Pero la mayoría de la población vive en viviendas construidas hace décadas y que no han sido reformadas recientemente.
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Apenas ha sido modificada en alrededor de 120 años de existencia. Sus paredes, habitaciones (a excepción de la cocina), techo e incluso el suelo, azulejos, puertas, ventanas y pintura son originales. La casa de Osiel, cercana al Malecón, lógicamente está muy desgastada por el tiempo. Podría haberse reformado gracias al Plan Malecón, creado por el historiador Eusebio Leal (fallecido en 2020), si no se hubiera abortado con la irrupción de la pandemia y la actual crisis económica.
Son famosas las fotos del centro de La Habana y sus casas que incluso parecen desmoronarse. Aunque es más una apariencia que una realidad, ya que el desgaste de la pintura es generalizado y deja sensación de ruina, la mayoría de la población vive en viviendas construidas hace décadas y que no han sido reformadas recientemente. Muchos habaneros viven en viviendas y casas deterioradas, tanto por dentro como por fuera. Muchas fueron construidas antes de la Revolución de 1959, pero en aquella época el número de viviendas en Cuba era insuficiente para albergar a toda la población, lo que obligó a muchas familias a vivir en condiciones precarias en chozas o incluso a la intemperie, como todavía viven hoy millones de brasileños, surcoreanos o norteamericanos.
Con la Revolución se construyeron edificios populares hasta los años 1980. Grandes mansiones que antes pertenecían a las pocas familias ricas del país fueron transformadas en escuelas, hospitales, oficinas públicas y viviendas colectivas, con el fin de eliminar el déficit habitacional. La falta de recursos, sin embargo, impide el mantenimiento de todos estos edificios, muchos de ellos ya no pueden albergar a los residentes, lo que obliga a trasladarse a nuevas viviendas, pero que no se pueden construir precisamente por falta de recursos. Si bien Cuba teóricamente superó el período especial en la primera década del año 2000, en la práctica la situación actual es una continuación de los peores años de los años 1990, ya que el bloqueo económico se mantuvo sin cambios. En 2007, el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat) evaluó que
La construcción y conservación de asentamientos humanos, así como su reconstrucción después de desastres naturales, requieren de un suministro estable de materiales, herramientas y equipos (tecnología) de construcción, así como de energía y materias primas. Las importaciones requeridas por los planes y programas de vivienda, infraestructura y servicios se ven gravemente afectadas por el bloqueo impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba.
Datos del gobierno muestran que, entre enero y julio de 2021, el sector de la construcción se vio afectado por 22,8 millones de dólares por el bloqueo económico de Estados Unidos, siendo la Dirección General de Vivienda la más afectada al perder 17,5 millones de dólares por no poder acceder a materiales y tecnologías más eficientes para la implementación del Programa Nacional de Vivienda.
Aún así, no se desperdicia ninguna propiedad. En Brasil, por ejemplo, casi 7 millones de familias no tienen dónde vivir (teniendo en cuenta que, en promedio, una familia está compuesta por tres personas, esta cifra supera los 20 millones de personas), mientras que más de 6 millones de propiedades están vacías desde hace décadas. Otros 17,1 millones de personas viven en favelas (una vez y media la población total de Cuba). Sólo en la ciudad de São Paulo, la más rica de América Latina, al menos 66 mil personas están sin hogar. Si caminas por el centro de São Paulo, ten cuidado por donde pisas, de lo contrario no querrás tropezarte con un pobrecito que duerme en la acera. El escritor Leonardo Padura, un conocido crítico del régimen de su país, hizo una comparación cuando un periodista en Brasil le preguntó sobre la pobreza en Cuba:
En Cuba es cierto que hay pobreza, no te lo puedo negar. Pero no creo que en Cuba nadie se muera de hambre. En Cuba nadie se muere de hambre. De una forma o de otra, las personas comen y tienen un techo. Hay más gente en la calle en una cuadra de aquí de São Paulo que en Cuba completa.
Se puede contar con una mano el número de personas sin hogar en La Habana. Pese a que el país vive la peor crisis económica de los últimos 30 años, según Oxfam, la histórica frase de Fidel Castro (“esta noche, millones de niños en el mundo dormirán en la calle; ninguno de ellos es cubano”) no ha perdido actualidad. Afortunadamente para Cuba, lamentablemente para el resto del mundo.
Antonio Negret participa en un comité de su barrio que está evaluando qué familia es la más necesitada para ocupar la casa vacía de una mujer recientemente fallecida. También es partidario de formar una brigada de voluntarios para construir y renovar propiedades, pero para ello es necesario tener acceso a materiales de construcción a precios razonables. Cosa que no ocurre hoy en día.
En 2022 se registró una fuerte contracción en la actividad de la industria cubana de materiales de construcción, debido a las limitaciones materiales y financieras provocadas por la pandemia de Covid-19, la crisis global y el bloqueo de Estados Unidos, dijo el primer vicepresidente de OSDE GEICON, grupo empresarial de la construcción, Reynolds Ramírez Vigaud, al programa Mesa Redonda. El grupo está formado por 45 empresas distribuidas por todo el país y, aún en 2023, los impactos de la situación económica están provocando que la producción “sea insuficiente para satisfacer la demanda del país”.
Según el gobierno, la inflación superó el 45% en abril de 2023, en comparación con el mismo período del año anterior. Y en el mercado informal, el incremento de los precios fue cercano al 7.000 %, según datos de 2021. Si en el período especial el tipo de cambio del peso cubano llegaba a 150 por un dólar, ahora puede ser de 180 por un dólar. Hace más de 30 años, cuando los cubanos no sufrían tanto el bloqueo, rondaba los 20 pesos por dólar.
─ Un saco de cemento que valía 40 pesos ahora se vende hasta en 4.000 pesos ─, dice Negret, quien cree que los precios son mucho más altos hoy que durante el período especial, cuando producía sandalias y cosía ropa interior para sobrevivir. Actualmente, este hombre negro de 64 años trabaja por cuenta propia como sastre, electricista, carpintero, fontanero y albañil, además de conducir un bicitaxi que él mismo montó y soldó (como hacen todos los propietarios de bicicletas que las transforman en bicitaxis). Se ocupa de las tuberías de toda la cuadra donde vive, en la calle O’Reilly, en La Habana Vieja. Trabajó durante 11 años en la industria de la construcción, en hoteles como Nacional, Habana Libre y Sevilla.
Aprovechando la escasez de todo tipo de productos básicos, hay personas que ven el sufrimiento colectivo como una oportunidad para acabar con su sufrimiento individual. Cuando llega un producto faltante al mercado (o farmacia), hacen fila para recolectar todo lo que puedan y pagan a otros para obtener más productos. Cuando te das cuenta, el producto ya no existe y todo va a parar a una sola persona, quien luego lo almacena en almacenes clandestinos y especula con su precio, potencialmente elevándolo a nuevas alturas: se les llama acaparadores. Incluso en un país como Cuba, donde el capitalismo como sistema social ha sido abolido, las reglas del mercado todavía funcionan: cuanto mayor es la demanda y menor la oferta, mayor es el precio. Una vez, Luís, marido de Isabel, fue a una tienda de materiales de construcción y no había cemento, pero al salir de la tienda apareció un hombre ofreciéndole ese producto, a un precio desorbitado. Negret ve montones de cemento en las calles, pertenecientes a acaparadores. Dice que todo el mundo sabe quiénes son estas personas, pero las autoridades tienen dificultades para combatir esta práctica ilegal. Y ocurre con todo tipo de productos elementales.
El taxista Armando puede poner hasta 40 litros de gasolina en el tanque de su auto, de acuerdo con el racionamiento adoptado por el gobierno ante la crisis de combustible. Pero consume menos de 10 litros, por lo que acapara el resto. Tiene 80 litros de gasolina almacenados en su casa.
El propio Fidel Castro denunció y criticó esta situación ─ especialmente las autoridades gubernamentales ─ allá por principios de los años 2000. “Aunque el robo de materiales y de recursos no es de hoy, o del período especial. El período especial lo agudizó, claro, porque creó mucha desigualdad e hizo posible que determinada gente tuviera mucho dinero”, le dijo una vez al escritor Ignacio Ramonet.
Negret forma parte de grupos conocidos como LCC (“Lucha Contra los Coleros”, es decir contra las personas que se saltan las colas para recoger productos), integrados por voluntarios. El gobierno también comenzó a reforzar el control sobre la distribución de productos para combatir el acaparamiento. Sin embargo, esta situación sólo terminará cuando ya no haya escasez.