que la población de Gaza pasó de 2,227 millones antes del 7 de octubre a 1,85 millones – una pérdida de 377 mil habitantes durante el genocidio.

El documento presentado esta semana en la ONU, por tanto, busca barrer bajo la alfombra una cuestión central para el establecimiento del Estado Palestino. En efecto, al proponer la extinción de la UNRWA sin que los refugiados hayan efectivamente regresado, estipula la existencia de un Estado Palestino sin los palestinos. Esto imposibilitaría el pleno funcionamiento del Estado, más aún porque otros puntos del documento dejan a Palestina absolutamente vulnerable a las amenazas de Israel – y al control de las potencias imperialistas tradicionales.

Un Estado sin ejército, un pueblo sin armas

No importa lo que digan las instituciones del imperialismo internacional: el poder político sigue basándose, esencialmente, en la fuerza. Y la guerra genocida de Israel desde el 7 de octubre es una prueba contundente de ello. Ningún llamado internacional, ninguna decisión de órganos multilaterales, ninguna denuncia de crímenes de guerra, ninguna negociación diplomática ha logrado que Israel dejara de exterminar a niños y mujeres palestinas. Porque Israel y su ejército son los instrumentos del imperialismo para someter y dominar a Oriente Medio.

A lo largo de casi 80 años de ocupación sionista de Palestina, fue la revuelta del pueblo armado la que impidió la total sumisión de los palestinos, abrió los ojos del mundo a las atrocidades israelíes y permitió cualquier mínima conquista obtenida por el pueblo palestino. Ahora, Francia, Arabia Saudita y la “comunidad internacional” quieren neutralizar la única herramienta real de los palestinos contra el genocidio y la opresión.

“En el contexto del fin de la guerra en Gaza, Hamás debe poner fin a su gobierno en Gaza y entregar sus armas a la Autoridad Palestina, con el compromiso y el apoyo internacional, alineado con el objetivo de un Estado Palestino independiente y soberano”, afirma la declaración presentada en la ONU.

Esta exigencia contradice la opinión de los palestinos. Según la última encuesta del Centro Palestino de Investigación y Encuestas de Políticas, realizada a comienzos de mayo, el 77% de los palestinos se opone a que Hamás entregue las armas como condición para el fin de la “guerra”.

Por supuesto, no sería sólo Hamás quien debería desarmarse, sino todas las organizaciones de la Resistencia Palestina que combaten el genocidio perpetrado por Israel: la Yihad Islámica, el FPLP, el FPLP-CG y las propias milicias de Al-Fatah.

Aunque desde el año pasado se desarrolla un proceso de negociaciones para formar una Autoridad Palestina compuesta por todos los partidos que luchan contra la ocupación, el objetivo implícito en la propuesta analizada es excluir de las decisiones gubernamentales (no solo del poder en sí) a los partidos más radicales y con mayor apoyo popular.

Por eso mismo se felicita al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, por su política de Estado no militarizado. Es decir, por su política de no-Estado palestino, ya que lo que sostiene cualquier Estado es un ejército. El Estado no militarizado de Abbas (es decir, Cisjordania bajo la Autoridad Palestina) es, en la práctica, el control de la seguridad interna hecho por Israel y Estados Unidos. Desde la década de 1990, las instituciones de seguridad de la Autoridad Palestina actúan como una extensión de la ocupación israelí.

Fue precisamente con motivo de la conferencia en la ONU sobre la “solución” de dos Estados que Abbas envió una carta a Emmanuel Macron, en junio, proponiendo exactamente el fin del gobierno de Hamás en Gaza, la entrega de las armas y un Estado palestino no militarizado. “El Estado palestino debe ser el único proveedor de seguridad en su territorio, pero no tiene intención de ser un Estado militarizado”, dice la carta, según la prensa francesa.

La carta de Abbas y la Declaración de Nueva York indican, por tanto, que el Estado Palestino debe tener como función protegerse de sus propios ciudadanos y no de Israel. Eso es lo que significa tener un aparato de seguridad orientado exclusivamente al ámbito interno. Es la supresión, en la práctica, de cualquier posibilidad de independencia de Palestina. Se desarma al pueblo, se garantiza el monopolio del uso de la fuerza al Estado, y al estar dirigida únicamente hacia adentro, se permite que ese aparato se convierta en un instrumento de represión contra el propio pueblo. Mientras tanto, Israel, uno de los países más militarizados del mundo, financiado por el imperialismo internacional y que día tras día demuestra su violencia y peligrosidad, seguiría siendo vecino de un Estado desprotegido – habitado por una población que Israel quiere llevar a la extinción.

Como si no pudiera ser peor, la Declaración de Nueva York propone el financiamiento internacional del gobierno y de las fuerzas de seguridad palestinas, “con entrenamiento, equipamiento, supervisión y asesoría, construidos sobre la base de la experiencia de misiones como la USSC, EUPOLCOPPS y EUBAM Rafah”. La USSC no es otra cosa que el mecanismo del gobierno de Estados Unidos para controlar la seguridad de Cisjordania, en conjunto con Israel. La EUPOLCOPPS y la EUBAM Rafah hacen lo mismo, pero bajo el comando de la Unión Europea. Eso sería garantizado por un período de transición en el cual tropas de paz de la ONU asegurarían la transferencia total del poder a la Autoridad Palestina – o mejor dicho, a la ocupación imperialista, porque eso fue exactamente lo que ocurrió en Kosovo, por ejemplo.

En lugar del pueblo armado, Francia y Arabia Saudita (apoyadas por los Estados árabes), están proponiendo el perfeccionamiento del control de la seguridad palestina por parte de Israel y sus patrocinadores. Eso no es el establecimiento de un Estado palestino “independiente, soberano y democrático”, como afirma el documento, sino un Estado policial destinado a reprimir y aplastar al propio pueblo palestino, consolidando los intereses imperialistas en la región y garantizando el dominio sionista sobre Palestina.

Según el mismo Centro Palestino, Hamás cuenta con el apoyo de un tercio de los palestinos y el 43% de quienes participarían en nuevas elecciones, si fueran convocadas hoy, votarían por Hamás – que, por tanto, ganaría los comicios. Además, para el 40% Hamás es el partido que debería liderar al pueblo palestino. Por lo tanto, la propuesta de debilitar sus organizaciones material e ideológicamente representa un golpe contra el partido más popular entre el pueblo palestino – otro punto del documento compromete a la comunidad internacional a “combatir la radicalización” y el “extremismo violento que conduce al terrorismo”, un eufemismo para imponer un lavado de cerebro a los palestinos mediante la reforma del currículo escolar y el control de las redes sociales con el fin de moldear percepciones favorables a una “convivencia pacífica” con quienes los oprimen y exterminan.

En realidad, parece evidente que Abbas y la Autoridad Palestina forman parte de todo este nuevo movimiento por la “solución” de dos Estados, actuando en conjunto con las fuerzas imperialistas para garantizar el control de Palestina para sí. Abbas (que, según el 80% de los palestinos, debería dimitir) está apuñalando por la espalda no solo a Hamás, sino a todas las organizaciones de la Resistencia Palestina que aceptaron avanzar en el proceso de formación de un gobierno de unidad nacional el año pasado en Pekín.

Terapia de choque neoliberal

Por último, quizás el aspecto más aterrador del plan discutido y promovido en la conferencia de la ONU sea la colonización económica de Palestina. Como evidenció Naomi Klein, la terapia de choque consiste en devastar un país para luego reconstruirlo desde fuera, mediante grandes corporaciones imperialistas, privatizando la economía y entregándola al sistema financiero internacional.

Eso es exactamente lo que se pretende en la Palestina destruida por Israel. Franceses y sauditas no abordan tanto esta cuestión en el documento principal, salvo en dos párrafos. Esta idea está más detallada en los anexos, con las recomendaciones recopiladas por los grupos de trabajo.

El documento impulsa la continuación de las reformas neoliberales lideradas por la Autoridad Palestina en Cisjordania, bajo la tutela de los padrinos imperialistas. Se propone la realización de reformas económicas a partir de financiamiento del Banco Mundial y del FMI. A partir de ello, los organismos internacionales proporcionarían “asistencia técnica, formación, capacitación, becas e intercambios profesionales para funcionarios gubernamentales”, sobre todo en el área económica.

También se prevé el respaldo a un Acuerdo de Libre Comercio entre Palestina e Israel y con la Unión Europea, así como facilidades para la extracción de gas natural en la costa de la Franja de Gaza, donde se encuentra el yacimiento Gaza Marine.

Además, se incluyen otros puntos como:

  • Promover y facilitar el entorno empresarial: esfuerzos conjuntos de la comunidad internacional para crear condiciones que favorezcan actividades dirigidas a mejorar el entorno para el florecimiento de los negocios, incluyendo el abordaje de restricciones históricas como la libertad de movimiento y el acceso, y un entorno de seguridad que facilite un plan de inversiones.
  • Un ambiente legislativo favorable a la inversión: colaborar con el gobierno y expertos internacionales para modernizar las leyes comerciales, los códigos de inversión y los sistemas de resolución de disputas que ofrezcan seguridad y atractivo a los inversores.
  • Participación del sector privado en el proceso de planificación de la recuperación: apoyar la participación del sector privado en la planificación económica nacional y en las estrategias de recuperación post-guerra, asegurando que las necesidades y oportunidades de los negocios sean debidamente contempladas en el proceso de recuperación.

Se trata de propuestas para garantizar que el gran capital internacional se apropie de Palestina sin resistencia – una vez que esta estaría decapitada mediante la entrega de armas y su integración en una Autoridad Palestina dependiente de Israel y de EE.UU./UE. Estas recomendaciones, aunque más disimuladas al principio, recuerdan al conjunto de medidas orientadas por las instituciones financieras internacionales y los “técnicos” neoliberales al régimen de Boris Yeltsin en Rusia, que llevaron el país al colapso y la ruina tras la caída de la Unión Soviética.

Al responder a Abbas el 24 de julio, Macron se comprometió a reconocer al Estado de Palestina. La conferencia en la ONU que emitió la Declaración de Nueva York ocurrió pocos días después. El 29 de julio (es decir, aún durante la conferencia), Keir Starmer anunció que el Reino Unido también reconocerá al Estado Palestino. Al día siguiente, fue el turno de Canadá de comprometerse y, un día después, Portugal.

Israel y Estados Unidos pueden acusar a este movimiento de ejercer presión contra la ocupación y sus intereses. Sin embargo, en realidad, se trata de una presión contra la Resistencia Palestina, que busca sofocar la lucha por la verdadera independencia de Palestina ofreciendo concesiones (el reconocimiento estatal), con la condición de que abandone la lucha armada y acepte un Estado absolutamente controlado por quienes patrocinan el genocidio cometido por Israel. Quieren que los palestinos acepten un Estado artificial en el que no son ellos quienes mandan.

En este sentido, no hay gran diferencia con la “Riviera de Gaza” soñada por Donald Trump. Quizá sea incluso peor, ya que se establecería en todo el territorio de 1967 y con el apoyo de aquellos que condenaron las ideas del expresidente estadounidense. Y lo más importante: se neutralizaría cualquier organización independiente del pueblo palestino. En la práctica, sería la consolidación del régimen de ocupación. Porque la Declaración de Nueva York no prevé ninguna medida contra el genocidio en curso, ni siquiera contra sus perpetradores – es apenas una trampa para que los palestinos abandonen su lucha.

Por qué el nuevo movimiento en defensa de la «solución» de dos Estados es una farsa

Porque la Declaración de Nueva York no prevé ninguna medida contra el genocidio en curso, ni siquiera contra sus perpetradores – es apenas una trampa para que los palestinos abandonen su lucha.

Únete a nosotros en Telegram Twitter  VK .

Escríbenos: info@strategic-culture.su

Entre los días 28 y 30 de julio se celebró en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York una conferencia sobre la tan mentada “solución” de dos Estados en Palestina, presidida por Francia y Arabia Saudita. A partir de dicha reunión, se divulgó la “Declaración de Nueva York” con el objetivo de implementar lo discutido y aprobado.

En la Conferencia intervinieron el secretario general de la ONU, António Guterres, y representantes de Estados miembros y entidades internacionales como la Organización de Cooperación Islámica y la Media Luna Roja. La “Declaración de Nueva York”, encabezada por Francia y Arabia Saudita, cuenta con el respaldo de 15 países, la Unión Europea y la Liga Árabe.

Estados Unidos e Israel no participaron en la conferencia. Por el contrario, la rechazaron, acusándola de favorecer a Hamás y de socavar los supuestos esfuerzos para poner fin a la “guerra” en Gaza.

En realidad, la “Declaración de Nueva York” no favorece ni a Hamás, ni a la Resistencia Palestina, ni al pueblo palestino, ni siquiera a la creación de un Estado Palestino independiente y soberano.

Palestina sin los palestinos

Uno de los puntos más criticados por los observadores del documento es el que trata sobre la UNRWA, la agencia de la ONU para la asistencia a los refugiados palestinos. “Una vez obtenida una solución justa a la cuestión de los refugiados palestinos, conforme a la Resolución 194 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, la UNRWA transferirá sus servicios públicos en el territorio palestino para empoderar y preparar las instituciones palestinas”, dice el texto.

El fragmento no explica en qué consiste esa “solución justa”. La Resolución 194 de la Asamblea General de la ONU, emitida en 1948, garantiza el derecho de retorno a todos los palestinos expulsados de su tierra natal cuando la propia ONU decidió que parte de Palestina sería llamada Israel, dividiendo el territorio palestino en dos e implantando una población extranjera, proveniente sobre todo de Europa, para poblar esa franja de tierra.

“La Asamblea General resuelve que los refugiados que deseen regresar a sus hogares y vivir en paz con sus vecinos deben ser autorizados a hacerlo en la primera oportunidad práctica, y que debe pagarse una compensación por los bienes de quienes decidan no regresar y por la pérdida o daño de propiedad que, conforme a los principios del derecho internacional o la equidad, deba ser reparada por quien sea responsable.” (Resolución 194)

Sin embargo, la “Declaración de Nueva York” omite la garantía del derecho de retorno como condición fundamental para el establecimiento de un Estado Palestino independiente y soberano. Según la Oficina Central de Estadísticas de Palestina, hasta mediados de 2024 había 7,4 millones de palestinos en la diáspora, prácticamente todos obligados a abandonar su país debido a la ocupación y al apartheid instaurado por la criatura de la ONU, Israel. Esa cifra representa la mitad del total de palestinos existentes hoy en el mundo; la otra mitad aún reside en los territorios internacionalmente reconocidos como palestinos, ocupados o no por el sionismo.

Cabe aquí abrir un paréntesis para recordar que, si los cálculos de estudiosos e investigadores son correctos, la propia población de Gaza ya fue diezmada. Un profesor israelí publicó un estudio en junio que, basado en datos del propio ejército israelí, apunta que la población de Gaza pasó de 2,227 millones antes del 7 de octubre a 1,85 millones – una pérdida de 377 mil habitantes durante el genocidio.

El documento presentado esta semana en la ONU, por tanto, busca barrer bajo la alfombra una cuestión central para el establecimiento del Estado Palestino. En efecto, al proponer la extinción de la UNRWA sin que los refugiados hayan efectivamente regresado, estipula la existencia de un Estado Palestino sin los palestinos. Esto imposibilitaría el pleno funcionamiento del Estado, más aún porque otros puntos del documento dejan a Palestina absolutamente vulnerable a las amenazas de Israel – y al control de las potencias imperialistas tradicionales.

Un Estado sin ejército, un pueblo sin armas

No importa lo que digan las instituciones del imperialismo internacional: el poder político sigue basándose, esencialmente, en la fuerza. Y la guerra genocida de Israel desde el 7 de octubre es una prueba contundente de ello. Ningún llamado internacional, ninguna decisión de órganos multilaterales, ninguna denuncia de crímenes de guerra, ninguna negociación diplomática ha logrado que Israel dejara de exterminar a niños y mujeres palestinas. Porque Israel y su ejército son los instrumentos del imperialismo para someter y dominar a Oriente Medio.

A lo largo de casi 80 años de ocupación sionista de Palestina, fue la revuelta del pueblo armado la que impidió la total sumisión de los palestinos, abrió los ojos del mundo a las atrocidades israelíes y permitió cualquier mínima conquista obtenida por el pueblo palestino. Ahora, Francia, Arabia Saudita y la “comunidad internacional” quieren neutralizar la única herramienta real de los palestinos contra el genocidio y la opresión.

“En el contexto del fin de la guerra en Gaza, Hamás debe poner fin a su gobierno en Gaza y entregar sus armas a la Autoridad Palestina, con el compromiso y el apoyo internacional, alineado con el objetivo de un Estado Palestino independiente y soberano”, afirma la declaración presentada en la ONU.

Esta exigencia contradice la opinión de los palestinos. Según la última encuesta del Centro Palestino de Investigación y Encuestas de Políticas, realizada a comienzos de mayo, el 77% de los palestinos se opone a que Hamás entregue las armas como condición para el fin de la “guerra”.

Por supuesto, no sería sólo Hamás quien debería desarmarse, sino todas las organizaciones de la Resistencia Palestina que combaten el genocidio perpetrado por Israel: la Yihad Islámica, el FPLP, el FPLP-CG y las propias milicias de Al-Fatah.

Aunque desde el año pasado se desarrolla un proceso de negociaciones para formar una Autoridad Palestina compuesta por todos los partidos que luchan contra la ocupación, el objetivo implícito en la propuesta analizada es excluir de las decisiones gubernamentales (no solo del poder en sí) a los partidos más radicales y con mayor apoyo popular.

Por eso mismo se felicita al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, por su política de Estado no militarizado. Es decir, por su política de no-Estado palestino, ya que lo que sostiene cualquier Estado es un ejército. El Estado no militarizado de Abbas (es decir, Cisjordania bajo la Autoridad Palestina) es, en la práctica, el control de la seguridad interna hecho por Israel y Estados Unidos. Desde la década de 1990, las instituciones de seguridad de la Autoridad Palestina actúan como una extensión de la ocupación israelí.

Fue precisamente con motivo de la conferencia en la ONU sobre la “solución” de dos Estados que Abbas envió una carta a Emmanuel Macron, en junio, proponiendo exactamente el fin del gobierno de Hamás en Gaza, la entrega de las armas y un Estado palestino no militarizado. “El Estado palestino debe ser el único proveedor de seguridad en su territorio, pero no tiene intención de ser un Estado militarizado”, dice la carta, según la prensa francesa.

La carta de Abbas y la Declaración de Nueva York indican, por tanto, que el Estado Palestino debe tener como función protegerse de sus propios ciudadanos y no de Israel. Eso es lo que significa tener un aparato de seguridad orientado exclusivamente al ámbito interno. Es la supresión, en la práctica, de cualquier posibilidad de independencia de Palestina. Se desarma al pueblo, se garantiza el monopolio del uso de la fuerza al Estado, y al estar dirigida únicamente hacia adentro, se permite que ese aparato se convierta en un instrumento de represión contra el propio pueblo. Mientras tanto, Israel, uno de los países más militarizados del mundo, financiado por el imperialismo internacional y que día tras día demuestra su violencia y peligrosidad, seguiría siendo vecino de un Estado desprotegido – habitado por una población que Israel quiere llevar a la extinción.

Como si no pudiera ser peor, la Declaración de Nueva York propone el financiamiento internacional del gobierno y de las fuerzas de seguridad palestinas, “con entrenamiento, equipamiento, supervisión y asesoría, construidos sobre la base de la experiencia de misiones como la USSC, EUPOLCOPPS y EUBAM Rafah”. La USSC no es otra cosa que el mecanismo del gobierno de Estados Unidos para controlar la seguridad de Cisjordania, en conjunto con Israel. La EUPOLCOPPS y la EUBAM Rafah hacen lo mismo, pero bajo el comando de la Unión Europea. Eso sería garantizado por un período de transición en el cual tropas de paz de la ONU asegurarían la transferencia total del poder a la Autoridad Palestina – o mejor dicho, a la ocupación imperialista, porque eso fue exactamente lo que ocurrió en Kosovo, por ejemplo.

En lugar del pueblo armado, Francia y Arabia Saudita (apoyadas por los Estados árabes), están proponiendo el perfeccionamiento del control de la seguridad palestina por parte de Israel y sus patrocinadores. Eso no es el establecimiento de un Estado palestino “independiente, soberano y democrático”, como afirma el documento, sino un Estado policial destinado a reprimir y aplastar al propio pueblo palestino, consolidando los intereses imperialistas en la región y garantizando el dominio sionista sobre Palestina.

Según el mismo Centro Palestino, Hamás cuenta con el apoyo de un tercio de los palestinos y el 43% de quienes participarían en nuevas elecciones, si fueran convocadas hoy, votarían por Hamás – que, por tanto, ganaría los comicios. Además, para el 40% Hamás es el partido que debería liderar al pueblo palestino. Por lo tanto, la propuesta de debilitar sus organizaciones material e ideológicamente representa un golpe contra el partido más popular entre el pueblo palestino – otro punto del documento compromete a la comunidad internacional a “combatir la radicalización” y el “extremismo violento que conduce al terrorismo”, un eufemismo para imponer un lavado de cerebro a los palestinos mediante la reforma del currículo escolar y el control de las redes sociales con el fin de moldear percepciones favorables a una “convivencia pacífica” con quienes los oprimen y exterminan.

En realidad, parece evidente que Abbas y la Autoridad Palestina forman parte de todo este nuevo movimiento por la “solución” de dos Estados, actuando en conjunto con las fuerzas imperialistas para garantizar el control de Palestina para sí. Abbas (que, según el 80% de los palestinos, debería dimitir) está apuñalando por la espalda no solo a Hamás, sino a todas las organizaciones de la Resistencia Palestina que aceptaron avanzar en el proceso de formación de un gobierno de unidad nacional el año pasado en Pekín.

Terapia de choque neoliberal

Por último, quizás el aspecto más aterrador del plan discutido y promovido en la conferencia de la ONU sea la colonización económica de Palestina. Como evidenció Naomi Klein, la terapia de choque consiste en devastar un país para luego reconstruirlo desde fuera, mediante grandes corporaciones imperialistas, privatizando la economía y entregándola al sistema financiero internacional.

Eso es exactamente lo que se pretende en la Palestina destruida por Israel. Franceses y sauditas no abordan tanto esta cuestión en el documento principal, salvo en dos párrafos. Esta idea está más detallada en los anexos, con las recomendaciones recopiladas por los grupos de trabajo.

El documento impulsa la continuación de las reformas neoliberales lideradas por la Autoridad Palestina en Cisjordania, bajo la tutela de los padrinos imperialistas. Se propone la realización de reformas económicas a partir de financiamiento del Banco Mundial y del FMI. A partir de ello, los organismos internacionales proporcionarían “asistencia técnica, formación, capacitación, becas e intercambios profesionales para funcionarios gubernamentales”, sobre todo en el área económica.

También se prevé el respaldo a un Acuerdo de Libre Comercio entre Palestina e Israel y con la Unión Europea, así como facilidades para la extracción de gas natural en la costa de la Franja de Gaza, donde se encuentra el yacimiento Gaza Marine.

Además, se incluyen otros puntos como:

  • Promover y facilitar el entorno empresarial: esfuerzos conjuntos de la comunidad internacional para crear condiciones que favorezcan actividades dirigidas a mejorar el entorno para el florecimiento de los negocios, incluyendo el abordaje de restricciones históricas como la libertad de movimiento y el acceso, y un entorno de seguridad que facilite un plan de inversiones.
  • Un ambiente legislativo favorable a la inversión: colaborar con el gobierno y expertos internacionales para modernizar las leyes comerciales, los códigos de inversión y los sistemas de resolución de disputas que ofrezcan seguridad y atractivo a los inversores.
  • Participación del sector privado en el proceso de planificación de la recuperación: apoyar la participación del sector privado en la planificación económica nacional y en las estrategias de recuperación post-guerra, asegurando que las necesidades y oportunidades de los negocios sean debidamente contempladas en el proceso de recuperación.

Se trata de propuestas para garantizar que el gran capital internacional se apropie de Palestina sin resistencia – una vez que esta estaría decapitada mediante la entrega de armas y su integración en una Autoridad Palestina dependiente de Israel y de EE.UU./UE. Estas recomendaciones, aunque más disimuladas al principio, recuerdan al conjunto de medidas orientadas por las instituciones financieras internacionales y los “técnicos” neoliberales al régimen de Boris Yeltsin en Rusia, que llevaron el país al colapso y la ruina tras la caída de la Unión Soviética.

Al responder a Abbas el 24 de julio, Macron se comprometió a reconocer al Estado de Palestina. La conferencia en la ONU que emitió la Declaración de Nueva York ocurrió pocos días después. El 29 de julio (es decir, aún durante la conferencia), Keir Starmer anunció que el Reino Unido también reconocerá al Estado Palestino. Al día siguiente, fue el turno de Canadá de comprometerse y, un día después, Portugal.

Israel y Estados Unidos pueden acusar a este movimiento de ejercer presión contra la ocupación y sus intereses. Sin embargo, en realidad, se trata de una presión contra la Resistencia Palestina, que busca sofocar la lucha por la verdadera independencia de Palestina ofreciendo concesiones (el reconocimiento estatal), con la condición de que abandone la lucha armada y acepte un Estado absolutamente controlado por quienes patrocinan el genocidio cometido por Israel. Quieren que los palestinos acepten un Estado artificial en el que no son ellos quienes mandan.

En este sentido, no hay gran diferencia con la “Riviera de Gaza” soñada por Donald Trump. Quizá sea incluso peor, ya que se establecería en todo el territorio de 1967 y con el apoyo de aquellos que condenaron las ideas del expresidente estadounidense. Y lo más importante: se neutralizaría cualquier organización independiente del pueblo palestino. En la práctica, sería la consolidación del régimen de ocupación. Porque la Declaración de Nueva York no prevé ninguna medida contra el genocidio en curso, ni siquiera contra sus perpetradores – es apenas una trampa para que los palestinos abandonen su lucha.

Porque la Declaración de Nueva York no prevé ninguna medida contra el genocidio en curso, ni siquiera contra sus perpetradores – es apenas una trampa para que los palestinos abandonen su lucha.

Únete a nosotros en Telegram Twitter  VK .

Escríbenos: info@strategic-culture.su

Entre los días 28 y 30 de julio se celebró en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York una conferencia sobre la tan mentada “solución” de dos Estados en Palestina, presidida por Francia y Arabia Saudita. A partir de dicha reunión, se divulgó la “Declaración de Nueva York” con el objetivo de implementar lo discutido y aprobado.

En la Conferencia intervinieron el secretario general de la ONU, António Guterres, y representantes de Estados miembros y entidades internacionales como la Organización de Cooperación Islámica y la Media Luna Roja. La “Declaración de Nueva York”, encabezada por Francia y Arabia Saudita, cuenta con el respaldo de 15 países, la Unión Europea y la Liga Árabe.

Estados Unidos e Israel no participaron en la conferencia. Por el contrario, la rechazaron, acusándola de favorecer a Hamás y de socavar los supuestos esfuerzos para poner fin a la “guerra” en Gaza.

En realidad, la “Declaración de Nueva York” no favorece ni a Hamás, ni a la Resistencia Palestina, ni al pueblo palestino, ni siquiera a la creación de un Estado Palestino independiente y soberano.

Palestina sin los palestinos

Uno de los puntos más criticados por los observadores del documento es el que trata sobre la UNRWA, la agencia de la ONU para la asistencia a los refugiados palestinos. “Una vez obtenida una solución justa a la cuestión de los refugiados palestinos, conforme a la Resolución 194 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, la UNRWA transferirá sus servicios públicos en el territorio palestino para empoderar y preparar las instituciones palestinas”, dice el texto.

El fragmento no explica en qué consiste esa “solución justa”. La Resolución 194 de la Asamblea General de la ONU, emitida en 1948, garantiza el derecho de retorno a todos los palestinos expulsados de su tierra natal cuando la propia ONU decidió que parte de Palestina sería llamada Israel, dividiendo el territorio palestino en dos e implantando una población extranjera, proveniente sobre todo de Europa, para poblar esa franja de tierra.

“La Asamblea General resuelve que los refugiados que deseen regresar a sus hogares y vivir en paz con sus vecinos deben ser autorizados a hacerlo en la primera oportunidad práctica, y que debe pagarse una compensación por los bienes de quienes decidan no regresar y por la pérdida o daño de propiedad que, conforme a los principios del derecho internacional o la equidad, deba ser reparada por quien sea responsable.” (Resolución 194)

Sin embargo, la “Declaración de Nueva York” omite la garantía del derecho de retorno como condición fundamental para el establecimiento de un Estado Palestino independiente y soberano. Según la Oficina Central de Estadísticas de Palestina, hasta mediados de 2024 había 7,4 millones de palestinos en la diáspora, prácticamente todos obligados a abandonar su país debido a la ocupación y al apartheid instaurado por la criatura de la ONU, Israel. Esa cifra representa la mitad del total de palestinos existentes hoy en el mundo; la otra mitad aún reside en los territorios internacionalmente reconocidos como palestinos, ocupados o no por el sionismo.

Cabe aquí abrir un paréntesis para recordar que, si los cálculos de estudiosos e investigadores son correctos, la propia población de Gaza ya fue diezmada. Un profesor israelí publicó un estudio en junio que, basado en datos del propio ejército israelí, apunta que la población de Gaza pasó de 2,227 millones antes del 7 de octubre a 1,85 millones – una pérdida de 377 mil habitantes durante el genocidio.

El documento presentado esta semana en la ONU, por tanto, busca barrer bajo la alfombra una cuestión central para el establecimiento del Estado Palestino. En efecto, al proponer la extinción de la UNRWA sin que los refugiados hayan efectivamente regresado, estipula la existencia de un Estado Palestino sin los palestinos. Esto imposibilitaría el pleno funcionamiento del Estado, más aún porque otros puntos del documento dejan a Palestina absolutamente vulnerable a las amenazas de Israel – y al control de las potencias imperialistas tradicionales.

Un Estado sin ejército, un pueblo sin armas

No importa lo que digan las instituciones del imperialismo internacional: el poder político sigue basándose, esencialmente, en la fuerza. Y la guerra genocida de Israel desde el 7 de octubre es una prueba contundente de ello. Ningún llamado internacional, ninguna decisión de órganos multilaterales, ninguna denuncia de crímenes de guerra, ninguna negociación diplomática ha logrado que Israel dejara de exterminar a niños y mujeres palestinas. Porque Israel y su ejército son los instrumentos del imperialismo para someter y dominar a Oriente Medio.

A lo largo de casi 80 años de ocupación sionista de Palestina, fue la revuelta del pueblo armado la que impidió la total sumisión de los palestinos, abrió los ojos del mundo a las atrocidades israelíes y permitió cualquier mínima conquista obtenida por el pueblo palestino. Ahora, Francia, Arabia Saudita y la “comunidad internacional” quieren neutralizar la única herramienta real de los palestinos contra el genocidio y la opresión.

“En el contexto del fin de la guerra en Gaza, Hamás debe poner fin a su gobierno en Gaza y entregar sus armas a la Autoridad Palestina, con el compromiso y el apoyo internacional, alineado con el objetivo de un Estado Palestino independiente y soberano”, afirma la declaración presentada en la ONU.

Esta exigencia contradice la opinión de los palestinos. Según la última encuesta del Centro Palestino de Investigación y Encuestas de Políticas, realizada a comienzos de mayo, el 77% de los palestinos se opone a que Hamás entregue las armas como condición para el fin de la “guerra”.

Por supuesto, no sería sólo Hamás quien debería desarmarse, sino todas las organizaciones de la Resistencia Palestina que combaten el genocidio perpetrado por Israel: la Yihad Islámica, el FPLP, el FPLP-CG y las propias milicias de Al-Fatah.

Aunque desde el año pasado se desarrolla un proceso de negociaciones para formar una Autoridad Palestina compuesta por todos los partidos que luchan contra la ocupación, el objetivo implícito en la propuesta analizada es excluir de las decisiones gubernamentales (no solo del poder en sí) a los partidos más radicales y con mayor apoyo popular.

Por eso mismo se felicita al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, por su política de Estado no militarizado. Es decir, por su política de no-Estado palestino, ya que lo que sostiene cualquier Estado es un ejército. El Estado no militarizado de Abbas (es decir, Cisjordania bajo la Autoridad Palestina) es, en la práctica, el control de la seguridad interna hecho por Israel y Estados Unidos. Desde la década de 1990, las instituciones de seguridad de la Autoridad Palestina actúan como una extensión de la ocupación israelí.

Fue precisamente con motivo de la conferencia en la ONU sobre la “solución” de dos Estados que Abbas envió una carta a Emmanuel Macron, en junio, proponiendo exactamente el fin del gobierno de Hamás en Gaza, la entrega de las armas y un Estado palestino no militarizado. “El Estado palestino debe ser el único proveedor de seguridad en su territorio, pero no tiene intención de ser un Estado militarizado”, dice la carta, según la prensa francesa.

La carta de Abbas y la Declaración de Nueva York indican, por tanto, que el Estado Palestino debe tener como función protegerse de sus propios ciudadanos y no de Israel. Eso es lo que significa tener un aparato de seguridad orientado exclusivamente al ámbito interno. Es la supresión, en la práctica, de cualquier posibilidad de independencia de Palestina. Se desarma al pueblo, se garantiza el monopolio del uso de la fuerza al Estado, y al estar dirigida únicamente hacia adentro, se permite que ese aparato se convierta en un instrumento de represión contra el propio pueblo. Mientras tanto, Israel, uno de los países más militarizados del mundo, financiado por el imperialismo internacional y que día tras día demuestra su violencia y peligrosidad, seguiría siendo vecino de un Estado desprotegido – habitado por una población que Israel quiere llevar a la extinción.

Como si no pudiera ser peor, la Declaración de Nueva York propone el financiamiento internacional del gobierno y de las fuerzas de seguridad palestinas, “con entrenamiento, equipamiento, supervisión y asesoría, construidos sobre la base de la experiencia de misiones como la USSC, EUPOLCOPPS y EUBAM Rafah”. La USSC no es otra cosa que el mecanismo del gobierno de Estados Unidos para controlar la seguridad de Cisjordania, en conjunto con Israel. La EUPOLCOPPS y la EUBAM Rafah hacen lo mismo, pero bajo el comando de la Unión Europea. Eso sería garantizado por un período de transición en el cual tropas de paz de la ONU asegurarían la transferencia total del poder a la Autoridad Palestina – o mejor dicho, a la ocupación imperialista, porque eso fue exactamente lo que ocurrió en Kosovo, por ejemplo.

En lugar del pueblo armado, Francia y Arabia Saudita (apoyadas por los Estados árabes), están proponiendo el perfeccionamiento del control de la seguridad palestina por parte de Israel y sus patrocinadores. Eso no es el establecimiento de un Estado palestino “independiente, soberano y democrático”, como afirma el documento, sino un Estado policial destinado a reprimir y aplastar al propio pueblo palestino, consolidando los intereses imperialistas en la región y garantizando el dominio sionista sobre Palestina.

Según el mismo Centro Palestino, Hamás cuenta con el apoyo de un tercio de los palestinos y el 43% de quienes participarían en nuevas elecciones, si fueran convocadas hoy, votarían por Hamás – que, por tanto, ganaría los comicios. Además, para el 40% Hamás es el partido que debería liderar al pueblo palestino. Por lo tanto, la propuesta de debilitar sus organizaciones material e ideológicamente representa un golpe contra el partido más popular entre el pueblo palestino – otro punto del documento compromete a la comunidad internacional a “combatir la radicalización” y el “extremismo violento que conduce al terrorismo”, un eufemismo para imponer un lavado de cerebro a los palestinos mediante la reforma del currículo escolar y el control de las redes sociales con el fin de moldear percepciones favorables a una “convivencia pacífica” con quienes los oprimen y exterminan.

En realidad, parece evidente que Abbas y la Autoridad Palestina forman parte de todo este nuevo movimiento por la “solución” de dos Estados, actuando en conjunto con las fuerzas imperialistas para garantizar el control de Palestina para sí. Abbas (que, según el 80% de los palestinos, debería dimitir) está apuñalando por la espalda no solo a Hamás, sino a todas las organizaciones de la Resistencia Palestina que aceptaron avanzar en el proceso de formación de un gobierno de unidad nacional el año pasado en Pekín.

Terapia de choque neoliberal

Por último, quizás el aspecto más aterrador del plan discutido y promovido en la conferencia de la ONU sea la colonización económica de Palestina. Como evidenció Naomi Klein, la terapia de choque consiste en devastar un país para luego reconstruirlo desde fuera, mediante grandes corporaciones imperialistas, privatizando la economía y entregándola al sistema financiero internacional.

Eso es exactamente lo que se pretende en la Palestina destruida por Israel. Franceses y sauditas no abordan tanto esta cuestión en el documento principal, salvo en dos párrafos. Esta idea está más detallada en los anexos, con las recomendaciones recopiladas por los grupos de trabajo.

El documento impulsa la continuación de las reformas neoliberales lideradas por la Autoridad Palestina en Cisjordania, bajo la tutela de los padrinos imperialistas. Se propone la realización de reformas económicas a partir de financiamiento del Banco Mundial y del FMI. A partir de ello, los organismos internacionales proporcionarían “asistencia técnica, formación, capacitación, becas e intercambios profesionales para funcionarios gubernamentales”, sobre todo en el área económica.

También se prevé el respaldo a un Acuerdo de Libre Comercio entre Palestina e Israel y con la Unión Europea, así como facilidades para la extracción de gas natural en la costa de la Franja de Gaza, donde se encuentra el yacimiento Gaza Marine.

Además, se incluyen otros puntos como:

  • Promover y facilitar el entorno empresarial: esfuerzos conjuntos de la comunidad internacional para crear condiciones que favorezcan actividades dirigidas a mejorar el entorno para el florecimiento de los negocios, incluyendo el abordaje de restricciones históricas como la libertad de movimiento y el acceso, y un entorno de seguridad que facilite un plan de inversiones.
  • Un ambiente legislativo favorable a la inversión: colaborar con el gobierno y expertos internacionales para modernizar las leyes comerciales, los códigos de inversión y los sistemas de resolución de disputas que ofrezcan seguridad y atractivo a los inversores.
  • Participación del sector privado en el proceso de planificación de la recuperación: apoyar la participación del sector privado en la planificación económica nacional y en las estrategias de recuperación post-guerra, asegurando que las necesidades y oportunidades de los negocios sean debidamente contempladas en el proceso de recuperación.

Se trata de propuestas para garantizar que el gran capital internacional se apropie de Palestina sin resistencia – una vez que esta estaría decapitada mediante la entrega de armas y su integración en una Autoridad Palestina dependiente de Israel y de EE.UU./UE. Estas recomendaciones, aunque más disimuladas al principio, recuerdan al conjunto de medidas orientadas por las instituciones financieras internacionales y los “técnicos” neoliberales al régimen de Boris Yeltsin en Rusia, que llevaron el país al colapso y la ruina tras la caída de la Unión Soviética.

Al responder a Abbas el 24 de julio, Macron se comprometió a reconocer al Estado de Palestina. La conferencia en la ONU que emitió la Declaración de Nueva York ocurrió pocos días después. El 29 de julio (es decir, aún durante la conferencia), Keir Starmer anunció que el Reino Unido también reconocerá al Estado Palestino. Al día siguiente, fue el turno de Canadá de comprometerse y, un día después, Portugal.

Israel y Estados Unidos pueden acusar a este movimiento de ejercer presión contra la ocupación y sus intereses. Sin embargo, en realidad, se trata de una presión contra la Resistencia Palestina, que busca sofocar la lucha por la verdadera independencia de Palestina ofreciendo concesiones (el reconocimiento estatal), con la condición de que abandone la lucha armada y acepte un Estado absolutamente controlado por quienes patrocinan el genocidio cometido por Israel. Quieren que los palestinos acepten un Estado artificial en el que no son ellos quienes mandan.

En este sentido, no hay gran diferencia con la “Riviera de Gaza” soñada por Donald Trump. Quizá sea incluso peor, ya que se establecería en todo el territorio de 1967 y con el apoyo de aquellos que condenaron las ideas del expresidente estadounidense. Y lo más importante: se neutralizaría cualquier organización independiente del pueblo palestino. En la práctica, sería la consolidación del régimen de ocupación. Porque la Declaración de Nueva York no prevé ninguna medida contra el genocidio en curso, ni siquiera contra sus perpetradores – es apenas una trampa para que los palestinos abandonen su lucha.

The views of individual contributors do not necessarily represent those of the Strategic Culture Foundation.

See also

August 3, 2025
August 1, 2025
August 6, 2025
August 2, 2025

See also

August 3, 2025
August 1, 2025
August 6, 2025
August 2, 2025
The views of individual contributors do not necessarily represent those of the Strategic Culture Foundation.