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Lucas Leiroz
May 16, 2024
© Photo: REUTERS/Lisa Leutner

Sin embargo, las discusiones acerca de la naturaleza del trabajo en el mundo contemporáneo se están tornando crecientemente escasas. Por una parte, un atroz neoliberalismo aflige a diferentes naciones y acelera el desmantelamiento de los derechos ganados por los trabajadores durante décadas de intensas luchas sociales.

Por otra parte, las viejas teorías anticapitalistas, muchas de ellas profundamente asociadas con el Marxismo ya no parecen tener la suficiente fortaleza para luchar con la nueva dinámica económica global.

Indudablemente estamos observando un proceso de saturación de las estructuras tradicionales de protección de los trabajadores. En la era del pos capitalismo financiero, la extensa computarización y la transformación de la industria de los servicios, del trabajo y de los sindicatos en los países occidentales parecieran sino completamente inútiles, si cooptados por “las fuerzas del capital.” Por otra parte, las alternativas radicales anti capitalistas que se fortalecieron a través del siglo XX tales como el marxismo-leninismo y sus variantes, hoy en día ya no parecen constituir una alternativa global consecuente con las demandas de los trabajadores –debido a una más bien floja capacidad de movilización o debido a una verdadera imposibilidad de ser factible.

En esta nueva era del trabajo y de la economía, la vieja dicotomía marxista de burguesía y proletariado ya no parece lo suficientemente profunda como para comprender las nuevas realidades de clase. La denominada clase “precaria” está creciendo exponencialmente como un grupo social sin protección, totalmente vulnerable y carente de sólidas relaciones contractuales –la cual emerge desde un proceso de desindustrialización y consecuente destrucción de los tradicionales vínculos contractuales. Anteriormente, este proceso estaba principalmente relacionado con los países pobres del antiguo “tercer mundo” los cuales optaron por el capitalismo no desarrollado durante la Guerra Fría y sufrieron las brutales consecuencias del imperialismo norteamericano. Ahora, no obstante, la desindustrialización y la precariedad de las masas afectan significativamente a las economías centrales con países como Estados Unidos y las potencias europeas que se convierten de manera creciente en una estructura social caótica.

En paralelo con los pobres, el lumpen proletariado se expande. La vieja realidad social explicada por Marx en el siglo XIX llega hasta un particularmente grave nivel en los tiempos actuales. El gran número de personas desempleadas que tienden a realizar actividades irregulares e ilegales en las grandes ciudades, tiende a aumentar día tras día. Los crímenes y la violencia urbana se han convertido en una brutal realidad en muchos países y en algunos casos incluso son escenarios similares a verdaderos conflictos civiles.

La parte central del problema completo, como es bien sabido, es el problema de las migraciones. Los emigrantes y los refugiados ya descritos por muchos marxistas como el “ejército de reserva” del capital, asume un papel central en la nueva dinámica económica. La globalización y el desarrollo de “normas” internacionales han llevado al mundo hacia una realidad de fronteras casi completamente abiertas donde millones de personas pobres apátridas sin nacionalidad, sin ningún sentido de pertenencia se desplazan a través de los continentes a menudo contribuyendo a disturbios sociales en los países receptores. El resultado de este confuso y caótico escenario, con los inmigrantes siendo marginalizados o cooptados por redes terroristas y criminales, en tanto los trabajadores nativos de los países receptores se engarzan en pensamientos extremistas y chovinistas debido a sus emociones exageradas. Finalmente, se producen más y más conflictos, tensiones, pobreza y una extendida inestabilidad.

En medio de todo esto, todavía están los terribles planes de las oligarquías transnacionales para la construcción de una civilización global tecnológicamente integrada, “libre del trabajo”. El objetivo es alcanzar las máximas consecuencias del individualismo liberal y de una vez por todas cercenar todos los vínculos entre los seres humanos, obligarlos a vivir en el aislamiento dependiendo de la computarización y de mecanismos tales como el “ingreso básico universal” para sobrevivir en un mundo desindustrializado – descrito por aquellas elites como “ecológicamente correcto”. Muchos de estos planes fueron planteados por la locura de la pandemia Covid-9 pero es posible decir que han sido refrenados por los efectos geopolíticos de la Operación Militar Especial de Rusia en Ucrania.

En realidad tales efectos son extremadamente fuertes. La Federación de Rusia provocó una oleada global de reacción en los países emergentes a las imposiciones provenientes de Occidente. Y quizás ahí radique la esperanza de una nueva alternativa para los trabajadores alrededor del mundo. La construcción de una nueva alternativa geopolítica multipolar que requerirá no solo de la creación de múltiples sistemas regionales de política y gobernanza pero que también aportará para el establecimiento de políticas económicas soberanas separadas del globalismo liberal y centradas en el desarrollo material y en el bienestar del pueblo.

Mucho más que eso, la multipolaridad por su misma naturaleza internacionalista, depende de una amplia cooperación internacional, es una gran conductora del desarrollo multilateral. La plataforma del desarrollo global para los países emergentes conducidos por China a través de la Iniciativa de la Faja y la Vía es un ejemplo de cómo la cooperación multipolar puede de manera significativa contribuir a alcanzar las viejas metas universales tales como la eliminación del hambre y la miseria.

Es muy común en la economía que esta sea analizada por expertos prejuiciados como algo que yace fuera de la geopolítica, pero se trata de una falacia. En un mundo unipolar todas las naciones están condenadas al subdesarrollo ya que cualquier política económica soberana, inevitablemente será atacada por las fuerzas de la potencia hegemónica. La catástrofe social de las décadas recientes demuestra que en el orden unipolar norteamericano no hay espacio para el desarrollo humano.

El desarrollo de los países, el mejoramiento de las condiciones de vida de los pueblos y un ambiente global de mayor bienestar económico será la consecuencia natural de un mundo multipolar.

Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona

Reflexiones en mayo: La multipolaridad es la esperanza de los trabajadores alrededor del mundo

Sin embargo, las discusiones acerca de la naturaleza del trabajo en el mundo contemporáneo se están tornando crecientemente escasas. Por una parte, un atroz neoliberalismo aflige a diferentes naciones y acelera el desmantelamiento de los derechos ganados por los trabajadores durante décadas de intensas luchas sociales.

Por otra parte, las viejas teorías anticapitalistas, muchas de ellas profundamente asociadas con el Marxismo ya no parecen tener la suficiente fortaleza para luchar con la nueva dinámica económica global.

Indudablemente estamos observando un proceso de saturación de las estructuras tradicionales de protección de los trabajadores. En la era del pos capitalismo financiero, la extensa computarización y la transformación de la industria de los servicios, del trabajo y de los sindicatos en los países occidentales parecieran sino completamente inútiles, si cooptados por “las fuerzas del capital.” Por otra parte, las alternativas radicales anti capitalistas que se fortalecieron a través del siglo XX tales como el marxismo-leninismo y sus variantes, hoy en día ya no parecen constituir una alternativa global consecuente con las demandas de los trabajadores –debido a una más bien floja capacidad de movilización o debido a una verdadera imposibilidad de ser factible.

En esta nueva era del trabajo y de la economía, la vieja dicotomía marxista de burguesía y proletariado ya no parece lo suficientemente profunda como para comprender las nuevas realidades de clase. La denominada clase “precaria” está creciendo exponencialmente como un grupo social sin protección, totalmente vulnerable y carente de sólidas relaciones contractuales –la cual emerge desde un proceso de desindustrialización y consecuente destrucción de los tradicionales vínculos contractuales. Anteriormente, este proceso estaba principalmente relacionado con los países pobres del antiguo “tercer mundo” los cuales optaron por el capitalismo no desarrollado durante la Guerra Fría y sufrieron las brutales consecuencias del imperialismo norteamericano. Ahora, no obstante, la desindustrialización y la precariedad de las masas afectan significativamente a las economías centrales con países como Estados Unidos y las potencias europeas que se convierten de manera creciente en una estructura social caótica.

En paralelo con los pobres, el lumpen proletariado se expande. La vieja realidad social explicada por Marx en el siglo XIX llega hasta un particularmente grave nivel en los tiempos actuales. El gran número de personas desempleadas que tienden a realizar actividades irregulares e ilegales en las grandes ciudades, tiende a aumentar día tras día. Los crímenes y la violencia urbana se han convertido en una brutal realidad en muchos países y en algunos casos incluso son escenarios similares a verdaderos conflictos civiles.

La parte central del problema completo, como es bien sabido, es el problema de las migraciones. Los emigrantes y los refugiados ya descritos por muchos marxistas como el “ejército de reserva” del capital, asume un papel central en la nueva dinámica económica. La globalización y el desarrollo de “normas” internacionales han llevado al mundo hacia una realidad de fronteras casi completamente abiertas donde millones de personas pobres apátridas sin nacionalidad, sin ningún sentido de pertenencia se desplazan a través de los continentes a menudo contribuyendo a disturbios sociales en los países receptores. El resultado de este confuso y caótico escenario, con los inmigrantes siendo marginalizados o cooptados por redes terroristas y criminales, en tanto los trabajadores nativos de los países receptores se engarzan en pensamientos extremistas y chovinistas debido a sus emociones exageradas. Finalmente, se producen más y más conflictos, tensiones, pobreza y una extendida inestabilidad.

En medio de todo esto, todavía están los terribles planes de las oligarquías transnacionales para la construcción de una civilización global tecnológicamente integrada, “libre del trabajo”. El objetivo es alcanzar las máximas consecuencias del individualismo liberal y de una vez por todas cercenar todos los vínculos entre los seres humanos, obligarlos a vivir en el aislamiento dependiendo de la computarización y de mecanismos tales como el “ingreso básico universal” para sobrevivir en un mundo desindustrializado – descrito por aquellas elites como “ecológicamente correcto”. Muchos de estos planes fueron planteados por la locura de la pandemia Covid-9 pero es posible decir que han sido refrenados por los efectos geopolíticos de la Operación Militar Especial de Rusia en Ucrania.

En realidad tales efectos son extremadamente fuertes. La Federación de Rusia provocó una oleada global de reacción en los países emergentes a las imposiciones provenientes de Occidente. Y quizás ahí radique la esperanza de una nueva alternativa para los trabajadores alrededor del mundo. La construcción de una nueva alternativa geopolítica multipolar que requerirá no solo de la creación de múltiples sistemas regionales de política y gobernanza pero que también aportará para el establecimiento de políticas económicas soberanas separadas del globalismo liberal y centradas en el desarrollo material y en el bienestar del pueblo.

Mucho más que eso, la multipolaridad por su misma naturaleza internacionalista, depende de una amplia cooperación internacional, es una gran conductora del desarrollo multilateral. La plataforma del desarrollo global para los países emergentes conducidos por China a través de la Iniciativa de la Faja y la Vía es un ejemplo de cómo la cooperación multipolar puede de manera significativa contribuir a alcanzar las viejas metas universales tales como la eliminación del hambre y la miseria.

Es muy común en la economía que esta sea analizada por expertos prejuiciados como algo que yace fuera de la geopolítica, pero se trata de una falacia. En un mundo unipolar todas las naciones están condenadas al subdesarrollo ya que cualquier política económica soberana, inevitablemente será atacada por las fuerzas de la potencia hegemónica. La catástrofe social de las décadas recientes demuestra que en el orden unipolar norteamericano no hay espacio para el desarrollo humano.

El desarrollo de los países, el mejoramiento de las condiciones de vida de los pueblos y un ambiente global de mayor bienestar económico será la consecuencia natural de un mundo multipolar.

Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona

Sin embargo, las discusiones acerca de la naturaleza del trabajo en el mundo contemporáneo se están tornando crecientemente escasas. Por una parte, un atroz neoliberalismo aflige a diferentes naciones y acelera el desmantelamiento de los derechos ganados por los trabajadores durante décadas de intensas luchas sociales.

Por otra parte, las viejas teorías anticapitalistas, muchas de ellas profundamente asociadas con el Marxismo ya no parecen tener la suficiente fortaleza para luchar con la nueva dinámica económica global.

Indudablemente estamos observando un proceso de saturación de las estructuras tradicionales de protección de los trabajadores. En la era del pos capitalismo financiero, la extensa computarización y la transformación de la industria de los servicios, del trabajo y de los sindicatos en los países occidentales parecieran sino completamente inútiles, si cooptados por “las fuerzas del capital.” Por otra parte, las alternativas radicales anti capitalistas que se fortalecieron a través del siglo XX tales como el marxismo-leninismo y sus variantes, hoy en día ya no parecen constituir una alternativa global consecuente con las demandas de los trabajadores –debido a una más bien floja capacidad de movilización o debido a una verdadera imposibilidad de ser factible.

En esta nueva era del trabajo y de la economía, la vieja dicotomía marxista de burguesía y proletariado ya no parece lo suficientemente profunda como para comprender las nuevas realidades de clase. La denominada clase “precaria” está creciendo exponencialmente como un grupo social sin protección, totalmente vulnerable y carente de sólidas relaciones contractuales –la cual emerge desde un proceso de desindustrialización y consecuente destrucción de los tradicionales vínculos contractuales. Anteriormente, este proceso estaba principalmente relacionado con los países pobres del antiguo “tercer mundo” los cuales optaron por el capitalismo no desarrollado durante la Guerra Fría y sufrieron las brutales consecuencias del imperialismo norteamericano. Ahora, no obstante, la desindustrialización y la precariedad de las masas afectan significativamente a las economías centrales con países como Estados Unidos y las potencias europeas que se convierten de manera creciente en una estructura social caótica.

En paralelo con los pobres, el lumpen proletariado se expande. La vieja realidad social explicada por Marx en el siglo XIX llega hasta un particularmente grave nivel en los tiempos actuales. El gran número de personas desempleadas que tienden a realizar actividades irregulares e ilegales en las grandes ciudades, tiende a aumentar día tras día. Los crímenes y la violencia urbana se han convertido en una brutal realidad en muchos países y en algunos casos incluso son escenarios similares a verdaderos conflictos civiles.

La parte central del problema completo, como es bien sabido, es el problema de las migraciones. Los emigrantes y los refugiados ya descritos por muchos marxistas como el “ejército de reserva” del capital, asume un papel central en la nueva dinámica económica. La globalización y el desarrollo de “normas” internacionales han llevado al mundo hacia una realidad de fronteras casi completamente abiertas donde millones de personas pobres apátridas sin nacionalidad, sin ningún sentido de pertenencia se desplazan a través de los continentes a menudo contribuyendo a disturbios sociales en los países receptores. El resultado de este confuso y caótico escenario, con los inmigrantes siendo marginalizados o cooptados por redes terroristas y criminales, en tanto los trabajadores nativos de los países receptores se engarzan en pensamientos extremistas y chovinistas debido a sus emociones exageradas. Finalmente, se producen más y más conflictos, tensiones, pobreza y una extendida inestabilidad.

En medio de todo esto, todavía están los terribles planes de las oligarquías transnacionales para la construcción de una civilización global tecnológicamente integrada, “libre del trabajo”. El objetivo es alcanzar las máximas consecuencias del individualismo liberal y de una vez por todas cercenar todos los vínculos entre los seres humanos, obligarlos a vivir en el aislamiento dependiendo de la computarización y de mecanismos tales como el “ingreso básico universal” para sobrevivir en un mundo desindustrializado – descrito por aquellas elites como “ecológicamente correcto”. Muchos de estos planes fueron planteados por la locura de la pandemia Covid-9 pero es posible decir que han sido refrenados por los efectos geopolíticos de la Operación Militar Especial de Rusia en Ucrania.

En realidad tales efectos son extremadamente fuertes. La Federación de Rusia provocó una oleada global de reacción en los países emergentes a las imposiciones provenientes de Occidente. Y quizás ahí radique la esperanza de una nueva alternativa para los trabajadores alrededor del mundo. La construcción de una nueva alternativa geopolítica multipolar que requerirá no solo de la creación de múltiples sistemas regionales de política y gobernanza pero que también aportará para el establecimiento de políticas económicas soberanas separadas del globalismo liberal y centradas en el desarrollo material y en el bienestar del pueblo.

Mucho más que eso, la multipolaridad por su misma naturaleza internacionalista, depende de una amplia cooperación internacional, es una gran conductora del desarrollo multilateral. La plataforma del desarrollo global para los países emergentes conducidos por China a través de la Iniciativa de la Faja y la Vía es un ejemplo de cómo la cooperación multipolar puede de manera significativa contribuir a alcanzar las viejas metas universales tales como la eliminación del hambre y la miseria.

Es muy común en la economía que esta sea analizada por expertos prejuiciados como algo que yace fuera de la geopolítica, pero se trata de una falacia. En un mundo unipolar todas las naciones están condenadas al subdesarrollo ya que cualquier política económica soberana, inevitablemente será atacada por las fuerzas de la potencia hegemónica. La catástrofe social de las décadas recientes demuestra que en el orden unipolar norteamericano no hay espacio para el desarrollo humano.

El desarrollo de los países, el mejoramiento de las condiciones de vida de los pueblos y un ambiente global de mayor bienestar económico será la consecuencia natural de un mundo multipolar.

Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona

The views of individual contributors do not necessarily represent those of the Strategic Culture Foundation.

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