No es de hoy que los brasileños se informan (o se desinforman) sobre los acontecimientos internacionales a través del monopolio de agencias de noticias occidentales.
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No es de hoy que los brasileños se informan (o se desinforman) sobre los acontecimientos internacionales a través del monopolio de agencias de noticias occidentales, estrechamente ligadas a los intereses de los gobiernos de los principales países imperialistas. Vemos diariamente los ataques y mentiras lanzados contra los revolucionarios palestinos que luchan contra la barbarie genocida de Israel y del imperialismo en Medio Oriente, describiéndolos de la peor manera posible y deseando que sean aplastados. Esto no es ninguna novedad.
De acuerdo con una investigación realizada por un grupo de estudiantes de periodismo, las informaciones difundidas en la prensa brasileña hace más de 100 años sobre la Revolución Rusa provenían exclusivamente de agencias extranjeras. Y la mayoría de las noticias destacaban únicamente el supuesto “lado malo” de los bolcheviques.
Incluso antes de que estos tomaran el poder en octubre (según el calendario ruso de entonces; noviembre, en el occidental), ya eran retratados de forma negativa y con muchos adjetivos. Astrojildo Pereira, fundador del PCB, denunciaba en un artículo de la época las “calumnias e imbecilidades de que se ha servido nuestra prensa en las apreciaciones sobre la obra de los maximalistas rusos”. “Sus apóstrofes de maldición se precipitan sobre los maximalistas, ‘monstruos’ satánicos y crueles, provocadores de la ruina de su propia patria”, ironizaba el militante anarquista, que tras la victoriosa Revolución de Octubre se convirtió al comunismo.
Al igual que en la prensa estadounidense, en las páginas de los periódicos brasileños se leía que los bolcheviques estaban al servicio de Alemania. Augusto Buonicore recuerda que A Noite, del 5 de mayo de 1917, llegó a afirmar que los trabajadores rusos que protestaban contra la guerra durante el gobierno provisional estaban “dirigidos por agentes alemanes”, siendo uno de ellos Lenin, quien había sido “asesinado en Petrogrado” en aquellos días. Esta última información fue atribuida por el medio a un “corresponsal de un periódico noruego”. Pocos días después, el periódico brasileño volvió a publicar la muerte de Lenin (¡por segunda vez!) “durante una trifulca entre obreros y soldados”.
O Combate, del 25 de julio de 1917, describía a Lenin como “jefe del espionaje alemán, habiendo gastado en los últimos meses varios millones de rublos”.
El líder comunista fue varias veces perseguido por los periodistas burgueses. Artículos surrealistas como uno del Correio da Manhã decían lo siguiente: “El célebre agitador Lenin falleció en 1916 en Suiza, y el falso Lenin que últimamente ha agitado a Rusia no es otro sino cierto Zaberlun, antiguo amigo de Lenin.” Según Buonicore, era común retratar a Lenin como judío, en “un claro intento de relacionar la revolución rusa con un supuesto complot judío internacional para conquistar el mundo”.
Aún sobre Lenin, el periódico Época, del 1º de octubre de 1917, inventaba: “Su manera de vestir es de las más descuidadas (…) lo que no le impide desde la revolución llevar diamantes en los botones de los puños de las camisas”, además de informar que había sido arrestado por el gobierno provisional, lo cual no ocurrió.
Después de la Revolución Socialista, el 7 de noviembre según el calendario occidental, la campaña continuó, esta vez asegurando la inevitable caída del gobierno revolucionario.
El 11 de noviembre, A Noite afirmaba que los bolcheviques caerían sin demora: “Los cosacos, ayudados por los minimalistas, están a punto de dominar a los leninistas, con los cuales han entablado combates en las calles de la capital.” Al día siguiente, recuerda Buonicore, el mismo periódico “informaba” que “Kerenski, al frente de 200 mil hombres dedicados y apoyado por la gran mayoría de la población, así como por el Ejército y las organizaciones conservadoras”, estaba luchando contra los bolcheviques, que a esa altura ya habrían huido. “Esperemos, con optimismo, el resultado de la lucha que se está librando, porque de ella debe salir triunfante la buena causa que es la que defiende Kerenski.”
O País y O Imparcial anunciaban, respectivamente, que “el gobierno encabezado por el Sr. Lenin se reconoció incapaz de detener las considerables fuerzas de Kerenski” y que no cabían dudas: “Kerenski dominará por completo el desorden leninista.” O Imparcial también afirmaba que “fuentes autorizadas” informaban que las tropas de Kerenski marchaban sobre Petrogrado.
Y llegó el colmo de la mentira, el 13 de noviembre, publicado por A Noite: “El Sr. Kerenski sale una vez más triunfante de sus enemigos. En los arrabales y dentro de la propia capital (…) se libró una batalla que terminó (…) con la derrota de los maximalistas. Estos ya reconocen, por lo demás, su perdición y procuran ahora llegar a un acuerdo, que Kerenski rechaza por completo, declarando que los maximalistas depusieron las armas, dominando la ciudad otro comité, formado por el expresidente de la Duma.”
Pura ficción. Vergonzosa y completa distorsión de los acontecimientos. En realidad, no eran más que mentiras inventadas por las fuerzas contrarrevolucionarias rusas y difundidas por los medios de comunicación occidentales. A Noite continuaba la historia, esta vez predicando un castigo a los bolcheviques: “Es necesario que esta aventura sea castigada ejemplarmente para que los cómplices de Lenin u otros agitadores anarquistas, al servicio de Alemania, no tengan ganas de repetirla.” Pobre del público lector de ese periódico…
La derrota y la huida de las fuerzas revolucionarias fueron anunciadas durante un largo período. El 17 de diciembre de 1918, A Gazeta publicaba una nota del inglés Daily Mail, reproduciendo la declaración de un militar sueco que afirmaba que Lenin y sus camaradas se preparaban para huir de Rusia debido al avance de las tropas extranjeras. Como se vio en el artículo anterior, esa mentira fue común también en la prensa internacional.
También llegaron a las páginas de los periódicos las supuestas atrocidades cometidas por el poder soviético. “Los bolcheviques persiguen a ingleses y franceses en Rusia”, “Continúa el reinado del terror en Petrogrado” y “En Rusia se cometen casos monstruosos en nombre del socialismo” eran algunos de los titulares del periódico A Gazeta. Este último título pertenecía a una nota publicada el 13 de septiembre de 1918, reproducida de un corresponsal del New York Times. El periodista afirmaba que el gobierno de los sóviets estaba realizando masacres contra personas inocentes, exterminando a supuestos enemigos, y pedía la intervención de las potencias occidentales.
Como escribe Buonicore, así se originó uno de los mitos más ridículos acerca del comunismo: Durante la gran hambruna que azotó aquel país a comienzos de la década de 1920 —fruto de la sequía y de la guerra civil impuesta por las potencias capitalistas—, un periódico escribió: “Allí los hambrientos desenterraban cadáveres para comer. Los adultos, hambrientos, envidiaban a los niños alimentados por la American Relief Administration, provocando casos frecuentes de canibalismo. Además, en Samara, la policía cerró un restaurante que servía a los clientes carne de niños.” Surgía así la leyenda, repetida durante décadas, de que los comunistas comían niños. (Y, de paso, que los santos salvadores estadounidenses alimentaban a los hambrientos, tratando de protegerlos de la miseria impuesta por el comunismo).
El periódico carioca A Razão, el 16 de noviembre de 1917, poco después de la toma del poder por los bolcheviques, los llamaba “locos”, “notables canallas”, por querer abolir la propiedad privada y entregar las tierras a la “plebe inconsciente”. Para ese periódico, Lenin era un “monstruo” y los bolcheviques, financiados por Alemania, traicionaban “de modo escandaloso” a los Aliados.
Sobre este pasaje de A Razão, Astrojildo Pereira escribió: “[…] es un documento que merece registro y del cual debemos acordarnos para las necesarias satisfacciones, el día en que la revolución, atravesando el océano, irrumpa justiciera por estas riquísimas tierras brasílicas de miserables y hambrientos…”
Esa reflexión del dirigente comunista brasileño es de total actualidad. Por lo visto, poco ha cambiado en cien años en la cobertura de la prensa sobre los acontecimientos mundiales. Las difamaciones contra Cuba, Venezuela, Corea del Norte, etc., siguen la misma línea hoy en día. Los grandes medios de comunicación, controlados por un puñado de capitalistas, continúan siendo enemigos implacables de la clase trabajadora.