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December 10, 2025
© Photo: Public domain

El enclave palestino parece estar trágicamente destinado a seguir siendo un laboratorio distópico de experimentación israelo-estadounidense, en un laberinto de escombros y desesperación que parece no tener salida.

Roberto IANNUZI

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Escríbenos: info@strategic-culture.su

El alto el fuego corre el riesgo de crear la peligrosa ilusión de que la vida en Gaza está volviendo a la normalidad. Pero […] el mundo no debe dejarse engañar. El genocidio israelí no ha terminado.

Quien pronunció estas palabras fue Agnès Callamard, antigua relatora especial de la ONU y actual directora de Amnistía Internacional.

El historiador israelí Raz Segal, profesor de estudios sobre el Holocausto y los genocidios en la Universidad de Stockton, en Nueva Jersey, expresó una opinión similar.

Segal afirmó que los líderes israelíes siguen haciendo declaraciones con una clara intención genocida.

Un informe de la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) ha revelado que Israel ha causado en la Franja “el peor colapso económico jamás registrado”.

El PIB per cápita en el enclave palestino se ha desplomado hasta los 161 dólares al año, menos de 50 céntimos al día. Uno de los más bajos del mundo. Más del 92 % de los edificios residenciales han sido destruidos y dañados.

Según Callamard,

las autoridades israelíes persisten en sus políticas despiadadas, limitando el acceso a la ayuda humanitaria vital y a los servicios esenciales, e imponiendo deliberadamente condiciones calculadas para destruir físicamente a los palestinos en Gaza.

Amnistía afirma que los israelíes siguen impidiendo la reconstrucción de infraestructuras esenciales para el sustento de la vida.

Según la ONU, desde el 10 de octubre (fecha de inicio de la tregua) hasta el 1 de diciembre, entraron efectivamente en la Franja poco más de 100 camiones al día, en lugar de los 600 estipulados en el acuerdo de alto el fuego.

Los alimentos son insuficientes e Israel no permite la entrada de tiendas de campaña y prefabricados, que serían muy necesarios con la llegada de las lluvias y la temporada de frío.

Más de un millón y medio de palestinos en Gaza viven en tiendas de campaña y otros refugios improvisados. Las últimas lluvias torrenciales han destruido más de 22 000 tiendas. El hacinamiento y la exposición a las aguas residuales, debido al sistema de alcantarillado destruido, agravan aún más la situación.

Como ha afirmado el exministro israelí Yossi Beilin, en realidad no existe un plan de paz porque no hay acuerdo sobre ese plan.

Este habla de un Estado palestino al que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha declarado oponerse irrevocablemente. Tampoco hay acuerdo entre las partes sobre el desarme de Hamás.

Como mucho, hay un alto el fuego, sostiene Beilin, que se viola continuamente. Desde el 10 de octubre, fecha de inicio de la tregua, Israel ha matado a al menos 360 palestinos.

Aunque afirma que quiere atenerse al plan de Trump, el Estado judío sigue llevando a cabo operaciones militares en la Franja. Durante años, Israel ha declarado que respeta el proceso de paz, mientras imponía “hechos sobre el terreno” que han determinado su fracaso. El Gobierno de Netanyahu ha “importado” ahora el mismo modelo a Gaza.

La entrada en la Franja de la fuerza internacional de estabilización prevista en el plan de Trump corre el riesgo de agravar la crisis del enclave palestino en lugar de aliviarla, apoyando de hecho la ocupación israelí.

Casi toda la población palestina se aglomera en menos de la mitad de la Franja, la controlada por Hamás. La parte ocupada por Israel está despoblada. En el enclave palestino existe una partición de facto.

La administración Trump prevé la construcción de “comunidades alternativas seguras” solo en la denominada “zona verde” controlada por Israel, con el objetivo de atraer a los palestinos con la promesa de comida, medicinas y refugios.

Pero estas comunidades corren el riesgo de convertirse en campos de concentración controlados por muros, cámaras de vigilancia y puestos militares israelíes.

Los palestinos que deseen acceder a ellas podrían ser detenidos incluso por haber trabajado en la administración pública de Hamás, y aquellos a los que se les permita entrar corren el riesgo de no poder salir.

Por su parte, la zona controlada por Hamás seguirá sin reconstruirse y expuesta a las incursiones militares israelíes.

En la gestión de la Franja dividida en dos participa el llamado Centro de Control Civil-Militar (CCCM) creado por Estados Unidos en Kiryat Gat, en el sur de Israel.

En la dirección del centro colaboran 40 países y al menos dos empresas estadounidenses especializadas en la creación de software y sistemas de vigilancia basados en la inteligencia artificial (IA): Palantir y Dataminr.

Palantir colabora estrechamente con Israel y está acusada de complicidad en los crímenes de guerra cometidos por las fuerzas israelíes en Gaza en los últimos dos años.

La presencia de estas dos empresas en el CCCM sugiere que el control israelí sobre Gaza, ahora en colaboración con Estados Unidos, seguirá siendo férreo y se centrará en los sistemas de armas y vigilancia gestionados por IA.

Estos sistemas son capaces de controlar los movimientos y las comunicaciones de la población de Gaza, supervisando las redes sociales, los chats, los contactos telefónicos e Internet.

El enclave palestino parece trágicamente destinado a seguir siendo un laboratorio distópico de experimentación de estas tecnologías, en un laberinto espectral de escombros y desesperación aparentemente sin salida.

En este infierno, la agonía provocada por la falta de ayuda y la imposibilidad de reconstruir podría desembocar en cualquier momento en nuevas masacres provocadas por la reanudación de las operaciones militares israelíes.

Pero sobre la ininterrumpida tragedia de Gaza ha vuelto a caer el silencio. El mundo parece haber vuelto a apartar la mirada.

Publicado originalmente por Intelligence for the people

Traducción:  Observatorio de trabajadores en lucha

Gaza: Por qué, a pesar del “alto el fuego”, el genocidio continúa

El enclave palestino parece estar trágicamente destinado a seguir siendo un laboratorio distópico de experimentación israelo-estadounidense, en un laberinto de escombros y desesperación que parece no tener salida.

Roberto IANNUZI

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Escríbenos: info@strategic-culture.su

El alto el fuego corre el riesgo de crear la peligrosa ilusión de que la vida en Gaza está volviendo a la normalidad. Pero […] el mundo no debe dejarse engañar. El genocidio israelí no ha terminado.

Quien pronunció estas palabras fue Agnès Callamard, antigua relatora especial de la ONU y actual directora de Amnistía Internacional.

El historiador israelí Raz Segal, profesor de estudios sobre el Holocausto y los genocidios en la Universidad de Stockton, en Nueva Jersey, expresó una opinión similar.

Segal afirmó que los líderes israelíes siguen haciendo declaraciones con una clara intención genocida.

Un informe de la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) ha revelado que Israel ha causado en la Franja “el peor colapso económico jamás registrado”.

El PIB per cápita en el enclave palestino se ha desplomado hasta los 161 dólares al año, menos de 50 céntimos al día. Uno de los más bajos del mundo. Más del 92 % de los edificios residenciales han sido destruidos y dañados.

Según Callamard,

las autoridades israelíes persisten en sus políticas despiadadas, limitando el acceso a la ayuda humanitaria vital y a los servicios esenciales, e imponiendo deliberadamente condiciones calculadas para destruir físicamente a los palestinos en Gaza.

Amnistía afirma que los israelíes siguen impidiendo la reconstrucción de infraestructuras esenciales para el sustento de la vida.

Según la ONU, desde el 10 de octubre (fecha de inicio de la tregua) hasta el 1 de diciembre, entraron efectivamente en la Franja poco más de 100 camiones al día, en lugar de los 600 estipulados en el acuerdo de alto el fuego.

Los alimentos son insuficientes e Israel no permite la entrada de tiendas de campaña y prefabricados, que serían muy necesarios con la llegada de las lluvias y la temporada de frío.

Más de un millón y medio de palestinos en Gaza viven en tiendas de campaña y otros refugios improvisados. Las últimas lluvias torrenciales han destruido más de 22 000 tiendas. El hacinamiento y la exposición a las aguas residuales, debido al sistema de alcantarillado destruido, agravan aún más la situación.

Como ha afirmado el exministro israelí Yossi Beilin, en realidad no existe un plan de paz porque no hay acuerdo sobre ese plan.

Este habla de un Estado palestino al que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha declarado oponerse irrevocablemente. Tampoco hay acuerdo entre las partes sobre el desarme de Hamás.

Como mucho, hay un alto el fuego, sostiene Beilin, que se viola continuamente. Desde el 10 de octubre, fecha de inicio de la tregua, Israel ha matado a al menos 360 palestinos.

Aunque afirma que quiere atenerse al plan de Trump, el Estado judío sigue llevando a cabo operaciones militares en la Franja. Durante años, Israel ha declarado que respeta el proceso de paz, mientras imponía “hechos sobre el terreno” que han determinado su fracaso. El Gobierno de Netanyahu ha “importado” ahora el mismo modelo a Gaza.

La entrada en la Franja de la fuerza internacional de estabilización prevista en el plan de Trump corre el riesgo de agravar la crisis del enclave palestino en lugar de aliviarla, apoyando de hecho la ocupación israelí.

Casi toda la población palestina se aglomera en menos de la mitad de la Franja, la controlada por Hamás. La parte ocupada por Israel está despoblada. En el enclave palestino existe una partición de facto.

La administración Trump prevé la construcción de “comunidades alternativas seguras” solo en la denominada “zona verde” controlada por Israel, con el objetivo de atraer a los palestinos con la promesa de comida, medicinas y refugios.

Pero estas comunidades corren el riesgo de convertirse en campos de concentración controlados por muros, cámaras de vigilancia y puestos militares israelíes.

Los palestinos que deseen acceder a ellas podrían ser detenidos incluso por haber trabajado en la administración pública de Hamás, y aquellos a los que se les permita entrar corren el riesgo de no poder salir.

Por su parte, la zona controlada por Hamás seguirá sin reconstruirse y expuesta a las incursiones militares israelíes.

En la gestión de la Franja dividida en dos participa el llamado Centro de Control Civil-Militar (CCCM) creado por Estados Unidos en Kiryat Gat, en el sur de Israel.

En la dirección del centro colaboran 40 países y al menos dos empresas estadounidenses especializadas en la creación de software y sistemas de vigilancia basados en la inteligencia artificial (IA): Palantir y Dataminr.

Palantir colabora estrechamente con Israel y está acusada de complicidad en los crímenes de guerra cometidos por las fuerzas israelíes en Gaza en los últimos dos años.

La presencia de estas dos empresas en el CCCM sugiere que el control israelí sobre Gaza, ahora en colaboración con Estados Unidos, seguirá siendo férreo y se centrará en los sistemas de armas y vigilancia gestionados por IA.

Estos sistemas son capaces de controlar los movimientos y las comunicaciones de la población de Gaza, supervisando las redes sociales, los chats, los contactos telefónicos e Internet.

El enclave palestino parece trágicamente destinado a seguir siendo un laboratorio distópico de experimentación de estas tecnologías, en un laberinto espectral de escombros y desesperación aparentemente sin salida.

En este infierno, la agonía provocada por la falta de ayuda y la imposibilidad de reconstruir podría desembocar en cualquier momento en nuevas masacres provocadas por la reanudación de las operaciones militares israelíes.

Pero sobre la ininterrumpida tragedia de Gaza ha vuelto a caer el silencio. El mundo parece haber vuelto a apartar la mirada.

Publicado originalmente por Intelligence for the people

Traducción:  Observatorio de trabajadores en lucha

El enclave palestino parece estar trágicamente destinado a seguir siendo un laboratorio distópico de experimentación israelo-estadounidense, en un laberinto de escombros y desesperación que parece no tener salida.

Roberto IANNUZI

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Escríbenos: info@strategic-culture.su

El alto el fuego corre el riesgo de crear la peligrosa ilusión de que la vida en Gaza está volviendo a la normalidad. Pero […] el mundo no debe dejarse engañar. El genocidio israelí no ha terminado.

Quien pronunció estas palabras fue Agnès Callamard, antigua relatora especial de la ONU y actual directora de Amnistía Internacional.

El historiador israelí Raz Segal, profesor de estudios sobre el Holocausto y los genocidios en la Universidad de Stockton, en Nueva Jersey, expresó una opinión similar.

Segal afirmó que los líderes israelíes siguen haciendo declaraciones con una clara intención genocida.

Un informe de la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) ha revelado que Israel ha causado en la Franja “el peor colapso económico jamás registrado”.

El PIB per cápita en el enclave palestino se ha desplomado hasta los 161 dólares al año, menos de 50 céntimos al día. Uno de los más bajos del mundo. Más del 92 % de los edificios residenciales han sido destruidos y dañados.

Según Callamard,

las autoridades israelíes persisten en sus políticas despiadadas, limitando el acceso a la ayuda humanitaria vital y a los servicios esenciales, e imponiendo deliberadamente condiciones calculadas para destruir físicamente a los palestinos en Gaza.

Amnistía afirma que los israelíes siguen impidiendo la reconstrucción de infraestructuras esenciales para el sustento de la vida.

Según la ONU, desde el 10 de octubre (fecha de inicio de la tregua) hasta el 1 de diciembre, entraron efectivamente en la Franja poco más de 100 camiones al día, en lugar de los 600 estipulados en el acuerdo de alto el fuego.

Los alimentos son insuficientes e Israel no permite la entrada de tiendas de campaña y prefabricados, que serían muy necesarios con la llegada de las lluvias y la temporada de frío.

Más de un millón y medio de palestinos en Gaza viven en tiendas de campaña y otros refugios improvisados. Las últimas lluvias torrenciales han destruido más de 22 000 tiendas. El hacinamiento y la exposición a las aguas residuales, debido al sistema de alcantarillado destruido, agravan aún más la situación.

Como ha afirmado el exministro israelí Yossi Beilin, en realidad no existe un plan de paz porque no hay acuerdo sobre ese plan.

Este habla de un Estado palestino al que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha declarado oponerse irrevocablemente. Tampoco hay acuerdo entre las partes sobre el desarme de Hamás.

Como mucho, hay un alto el fuego, sostiene Beilin, que se viola continuamente. Desde el 10 de octubre, fecha de inicio de la tregua, Israel ha matado a al menos 360 palestinos.

Aunque afirma que quiere atenerse al plan de Trump, el Estado judío sigue llevando a cabo operaciones militares en la Franja. Durante años, Israel ha declarado que respeta el proceso de paz, mientras imponía “hechos sobre el terreno” que han determinado su fracaso. El Gobierno de Netanyahu ha “importado” ahora el mismo modelo a Gaza.

La entrada en la Franja de la fuerza internacional de estabilización prevista en el plan de Trump corre el riesgo de agravar la crisis del enclave palestino en lugar de aliviarla, apoyando de hecho la ocupación israelí.

Casi toda la población palestina se aglomera en menos de la mitad de la Franja, la controlada por Hamás. La parte ocupada por Israel está despoblada. En el enclave palestino existe una partición de facto.

La administración Trump prevé la construcción de “comunidades alternativas seguras” solo en la denominada “zona verde” controlada por Israel, con el objetivo de atraer a los palestinos con la promesa de comida, medicinas y refugios.

Pero estas comunidades corren el riesgo de convertirse en campos de concentración controlados por muros, cámaras de vigilancia y puestos militares israelíes.

Los palestinos que deseen acceder a ellas podrían ser detenidos incluso por haber trabajado en la administración pública de Hamás, y aquellos a los que se les permita entrar corren el riesgo de no poder salir.

Por su parte, la zona controlada por Hamás seguirá sin reconstruirse y expuesta a las incursiones militares israelíes.

En la gestión de la Franja dividida en dos participa el llamado Centro de Control Civil-Militar (CCCM) creado por Estados Unidos en Kiryat Gat, en el sur de Israel.

En la dirección del centro colaboran 40 países y al menos dos empresas estadounidenses especializadas en la creación de software y sistemas de vigilancia basados en la inteligencia artificial (IA): Palantir y Dataminr.

Palantir colabora estrechamente con Israel y está acusada de complicidad en los crímenes de guerra cometidos por las fuerzas israelíes en Gaza en los últimos dos años.

La presencia de estas dos empresas en el CCCM sugiere que el control israelí sobre Gaza, ahora en colaboración con Estados Unidos, seguirá siendo férreo y se centrará en los sistemas de armas y vigilancia gestionados por IA.

Estos sistemas son capaces de controlar los movimientos y las comunicaciones de la población de Gaza, supervisando las redes sociales, los chats, los contactos telefónicos e Internet.

El enclave palestino parece trágicamente destinado a seguir siendo un laboratorio distópico de experimentación de estas tecnologías, en un laberinto espectral de escombros y desesperación aparentemente sin salida.

En este infierno, la agonía provocada por la falta de ayuda y la imposibilidad de reconstruir podría desembocar en cualquier momento en nuevas masacres provocadas por la reanudación de las operaciones militares israelíes.

Pero sobre la ininterrumpida tragedia de Gaza ha vuelto a caer el silencio. El mundo parece haber vuelto a apartar la mirada.

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Traducción:  Observatorio de trabajadores en lucha

The views of individual contributors do not necessarily represent those of the Strategic Culture Foundation.

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