Rusia tiene una fuente rica de intelectualidad y ojalá recupere el acervo de una Intelligentsia, para poder construir un qué hacer relevante de cara a mediano y largo plazo.
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Somos pobres – decía la canción-, pero somos gente trabajadora, tenemos las manos sanas. Somos oscuros; pero no somos tontos y queremos luz. Aprenderemos; el conocimiento nos liberará; trabajaremos, el trabajo nos enriquecerá; todo irá bien; el que viva, lo verá.
Somos vulgares, pero por nuestra vulgaridad sufrimos nosotros mismos. Estamos llenos de prejuicios, pero nosotros mismos padecemos por ellos; lo sentimos. Buscaremos la felicidad, y encontraremos el humanismo, y seremos buenos; todo irá bien, el que viva, lo verá.
Nikolái G. Chernyshevski. ¿Qué hacer?
Nikolái Chernyshevski, en 1863 escribió desde su cautiverio la novela ¿Qué hacer? Líder indiscutible del populismo ruso, contemporáneo de I. Turguénev, F. Dostoievski, Vissarión G. Belinski, A. Herzen todos integrantes de una de las muchas generaciones de notables intelectuales conocidos como germen de la intelligentsia rusa, plasmó en su obra literaria las ideas de una transición hacia una forma auténticamente rusa, eslava en franca oposición con el feudalismo y el capitalismo periférico al cual les tenía confinado el zarismo. De hecho, Chernyshevski llamó con sus obras la atención de Marx acerca de una revolución desde el campo y no desde el proletariado industrial – inexistente en la Rusia del XIX-. Inspirador de los bolcheviques no solo en su teoría sino en su manifestación vital orgánica, coherente – mucho antes de la clásica definición gramsciana de ‘intelectual orgánico’- como revolucionario y como individuo fue quien marcó con sus copartidarios el arquetipo del profesional político, militante, disciplinado.
V.I. Lenin en febrero de 1902 publica una obra con idéntico nombre. Este nuevo ¿Qué hacer? aprovecha los análisis históricos de transición de Chernyshevski y otros, pero se plantea la praxis, llevar a cabo dicho tránsito pensando una nueva sociedad y unos nuevos sujetos. No era tarea fácil. Yevgeni Preobrazhenski señaló en su obra, La nueva economía, hacia 1920, que el reto era construir algo totalmente diferente al capitalismo analizado por Marx – sobre lo cual no había precedentes ni de práctica ni teoría socialista de gran calado- y esa nueva forma de análisis y praxis le llamó ‘tecnología social’, definiéndola como ‘la ciencia de la producción socialmente organizada’.
Estos ¿Qué hacer? como se aprecia, tratan de manera transversal la gestión del poder social y popular – el poder está en el pueblo – en la búsqueda de estrategias originales, cercanas al ethos ruso, eslavo – las organizaciones de producción y consumo social como el Mir y la Obschina– claro, desde vanguardias intelectuales y políticas. ¿Qué hacer? para construir presente y cimentar el futuro. El bache de la década de los años 1990 en Rusia constituye precisamente la ausencia de un ¿Qué hacer? o la traición de una decisión mayoritaria para hacer transiciones hacia un modelo más abierto, pero con una base socialista.
A finales del año 1999 e inicios del 2000 llega al poder Vladímir V. Putin. Asume el liderazgo de un país en crisis, desmembrado territorialmente mediante el abandono voluntario de algunas repúblicas soviéticas, llevado a una acelerada incursión en el capitalismo con la pérdida de un sólido estado de bienestar y con muchas de sus principales empresas públicas rematadas en una subasta monopolizada por acumuladores internos pro occidentales y extranjeros que se hicieron con grandes fortunas a expensas de la conmocionada y perpleja sociedad rusa. De esto y de los logros en la estabilización del país, así como el retorno del mismo al escenario internacional en calidad de potencia con quien discutir cualquier asunto de estabilidad regional y global con el liderazgo del presidente Putin mucho se ha escrito, se escribirá y no se ahondará en ello en estas líneas.
El presidente V. Putin acaba de ganar este 17 de marzo con el 87,34% de los votos las elecciones presidenciales para un nuevo sexenio, consolidándose como un mandatario que estará a cargo del país por más de un cuarto de siglo. El propio presidente atribuyó su triunfo, como es su costumbre, a la voluntad popular. Asimismo, como es habitual en el occidente colectivo cada vez que alguien que no es de sus afectos triunfa, señaló las votaciones como fraude, ilegales y por ende irreconocibles las mismas y la envestidura presidencial. No pocas veces le han llamado al presidente Putin ‘zar’, dictador, autócrata embebido de poder y al menos desde 2014 con la adhesión voluntaria de la población de Crimea a Rusia – que en sí es un retorno a los marcos históricos forzado por los acontecimientos del golpe de Estado en el Euromaidán– han comenzado desde los medios de comunicación occidentales y también desde los políticos más renombrados en la OTAN, Unión Europea, Banco Central Europeo y las presidencias de varios países así como agencias centrales del gobierno estadounidense, la construcción de un ‘Putin’ malo, asesino, ambicioso, fraudulento, colonizador y expansionista implacable que va por Europa y no se detendrá en Ucrania.
Hay que preguntarse a partir de los hechos: ¿Es el ciclo Putin un nuevo ‘qué hacer’? En dónde radica el ¿Qué hacer, del presidente Putin? ¿Es en verdad su ‘hacer’, algo de lo que le endilgan? Si la voluntad popular es poder popular y como se vio en Cherníshevsky y Lenin había una inquietud por el ejercicio de poder en el pueblo para una transformación en la búsqueda de una originalidad rusa, eslava, ¿no son los triunfos electorales de Putin tal ejercicio popular? Hay algo interesante y se puede confirmar en videos de concentraciones en Rusia. Difícilmente la gente grita ‘Putin’ lo que grita es ‘Rusia’. No niega esto la centralidad de una personalidad fuerte del presidente, pero implica que por extensión las personas entienden que hay una representación cabal en Putin de los intereses rusos. Es lo que Gramsci llamara dentro de su teoría del Estado, la sociedad civil y la hegemonía como ‘Estado integral’ o momento constitutivo de una sociedad civil no opuesta al estado sino convertida en un ámbito complementario de éste.
Entonces, cómo articula desde hace veinticuatro años Putin este nuevo ¿Qué hacer? La aproximación a una respuesta, como se dijo, apalancada en los hechos radica en la transformación de un poder designado por Yeltsin a un poder legitimado en las urnas. Lo que necesitaba la Rusia de inicios de siglo XXI era estabilidad y amarre de la soberanía ante los problemas en el Cáucaso y Chechenia, así como parar el desangre de la propiedad estatal y el endeudamiento dólar por rublo de respaldo en el banco central ruso, sin necesidad, según Michael Hudson. Esto implicaba un retorno a la credibilidad del pueblo ruso en su potencia, en su historia y la recomposición de su presente. Evidentemente la Rusia que vive el presidente Putin tiene un recuerdo optimista de un pasado socialista que si bien imperfecto y degradado en la burocracia y la ineficiencia, era aun así algo ruso, un ‘Estado integral’ en torno a la figura de Stalin y alejado del leviatán capitalista. La Rusia zarista carecía de identidad de clase, de logros comunitarios estatales y en tal aridez sembraron decembristas, populistas y bolcheviques para dejar un Estado soviético como expresión de una de las revoluciones culturales y vitales más importantes si no la más importante. En tal sentido el ¿Qué hacer? de V. V. Putin tiene por objetivo interno amarrar la identidad milenaria rusa, construir un Estado fuerte, soberano, moderno y vanguardista en términos geopolíticos, económicos y tecnológicos en donde la taza de natalidad siempre es una preocupación. Además, sin violentar los afectos por el pasado reciente soviético, encausar a Rusia por una senda basada en la opción liberal, pero con un Estado fuerte centralizado y capaz de asumir funciones de bienestar social. Estas tareas se rezagan a causa de la guerra. Siempre ha sido así. La guerra es una estrategia de desestabilización y contención del desarrollo que deviene en rezago y pérdida de competitividad, solo basta ver hoy a Alemania.
No es claro si la Rusia del 2030, cuando el presidente Putin termine su mandato – pasando por el bien de toda la humanidad el bache de la disputa con occidente en Ucrania- estará en la ruta de una economía de nuevo tipo distante de principios del capitalismo. Es posible especular que siendo el grupo BRICS+ liderado por el gigante asiático quien ostenta una economía de tipo socialista o al menos no capitalista, poco a poco Rusia como principal socio estratégico la emulará por esta inercial complementariedad; lo que no implica que Rusia no encuentre su propia singularidad no capitalista. Es clave recordar la armonización que acontecía en torno a los países vinculados al CAME que adquirían características transversales de tipo socialista, quizá la más relevante en torno a intercambio de mercancías que en el capitalismo implica un intercambio desigual.
A nivel internacional, ¿se puede asumir a V. Putin como un peligro para la humanidad? Nuevamente los hechos confirman el uso moderado pero enérgico del poder que ostenta, la mesura y prudencia con que actúa ante las alevosas y letales provocaciones occidentales dadas en formas de atentados, magnicidios y masacres además de contener a sectores belicistas dentro de la propia Rusia. El ¿Qué hacer? en términos internacionales para V. V. Putin, radica en la estabilidad regional de sus fronteras, la incorporación de territorios históricamente rusos y que ya no se pueden confiar a una Ucrania re-nazificada, aunque en proceso de desnazificación forzada. Consiste en solucionar de manera tajante la presencia de la OTAN a las posiciones de 1997, significa apuntalar un mundo multipolar y una diversificación de la canasta de monedas sin predominio del dólar. Los términos culturales son aún más profundos para este ¿Qué hacer? pues afirman ante un mundo occidental y occidentalizado y que lleva siglos de hostigamiento a lo ruso y lo eslavo justamente el derecho a la existencia del ethos eslavo y ruso, la religión ortodoxa, los valores tradicionales, la familia heterosexual, la no sexualización de los infantes, entre otros.
¿Qué hacer?, como se vio es ante todo un qué hacer desde el poder, el cual por elección popular se otorga a un mandatario o vanguardia. Claro está, cuando Cherníshevsky y Lenin escriben sus obras no son mandatarios, pero son líderes con un telos, una escatología clara acerca de lo que consideran debe pasar en la sociedad rusa y cómo ésta debe enrutar su identidad y soberanía más allá de las castas y clases dominantes.
El presidente Putin no nace como un ideólogo y ha ido aprendiendo desde su percepción de la vivencia en la Unión Soviética y tras más de veinte años en el poder a perfilar el destino de la Rusia presente y futura. En entrevista de Oliver Stone en 2016, V. Putin señala al menos en tres ocasiones que es necesario mirar el mundo a 25 o 50 años. En esa misma entrevista, quizá una de las mejores efectuadas al mandatario, el presidente Putin señala muchas veces la relación entre historia, herencia y cultura rusa en donde hay una inclinación en el pueblo ruso por personalidades fuertes y en donde la noción occidental de democracia o alternancia del poder como aparente garantía de representación y no concentración del poder les es hipócritamente deseable – a los occidentales- solo para los países que dominan.
Sin embargo, de cara a los nuevos tiempos, décadas y siglos, es necesaria una visión más amplia de un ¿Qué hacer? en esta fase de transición del mundo en donde occidente entra en pleno declive, pensada y ambiciosa en el quizá último sexenio de V. V. Putin. Es relevante superar el sistema capitalista liberal, repensar y acordar ideas como el discurso histórico filosófico del eurasianismo y la cuarta teoría política de Alexander Dugin, recabar en formas asociativas, comunitarias de cuño auténtico ruso y que se desarrollan en la actualidad como es el caso del Movimiento Esencia del Tiempo, liderado por Sergei Kurginyan y otro tipo de relaciones de intercambio retomando la experiencia del Consejo de Ayuda Mutua Económica, CAME. Los BRICS+ – en donde Rusia es fundador, líder indiscutible y este año ostenta la presidencia pro témpore- deben apuntar a esa dirección o serán escleróticos en 50 años o antes.
Rusia tiene una fuente rica de intelectualidad y ojalá recupere el acervo de una Intelligentsia, para poder construir un qué hacer relevante de cara a mediano y largo plazo. Si los personalismos y liderazgos de intensa duración cuando son acordados con sus ciudadanos, – recuérdese el concepto de Estado Integral- entonces es muy posible que el presidente ruso pueda dejar una ‘Doctrina Putin’ formal, redactada, delineada, quizá consensuada con la población rusa actual. Aunque se efectúe una juiciosa revisión de los discursos y escritos del presidente, sería deseable ver un documento concreto al respecto, al menos no se halló registro. En síntesis, aquí de alguna manera desde la eternidad de sus obras, Cherníshevsky y Lenin, entendiendo los contextos y realidades de la actual Rusia, interrogan al actual presidente y líder mundial: camarada, compatriota Vladímir Vladimirovich: ¿Что делать? – ¿Qué hacer?
Posdata: En la pubertad viví el terrorismo de los cárteles de drogas de Medellín y Cali y andaba pendiente si veía un paquete suelto al lado de una silla u otro lugar. El terror es un estado de indefensión y de zozobra que permanece luego del acto terrorista más no el acto en sí. Solo sociedades fuertes y unificadas pueden vencer ese temor y terror. Hace unos días fue el turno para Rusia, cuando ya se cuentan más de ciento treinta asesinados y más de ciento cincuenta heridos por el acto terrorista en donde los indicios conducen a responsables intelectuales habituales. El pueblo ruso está unificado en torno a su identidad, derecho a la existencia y a su mandatario. La sociedad rusa vencerá y tiene muchos amigos.