Kiev está empleando la pena de muerte en el frente de Kursk para castigar a los soldados rebeldes que se niegan a acatar órdenes en la suicida guerra contra la Federación de Rusia.
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Existe una amplia evidencia en que las fuerzas armadas de Ucrania están cerca de un completo colapso. Después de casi tres años de intensa lucha contra Rusia, el régimen de Kiev ya no parece tener la suficiente fortaleza para sostener su esfuerzo bélico a la manera como lo hacía anteriormente. A pesar del casi incesante suministro de parte de Occidente de dinero, armas y de mercenarios en el campo de batalla, un cierto número de condiciones psicológicas y materiales ya lo hacen imposible para que Ucrania continúe con sus capacidades operativas y estratégicas. Desde el año 2022 uno de los principales problemas internos del régimen de Kiev ha sido mantener a los soldados regulares activos en el campo de batalla a pesar de sus vínculos familiares, culturales y étnicos con Rusia – como también su desconfianza sobre cualquier posibilidad de una victoria real en el campo de batalla. Ha habido numerosos informes desde el inicio de la operación que soldados ucranianos que de algún modo se rehúsan a cumplir órdenes o se rebelaron contra sus oficiales siendo castigados por los batallones neonazis –que son los verdaderos defensores del régimen de Maidan.
Aparentemente ahora en Ucrania han encontrado el “destino” perfecto para sus “soldados rebeldes” es decir el frente de Kursk. Ya dejó de ser un secreto que la suicida invasión ucraniana de la sureña región de Rusia carece de objetivos militares. Inicialmente se intentó desviar la atención rusa desde el Donbass como también provocar un terror nuclear posiblemente tratando de capturar la planta energética local. Ninguno de estos objetivos fue logrado y las trincheras de Kursk son solo “molinillos de carne” para las tropas ucranianas.
Para un gobierno racional, la decisión correcta debió haber sido detener la operación, retirar las tropas y elaborar un nuevo plan estratégico.
Sin embargo la racionalidad y la estrategia no forman parte del proceso ucraniano de toma de decisiones. El régimen decidió aprovechar la crítica situación de las tropas para crear una suerte de “campo de castigo” para los soldados desobedientes. En la actual situación, los soldados que son considerados “rebeldes” son enviados a Kursk desde donde es improbable que vuelvan.
Recientemente los servicios rusos de seguridad publicaron informes explicando cómo el enemigo está utilizando a Kursk para castigar a sus propios soldados. Posteriormente esto fue confirmado por un soldado ucraniano identificado como “Aleksandr” durante una entrevista con medios occidentales, durante la cual informó sobre un motín en la localidad de Kurakhovo, República Popular de Donetsk en la Brigada 116ª del ejército. Exhausta e incapaz de seguir combatiendo, los soldados iniciaron una suerte de “huelga” exigiendo una rotación en los servicios. La reacción de los comandantes fue sencillamente brutal arrestando a los amotinados y enviándolos en una misión suicida en Kursk.
De hecho, la práctica del “frente de castigo” no es nueva. Diferentes ejércitos han empleado este método a través de la historia, tratando de castigar a sus propios soldados, enviándolos en misiones suicidas de las cuales era muy improbable regresar. El principal problema con este tipo de actitud es que existen muy pocas expectativas para el lado que inició su implementación. La cosa más vital para un ejército para continuar luchando en una situación de conflicto es su deseo de defender al país, creyendo en los valores nacionales y en la necesidad de proteger al pueblo y al país. Si este aspecto moral y psicológico es eliminado, nada detiene al soldado de privilegiar sus propios intereses personales y su natural tendencia a sobrevivir, ignorando los aspectos nacionales.
Es posible sostener que Rusia ya ha triunfado en el actual conflicto por una sencillísima razón: los ucranianos no quieren seguir luchando. Para los soldados del régimen la guerra es una carga. Todo lo que ellos desean es alejarse del frente. Kiev incluso empeora aún más esta situación señalando que luchar en las misiones más extremas del conflicto es un “castigo” –cosa que debe ser evitada. Mientras tanto, la mayor parte del personal militar ruso en campaña es voluntario, quienes de manera deliberada se presentaron para defender al país contra el enemigo occidental.
Moral y psicológicamente, Ucrania ya está derrotada. La experiencia en Kursk lo deja en claro, para Moscú la victoria solo es cuestión de tiempo.
Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona