Después de años de intensa crisis política, económica y social provocada por la muerte de Hugo Chávez, la caída de los precios del petróleo y la guerra económica patrocinada por Estados Unidos, la economía de Venezuela comenzó a recuperarse.
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Diez candidatos, apoyados por 38 partidos, participan en las elecciones presidenciales de este año en Venezuela. Hay consenso, sin embargo, en que la disputa se centra sólo en dos: el presidente Nicolás Maduro y el principal bloque opositor, la Plataforma de la Unidad Democrática (PUD), cuyo candidato es Edmundo González Urrutia.
Todas las encuestas de intención de voto sitúan a estos dos candidatos a la cabeza de la carrera. Pero la oposición radical, agrupada en la PUD, y la prensa internacional, sólo tienen en cuenta las encuestas que señalan la victoria de González Urrutia.
Algunos ejemplos son el instituto Delphos, que afirma que el opositor tiene el 59,1% de la intención de voto, frente al 24,6% de Maduro; Consultores 21, que otorga entre 55% y 60% de preferencia a Urrutia y 25% a 28% a Maduro; Hercon Consultores, que sugiere que el 68,4% votará por Urrutia y sólo el 27,3% votará por Maduro; y ORC Consultores, que indica el apoyo del 59,6% de los votantes a Urrutia y apenas el 12,5% a Maduro.
Aunque se dice que estos son los institutos más confiables, se “olvida” que están dirigidos por personas con posiciones políticas fuertemente antichavistas, como Saúl Cabrera, de Consultores 21, Oswaldo Ramírez, de ORC Consultores, Luis Vicente León, de Datanálisis, además de por Benigno Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos de la UCAB. Han venido haciendo declaraciones públicas avalando los cuestionables resultados de sus encuestas, es decir, que González Urrutia es el claro favorito frente a Nicolás Maduro, y que sólo maquinaciones políticas utilizando el aparato del Estado pueden darle una victoria al actual presidente.
“Las encuestas se están utilizando sistemáticamente como arma de propaganda electoral para generar un clima de opinión sobre el posible resultado de las elecciones”, dijo el sociólogo Juan Manuel Trak a la agencia estadounidense Voz de América (fundada por la CIA). Tiene toda la razón.
Los resultados de las encuestas mencionadas difieren mucho de los publicados por otros institutos, que no son reportados por los medios internacionales. El instituto Hinterlaces, tildado de chavista por la oposición y los periódicos, pero que en los últimos años ha acertado prácticamente en todas sus predicciones, señala que Maduro tiene el 54,2% de las intenciones de voto, frente al 24,1% de Urrutia. Le siguen otros institutos: Data Viva augura el 55,2% de los votos para Maduro y el 20,9% para Urrutia; Paramétrica indica 51,74% para Maduro y 29,06% para Urrutia; e International Consulting Services recogió un 71,6% de intención de voto para el actual presidente y un 23,9% para su principal rival.
Por supuesto, Trak considera que las encuestas que indican una victoria de Maduro también están sesgadas. Esto es muy probable. Pero están mucho más cerca de la realidad que las dudosas encuestas que favorecen a la oposición. Si todos votaran, sólo los 4,2 millones de miembros del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) que ratificaron la candidatura de Maduro en marzo representarían ya el 19,6% de los 21,4 millones de venezolanos habilitados para votar en estos comicios.
Después de años de intensa crisis política, económica y social provocada por la muerte de Hugo Chávez, la caída de los precios del petróleo y la guerra económica patrocinada por Estados Unidos, la economía de Venezuela comenzó a recuperarse. El estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicado en abril reportó un crecimiento del 2,6% del PIB de Venezuela en 2023 y estimó que en 2024 el crecimiento será del 4,2%. La inflación en el primer semestre de este año fue del 8,9% y en junio cayó al 1% según el Banco Central de Venezuela, la tasa mensual más baja en 12 años y la mejor en la era Maduro. Según el Observatorio Venezolano de Finanzas, independiente del gobierno, la inflación en junio fue del 2,4%. En el mes anterior, mayo, la inflación del 1,5% fue la más baja desde 2004.
Los propios empresarios dieron una tregua al gobierno, que hizo acuerdos con el sector privado para rescatar la economía, diversificar la producción e invertir en exportaciones. Fedecámaras, famosa por liderar los sucesivos intentos de golpe de Estado entre 2002 y 2004, no se embarcó públicamente en el discurso terrorista de la PUD y los empresarios no están obligando (al menos enfáticamente) a sus empleados a votar por la oposición, como lo hicieron anteriormente. El gobierno de Estados Unidos ha vuelto al diálogo con Caracas, lo que sugiere una relajación de la presión externa, que podría cambiar si Donald Trump es elegido.
China y Rusia están muy involucradas con el gobierno venezolano y este es un importante pilar de apoyo a Maduro, cuyo gobierno ha estado cosechando buenos resultados de esta alianza –y de acuerdos con otros países, como India, Turquía e Irán. A diferencia de la crisis de 2019, los dos principales vecinos (Brasil y Colombia) ahora están gobernados por presidentes aliados de Maduro, lo que dificulta desestabilizar el país en las fronteras y apoyar a grupos radicales de la oposición autoexiliada.
Un indicio de la recuperación y estabilización en Venezuela es el hecho de que el país ha abandonado los titulares del noticiero internacional en los últimos años. Los grandes medios de comunicación internacionales son claramente antichavistas y aprovechan cualquier acontecimiento mínimamente negativo para realizar una amplia campaña propagandística contra el gobierno. Esto no ha sido posible en años más recientes.
Una razón importante es que la oposición no se recuperó de la derrota de 2019 con el fracaso de Juan Guaidó y no pudo reunirse efectivamente. Ya no hay grandes manifestaciones antigubernamentales, sobre todo porque la derecha ya no ha encontrado ninguna oportunidad de salir a las calles y presionar al gobierno. El ala radical de la oposición, sin embargo, continúa con el mismo discurso irreal de hace 20 años (acusando al gobierno de ser una dictadura, de reprimir y censurar y de cometer fraude electoral). Las propuestas de González Urrutia de privatizar la tierra, las industrias, la salud y la educación son muy impopulares, lo que lo aleja de las amplias masas de la población. El propio Urrutia era hace tres meses un político totalmente desconocido y no es más que una marioneta manipulada por María Corina Machado, una histórica líder opositora fabricada en los laboratorios de la CIA y financiada escandalosamente por el gobierno estadounidense.
A su vez, el chavismo se mantiene fuerte y organizado, a pesar de sus contradicciones y disidencias, como la del Partido Comunista. Además de la presidencia de la República, gobierna 19 de los 23 estados, 213 de las 335 alcaldías, tiene 222 de los 277 diputados en la Asamblea Nacional, la mayoría en 20 de las 23 asambleas legislativas estadales y en 224 de los 335 concejos municipales. El poder judicial y otras instituciones públicas nacionales, así como los altos mandos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y la policía son, en general, legalistas.
Sin embargo, a pesar de un escenario real favorable para la 31ª victoria electoral en 25 años del chavismo el próximo domingo (28), probablemente no será tan fácil como indican las encuestas que la favorecen. La situación económica no es tan mala como antes y el país es ahora relativamente pacífico, pero la gente sigue viviendo en una situación social inestable. Aunque probablemente gane las elecciones, su resultado debería indicar que los intentos de reconciliarse con la oposición, la burguesía venezolana y el imperialismo estadounidense no están aportando grandes beneficios políticos al chavismo de cara a su base social, especialmente la juventud.
Por otro lado, la oposición radical da por sentado la victoria, utilizando las encuestas que la favorecen y negando la realidad. La prensa internacional compra este discurso. Se trata de una campaña que vende deliberadamente una ilusión y la derecha seguramente utilizará estas encuestas y la cobertura periodística sesgada como “prueba” de que hubo fraude, si los resultados de las encuestas son contrarios a estas predicciones y, aprovechando este clima, volverá a su tradicional repertorio de no reconocer la victoria del chavismo.
El gobierno estadounidense, a diferencia de todas las elecciones anteriores, decidió ser más cauteloso y no emitir declaraciones de apoyo a la oposición. Sin embargo, una victoria de Maduro que sea tachada de fraudulenta por la oposición y la prensa internacional podría conducir a un cambio en la postura de Estados Unidos respecto del apoyo público a la desestabilización. Después de todo, un gobierno moribundo en transición, como el de Joe Biden, es impredecible.