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Eduardo Vasco
May 5, 2024
© Photo: REUTERS

El concepto de “revolución de color” fue desarrollado por Gene Sharp en el libro “De la dictadura a la democracia”, un manual escrito en 1993.

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El concepto de “revolución de color” fue desarrollado por Gene Sharp en el libro “De la dictadura a la democracia”, un manual escrito en 1993 que aún hoy se distribuye en cursos de formación de liderazgo promovidos en todo el mundo por instituciones vinculadas al gobierno de Estados Unidos.

En este libro, el teórico critica las formas tradicionales de lucha antigubernamental. Predica un cambio de régimen pacífico, con el fin de garantizar la transición de un gobierno autoritario a un gobierno democrático que respete los derechos humanos.

Sharp no está de acuerdo con el método guerrillero para derrocar una dictadura porque, según él, si la guerrilla tiene éxito, sus miembros tomarán el poder y establecerán una dictadura aún más fuerte que la anterior. Lo ideal sería promover la llamada sociedad civil y sus instrumentos pacíficos de lucha. Después de todo, el imperialismo no tiene un historial positivo respecto a gobiernos apoyados por él que fueron derrocados por una guerrilla, considerando el caso de Cuba.

El autor dice que, aunque la intervención externa es arriesgada por no ser fiable, son positivas las peticiones de la oposición al régimen que quiere derrocar de medidas internacionales que “pueden ayudar mucho”, como “boicots económicos internacionales, embargos, rupturas de relaciones diplomáticas, expulsión de organismos internacionales, condena por parte de organismos de Naciones Unidas” (p. 10).

Muchos gobiernos, como escribe Sharp, mantienen bajo control importantes entidades de la sociedad civil, como sindicatos, asociaciones de estudiantes, organizaciones de derechos humanos, partidos políticos, etc. “Si la dictadura ha logrado en gran medida destruir o controlar organismos independientes en la sociedad, será importante que los resistentes creen nuevos grupos e instituciones sociales independientes, o reafirmen el control democrático sobre los organismos supervivientes o parcialmente controlados” (p. 20).

Los gobiernos tienen debilidades. Y los opositores necesitan explotarlos, agravando deliberadamente “esos ‘talones de Aquiles’ para alterar drásticamente el sistema o desintegrarlo”. El autor enumera 17 ejemplos de estas debilidades, incluidas “diferencias regionales, de clase, culturales o nacionales”, que “pueden agudizarse” (p. 22).

En lugar de una lucha violenta, Sharp sugiere hacer uso de “armas psicológicas, sociales, económicas y políticas aplicadas por la población y las instituciones de la sociedad” (p. 23). Enumera un total de 198 métodos de lucha no violenta. “El uso de un número considerable de estos métodos, cuidadosamente elegidos, aplicados persistentemente y a gran escala, ejercidos en el contexto de una estrategia sensata y de tácticas apropiadas por parte de civiles capacitados, probablemente puede causar serios problemas a cualquier régimen ilegítimo”, explica. (pág. 24). Una de las formas de lucha política, según él, es “la negación de legitimidad a los dictadores” y la “no cooperación”, que “se aplicaría contra políticas específicas”.

A pesar de trabajar en la lucha no violenta, Sharp reconoce que en algún momento la violencia podría estallar. “En algunos casos, sin embargo, una violencia limitada contra la dictadura puede ser inevitable. La frustración y el odio hacia el régimen pueden estallar en violencia. O bien, ciertos grupos pueden no estar dispuestos a abandonar los medios violentos, a pesar de reconocer el importante papel de la lucha noviolenta” (p. 25).

Para que la lucha tenga éxito, es necesario que haya una planificación seria y “será necesario que se hayan puesto a disposición los recursos” (p. 28). Luego, el autor inserta un punto clave:

Es de primordial importancia que los líderes democráticos y los planificadores estratégicos evalúen los objetivos y la importancia de la causa. ¿Vale la pena luchar por los objetivos y por qué? Es fundamental determinar el verdadero objetivo de la lucha. Aquí sostenemos que derrocar la dictadura o destituir a los dictadores actuales no es suficiente. El objetivo en estos conflictos debe ser el establecimiento de una sociedad libre, con un sistema democrático de gobierno. (pág.34)

La causa de la lucha debe ser noble. No sólo el derrocamiento de la dictadura, sino el establecimiento de una sociedad libre y democrática. Ahora bien, ¿quién no quiere eso? Esta será la gran fachada de las “revoluciones de color”. Otro impulsor del cambio de régimen es la “ayuda exterior”, como explica Sharp:

Como modesto complemento, se pueden hacer esfuerzos para movilizar a la opinión pública mundial contra la dictadura, por razones humanitarias, morales y religiosas. Se pueden hacer esfuerzos para obtener sanciones diplomáticas, políticas y económicas por parte de gobiernos y organizaciones internacionales contra la dictadura. Estos pueden adoptar la forma de embargos de armas económicos y militares; reducción de los niveles de reconocimiento diplomático o ruptura de relaciones diplomáticas; prohibición de ayudas económicas y prohibición de inversiones en el país dictatorial; expulsión del gobierno dictatorial de varios organismos internacionales y organismos de las Naciones Unidas. Además, la asistencia internacional, como la prestación de apoyo financiero y de comunicaciones, también puede proporcionarse directamente a las fuerzas democráticas. (pág. 36.)

Los grupos con más probabilidades de contribuir a este movimiento serían las organizaciones no gubernamentales extranjeras, “los gobiernos y/o las Naciones Unidas y sus diferentes organismos”. Una forma de movilizar recursos y ganar credibilidad sería, por ejemplo, “planes de actividades sociales, educativas, económicas y políticas constructivas y autosuficientes para satisfacer las necesidades de la propia gente durante el conflicto inminente”. Según Sharp, “tales proyectos pueden ser dirigidos por personas que no estén directamente involucradas en actividades de resistencia” (p. 38). Aconseja: “los estrategas deben elegir un tema cuyo mérito sea ampliamente reconocido y difícil de rechazar” y “la mayoría de las estrategias de campaña en la lucha a largo plazo no deben apuntar al derrocamiento inmediato y completo de la dictadura, sino más bien a lograr objetivos limitados”. ( pág. 41).

Una de las acciones que se pueden adoptar para poner a prueba las reacciones de la gente y también del propio régimen, según el autor, son las acciones simbólicas.

Es probable que la acción inicial adopte la forma de una protesta simbólica, o puede ser un acto simbólico de falta de cooperación limitada o temporal. Si el número de personas dispuestas a actuar es pequeño, entonces el acto inicial podría implicar, por ejemplo, colocar flores en un lugar de importancia simbólica. Por otro lado, si el número de personas dispuestas a actuar es muy grande, entonces se podrá utilizar una parada de todas las actividades de cinco minutos o unos minutos de silencio. En otras situaciones, algunas personas podrían iniciar una huelga de hambre, una vigilia en un lugar de importancia simbólica, un breve boicot estudiantil a las clases o una “sentada” temporal en una oficina importante. (pág.42)

El autor también cita como métodos de desestabilización de los regímenes simulacros de elecciones y funerales, la desnudez en las protestas, los cierres patronales, los recortes de fondos y créditos, los “bombardeos aéreos no violentos”, las “invasiones no violentas” y el “establecimiento de nuevos estándares sociales”. Entre muchos otros. “Las huelgas, los boicots y la creciente autonomía de la economía, las comunicaciones y los transportes debilitaron al régimen”, afirma (p. 45). También enfatiza que la pérdida de apoyo del ejército y la policía es fundamental para debilitar el régimen que queremos derrocar.

¿Les suenan estos métodos a los de Venezuela, Nicaragua y Cuba?

¿Qué es una “revolución de color”?

El concepto de “revolución de color” fue desarrollado por Gene Sharp en el libro “De la dictadura a la democracia”, un manual escrito en 1993.

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El concepto de “revolución de color” fue desarrollado por Gene Sharp en el libro “De la dictadura a la democracia”, un manual escrito en 1993 que aún hoy se distribuye en cursos de formación de liderazgo promovidos en todo el mundo por instituciones vinculadas al gobierno de Estados Unidos.

En este libro, el teórico critica las formas tradicionales de lucha antigubernamental. Predica un cambio de régimen pacífico, con el fin de garantizar la transición de un gobierno autoritario a un gobierno democrático que respete los derechos humanos.

Sharp no está de acuerdo con el método guerrillero para derrocar una dictadura porque, según él, si la guerrilla tiene éxito, sus miembros tomarán el poder y establecerán una dictadura aún más fuerte que la anterior. Lo ideal sería promover la llamada sociedad civil y sus instrumentos pacíficos de lucha. Después de todo, el imperialismo no tiene un historial positivo respecto a gobiernos apoyados por él que fueron derrocados por una guerrilla, considerando el caso de Cuba.

El autor dice que, aunque la intervención externa es arriesgada por no ser fiable, son positivas las peticiones de la oposición al régimen que quiere derrocar de medidas internacionales que “pueden ayudar mucho”, como “boicots económicos internacionales, embargos, rupturas de relaciones diplomáticas, expulsión de organismos internacionales, condena por parte de organismos de Naciones Unidas” (p. 10).

Muchos gobiernos, como escribe Sharp, mantienen bajo control importantes entidades de la sociedad civil, como sindicatos, asociaciones de estudiantes, organizaciones de derechos humanos, partidos políticos, etc. “Si la dictadura ha logrado en gran medida destruir o controlar organismos independientes en la sociedad, será importante que los resistentes creen nuevos grupos e instituciones sociales independientes, o reafirmen el control democrático sobre los organismos supervivientes o parcialmente controlados” (p. 20).

Los gobiernos tienen debilidades. Y los opositores necesitan explotarlos, agravando deliberadamente “esos ‘talones de Aquiles’ para alterar drásticamente el sistema o desintegrarlo”. El autor enumera 17 ejemplos de estas debilidades, incluidas “diferencias regionales, de clase, culturales o nacionales”, que “pueden agudizarse” (p. 22).

En lugar de una lucha violenta, Sharp sugiere hacer uso de “armas psicológicas, sociales, económicas y políticas aplicadas por la población y las instituciones de la sociedad” (p. 23). Enumera un total de 198 métodos de lucha no violenta. “El uso de un número considerable de estos métodos, cuidadosamente elegidos, aplicados persistentemente y a gran escala, ejercidos en el contexto de una estrategia sensata y de tácticas apropiadas por parte de civiles capacitados, probablemente puede causar serios problemas a cualquier régimen ilegítimo”, explica. (pág. 24). Una de las formas de lucha política, según él, es “la negación de legitimidad a los dictadores” y la “no cooperación”, que “se aplicaría contra políticas específicas”.

A pesar de trabajar en la lucha no violenta, Sharp reconoce que en algún momento la violencia podría estallar. “En algunos casos, sin embargo, una violencia limitada contra la dictadura puede ser inevitable. La frustración y el odio hacia el régimen pueden estallar en violencia. O bien, ciertos grupos pueden no estar dispuestos a abandonar los medios violentos, a pesar de reconocer el importante papel de la lucha noviolenta” (p. 25).

Para que la lucha tenga éxito, es necesario que haya una planificación seria y “será necesario que se hayan puesto a disposición los recursos” (p. 28). Luego, el autor inserta un punto clave:

Es de primordial importancia que los líderes democráticos y los planificadores estratégicos evalúen los objetivos y la importancia de la causa. ¿Vale la pena luchar por los objetivos y por qué? Es fundamental determinar el verdadero objetivo de la lucha. Aquí sostenemos que derrocar la dictadura o destituir a los dictadores actuales no es suficiente. El objetivo en estos conflictos debe ser el establecimiento de una sociedad libre, con un sistema democrático de gobierno. (pág.34)

La causa de la lucha debe ser noble. No sólo el derrocamiento de la dictadura, sino el establecimiento de una sociedad libre y democrática. Ahora bien, ¿quién no quiere eso? Esta será la gran fachada de las “revoluciones de color”. Otro impulsor del cambio de régimen es la “ayuda exterior”, como explica Sharp:

Como modesto complemento, se pueden hacer esfuerzos para movilizar a la opinión pública mundial contra la dictadura, por razones humanitarias, morales y religiosas. Se pueden hacer esfuerzos para obtener sanciones diplomáticas, políticas y económicas por parte de gobiernos y organizaciones internacionales contra la dictadura. Estos pueden adoptar la forma de embargos de armas económicos y militares; reducción de los niveles de reconocimiento diplomático o ruptura de relaciones diplomáticas; prohibición de ayudas económicas y prohibición de inversiones en el país dictatorial; expulsión del gobierno dictatorial de varios organismos internacionales y organismos de las Naciones Unidas. Además, la asistencia internacional, como la prestación de apoyo financiero y de comunicaciones, también puede proporcionarse directamente a las fuerzas democráticas. (pág. 36.)

Los grupos con más probabilidades de contribuir a este movimiento serían las organizaciones no gubernamentales extranjeras, “los gobiernos y/o las Naciones Unidas y sus diferentes organismos”. Una forma de movilizar recursos y ganar credibilidad sería, por ejemplo, “planes de actividades sociales, educativas, económicas y políticas constructivas y autosuficientes para satisfacer las necesidades de la propia gente durante el conflicto inminente”. Según Sharp, “tales proyectos pueden ser dirigidos por personas que no estén directamente involucradas en actividades de resistencia” (p. 38). Aconseja: “los estrategas deben elegir un tema cuyo mérito sea ampliamente reconocido y difícil de rechazar” y “la mayoría de las estrategias de campaña en la lucha a largo plazo no deben apuntar al derrocamiento inmediato y completo de la dictadura, sino más bien a lograr objetivos limitados”. ( pág. 41).

Una de las acciones que se pueden adoptar para poner a prueba las reacciones de la gente y también del propio régimen, según el autor, son las acciones simbólicas.

Es probable que la acción inicial adopte la forma de una protesta simbólica, o puede ser un acto simbólico de falta de cooperación limitada o temporal. Si el número de personas dispuestas a actuar es pequeño, entonces el acto inicial podría implicar, por ejemplo, colocar flores en un lugar de importancia simbólica. Por otro lado, si el número de personas dispuestas a actuar es muy grande, entonces se podrá utilizar una parada de todas las actividades de cinco minutos o unos minutos de silencio. En otras situaciones, algunas personas podrían iniciar una huelga de hambre, una vigilia en un lugar de importancia simbólica, un breve boicot estudiantil a las clases o una “sentada” temporal en una oficina importante. (pág.42)

El autor también cita como métodos de desestabilización de los regímenes simulacros de elecciones y funerales, la desnudez en las protestas, los cierres patronales, los recortes de fondos y créditos, los “bombardeos aéreos no violentos”, las “invasiones no violentas” y el “establecimiento de nuevos estándares sociales”. Entre muchos otros. “Las huelgas, los boicots y la creciente autonomía de la economía, las comunicaciones y los transportes debilitaron al régimen”, afirma (p. 45). También enfatiza que la pérdida de apoyo del ejército y la policía es fundamental para debilitar el régimen que queremos derrocar.

¿Les suenan estos métodos a los de Venezuela, Nicaragua y Cuba?

El concepto de “revolución de color” fue desarrollado por Gene Sharp en el libro “De la dictadura a la democracia”, un manual escrito en 1993.

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El concepto de “revolución de color” fue desarrollado por Gene Sharp en el libro “De la dictadura a la democracia”, un manual escrito en 1993 que aún hoy se distribuye en cursos de formación de liderazgo promovidos en todo el mundo por instituciones vinculadas al gobierno de Estados Unidos.

En este libro, el teórico critica las formas tradicionales de lucha antigubernamental. Predica un cambio de régimen pacífico, con el fin de garantizar la transición de un gobierno autoritario a un gobierno democrático que respete los derechos humanos.

Sharp no está de acuerdo con el método guerrillero para derrocar una dictadura porque, según él, si la guerrilla tiene éxito, sus miembros tomarán el poder y establecerán una dictadura aún más fuerte que la anterior. Lo ideal sería promover la llamada sociedad civil y sus instrumentos pacíficos de lucha. Después de todo, el imperialismo no tiene un historial positivo respecto a gobiernos apoyados por él que fueron derrocados por una guerrilla, considerando el caso de Cuba.

El autor dice que, aunque la intervención externa es arriesgada por no ser fiable, son positivas las peticiones de la oposición al régimen que quiere derrocar de medidas internacionales que “pueden ayudar mucho”, como “boicots económicos internacionales, embargos, rupturas de relaciones diplomáticas, expulsión de organismos internacionales, condena por parte de organismos de Naciones Unidas” (p. 10).

Muchos gobiernos, como escribe Sharp, mantienen bajo control importantes entidades de la sociedad civil, como sindicatos, asociaciones de estudiantes, organizaciones de derechos humanos, partidos políticos, etc. “Si la dictadura ha logrado en gran medida destruir o controlar organismos independientes en la sociedad, será importante que los resistentes creen nuevos grupos e instituciones sociales independientes, o reafirmen el control democrático sobre los organismos supervivientes o parcialmente controlados” (p. 20).

Los gobiernos tienen debilidades. Y los opositores necesitan explotarlos, agravando deliberadamente “esos ‘talones de Aquiles’ para alterar drásticamente el sistema o desintegrarlo”. El autor enumera 17 ejemplos de estas debilidades, incluidas “diferencias regionales, de clase, culturales o nacionales”, que “pueden agudizarse” (p. 22).

En lugar de una lucha violenta, Sharp sugiere hacer uso de “armas psicológicas, sociales, económicas y políticas aplicadas por la población y las instituciones de la sociedad” (p. 23). Enumera un total de 198 métodos de lucha no violenta. “El uso de un número considerable de estos métodos, cuidadosamente elegidos, aplicados persistentemente y a gran escala, ejercidos en el contexto de una estrategia sensata y de tácticas apropiadas por parte de civiles capacitados, probablemente puede causar serios problemas a cualquier régimen ilegítimo”, explica. (pág. 24). Una de las formas de lucha política, según él, es “la negación de legitimidad a los dictadores” y la “no cooperación”, que “se aplicaría contra políticas específicas”.

A pesar de trabajar en la lucha no violenta, Sharp reconoce que en algún momento la violencia podría estallar. “En algunos casos, sin embargo, una violencia limitada contra la dictadura puede ser inevitable. La frustración y el odio hacia el régimen pueden estallar en violencia. O bien, ciertos grupos pueden no estar dispuestos a abandonar los medios violentos, a pesar de reconocer el importante papel de la lucha noviolenta” (p. 25).

Para que la lucha tenga éxito, es necesario que haya una planificación seria y “será necesario que se hayan puesto a disposición los recursos” (p. 28). Luego, el autor inserta un punto clave:

Es de primordial importancia que los líderes democráticos y los planificadores estratégicos evalúen los objetivos y la importancia de la causa. ¿Vale la pena luchar por los objetivos y por qué? Es fundamental determinar el verdadero objetivo de la lucha. Aquí sostenemos que derrocar la dictadura o destituir a los dictadores actuales no es suficiente. El objetivo en estos conflictos debe ser el establecimiento de una sociedad libre, con un sistema democrático de gobierno. (pág.34)

La causa de la lucha debe ser noble. No sólo el derrocamiento de la dictadura, sino el establecimiento de una sociedad libre y democrática. Ahora bien, ¿quién no quiere eso? Esta será la gran fachada de las “revoluciones de color”. Otro impulsor del cambio de régimen es la “ayuda exterior”, como explica Sharp:

Como modesto complemento, se pueden hacer esfuerzos para movilizar a la opinión pública mundial contra la dictadura, por razones humanitarias, morales y religiosas. Se pueden hacer esfuerzos para obtener sanciones diplomáticas, políticas y económicas por parte de gobiernos y organizaciones internacionales contra la dictadura. Estos pueden adoptar la forma de embargos de armas económicos y militares; reducción de los niveles de reconocimiento diplomático o ruptura de relaciones diplomáticas; prohibición de ayudas económicas y prohibición de inversiones en el país dictatorial; expulsión del gobierno dictatorial de varios organismos internacionales y organismos de las Naciones Unidas. Además, la asistencia internacional, como la prestación de apoyo financiero y de comunicaciones, también puede proporcionarse directamente a las fuerzas democráticas. (pág. 36.)

Los grupos con más probabilidades de contribuir a este movimiento serían las organizaciones no gubernamentales extranjeras, “los gobiernos y/o las Naciones Unidas y sus diferentes organismos”. Una forma de movilizar recursos y ganar credibilidad sería, por ejemplo, “planes de actividades sociales, educativas, económicas y políticas constructivas y autosuficientes para satisfacer las necesidades de la propia gente durante el conflicto inminente”. Según Sharp, “tales proyectos pueden ser dirigidos por personas que no estén directamente involucradas en actividades de resistencia” (p. 38). Aconseja: “los estrategas deben elegir un tema cuyo mérito sea ampliamente reconocido y difícil de rechazar” y “la mayoría de las estrategias de campaña en la lucha a largo plazo no deben apuntar al derrocamiento inmediato y completo de la dictadura, sino más bien a lograr objetivos limitados”. ( pág. 41).

Una de las acciones que se pueden adoptar para poner a prueba las reacciones de la gente y también del propio régimen, según el autor, son las acciones simbólicas.

Es probable que la acción inicial adopte la forma de una protesta simbólica, o puede ser un acto simbólico de falta de cooperación limitada o temporal. Si el número de personas dispuestas a actuar es pequeño, entonces el acto inicial podría implicar, por ejemplo, colocar flores en un lugar de importancia simbólica. Por otro lado, si el número de personas dispuestas a actuar es muy grande, entonces se podrá utilizar una parada de todas las actividades de cinco minutos o unos minutos de silencio. En otras situaciones, algunas personas podrían iniciar una huelga de hambre, una vigilia en un lugar de importancia simbólica, un breve boicot estudiantil a las clases o una “sentada” temporal en una oficina importante. (pág.42)

El autor también cita como métodos de desestabilización de los regímenes simulacros de elecciones y funerales, la desnudez en las protestas, los cierres patronales, los recortes de fondos y créditos, los “bombardeos aéreos no violentos”, las “invasiones no violentas” y el “establecimiento de nuevos estándares sociales”. Entre muchos otros. “Las huelgas, los boicots y la creciente autonomía de la economía, las comunicaciones y los transportes debilitaron al régimen”, afirma (p. 45). También enfatiza que la pérdida de apoyo del ejército y la policía es fundamental para debilitar el régimen que queremos derrocar.

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The views of individual contributors do not necessarily represent those of the Strategic Culture Foundation.

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