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Pepe Escobar
September 27, 2024
© Photo: Public domain

Andrei Martyanov se ha labrado un lugar único y aureolado en lo que se refiere al pensamiento crítico profundo de todos los asuntos de la guerra y la paz.

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Escríbenos: info@strategic-culture.su

Andrei Martyanov se ha labrado un lugar único y aureolado en lo que se refiere al pensamiento crítico profundo de todos los asuntos relacionados con la guerra y la paz.

I-1 Andrei Martinov
Andrei Martyanov

En sus libros anteriores, en su blog Reminiscencia del Futuro y en innumerables podcasts, se ha convertido en la fuente a la que acudir cuando se trata del funcionamiento interno de la Operación Militar Especial (OME) en Ucrania, así como de La Gran Imagen de la guerra por poderes entre EEUU y sus secuaces colectivos de Occidente contra Rusia.

Naturalmente, cada nuevo libro de este encantador ser humano con un mordaz sentido del humor es algo que apreciar, y éste, La guerra final de Estados Unidos, el cuarto de una serie, debe considerarse el logro supremo de su análisis cuidadosamente detallado de una auténtica revolución en los asuntos militares que ha pasado completamente por alto a la “nación indispensable”.

De entrada, Martyanov aborda la rusofobia, y cómo esta abrumadora patología de todo Occidente “de una escala mucho mayor que las meras contradicciones geopolíticas entre naciones y estados” está “adquiriendo una dimensión metafísica, que surge de sus componentes raciales, religiosos y culturales”.

La rusofobia sólo se ha visto exacerbada por los desagradables hechos sobre el terreno relativos a la “Verdadera Revolución en los Asuntos Militares”: un verdadero “cambio de paradigma” en la guerra.

Ya en el prefacio, Martyanov esboza el estado de las cosas en estos momentos, o lo que yo he definido recientemente como una Guerra del Terror:

La economía y el ejército actuales de EEUU no podrán luchar convencionalmente contra Rusia; se enfrentaría a la derrota si lo intentara. Así pues, Estados Unidos y el Occidente combinado han recurrido al terrorismo.

Añade que, en relación con los enfrentamientos por poderes en curso, “la OTAN es incapaz de librar una verdadera guerra del siglo XXI”. E incluso la “superioridad en constelaciones de satélites que Estados Unidos superará en breve y la capacidad de la OTAN de volar impunemente en el espacio aéreo internacional sobre el Mar Negro cuentan poco en una guerra real, en la que la OTAN quedaría ciega y su Mando y Control desbaratados”.

“El mejor aparato de evaluación estratégica del mundo”

Martyanov hace un retroceso necesario a la situación previa a la OME (Operación Militar Especial), a finales de 2021, cuando las FAU (Fuerzas Armadas de Ucrania) se estaban concentrando en las fronteras de Donetsk y Lugansk: ‘En un último intento de evitar una confrontación militar con lo que en ese momento era la mejor fuerza proxy de EE.UU. (y Occidente) en la historia – entrenada y equipada con muchos elementos críticos de C4’ – Rusia presentó a EE.UU. el 15 de diciembre de 2021 lo que Martyanov describe como un ‘eufemismo diplomático para demandas‘ sobre Washington acerca de garantías de seguridad mutuas: esa fue la notoria propuesta de ‘indivisibilidad de la seguridad’ para Europa y el espacio post-soviético.»

Martyanov tiene razón al evaluar que no se trataba exactamente de algo innovador; era «una reiteración de los mismos puntos en los que Rusia había insistido desde la década de 1990».  El punto crucial era, por supuesto, la no expansión de la OTAN, aplicada específicamente a Ucrania“que desde 2013 se estaba convirtiendo de hecho en la base operativa avanzada de la OTAN”.

Ésa era la táctica diplomática de Putin para evitar la guerra. Al fin y al cabo, el estamento político-militar ruso había visto por dónde ladraban los perros de la guerra, y era capaz de preverlo

basándose en la magnífica inteligencia y en el que podría decirse que es el mejor aparato de evaluación estratégica del mundo: el Estado Mayor ruso, el Servicio de Inteligencia Exterior (SVR), el FSB y el Ministerio de Asuntos Exteriores.

Siguiendo adelante, lo que ahora se está desarrollando en el suelo negro de Novorossiya –la humillación impedida de la OTAN– no podría haberse entendido, ya que “los capitanes del Occidente combinado” son esencialmente uber-incompetentes: Las «instituciones académicas y analíticas occidentales» no sólo «no están diseñadas» para pensar estratégicamente en términos de equilibrio global de poder y asuntos de guerra y paz, sino que no tienen ni idea de «el arte del Estado como arte de gobierno y arte militar».

Avanzando en el camino, lo que ahora se está desarrollando en las tierras negras de Novorossiya – la inminente humillación de la OTAN – no podría haberse entendido ya que ‘los capitanes del Occidente combinado’ son esencialmente ultra-incompetentes:

‘Las instituciones académicas y analíticas occidentales’ no solo ‘no están diseñadas’ para pensar estratégicamente en términos de equilibrio global de poder y asuntos de guerra y paz, sino que también desconocen ‘el arte de gobernar como arte de gobierno y arte militar’.

Rusia, en cambio, aplicó una gobernanza creativa que “se manifestó como un arte”, no sólo al “prever y anticiparse” a los movimientos de la OTAN, “sino especialmente en la preparación militar y económica” para el choque, “incluso mediante el proceso de adaptación constante a las cambiantes condiciones externas e internas”.

Llamémoslo un arte militar homólogo a la intuición geoconómica de Deng Xiaoping de “cruzar el río palpando las piedras”.

Martyanov caracteriza la guerra por poderes en Ucrania como un espectacular Stupidistan:

Teniendo en cuenta la mediocre, en el mejor de los casos, y en el peor, inexistente formación en ingeniería militar de los actores más influyentes de la administración de Biden, no se dieron cuenta de la diferencia entre empezar una guerra en Vietnam o Irak y empezar una guerra en el umbral de Rusia (…)”, ya que no se dieron cuenta de que “Rusia era una superpotencia militar con un complejo ISR (Inteligencia, Vigilancia y Reconocimiento) extremadamente avanzado”.

Martyanov data correctamente el dramático ‘descenso’ de EEUU “del pedestal de la autoproclamada hegemonía militar” con el sabotaje del acuerdo de Estambul de abril de 2022 -que estaba a punto de firmarse- cuando Boris Johnson, un licenciado en clásicas de Oxford y una figura payasesca con nulo dominio del arte militar, por no hablar de la ciencia, lo estropeó por orden del combo Biden.

Hacia lo hipersónico

Un momento culminante del libro es cuando Martyanov registra el desconcierto estadounidense ante los misiles supersónicos de gran alcance, como el Kh-32 y, especialmente, el hipersónico, Mach-10, Sr. Khinzal, ya que llevaba años advirtiendo en sus libros y en su blog que la Rusia hipersónica “inutilizaría cualquier defensa aérea de la OTAN en cualquier conflicto serio”.

Llegamos, por ejemplo, a 2018, cuando señaló que

el asombroso alcance de 2.000 kilómetros del Khinzal hace que los portadores de ese misil, los aviones MiG-31K y TU-22M3M, sean invulnerables a la única defensa que puede montar un Grupo de Combate de Portaaviones estadounidense, pilar principal del poder naval de EEUU.

A medida que se desarrollaba el OME, “Rusia aumentó drásticamente la producción en todo el espectro de su arsenal de misiles”: desde el RS-28 Sarmat, que transporta el estratégico hipersónico Avangard, hasta los “Iskander táctico-operativos, los P-800 Oniks, los hipersónicos 3M22 Zircons, los misiles de crucero 3M14(M) para barcos y submarinos”, y por supuesto el propio Sr. Khinzal.

Para el complejo ISR de la OTAN las cosas sólo pueden empeorar, porque ahora el Khinzal es transportado por cazabombarderos Su-34, “lo que dificulta mucho la labor de identificar cuáles son portadores del Khinzal y no deja tiempo para avisar”.

Un tema crucial del libro es la relación entre el Hegemón y la guerra:

EEUU no es sólo un ejército expedicionario, es también un ejército imperial que libra guerras imperiales de conquista y no aborda el concepto de defensa de una Madre -o Patria- en sus documentos estratégicos y operativos

La conclusión es tajante:

Así pues, no puede librar una verdadera guerra convencional combinada de escala contra un oponente igual o mejor que igual que lucha en defensa de su propio país.

En esta concisa explicación de la debacle de EEUU/OTAN en Novorossiya está implícito el poder desproporcionado del complejo industrial-militar estadounidense:

El ejército estadounidense no lucha en defensa de EEUU, sólo lucha por conquistas imperiales. Los soldados rusos luchan en defensa de su patria.

La supremacía militar convencional de EEUU: un farol

Martyanov detalla una vez más cómo ya está ocurriendo una verdadera revolución en asuntos militares. Desde hechos en el mar como el ominoso submarino Poseidón – ‘capaz no solo de devastar costas sino también de cazar cualquier grupo de batalla de portaaviones con impunidad’ – hasta la inmensa brecha en ‘capacidad de herramientas de destrucción’ entre Rusia y la OTAN, junto con ‘los conceptos operativos que dieron origen a estos sistemas de armas’.

Sobre el ineludible enfrentamiento entre Rusia y el Occidente combinado, liderado por EEUU, Martyanov da en el meollo de la cuestión.

Ya es global, y “se extiende a todos los dominios, desde el océano mundial hasta el espacio, y abarca no sólo las capacidades militares, sino también las económicas, financieras e industriales relacionadas”.

Y ése, crucialmente, era el marco operativo inicial de la OME. Sin embargo, ahora todo está evolucionando hacia una mezcla tóxica de operación antiterrorista y Guerra Caliente, potencialmente más letal que la Guerra Fría 2.0.

En este punto del libro, Martyanov va a por todas, afirmando que, a medida que se desarrollan los hechos, “la tan propagada supremacía militar convencional de EEUU no es más que un farol”.

El Hegemón no puede “luchar contra un adversario igual o mejor que igual y ganar tal lucha”. Aparte de un absoluto enloquecimiento entre los epígonos de Brzezinski, cabe imaginar la desesperación entre el puñado de neoconservadores equipados para comprender al menos una simple ecuación matemática.

El único ángulo auspicioso en toda esta confusión es la aparente falta de voluntad del Partido de la Guerra en EEUU para “entrar en una confrontación abierta con Rusia”.

Sin embargo, lo que queda es tan espantoso como una Guerra Caliente: la híbrida Guerra del Terror, como ilustra la luz verde a Kiev para atacar indiscriminadamente a civiles dentro de la Federación Rusa.

Cuando el libro llega a su fin, tendría que volver inevitablemente a la rusofobia:

El historial militar de Rusia es revelador: ha derrotado sistemáticamente a lo mejor que Occidente podía lanzarle cuando importaba.

Eso es una fuente de envidia mezclada con miedo. Además, Rusia sigue siendo cristiana ortodoxa, lo que no hace sino aumentar el odio sin paliativos que muestran las élites colectivas de Occidente.

Martyanov presenta una valiosa y concisa formulación: ‘Especialmente después de que Trotsky fuera exorcizado por Stalin’, Rusia terminó evolucionando hacia ‘una sociedad con valores principalmente conservadores’, derivados en gran medida del cristianismo ortodoxo, que de manera crucial forma parte de un ‘ethos histórico no cruzado’.

Pase lo que pase, la rusofobia sencillamente no se borrará de la visión del mundo de la ‘élite’ angloamericana:

Rusia en la forma de la Unión Soviética derrotó a la mejor fuerza militar de Occidente en la historia y el simple hecho de que Occidente se esfuerce por reescribir esta historia reivindicando la victoria como suya sin reconocer el mayor papel de la URSS revela no sólo una agenda ideológica y una erudición chapucera, sino un profundo trauma duradero.

El trauma persiste y ahora ha hecho metástasis en un Nuevo Ciclo de Demencia -ejemplificado por la actual Guerra del Terror y los planes de la OTAN de intentar realmente una remezcla de la Operación Barbarrossa para 2030, todo ello mientras la “humillación geopolítica de la OTAN sigue siendo un secreto sólo para los estratos menos sofisticados del público occidental”.

Es una forma diplomática de caracterizar el implacable lavado de cerebro y la imbecilización del Occidente colectivo postmodernista y postcristiano.

En los días del Imperio Romano, los latinos eran capaces de convertir algo en un desierto y declarar la victoria. La crónica de Martyanov sobre el destino del Imperio contemporáneo pone a Tácito patas arriba: antes de que puedan convertir todo en un desierto, un contrapoder les infligirá una derrota inexorable.

Publicado originalmente por Strategic Culture Foundation
Traducción: observatoriodetrabajadores

UN desierto de espejos: la última guerra del hegemón

Andrei Martyanov se ha labrado un lugar único y aureolado en lo que se refiere al pensamiento crítico profundo de todos los asuntos de la guerra y la paz.

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Andrei Martyanov se ha labrado un lugar único y aureolado en lo que se refiere al pensamiento crítico profundo de todos los asuntos relacionados con la guerra y la paz.

I-1 Andrei Martinov
Andrei Martyanov

En sus libros anteriores, en su blog Reminiscencia del Futuro y en innumerables podcasts, se ha convertido en la fuente a la que acudir cuando se trata del funcionamiento interno de la Operación Militar Especial (OME) en Ucrania, así como de La Gran Imagen de la guerra por poderes entre EEUU y sus secuaces colectivos de Occidente contra Rusia.

Naturalmente, cada nuevo libro de este encantador ser humano con un mordaz sentido del humor es algo que apreciar, y éste, La guerra final de Estados Unidos, el cuarto de una serie, debe considerarse el logro supremo de su análisis cuidadosamente detallado de una auténtica revolución en los asuntos militares que ha pasado completamente por alto a la “nación indispensable”.

De entrada, Martyanov aborda la rusofobia, y cómo esta abrumadora patología de todo Occidente “de una escala mucho mayor que las meras contradicciones geopolíticas entre naciones y estados” está “adquiriendo una dimensión metafísica, que surge de sus componentes raciales, religiosos y culturales”.

La rusofobia sólo se ha visto exacerbada por los desagradables hechos sobre el terreno relativos a la “Verdadera Revolución en los Asuntos Militares”: un verdadero “cambio de paradigma” en la guerra.

Ya en el prefacio, Martyanov esboza el estado de las cosas en estos momentos, o lo que yo he definido recientemente como una Guerra del Terror:

La economía y el ejército actuales de EEUU no podrán luchar convencionalmente contra Rusia; se enfrentaría a la derrota si lo intentara. Así pues, Estados Unidos y el Occidente combinado han recurrido al terrorismo.

Añade que, en relación con los enfrentamientos por poderes en curso, “la OTAN es incapaz de librar una verdadera guerra del siglo XXI”. E incluso la “superioridad en constelaciones de satélites que Estados Unidos superará en breve y la capacidad de la OTAN de volar impunemente en el espacio aéreo internacional sobre el Mar Negro cuentan poco en una guerra real, en la que la OTAN quedaría ciega y su Mando y Control desbaratados”.

“El mejor aparato de evaluación estratégica del mundo”

Martyanov hace un retroceso necesario a la situación previa a la OME (Operación Militar Especial), a finales de 2021, cuando las FAU (Fuerzas Armadas de Ucrania) se estaban concentrando en las fronteras de Donetsk y Lugansk: ‘En un último intento de evitar una confrontación militar con lo que en ese momento era la mejor fuerza proxy de EE.UU. (y Occidente) en la historia – entrenada y equipada con muchos elementos críticos de C4’ – Rusia presentó a EE.UU. el 15 de diciembre de 2021 lo que Martyanov describe como un ‘eufemismo diplomático para demandas‘ sobre Washington acerca de garantías de seguridad mutuas: esa fue la notoria propuesta de ‘indivisibilidad de la seguridad’ para Europa y el espacio post-soviético.»

Martyanov tiene razón al evaluar que no se trataba exactamente de algo innovador; era «una reiteración de los mismos puntos en los que Rusia había insistido desde la década de 1990».  El punto crucial era, por supuesto, la no expansión de la OTAN, aplicada específicamente a Ucrania“que desde 2013 se estaba convirtiendo de hecho en la base operativa avanzada de la OTAN”.

Ésa era la táctica diplomática de Putin para evitar la guerra. Al fin y al cabo, el estamento político-militar ruso había visto por dónde ladraban los perros de la guerra, y era capaz de preverlo

basándose en la magnífica inteligencia y en el que podría decirse que es el mejor aparato de evaluación estratégica del mundo: el Estado Mayor ruso, el Servicio de Inteligencia Exterior (SVR), el FSB y el Ministerio de Asuntos Exteriores.

Siguiendo adelante, lo que ahora se está desarrollando en el suelo negro de Novorossiya –la humillación impedida de la OTAN– no podría haberse entendido, ya que “los capitanes del Occidente combinado” son esencialmente uber-incompetentes: Las «instituciones académicas y analíticas occidentales» no sólo «no están diseñadas» para pensar estratégicamente en términos de equilibrio global de poder y asuntos de guerra y paz, sino que no tienen ni idea de «el arte del Estado como arte de gobierno y arte militar».

Avanzando en el camino, lo que ahora se está desarrollando en las tierras negras de Novorossiya – la inminente humillación de la OTAN – no podría haberse entendido ya que ‘los capitanes del Occidente combinado’ son esencialmente ultra-incompetentes:

‘Las instituciones académicas y analíticas occidentales’ no solo ‘no están diseñadas’ para pensar estratégicamente en términos de equilibrio global de poder y asuntos de guerra y paz, sino que también desconocen ‘el arte de gobernar como arte de gobierno y arte militar’.

Rusia, en cambio, aplicó una gobernanza creativa que “se manifestó como un arte”, no sólo al “prever y anticiparse” a los movimientos de la OTAN, “sino especialmente en la preparación militar y económica” para el choque, “incluso mediante el proceso de adaptación constante a las cambiantes condiciones externas e internas”.

Llamémoslo un arte militar homólogo a la intuición geoconómica de Deng Xiaoping de “cruzar el río palpando las piedras”.

Martyanov caracteriza la guerra por poderes en Ucrania como un espectacular Stupidistan:

Teniendo en cuenta la mediocre, en el mejor de los casos, y en el peor, inexistente formación en ingeniería militar de los actores más influyentes de la administración de Biden, no se dieron cuenta de la diferencia entre empezar una guerra en Vietnam o Irak y empezar una guerra en el umbral de Rusia (…)”, ya que no se dieron cuenta de que “Rusia era una superpotencia militar con un complejo ISR (Inteligencia, Vigilancia y Reconocimiento) extremadamente avanzado”.

Martyanov data correctamente el dramático ‘descenso’ de EEUU “del pedestal de la autoproclamada hegemonía militar” con el sabotaje del acuerdo de Estambul de abril de 2022 -que estaba a punto de firmarse- cuando Boris Johnson, un licenciado en clásicas de Oxford y una figura payasesca con nulo dominio del arte militar, por no hablar de la ciencia, lo estropeó por orden del combo Biden.

Hacia lo hipersónico

Un momento culminante del libro es cuando Martyanov registra el desconcierto estadounidense ante los misiles supersónicos de gran alcance, como el Kh-32 y, especialmente, el hipersónico, Mach-10, Sr. Khinzal, ya que llevaba años advirtiendo en sus libros y en su blog que la Rusia hipersónica “inutilizaría cualquier defensa aérea de la OTAN en cualquier conflicto serio”.

Llegamos, por ejemplo, a 2018, cuando señaló que

el asombroso alcance de 2.000 kilómetros del Khinzal hace que los portadores de ese misil, los aviones MiG-31K y TU-22M3M, sean invulnerables a la única defensa que puede montar un Grupo de Combate de Portaaviones estadounidense, pilar principal del poder naval de EEUU.

A medida que se desarrollaba el OME, “Rusia aumentó drásticamente la producción en todo el espectro de su arsenal de misiles”: desde el RS-28 Sarmat, que transporta el estratégico hipersónico Avangard, hasta los “Iskander táctico-operativos, los P-800 Oniks, los hipersónicos 3M22 Zircons, los misiles de crucero 3M14(M) para barcos y submarinos”, y por supuesto el propio Sr. Khinzal.

Para el complejo ISR de la OTAN las cosas sólo pueden empeorar, porque ahora el Khinzal es transportado por cazabombarderos Su-34, “lo que dificulta mucho la labor de identificar cuáles son portadores del Khinzal y no deja tiempo para avisar”.

Un tema crucial del libro es la relación entre el Hegemón y la guerra:

EEUU no es sólo un ejército expedicionario, es también un ejército imperial que libra guerras imperiales de conquista y no aborda el concepto de defensa de una Madre -o Patria- en sus documentos estratégicos y operativos

La conclusión es tajante:

Así pues, no puede librar una verdadera guerra convencional combinada de escala contra un oponente igual o mejor que igual que lucha en defensa de su propio país.

En esta concisa explicación de la debacle de EEUU/OTAN en Novorossiya está implícito el poder desproporcionado del complejo industrial-militar estadounidense:

El ejército estadounidense no lucha en defensa de EEUU, sólo lucha por conquistas imperiales. Los soldados rusos luchan en defensa de su patria.

La supremacía militar convencional de EEUU: un farol

Martyanov detalla una vez más cómo ya está ocurriendo una verdadera revolución en asuntos militares. Desde hechos en el mar como el ominoso submarino Poseidón – ‘capaz no solo de devastar costas sino también de cazar cualquier grupo de batalla de portaaviones con impunidad’ – hasta la inmensa brecha en ‘capacidad de herramientas de destrucción’ entre Rusia y la OTAN, junto con ‘los conceptos operativos que dieron origen a estos sistemas de armas’.

Sobre el ineludible enfrentamiento entre Rusia y el Occidente combinado, liderado por EEUU, Martyanov da en el meollo de la cuestión.

Ya es global, y “se extiende a todos los dominios, desde el océano mundial hasta el espacio, y abarca no sólo las capacidades militares, sino también las económicas, financieras e industriales relacionadas”.

Y ése, crucialmente, era el marco operativo inicial de la OME. Sin embargo, ahora todo está evolucionando hacia una mezcla tóxica de operación antiterrorista y Guerra Caliente, potencialmente más letal que la Guerra Fría 2.0.

En este punto del libro, Martyanov va a por todas, afirmando que, a medida que se desarrollan los hechos, “la tan propagada supremacía militar convencional de EEUU no es más que un farol”.

El Hegemón no puede “luchar contra un adversario igual o mejor que igual y ganar tal lucha”. Aparte de un absoluto enloquecimiento entre los epígonos de Brzezinski, cabe imaginar la desesperación entre el puñado de neoconservadores equipados para comprender al menos una simple ecuación matemática.

El único ángulo auspicioso en toda esta confusión es la aparente falta de voluntad del Partido de la Guerra en EEUU para “entrar en una confrontación abierta con Rusia”.

Sin embargo, lo que queda es tan espantoso como una Guerra Caliente: la híbrida Guerra del Terror, como ilustra la luz verde a Kiev para atacar indiscriminadamente a civiles dentro de la Federación Rusa.

Cuando el libro llega a su fin, tendría que volver inevitablemente a la rusofobia:

El historial militar de Rusia es revelador: ha derrotado sistemáticamente a lo mejor que Occidente podía lanzarle cuando importaba.

Eso es una fuente de envidia mezclada con miedo. Además, Rusia sigue siendo cristiana ortodoxa, lo que no hace sino aumentar el odio sin paliativos que muestran las élites colectivas de Occidente.

Martyanov presenta una valiosa y concisa formulación: ‘Especialmente después de que Trotsky fuera exorcizado por Stalin’, Rusia terminó evolucionando hacia ‘una sociedad con valores principalmente conservadores’, derivados en gran medida del cristianismo ortodoxo, que de manera crucial forma parte de un ‘ethos histórico no cruzado’.

Pase lo que pase, la rusofobia sencillamente no se borrará de la visión del mundo de la ‘élite’ angloamericana:

Rusia en la forma de la Unión Soviética derrotó a la mejor fuerza militar de Occidente en la historia y el simple hecho de que Occidente se esfuerce por reescribir esta historia reivindicando la victoria como suya sin reconocer el mayor papel de la URSS revela no sólo una agenda ideológica y una erudición chapucera, sino un profundo trauma duradero.

El trauma persiste y ahora ha hecho metástasis en un Nuevo Ciclo de Demencia -ejemplificado por la actual Guerra del Terror y los planes de la OTAN de intentar realmente una remezcla de la Operación Barbarrossa para 2030, todo ello mientras la “humillación geopolítica de la OTAN sigue siendo un secreto sólo para los estratos menos sofisticados del público occidental”.

Es una forma diplomática de caracterizar el implacable lavado de cerebro y la imbecilización del Occidente colectivo postmodernista y postcristiano.

En los días del Imperio Romano, los latinos eran capaces de convertir algo en un desierto y declarar la victoria. La crónica de Martyanov sobre el destino del Imperio contemporáneo pone a Tácito patas arriba: antes de que puedan convertir todo en un desierto, un contrapoder les infligirá una derrota inexorable.

Publicado originalmente por Strategic Culture Foundation
Traducción: observatoriodetrabajadores

Andrei Martyanov se ha labrado un lugar único y aureolado en lo que se refiere al pensamiento crítico profundo de todos los asuntos de la guerra y la paz.

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Andrei Martyanov se ha labrado un lugar único y aureolado en lo que se refiere al pensamiento crítico profundo de todos los asuntos relacionados con la guerra y la paz.

I-1 Andrei Martinov
Andrei Martyanov

En sus libros anteriores, en su blog Reminiscencia del Futuro y en innumerables podcasts, se ha convertido en la fuente a la que acudir cuando se trata del funcionamiento interno de la Operación Militar Especial (OME) en Ucrania, así como de La Gran Imagen de la guerra por poderes entre EEUU y sus secuaces colectivos de Occidente contra Rusia.

Naturalmente, cada nuevo libro de este encantador ser humano con un mordaz sentido del humor es algo que apreciar, y éste, La guerra final de Estados Unidos, el cuarto de una serie, debe considerarse el logro supremo de su análisis cuidadosamente detallado de una auténtica revolución en los asuntos militares que ha pasado completamente por alto a la “nación indispensable”.

De entrada, Martyanov aborda la rusofobia, y cómo esta abrumadora patología de todo Occidente “de una escala mucho mayor que las meras contradicciones geopolíticas entre naciones y estados” está “adquiriendo una dimensión metafísica, que surge de sus componentes raciales, religiosos y culturales”.

La rusofobia sólo se ha visto exacerbada por los desagradables hechos sobre el terreno relativos a la “Verdadera Revolución en los Asuntos Militares”: un verdadero “cambio de paradigma” en la guerra.

Ya en el prefacio, Martyanov esboza el estado de las cosas en estos momentos, o lo que yo he definido recientemente como una Guerra del Terror:

La economía y el ejército actuales de EEUU no podrán luchar convencionalmente contra Rusia; se enfrentaría a la derrota si lo intentara. Así pues, Estados Unidos y el Occidente combinado han recurrido al terrorismo.

Añade que, en relación con los enfrentamientos por poderes en curso, “la OTAN es incapaz de librar una verdadera guerra del siglo XXI”. E incluso la “superioridad en constelaciones de satélites que Estados Unidos superará en breve y la capacidad de la OTAN de volar impunemente en el espacio aéreo internacional sobre el Mar Negro cuentan poco en una guerra real, en la que la OTAN quedaría ciega y su Mando y Control desbaratados”.

“El mejor aparato de evaluación estratégica del mundo”

Martyanov hace un retroceso necesario a la situación previa a la OME (Operación Militar Especial), a finales de 2021, cuando las FAU (Fuerzas Armadas de Ucrania) se estaban concentrando en las fronteras de Donetsk y Lugansk: ‘En un último intento de evitar una confrontación militar con lo que en ese momento era la mejor fuerza proxy de EE.UU. (y Occidente) en la historia – entrenada y equipada con muchos elementos críticos de C4’ – Rusia presentó a EE.UU. el 15 de diciembre de 2021 lo que Martyanov describe como un ‘eufemismo diplomático para demandas‘ sobre Washington acerca de garantías de seguridad mutuas: esa fue la notoria propuesta de ‘indivisibilidad de la seguridad’ para Europa y el espacio post-soviético.»

Martyanov tiene razón al evaluar que no se trataba exactamente de algo innovador; era «una reiteración de los mismos puntos en los que Rusia había insistido desde la década de 1990».  El punto crucial era, por supuesto, la no expansión de la OTAN, aplicada específicamente a Ucrania“que desde 2013 se estaba convirtiendo de hecho en la base operativa avanzada de la OTAN”.

Ésa era la táctica diplomática de Putin para evitar la guerra. Al fin y al cabo, el estamento político-militar ruso había visto por dónde ladraban los perros de la guerra, y era capaz de preverlo

basándose en la magnífica inteligencia y en el que podría decirse que es el mejor aparato de evaluación estratégica del mundo: el Estado Mayor ruso, el Servicio de Inteligencia Exterior (SVR), el FSB y el Ministerio de Asuntos Exteriores.

Siguiendo adelante, lo que ahora se está desarrollando en el suelo negro de Novorossiya –la humillación impedida de la OTAN– no podría haberse entendido, ya que “los capitanes del Occidente combinado” son esencialmente uber-incompetentes: Las «instituciones académicas y analíticas occidentales» no sólo «no están diseñadas» para pensar estratégicamente en términos de equilibrio global de poder y asuntos de guerra y paz, sino que no tienen ni idea de «el arte del Estado como arte de gobierno y arte militar».

Avanzando en el camino, lo que ahora se está desarrollando en las tierras negras de Novorossiya – la inminente humillación de la OTAN – no podría haberse entendido ya que ‘los capitanes del Occidente combinado’ son esencialmente ultra-incompetentes:

‘Las instituciones académicas y analíticas occidentales’ no solo ‘no están diseñadas’ para pensar estratégicamente en términos de equilibrio global de poder y asuntos de guerra y paz, sino que también desconocen ‘el arte de gobernar como arte de gobierno y arte militar’.

Rusia, en cambio, aplicó una gobernanza creativa que “se manifestó como un arte”, no sólo al “prever y anticiparse” a los movimientos de la OTAN, “sino especialmente en la preparación militar y económica” para el choque, “incluso mediante el proceso de adaptación constante a las cambiantes condiciones externas e internas”.

Llamémoslo un arte militar homólogo a la intuición geoconómica de Deng Xiaoping de “cruzar el río palpando las piedras”.

Martyanov caracteriza la guerra por poderes en Ucrania como un espectacular Stupidistan:

Teniendo en cuenta la mediocre, en el mejor de los casos, y en el peor, inexistente formación en ingeniería militar de los actores más influyentes de la administración de Biden, no se dieron cuenta de la diferencia entre empezar una guerra en Vietnam o Irak y empezar una guerra en el umbral de Rusia (…)”, ya que no se dieron cuenta de que “Rusia era una superpotencia militar con un complejo ISR (Inteligencia, Vigilancia y Reconocimiento) extremadamente avanzado”.

Martyanov data correctamente el dramático ‘descenso’ de EEUU “del pedestal de la autoproclamada hegemonía militar” con el sabotaje del acuerdo de Estambul de abril de 2022 -que estaba a punto de firmarse- cuando Boris Johnson, un licenciado en clásicas de Oxford y una figura payasesca con nulo dominio del arte militar, por no hablar de la ciencia, lo estropeó por orden del combo Biden.

Hacia lo hipersónico

Un momento culminante del libro es cuando Martyanov registra el desconcierto estadounidense ante los misiles supersónicos de gran alcance, como el Kh-32 y, especialmente, el hipersónico, Mach-10, Sr. Khinzal, ya que llevaba años advirtiendo en sus libros y en su blog que la Rusia hipersónica “inutilizaría cualquier defensa aérea de la OTAN en cualquier conflicto serio”.

Llegamos, por ejemplo, a 2018, cuando señaló que

el asombroso alcance de 2.000 kilómetros del Khinzal hace que los portadores de ese misil, los aviones MiG-31K y TU-22M3M, sean invulnerables a la única defensa que puede montar un Grupo de Combate de Portaaviones estadounidense, pilar principal del poder naval de EEUU.

A medida que se desarrollaba el OME, “Rusia aumentó drásticamente la producción en todo el espectro de su arsenal de misiles”: desde el RS-28 Sarmat, que transporta el estratégico hipersónico Avangard, hasta los “Iskander táctico-operativos, los P-800 Oniks, los hipersónicos 3M22 Zircons, los misiles de crucero 3M14(M) para barcos y submarinos”, y por supuesto el propio Sr. Khinzal.

Para el complejo ISR de la OTAN las cosas sólo pueden empeorar, porque ahora el Khinzal es transportado por cazabombarderos Su-34, “lo que dificulta mucho la labor de identificar cuáles son portadores del Khinzal y no deja tiempo para avisar”.

Un tema crucial del libro es la relación entre el Hegemón y la guerra:

EEUU no es sólo un ejército expedicionario, es también un ejército imperial que libra guerras imperiales de conquista y no aborda el concepto de defensa de una Madre -o Patria- en sus documentos estratégicos y operativos

La conclusión es tajante:

Así pues, no puede librar una verdadera guerra convencional combinada de escala contra un oponente igual o mejor que igual que lucha en defensa de su propio país.

En esta concisa explicación de la debacle de EEUU/OTAN en Novorossiya está implícito el poder desproporcionado del complejo industrial-militar estadounidense:

El ejército estadounidense no lucha en defensa de EEUU, sólo lucha por conquistas imperiales. Los soldados rusos luchan en defensa de su patria.

La supremacía militar convencional de EEUU: un farol

Martyanov detalla una vez más cómo ya está ocurriendo una verdadera revolución en asuntos militares. Desde hechos en el mar como el ominoso submarino Poseidón – ‘capaz no solo de devastar costas sino también de cazar cualquier grupo de batalla de portaaviones con impunidad’ – hasta la inmensa brecha en ‘capacidad de herramientas de destrucción’ entre Rusia y la OTAN, junto con ‘los conceptos operativos que dieron origen a estos sistemas de armas’.

Sobre el ineludible enfrentamiento entre Rusia y el Occidente combinado, liderado por EEUU, Martyanov da en el meollo de la cuestión.

Ya es global, y “se extiende a todos los dominios, desde el océano mundial hasta el espacio, y abarca no sólo las capacidades militares, sino también las económicas, financieras e industriales relacionadas”.

Y ése, crucialmente, era el marco operativo inicial de la OME. Sin embargo, ahora todo está evolucionando hacia una mezcla tóxica de operación antiterrorista y Guerra Caliente, potencialmente más letal que la Guerra Fría 2.0.

En este punto del libro, Martyanov va a por todas, afirmando que, a medida que se desarrollan los hechos, “la tan propagada supremacía militar convencional de EEUU no es más que un farol”.

El Hegemón no puede “luchar contra un adversario igual o mejor que igual y ganar tal lucha”. Aparte de un absoluto enloquecimiento entre los epígonos de Brzezinski, cabe imaginar la desesperación entre el puñado de neoconservadores equipados para comprender al menos una simple ecuación matemática.

El único ángulo auspicioso en toda esta confusión es la aparente falta de voluntad del Partido de la Guerra en EEUU para “entrar en una confrontación abierta con Rusia”.

Sin embargo, lo que queda es tan espantoso como una Guerra Caliente: la híbrida Guerra del Terror, como ilustra la luz verde a Kiev para atacar indiscriminadamente a civiles dentro de la Federación Rusa.

Cuando el libro llega a su fin, tendría que volver inevitablemente a la rusofobia:

El historial militar de Rusia es revelador: ha derrotado sistemáticamente a lo mejor que Occidente podía lanzarle cuando importaba.

Eso es una fuente de envidia mezclada con miedo. Además, Rusia sigue siendo cristiana ortodoxa, lo que no hace sino aumentar el odio sin paliativos que muestran las élites colectivas de Occidente.

Martyanov presenta una valiosa y concisa formulación: ‘Especialmente después de que Trotsky fuera exorcizado por Stalin’, Rusia terminó evolucionando hacia ‘una sociedad con valores principalmente conservadores’, derivados en gran medida del cristianismo ortodoxo, que de manera crucial forma parte de un ‘ethos histórico no cruzado’.

Pase lo que pase, la rusofobia sencillamente no se borrará de la visión del mundo de la ‘élite’ angloamericana:

Rusia en la forma de la Unión Soviética derrotó a la mejor fuerza militar de Occidente en la historia y el simple hecho de que Occidente se esfuerce por reescribir esta historia reivindicando la victoria como suya sin reconocer el mayor papel de la URSS revela no sólo una agenda ideológica y una erudición chapucera, sino un profundo trauma duradero.

El trauma persiste y ahora ha hecho metástasis en un Nuevo Ciclo de Demencia -ejemplificado por la actual Guerra del Terror y los planes de la OTAN de intentar realmente una remezcla de la Operación Barbarrossa para 2030, todo ello mientras la “humillación geopolítica de la OTAN sigue siendo un secreto sólo para los estratos menos sofisticados del público occidental”.

Es una forma diplomática de caracterizar el implacable lavado de cerebro y la imbecilización del Occidente colectivo postmodernista y postcristiano.

En los días del Imperio Romano, los latinos eran capaces de convertir algo en un desierto y declarar la victoria. La crónica de Martyanov sobre el destino del Imperio contemporáneo pone a Tácito patas arriba: antes de que puedan convertir todo en un desierto, un contrapoder les infligirá una derrota inexorable.

Publicado originalmente por Strategic Culture Foundation
Traducción: observatoriodetrabajadores

The views of individual contributors do not necessarily represent those of the Strategic Culture Foundation.

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