Estas elecciones representan la encrucijada más importante en la historia reciente del país.
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Este domingo 13 de abril, el pueblo ecuatoriano acudirá a las urnas para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Los electores deberán elegir entre ratificar al actual presidente Daniel Noboa o reemplazarlo por Luisa González, quien fue asesora en el gobierno de Rafael Correa, ministra durante la administración de Lenín Moreno y actualmente preside el Movimiento Revolución Ciudadana.
En la primera vuelta, Noboa obtuvo el 44.17% de los votos, mientras González recibió el 44%, es decir, el actual presidente obtuvo apenas poco más de 16 mil votos que su rival. Esta mínima diferencia refleja unas elecciones extremadamente polarizadas, cuyo resultado resulta impredecible.
Las últimas encuestas confirman esta percepción, mostrando un empate técnico, aunque con variaciones entre diferentes firmas. Según Comunicaliza, Noboa obtendría el 50.3% de los votos frente al 49.7% de González, mientras que MR Analítica le otorga sólo 46.53% a Noboa contra 53.47% para González.
El mapa electoral ecuatoriano muestra que la capital y las provincias del interior tienden a favorecer a Noboa, mientras las provincias costeras se inclinan por González. Históricamente, este patrón se repite: las regiones interiores votan por la derecha y la costa por la izquierda.
¿Cuál es el significado político y geopolítico de estos comicios?
Daniel Noboa, como hemos señalado en numerosos artículos, es probablemente el presidente más proestadounidense que ha tenido Ecuador. Nacido en Norteamérica, reactivó la presencia militar de EE.UU. en el país -planeando devolverles la base de Manta que había sido cerrada durante el gobierno de Correa- y convirtió efectivamente al Ecuador en territorio abierto para la operación de fuerzas estadounidenses, las cuales prácticamente gozan de inmunidad diplomática.
La presencia de asesores militares norteamericanos ha aumentado, y Ecuador continúa siendo uno de los principales receptores de ayuda militar estadounidense en la región -ayuda que siempre viene condicionada a permisos para operaciones conjuntas e instalación de infraestructura de inteligencia.
Su plan de ajuste fiscal, negociado con el FMI bajo presión de EE.UU., incluye recortes a subsidios, aumentos de impuestos indirectos y privatizaciones disfrazadas de “alianzas público-privadas”. Mientras el pueblo ecuatoriano sufre el alto costo de vida, Noboa facilita el ingreso de multinacionales, especialmente norteamericanas, en sectores estratégicos como minería y energía.
Su política exterior se caracteriza por alineamientos automáticos con Washington, incluso en temas sensibles como las sanciones a Venezuela y el apoyo incondicional a Israel. Un ejemplo flagrante es su insistencia en adherir al Tratado de Libre Comercio (TLC) con EE.UU., heredado de gobiernos anteriores pero que Noboa se niega a revisar, a pesar de que este acuerdo beneficia desproporcionadamente a empresas norteamericanas en detrimento de la industria local.
Además, Noboa negoció el ingreso de Ecuador a la Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas (APEP), iniciativa liderada por EE.UU. para contener la influencia china en la región. Al sumarse a este proyecto, Ecuador renuncia a alianzas estratégicas con otros países del Sur Global como China y Rusia, que podrían ofrecer alternativas reales de desarrollo sin los amarres del imperialismo norteamericano.
Su campaña, además, está plagada de irregularidades, siendo la más grave su negativa a ceder el cargo a la vicepresidenta para poder competir en las elecciones, como lo establece la Constitución ecuatoriana.
La candidatura de Luisa González, naturalmente, genera incertidumbre pues nunca ha logrado ganar una elección presidencial. Sin embargo, más allá de su apego a la imagen del expresidente Rafael Correa, resultan interesantes sus propuestas para aumentar la inversión pública y subsidiar combustibles.
Al mismo tiempo, González tiene la peculiaridad de sintonizar con las necesidades, intereses y valores ecuatorianos. Se opone frontalmente al aborto, rechaza la ideología de género y aboga por una mayor participación militar en la lucha contra el narcotráfico. En suma, representa esa síntesis identitaria iberoamericana entre una economía socialdemócrata y una cultura conservadora.
En este sentido, un cambio en la política ecuatoriana hacia una victoria de González podría representar un movimiento interesante en un contexto donde EE.UU. reactiva la Doctrina Monroe para garantizar su hegemonía sobre las Américas.
Sin embargo, el futuro de Ecuador es incierto. Estas elecciones representan la encrucijada más importante en la historia reciente del país.