«Este es ahora el mundo de Putin y Trump».
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Trump y su equipo han estado ocupados desmantelando -y exponiendo a la vista del público- el mecanismo de la máquina de control narrativo que todo lo abarca y que ha demostrado ser tanto autoritaria como industrial en su alcance global.
Las investigaciones de Musk han comenzado a asomarse al complejo USAID. Revelan un sistema que, según Musk y el presidente Trump, está totalmente diseñado para generar fraude.
El panorama general, sin embargo, no es que USAID haya sido un subdepartamento de la CIA; eso no es ninguna revelación.
Lo que es revelador, sin embargo, es la evidencia de que USAID estuvo tan fuertemente involucrada en operaciones de influencia doméstica.
Este último aspecto sirve para poner de relieve la relación de USAID con la CIA y el hecho de que la CIA, el FBI, el Departamento de Seguridad Nacional y USAID eran una gran estructura de la Comunidad de Inteligencia, mantenida unida (en endebles términos legales) por la Oficina del Director de Inteligencia Nacional (DNI) (el papel que Tulsi Gabbard ocupará ahora que ha sido confirmada en el cargo).
La insistencia de Trump en Gabbard para el puesto refleja su absoluta necesidad de la ‘verdad’ de Inteligencia; pero también es probable que el DNI se convierta en el lugar para desentrañar y revelar la “Máquina de Control de Inteligencia” en la sombra que es gemela del complejo de manipulación narrativa.
Es probable que se produzcan más revelaciones, como parte de una publicación cuidadosamente gestionada de nuevas revelaciones, que se sumarán a la atmósfera de una precipitación sin aliento hacia una nueva era. Y manteniendo a la oposición fuera de balance.
La revista The Spectator observa correctamente que la aceleración vertiginosa hacia una nueva era no se limita a Estados Unidos, Canadá, Groenlandia y Panamá:
Hay un viento de cambio soplando en Occidente. Emana de Washington DC, escribe Gavin Mortimer.
Varios dirigentes de la UE se reunieron el pasado fin de semana en Madrid en una cumbre de “Patriotas por Europa” (PfE).
Geert Wilders declaró:
Vivimos en una época histórica, y mi mensaje a todos los viejos líderes, desde Macron a Scholz, pasando por el propio Pedro Sánchez. Ya es hora. Se acabó. Son historia.
Viktor Orbán dijo:
El tornado Trump ha cambiado el mundo en pocas semanas (…) Ayer éramos herejes, hoy somos mainstream.
Marine Le Pen afirmó que Occidente
se enfrenta a un verdadero punto de inflexión mundial… Mientras tanto, la Unión Europea parece estar en estado de shock… [Sin embargo, según la opinión consensuada de Bruselas], Trump no es una figura inspiradora, sino antagonista.
Sin embargo, en Estados Unidos, la primera encuesta de CBS-YouGov muestra lo que la opinión pública piensa de Trump: el 69% le considera duro; el 63%, enérgico; el 60%, centrado, y el 58%, eficaz. Su valoración global del trabajo se sitúa en el 53%.
Imaginamos que así es como a Trump le gustaría que fuera su imagen.
La imagen de ‘showman’ de Trump y su “psicoterapia de choque” funcionan claramente en la América doméstica. En el mundo exterior, es otra historia. Allí sólo tienen la retórica ‘divulgada’ de Trump para juzgar.
No llegan a ver todo el ‘espectáculo de liderazgo mundial’ teatral, por lo que su prestidigitación se entiende más literalmente. Y el resto del mundo conoce de sobra el historial de faltas de palabra (y retiradas de acuerdos) de Estados Unidos.
En el extranjero, Trump sigue la misma estrategia de presentar intervenciones de choque, o más bien, una imagen (Gaza, por ejemplo) de un resultado al que se aspira y que pretende ser novedoso y evocar sorpresa e incluso conmoción.
El propósito parece ser lanzar una granada psicológica a paradigmas políticos congelados y anquilosados, con la esperanza de encontrar movimiento y con la intención, tal vez, de desencadenar conversaciones que cambien.
Un enfoque de este tipo puede ser válido, siempre que no se limite a meter la pata en la compleja geopolítica. Y para Trump, este es un peligro real:
Avanzar nociones extremas y poco realistas que pueden simplemente confundir y socavar la confianza en que su resultado podría ser realista.
El hecho ineludible es que las tres cuestiones clave de política exterior a las que se enfrenta Trump, sin embargo, no son “conversaciones”: se refieren a guerras existenciales; a muerte y destrucción. Y las guerras no son tan susceptibles al lanzamiento de granadas fuera de lugar.
Peor aún, las ‘palabras imprudentes’ disparadas sin pensar tienen un impacto real y pueden producir consecuencias no deseadas y claramente adversas.
El alto el fuego entre Israel y Hamás sigue al borde del colapso, ya que «el mago» [Netanyahu] sigue trabajando para sabotearlo; sin embargo, la presión de Hamás en los últimos días funcionó, y el alto el fuego (por ahora) continúa.
Trump puede haber creído que subiendo unilateralmente las apuestas (exigiendo públicamente la liberación de ‘todos’ los rehenes israelíes este sábado) -colapsando así un proceso complejo hasta reducirlo a una sola liberación- podría traer más rehenes a casa más rápidamente.
Sin embargo, al amenazar de este modo, se arriesgaba al colapso total del acuerdo, ya que la liberación de los prisioneros palestinos de las cárceles israelíes y la retirada de las FDI de Gaza en la segunda fase constituyen la base absoluta para que Hamás siga participando en las negociaciones.
Cualquier reanudación resultante de la destrucción israelí de Gaza también constituiría una mancha negra en la aspiración de Trump de poner fin a las guerras, ya que entonces “asumiría” las consecuencias de una reanudación de la guerra en Oriente Medio.
La principal preocupación de Netanyahu no es completar el acuerdo, sino la supervivencia de su gobierno. Este fue el significado de su declaración en reacción a las ‘amenazas’ de Trump (se desató el infierno) de que Israel detendría las negociaciones sobre la segunda fase del acuerdo de Gaza, y en el eco que Netanyahu hizo de la exigencia de Trump de que Hamás liberara a ‘todos’ los rehenes el sábado… o de lo contrario.
Sin embargo, el gobierno israelí ha dado marcha atrás bajo la presión de Hamás: Israel, según informan las autoridades, ha transmitido a Hamás el mensaje de que el alto el fuego continuará si los tres rehenes son liberados este sábado.
Aunque el discurso del equipo de Trump deja claro que Estados Unidos pretende presentar una nueva cara al mundo multipolar que se avecina – “con varias grandes potencias en diferentes partes del planeta”, como Marco Rubio señaló en una entrevista reciente-, también es cierto que este cambio se produjo (de hecho, fue impulsado) por un cambio sísmico en la forma en que el mundo ve a Estados Unidos.
Rubio admite efectivamente esta “verdad” cuando añade que
el orden global de posguerra no sólo está obsoleto; ahora es un arma que se utiliza contra nosotros.
Algunos miembros del equipo de Trump, sin embargo, persisten en amenazas (“infligir el máximo dolor”, “bombardear hasta la extinción”) que remiten a la vieja era del imperio estadounidense.
Es decir, algunos miembros del equipo de Trump repiten bastante bien la rúbrica de Rubio, pero sin mostrar ningún indicio de que se hayan visto afectados o transformados por el nuevo entendimiento. El “cambio sísmico” es bidireccional.
El mundo también está en una nueva era. Ya está harto de las imposiciones unilaterales de Occidente. Esto es lo que ha provocado su cambio. Su giro de “la cara que Estados Unidos presenta al mundo”, la que esbozó Rubio.
Entender que tanto el Hegemón como sus vasallos se han transformado exige nuevos enfoques por todas las partes.
Cuando Trump firmó una orden presidencial para ejercer la máxima presión sobre Irán, el Líder Supremo se limitó a decir ‘no’ a todas las conversaciones con EE.UU. Trump era demasiado impredecible y poco digno de confianza, dijo Jamenei.
La exagerada afirmación de Kellogg de que Irán “está asustado” y efectivamente indefenso, no trajo la esperada respuesta de conversaciones. Trajo desafío.
La insensibilidad de Occidente a lo que está sucediendo en el mundo – y por qué el mundo es lo que es – ha sido posible porque fue parcialmente disfrazada a través de la capacidad de los EE.UU. – en la era pasada – para poder imponerse a las crisis, y controlar la forma en que esos problemas se presentaron a través de la máquina narrativa global.
El enviado de Trump a Ucrania, Kellogg , dijo recientemente que el actual “nivel de dolor» de las sanciones de Rusia está en alrededor de 3 sobre 10, y que Trump tiene mucho más espacio para elevar ese “nivel de dolor” ejerciendo presión de sanciones sobre el petróleo y el gas rusos:
Tienes que poner presión económica; tienes que poner presión diplomática, algún tipo de presiones militares y palancas que vas a usar debajo de esas para asegurarte de que [esto va] a donde queremos que vaya.
La arrogancia y la interpretación errónea de la postura rusa en la declaración de Kellogg son tan completas que llevaron al vice ministro ruso de Asuntos Exteriores, Sergei Ryabkov, a advertir de que las relaciones entre Moscú y Washington están “al borde de la ruptura total”; el “contenido antagónico” de las relaciones entre Rusia y Estados Unidos se ha vuelto “muy crítico” en la actualidad, advirtió Ryabkov:
Los intentos de Washington de plantear exigencias a Moscú o de demostrar la supuesta realización de ‘un gran favor’ a cambio de exigencias inaceptables de Estados Unidos están abocados al fracaso en el diálogo con Rusia.
Esta señal ominosa fue expresada por Ryabkov, a pesar de que Rusia busca activamente un acuerdo de seguridad estratégico y de gran alcance por escrito con Estados Unidos – aunque uno logrado en términos igualitarios.
Yves Smith en Naked Capitalism ha catalogado la arraigada experiencia rusa (y su resentimiento) por la historia de duplicidad de Occidente. Es muy profundo y plantea una pregunta cuya respuesta aún está por ver: “El elefante en la habitación” [1].
Redactar un documento de entendimiento sobre Ucrania es una cosa. Pero los rusos siguen siendo escépticos en cuanto a la posibilidad de lograr un proceso escrito, vinculante y digno de confianza.
Detrás de esto se esconde una segunda cuestión: Rusia puede ver a Trump buscando obtener ventaja sobre Moscú. Pero el tiempo (lo que Yves Smith llama ‘tiempo militar’) transcurre a un ritmo diferente al del ‘tiempo político’. Trump quiere poner fin al conflicto y ser visto como el artífice de su final.
El punto aquí es que el ritmo más lento del tiempo militar de Rusia podría hacer que Trump caiga en lo que Steve Bannon advirtió que podría ser una trampa mortal: ‘Si se prolonga demasiado, terminarás adueñándote de él’ (como Nixon terminó ‘adueñándose’ de Vietnam).
Los miembros del equipo de Trump pueden, en un nivel, ‘entender’ el nuevo equilibrio de poder.
Sin embargo, cultural e inconscientemente, se adhieren a la noción de que Occidente (e Israel) siguen siendo excepcionales, y que todos los demás actores sólo cambian de comportamiento a través del dolor y el apalancamiento abrumador.
Lo que sí se desprende de la transcripción de la larga llamada de Trump con Putin es que tocó grandes temas y no se quedó en absoluto cautivo de la cuestión de Ucrania.
Yves Smith pone el tema del “elefante en la habitación” de esta manera:
Tuvieron que pasar 17 años desde el discurso de Putin en la Conferencia de Seguridad de Múnich de 2008, en el que abogó por un orden mundial multipolar, para que Estados Unidos reconociera oficialmente, a través de Mark Rubio, que el periodo unipolar estadounidense era antinatural y había terminado.
Esperemos que Rusia no tarde tanto en conseguir una nueva arquitectura de seguridad europea.
Como afirma The Telegraph:
Este es ahora el mundo de Putin y Trump.
Traducción: Observatorio de trabajadores en lucha