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Jhosman Barbosa
July 28, 2024
© Photo: Public domain

Jhosman Barbosa se enfoca en esta última entrega en especular sobre el lugar y comportamiento de Latinoamérica en un escenario de guerra mundial.

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Escríbenos: info@strategic-culture.su

En la primera entrega, de mayo, delimité cómo entiendo a la geopolítica clásica, la hegemonía, lo civilizacional y lo militar. Dejando claro que considero ya se libra una tercera guerra mundial y lo que se analiza en adelante es el paulatino calentamiento hacia una guerra total. En la segunda entrega revisé ¿Cuáles serán las alianzas y los bloques? La tercera entrega abordaba el tema de la neutralidad. Ahora me enfocaré en esta última entrega en especular sobre el lugar y comportamiento de Latinoamérica en un escenario de guerra mundial.

El lugar de la subregión en las dos primeras guerras mundiales

Como señala Enzo Traverso, citando al pintor alemán Franz Marc, las dos guerras mundiales de la primera mitad del siglo XX, fueron en realidad una guerra civil europea, consideradas como la Segunda Guerra de los Treinta Años entre 1914 – 1945, dándose la primera entre 1618 y 1948. De tal suerte, se exhibe como un fenómeno ajeno a toda América Latina y el Caribe. Por lo que resulta clave reflexionar acerca de cómo la misma se vuelve parte de la historia universal, y cómo de manera rampante se convierte a todo el mundo en partícipe de ésta como guerra ‘global’. Lo que tiene relación directa con la forma en que se escribe la historia, por quién se escribe y con qué intereses. Es clave entonces abordar algunas cuestiones de contexto.

El periodo de 1914 a 1945 en la subregión,  puede ser visto como de arribo tardío y asimétrico a la modernidad, tal cual la plateó Occidente al mundo y a sus antiguas colonias o ‘Indias occidentales’. Arcaísmo derivado de la denominación inglesa West Indies. En autores como Octavio Iani o Antonio García, a nivel regional esto se aprecia como la prolongación de las estructuras arcaicas, atrasadas del siglo XIX sin el desarrollo de una masa proletaria a falta precisamente de industria; continuando, ahora bajo el liderazgo de los criollos en el poder tras las independencias, el suministro de materias primas propio de la época colonial, para pagar las deudas de las guerras de independencia o de las pugnas intra regionales y nacionales federalistas – centralistas. En tal sentido, la subregión continuó y acrecentó el grado de dependencia de Europa bajo la apariencia de la soberanía y la construcción de jóvenes repúblicas. Un tránsito abrupto del despotismo a la democracia.

Así, como una necesidad de ventaja de Europa frente a las antiguas colonias, se perpetuó la condición marginal, rural, paradisiaca y bucólica con la cual fue fundada América en el imaginario occidental. La perpetuación de la dupla civilización – barbarie. Por inercia del ímpetu de época, la segunda fase de la guerra, 1939 – 1945 tuvo un impacto en la industrialización de la región, debido a la imposibilidad de comercio por el control o asecho alemán en los océanos. El llamado ‘Milagro mexicano’ del periodo cardenista dio luz para que luego la CEPAL, particularmente durante la presidencia del argentino Raúl Prebich, fomentaran el modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones, ISI. Asimismo, fue la época dorada de las bancas de desarrollo en toda la subregión. Luego de este grueso esbozo, quedan preguntas: ¿qué ha tributado la subregión a las dos guerras? ¿qué cambia y continúa luego de las mismas, para la subregión? ¿Cuál es la diferencia hoy respecto a las dos guerras anteriores, más allá del escenario nuclear que constituye un cambio cualitativo para toda la humanidad?

Walther l. Bernecker, de la Universidad de Nuremberg, señala respecto a la segunda posguerra que los cambios políticos e ideológicos, que reflejan vaivenes desde la protesta hacia el autoritarismo y la represión, derivados todos de una sociedad con particular militancia obrera, no pueden interpretarse como ‘punto de partida hacia la modernidad’ en Latinoamérica. Si tal premisa la tomamos como cierta, las respuestas a las preguntas enunciadas afirman como dirección cumplida, la prolongación del suministro de materias primas y de tropas, en la segunda fase de esta Gran Guerra Europea, pues persistieron las condiciones estructurales de atraso y dependencia.

Además, en términos de la configuración de una arquitectura internacional, terminada la primera parte de esta Gran Guerra Europea en la realización del Tratado de Versalles, se da la Sociedad de las Naciones y en ésta puede apreciarse el débil concurso de los países de América Latina y el Caribe, en tanto miembros. Esto es significativo. El dominio naturalizado de los imperios coloniales dado en África y América, en mi concepto manifiesta la imposibilidad de ver a estas regiones como entidades soberanas, pares e iguales en un esquema de derechos y deberes internacionales entre Estados. Lo que implica un papel subsidiario de tales regiones a unas guerras, que nunca les pertenecieron.

Una diferencia, un cambio en la actualidad, retomando la idea citada de Bernecker, puede apreciarse en una relativa autonomía ganada por las regiones africana y latinoamericana, que, sin desmarcarse radicalmente de las dependencias tecnológicas de los centros de producción de alto valor agregado, han ido complementando su vocación primario-exportadora con insipientes formaciones industriales. Se puede apreciar al menos en tal aspecto, una paulatina inserción en la modernidad de corte occidental, paradójicamente en el momento en que la misma decae como paradigma. Los aportes que puede hacer la subregión a una nueva guerra total, ahora se potencian, también apalancados en las organizaciones y bloques regionales que han ido construyendo un diálogo entre naciones con diferente impronta ideológica.

Además, las experiencias militares que ha vivido la subregión desde la segunda mitad del siglo XX, a llevado a una significativa cooperación técnico – militar, lamentablemente con el propio subcontinente experimentando la guerra y las guerras de liberación nacional con base en grupos y experiencias guerrilleras. Esto también cabe para África, que deviene en cuerpos militares con alta experiencia, como el caso de Colombia, tras una guerra aún candente de más de setenta años. La composición militar de la región se ve receptora de las altas tecnologías, china, rusa, estadounidense, europea y surcoreana, particularmente, lo que suma elementos cualitativos y cuantitativos para un escenario de guerra total.

Subirse a la modernidad, sin ser moderno y las modas ideológicas

Lo Woke y el progresismo como desdibujamiento de las líneas doctrinales de la izquierda, se dan a consecuencia de un signo, un lastre de la subregión: la carencia de autenticidad ideológica desde su génesis en lo que Wallerstein denominó el sistema-mundo, emergido tras el encuentro de Europa con América desde finales del siglo XVI. Pierre Chaunú, señalaba que América Latina, particularmente, siempre ha saltado de un vanguardismo a otro desde dicho siglo. Así, pasó de comprender el mundo desde sus propios códigos y lenguajes a un mundo impuesto, renombrado y viéndose a la vez obligada a asimilar de manera abrupta el cambio de una lógica del trabajo y la producción, desde un capitalismo mercantil dependiente. La migración de las ideas maduradas al son de un proceso histórico singular desde Europa, como las relacionadas con la lucha de clases y la democracia, entre otras, obligaron a las sociedades mestizas ponerse al día en los debates de época desde el siglo XIX. Sin originalidad ideológica, ha sucedido un accidentado reinventarse en consonancia con las formas y modos de producción y desarrollo que implica la subordinación a la imposición de la cultura y las identidades no dominantes -pueblos y civilizaciones indoamericanas- y coexistentes dentro del capitalismo.

En tal sentido, el proceso de formación y consolidación de las soberanías y los estados en la subregión, expresan una suma de singularidades – como señalaba René Zabaleta– que no ha logrado articularse en las alianzas, bloques regionales y organizaciones, luego de la Organización de Estados Americanos, OEA hasta inicio del siglo, luego de la Guerra Fría. Emergiendo la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, La Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR y La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos ALBA-TCP, como espacios de comunión con diversos tintes ideológicos separado de la batuta estadounidense, OEA y Banco Interamericano de Desarrollo, BID.

Ser moderno, ser desarrollado, industrializado, soberano y visibilizado como una unidad identitaria en el concurso de las culturas globales ha sido siempre una tarea inalcanzable. Las organizaciones señaladas en el párrafo anterior constituyen el punto de inflexión de tal situación y la actual tendencia hacia un mundo multipolar y policéntrico se exhibe como la esperanza de consolidación de una originalidad regional, superior a cuestiones de etnia, clase, religión y género. En ese orden de ideas es necesaria reescritura de los derechos universales.

¿Qué hará entonces América Latina y el Caribe en el hipotético desarrollo de una guerra total? Evidentemente no soy un decisor, una parte de orden activo dentro de este proceso. Y tampoco me referiré al respecto en términos de qué haría yo. Según lo que esbozo como elementos contextuales, esto considero como posibilidades:

  1. Son claves las acciones y el fortalecimiento de redes generado por las presidencias pro tempore de la CELAC (más UNASUR – ALBA – TCP) y que ligadas a la fuerza del bloque BRICS+ (Banco BRICS, Banco Asiático de Inversión en Infraestructura BAII), opten por tomar partido en una guerra total en favor del llamado ‘Sur Global’, que articula la nueva arquitectura internacional, a contrapelo del G7, Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, BID -paquete supra nacional de Breton Wood- y las extensiones armadas gansteriles que de éstas devienen: OTAN, AUKUS, Comando Sur.
  2. Dentro de la tensión intra regional dada entre progresismo – neoliberalismo, que se articula a la falsa dicotomía entre globalistas-ultraderechistas vs nacionalistas-ultraizquierdistas dada a nivel global, la subregión, sus élites, empresarios, sociedad en general, debe aprender las lecciones de la desunión del pasado que conlleva a su instrumentalización. La formación de doctrinas de política exterior que privilegien, ante los bandos implicados directamente, una postura soberana más allá de tendencias ideológicas debe ser una de las acciones en ciernes y a consolidarse en la posguerra, de haberla, e indiferente a la misma llevarse a cabo en aras de una posición fuerte en la multipolaridad y poli centrismo naciente.
  3. De vincularse, como proveedora de mano de obra y commodities, tal cual sucedería por ser el plus que puede ofrecer a la guerra, le vendría bien negociar en consonancia con una formación de soberanía, tal cual se dijo, una transferencia de tecnología e inversión de gran envergadura. Marcando así beneficios para la sociedad y la posibilidad de adquirir conocimientos para industrias con alto valor agregado, lo que devendría en una afirmación de la soberanía científica, educativa, económica, productiva y comercial.
  4. Si una guerra total estalla, lo que a veces se nota dudoso, afortunadamente, en el marco de los comentarios ambivalentes dados desde Ucrania, la Unión Europea, Estados Unidos que se encuentra en plena campaña electoral y los logros reales en el campo de batalla y la economía de la Federación de Rusia, América Latina y el Caribe se sumarán a la guerra como convidados de piedra y víctimas potenciales a ser castigadas por sus adscripciones sin poder real de negociación y de acción. Esto implica una inevitable instrumentalización de las partes implicadas, en las que Rusia, China y Estados unidos, que compiten en el continente, proporcionarán respaldos, cobertura intercambiados por minerales y tierras. Toda guerra cuesta. Es realismo y neorrealismo. Ucrania está vendida a BlackRock y otras corporaciones judías que controlan varios hilos de poder en el mundo y al propio país estadounidense.

No sé si para bien o para mal, no haber desarrollado una capacidad de disuasión nuclear, al igual que África, la confina a un papel, por tercera vez, de naciones en condición de minoría de edad, en términos kantianos. Evidentemente no es mejor éticamente un país con armas nucleares que otro que no las posea, pero estas observaciones se dan desde una percepción realista de las capacidades regionales y las relaciones internacionales.

Escenarios de la guerra total ¿Cómo se comportará América Latina y el Caribe?

Jhosman Barbosa se enfoca en esta última entrega en especular sobre el lugar y comportamiento de Latinoamérica en un escenario de guerra mundial.

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Escríbenos: info@strategic-culture.su

En la primera entrega, de mayo, delimité cómo entiendo a la geopolítica clásica, la hegemonía, lo civilizacional y lo militar. Dejando claro que considero ya se libra una tercera guerra mundial y lo que se analiza en adelante es el paulatino calentamiento hacia una guerra total. En la segunda entrega revisé ¿Cuáles serán las alianzas y los bloques? La tercera entrega abordaba el tema de la neutralidad. Ahora me enfocaré en esta última entrega en especular sobre el lugar y comportamiento de Latinoamérica en un escenario de guerra mundial.

El lugar de la subregión en las dos primeras guerras mundiales

Como señala Enzo Traverso, citando al pintor alemán Franz Marc, las dos guerras mundiales de la primera mitad del siglo XX, fueron en realidad una guerra civil europea, consideradas como la Segunda Guerra de los Treinta Años entre 1914 – 1945, dándose la primera entre 1618 y 1948. De tal suerte, se exhibe como un fenómeno ajeno a toda América Latina y el Caribe. Por lo que resulta clave reflexionar acerca de cómo la misma se vuelve parte de la historia universal, y cómo de manera rampante se convierte a todo el mundo en partícipe de ésta como guerra ‘global’. Lo que tiene relación directa con la forma en que se escribe la historia, por quién se escribe y con qué intereses. Es clave entonces abordar algunas cuestiones de contexto.

El periodo de 1914 a 1945 en la subregión,  puede ser visto como de arribo tardío y asimétrico a la modernidad, tal cual la plateó Occidente al mundo y a sus antiguas colonias o ‘Indias occidentales’. Arcaísmo derivado de la denominación inglesa West Indies. En autores como Octavio Iani o Antonio García, a nivel regional esto se aprecia como la prolongación de las estructuras arcaicas, atrasadas del siglo XIX sin el desarrollo de una masa proletaria a falta precisamente de industria; continuando, ahora bajo el liderazgo de los criollos en el poder tras las independencias, el suministro de materias primas propio de la época colonial, para pagar las deudas de las guerras de independencia o de las pugnas intra regionales y nacionales federalistas – centralistas. En tal sentido, la subregión continuó y acrecentó el grado de dependencia de Europa bajo la apariencia de la soberanía y la construcción de jóvenes repúblicas. Un tránsito abrupto del despotismo a la democracia.

Así, como una necesidad de ventaja de Europa frente a las antiguas colonias, se perpetuó la condición marginal, rural, paradisiaca y bucólica con la cual fue fundada América en el imaginario occidental. La perpetuación de la dupla civilización – barbarie. Por inercia del ímpetu de época, la segunda fase de la guerra, 1939 – 1945 tuvo un impacto en la industrialización de la región, debido a la imposibilidad de comercio por el control o asecho alemán en los océanos. El llamado ‘Milagro mexicano’ del periodo cardenista dio luz para que luego la CEPAL, particularmente durante la presidencia del argentino Raúl Prebich, fomentaran el modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones, ISI. Asimismo, fue la época dorada de las bancas de desarrollo en toda la subregión. Luego de este grueso esbozo, quedan preguntas: ¿qué ha tributado la subregión a las dos guerras? ¿qué cambia y continúa luego de las mismas, para la subregión? ¿Cuál es la diferencia hoy respecto a las dos guerras anteriores, más allá del escenario nuclear que constituye un cambio cualitativo para toda la humanidad?

Walther l. Bernecker, de la Universidad de Nuremberg, señala respecto a la segunda posguerra que los cambios políticos e ideológicos, que reflejan vaivenes desde la protesta hacia el autoritarismo y la represión, derivados todos de una sociedad con particular militancia obrera, no pueden interpretarse como ‘punto de partida hacia la modernidad’ en Latinoamérica. Si tal premisa la tomamos como cierta, las respuestas a las preguntas enunciadas afirman como dirección cumplida, la prolongación del suministro de materias primas y de tropas, en la segunda fase de esta Gran Guerra Europea, pues persistieron las condiciones estructurales de atraso y dependencia.

Además, en términos de la configuración de una arquitectura internacional, terminada la primera parte de esta Gran Guerra Europea en la realización del Tratado de Versalles, se da la Sociedad de las Naciones y en ésta puede apreciarse el débil concurso de los países de América Latina y el Caribe, en tanto miembros. Esto es significativo. El dominio naturalizado de los imperios coloniales dado en África y América, en mi concepto manifiesta la imposibilidad de ver a estas regiones como entidades soberanas, pares e iguales en un esquema de derechos y deberes internacionales entre Estados. Lo que implica un papel subsidiario de tales regiones a unas guerras, que nunca les pertenecieron.

Una diferencia, un cambio en la actualidad, retomando la idea citada de Bernecker, puede apreciarse en una relativa autonomía ganada por las regiones africana y latinoamericana, que, sin desmarcarse radicalmente de las dependencias tecnológicas de los centros de producción de alto valor agregado, han ido complementando su vocación primario-exportadora con insipientes formaciones industriales. Se puede apreciar al menos en tal aspecto, una paulatina inserción en la modernidad de corte occidental, paradójicamente en el momento en que la misma decae como paradigma. Los aportes que puede hacer la subregión a una nueva guerra total, ahora se potencian, también apalancados en las organizaciones y bloques regionales que han ido construyendo un diálogo entre naciones con diferente impronta ideológica.

Además, las experiencias militares que ha vivido la subregión desde la segunda mitad del siglo XX, a llevado a una significativa cooperación técnico – militar, lamentablemente con el propio subcontinente experimentando la guerra y las guerras de liberación nacional con base en grupos y experiencias guerrilleras. Esto también cabe para África, que deviene en cuerpos militares con alta experiencia, como el caso de Colombia, tras una guerra aún candente de más de setenta años. La composición militar de la región se ve receptora de las altas tecnologías, china, rusa, estadounidense, europea y surcoreana, particularmente, lo que suma elementos cualitativos y cuantitativos para un escenario de guerra total.

Subirse a la modernidad, sin ser moderno y las modas ideológicas

Lo Woke y el progresismo como desdibujamiento de las líneas doctrinales de la izquierda, se dan a consecuencia de un signo, un lastre de la subregión: la carencia de autenticidad ideológica desde su génesis en lo que Wallerstein denominó el sistema-mundo, emergido tras el encuentro de Europa con América desde finales del siglo XVI. Pierre Chaunú, señalaba que América Latina, particularmente, siempre ha saltado de un vanguardismo a otro desde dicho siglo. Así, pasó de comprender el mundo desde sus propios códigos y lenguajes a un mundo impuesto, renombrado y viéndose a la vez obligada a asimilar de manera abrupta el cambio de una lógica del trabajo y la producción, desde un capitalismo mercantil dependiente. La migración de las ideas maduradas al son de un proceso histórico singular desde Europa, como las relacionadas con la lucha de clases y la democracia, entre otras, obligaron a las sociedades mestizas ponerse al día en los debates de época desde el siglo XIX. Sin originalidad ideológica, ha sucedido un accidentado reinventarse en consonancia con las formas y modos de producción y desarrollo que implica la subordinación a la imposición de la cultura y las identidades no dominantes -pueblos y civilizaciones indoamericanas- y coexistentes dentro del capitalismo.

En tal sentido, el proceso de formación y consolidación de las soberanías y los estados en la subregión, expresan una suma de singularidades – como señalaba René Zabaleta– que no ha logrado articularse en las alianzas, bloques regionales y organizaciones, luego de la Organización de Estados Americanos, OEA hasta inicio del siglo, luego de la Guerra Fría. Emergiendo la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, La Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR y La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos ALBA-TCP, como espacios de comunión con diversos tintes ideológicos separado de la batuta estadounidense, OEA y Banco Interamericano de Desarrollo, BID.

Ser moderno, ser desarrollado, industrializado, soberano y visibilizado como una unidad identitaria en el concurso de las culturas globales ha sido siempre una tarea inalcanzable. Las organizaciones señaladas en el párrafo anterior constituyen el punto de inflexión de tal situación y la actual tendencia hacia un mundo multipolar y policéntrico se exhibe como la esperanza de consolidación de una originalidad regional, superior a cuestiones de etnia, clase, religión y género. En ese orden de ideas es necesaria reescritura de los derechos universales.

¿Qué hará entonces América Latina y el Caribe en el hipotético desarrollo de una guerra total? Evidentemente no soy un decisor, una parte de orden activo dentro de este proceso. Y tampoco me referiré al respecto en términos de qué haría yo. Según lo que esbozo como elementos contextuales, esto considero como posibilidades:

  1. Son claves las acciones y el fortalecimiento de redes generado por las presidencias pro tempore de la CELAC (más UNASUR – ALBA – TCP) y que ligadas a la fuerza del bloque BRICS+ (Banco BRICS, Banco Asiático de Inversión en Infraestructura BAII), opten por tomar partido en una guerra total en favor del llamado ‘Sur Global’, que articula la nueva arquitectura internacional, a contrapelo del G7, Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, BID -paquete supra nacional de Breton Wood- y las extensiones armadas gansteriles que de éstas devienen: OTAN, AUKUS, Comando Sur.
  2. Dentro de la tensión intra regional dada entre progresismo – neoliberalismo, que se articula a la falsa dicotomía entre globalistas-ultraderechistas vs nacionalistas-ultraizquierdistas dada a nivel global, la subregión, sus élites, empresarios, sociedad en general, debe aprender las lecciones de la desunión del pasado que conlleva a su instrumentalización. La formación de doctrinas de política exterior que privilegien, ante los bandos implicados directamente, una postura soberana más allá de tendencias ideológicas debe ser una de las acciones en ciernes y a consolidarse en la posguerra, de haberla, e indiferente a la misma llevarse a cabo en aras de una posición fuerte en la multipolaridad y poli centrismo naciente.
  3. De vincularse, como proveedora de mano de obra y commodities, tal cual sucedería por ser el plus que puede ofrecer a la guerra, le vendría bien negociar en consonancia con una formación de soberanía, tal cual se dijo, una transferencia de tecnología e inversión de gran envergadura. Marcando así beneficios para la sociedad y la posibilidad de adquirir conocimientos para industrias con alto valor agregado, lo que devendría en una afirmación de la soberanía científica, educativa, económica, productiva y comercial.
  4. Si una guerra total estalla, lo que a veces se nota dudoso, afortunadamente, en el marco de los comentarios ambivalentes dados desde Ucrania, la Unión Europea, Estados Unidos que se encuentra en plena campaña electoral y los logros reales en el campo de batalla y la economía de la Federación de Rusia, América Latina y el Caribe se sumarán a la guerra como convidados de piedra y víctimas potenciales a ser castigadas por sus adscripciones sin poder real de negociación y de acción. Esto implica una inevitable instrumentalización de las partes implicadas, en las que Rusia, China y Estados unidos, que compiten en el continente, proporcionarán respaldos, cobertura intercambiados por minerales y tierras. Toda guerra cuesta. Es realismo y neorrealismo. Ucrania está vendida a BlackRock y otras corporaciones judías que controlan varios hilos de poder en el mundo y al propio país estadounidense.

No sé si para bien o para mal, no haber desarrollado una capacidad de disuasión nuclear, al igual que África, la confina a un papel, por tercera vez, de naciones en condición de minoría de edad, en términos kantianos. Evidentemente no es mejor éticamente un país con armas nucleares que otro que no las posea, pero estas observaciones se dan desde una percepción realista de las capacidades regionales y las relaciones internacionales.

Jhosman Barbosa se enfoca en esta última entrega en especular sobre el lugar y comportamiento de Latinoamérica en un escenario de guerra mundial.

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Escríbenos: info@strategic-culture.su

En la primera entrega, de mayo, delimité cómo entiendo a la geopolítica clásica, la hegemonía, lo civilizacional y lo militar. Dejando claro que considero ya se libra una tercera guerra mundial y lo que se analiza en adelante es el paulatino calentamiento hacia una guerra total. En la segunda entrega revisé ¿Cuáles serán las alianzas y los bloques? La tercera entrega abordaba el tema de la neutralidad. Ahora me enfocaré en esta última entrega en especular sobre el lugar y comportamiento de Latinoamérica en un escenario de guerra mundial.

El lugar de la subregión en las dos primeras guerras mundiales

Como señala Enzo Traverso, citando al pintor alemán Franz Marc, las dos guerras mundiales de la primera mitad del siglo XX, fueron en realidad una guerra civil europea, consideradas como la Segunda Guerra de los Treinta Años entre 1914 – 1945, dándose la primera entre 1618 y 1948. De tal suerte, se exhibe como un fenómeno ajeno a toda América Latina y el Caribe. Por lo que resulta clave reflexionar acerca de cómo la misma se vuelve parte de la historia universal, y cómo de manera rampante se convierte a todo el mundo en partícipe de ésta como guerra ‘global’. Lo que tiene relación directa con la forma en que se escribe la historia, por quién se escribe y con qué intereses. Es clave entonces abordar algunas cuestiones de contexto.

El periodo de 1914 a 1945 en la subregión,  puede ser visto como de arribo tardío y asimétrico a la modernidad, tal cual la plateó Occidente al mundo y a sus antiguas colonias o ‘Indias occidentales’. Arcaísmo derivado de la denominación inglesa West Indies. En autores como Octavio Iani o Antonio García, a nivel regional esto se aprecia como la prolongación de las estructuras arcaicas, atrasadas del siglo XIX sin el desarrollo de una masa proletaria a falta precisamente de industria; continuando, ahora bajo el liderazgo de los criollos en el poder tras las independencias, el suministro de materias primas propio de la época colonial, para pagar las deudas de las guerras de independencia o de las pugnas intra regionales y nacionales federalistas – centralistas. En tal sentido, la subregión continuó y acrecentó el grado de dependencia de Europa bajo la apariencia de la soberanía y la construcción de jóvenes repúblicas. Un tránsito abrupto del despotismo a la democracia.

Así, como una necesidad de ventaja de Europa frente a las antiguas colonias, se perpetuó la condición marginal, rural, paradisiaca y bucólica con la cual fue fundada América en el imaginario occidental. La perpetuación de la dupla civilización – barbarie. Por inercia del ímpetu de época, la segunda fase de la guerra, 1939 – 1945 tuvo un impacto en la industrialización de la región, debido a la imposibilidad de comercio por el control o asecho alemán en los océanos. El llamado ‘Milagro mexicano’ del periodo cardenista dio luz para que luego la CEPAL, particularmente durante la presidencia del argentino Raúl Prebich, fomentaran el modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones, ISI. Asimismo, fue la época dorada de las bancas de desarrollo en toda la subregión. Luego de este grueso esbozo, quedan preguntas: ¿qué ha tributado la subregión a las dos guerras? ¿qué cambia y continúa luego de las mismas, para la subregión? ¿Cuál es la diferencia hoy respecto a las dos guerras anteriores, más allá del escenario nuclear que constituye un cambio cualitativo para toda la humanidad?

Walther l. Bernecker, de la Universidad de Nuremberg, señala respecto a la segunda posguerra que los cambios políticos e ideológicos, que reflejan vaivenes desde la protesta hacia el autoritarismo y la represión, derivados todos de una sociedad con particular militancia obrera, no pueden interpretarse como ‘punto de partida hacia la modernidad’ en Latinoamérica. Si tal premisa la tomamos como cierta, las respuestas a las preguntas enunciadas afirman como dirección cumplida, la prolongación del suministro de materias primas y de tropas, en la segunda fase de esta Gran Guerra Europea, pues persistieron las condiciones estructurales de atraso y dependencia.

Además, en términos de la configuración de una arquitectura internacional, terminada la primera parte de esta Gran Guerra Europea en la realización del Tratado de Versalles, se da la Sociedad de las Naciones y en ésta puede apreciarse el débil concurso de los países de América Latina y el Caribe, en tanto miembros. Esto es significativo. El dominio naturalizado de los imperios coloniales dado en África y América, en mi concepto manifiesta la imposibilidad de ver a estas regiones como entidades soberanas, pares e iguales en un esquema de derechos y deberes internacionales entre Estados. Lo que implica un papel subsidiario de tales regiones a unas guerras, que nunca les pertenecieron.

Una diferencia, un cambio en la actualidad, retomando la idea citada de Bernecker, puede apreciarse en una relativa autonomía ganada por las regiones africana y latinoamericana, que, sin desmarcarse radicalmente de las dependencias tecnológicas de los centros de producción de alto valor agregado, han ido complementando su vocación primario-exportadora con insipientes formaciones industriales. Se puede apreciar al menos en tal aspecto, una paulatina inserción en la modernidad de corte occidental, paradójicamente en el momento en que la misma decae como paradigma. Los aportes que puede hacer la subregión a una nueva guerra total, ahora se potencian, también apalancados en las organizaciones y bloques regionales que han ido construyendo un diálogo entre naciones con diferente impronta ideológica.

Además, las experiencias militares que ha vivido la subregión desde la segunda mitad del siglo XX, a llevado a una significativa cooperación técnico – militar, lamentablemente con el propio subcontinente experimentando la guerra y las guerras de liberación nacional con base en grupos y experiencias guerrilleras. Esto también cabe para África, que deviene en cuerpos militares con alta experiencia, como el caso de Colombia, tras una guerra aún candente de más de setenta años. La composición militar de la región se ve receptora de las altas tecnologías, china, rusa, estadounidense, europea y surcoreana, particularmente, lo que suma elementos cualitativos y cuantitativos para un escenario de guerra total.

Subirse a la modernidad, sin ser moderno y las modas ideológicas

Lo Woke y el progresismo como desdibujamiento de las líneas doctrinales de la izquierda, se dan a consecuencia de un signo, un lastre de la subregión: la carencia de autenticidad ideológica desde su génesis en lo que Wallerstein denominó el sistema-mundo, emergido tras el encuentro de Europa con América desde finales del siglo XVI. Pierre Chaunú, señalaba que América Latina, particularmente, siempre ha saltado de un vanguardismo a otro desde dicho siglo. Así, pasó de comprender el mundo desde sus propios códigos y lenguajes a un mundo impuesto, renombrado y viéndose a la vez obligada a asimilar de manera abrupta el cambio de una lógica del trabajo y la producción, desde un capitalismo mercantil dependiente. La migración de las ideas maduradas al son de un proceso histórico singular desde Europa, como las relacionadas con la lucha de clases y la democracia, entre otras, obligaron a las sociedades mestizas ponerse al día en los debates de época desde el siglo XIX. Sin originalidad ideológica, ha sucedido un accidentado reinventarse en consonancia con las formas y modos de producción y desarrollo que implica la subordinación a la imposición de la cultura y las identidades no dominantes -pueblos y civilizaciones indoamericanas- y coexistentes dentro del capitalismo.

En tal sentido, el proceso de formación y consolidación de las soberanías y los estados en la subregión, expresan una suma de singularidades – como señalaba René Zabaleta– que no ha logrado articularse en las alianzas, bloques regionales y organizaciones, luego de la Organización de Estados Americanos, OEA hasta inicio del siglo, luego de la Guerra Fría. Emergiendo la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, La Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR y La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos ALBA-TCP, como espacios de comunión con diversos tintes ideológicos separado de la batuta estadounidense, OEA y Banco Interamericano de Desarrollo, BID.

Ser moderno, ser desarrollado, industrializado, soberano y visibilizado como una unidad identitaria en el concurso de las culturas globales ha sido siempre una tarea inalcanzable. Las organizaciones señaladas en el párrafo anterior constituyen el punto de inflexión de tal situación y la actual tendencia hacia un mundo multipolar y policéntrico se exhibe como la esperanza de consolidación de una originalidad regional, superior a cuestiones de etnia, clase, religión y género. En ese orden de ideas es necesaria reescritura de los derechos universales.

¿Qué hará entonces América Latina y el Caribe en el hipotético desarrollo de una guerra total? Evidentemente no soy un decisor, una parte de orden activo dentro de este proceso. Y tampoco me referiré al respecto en términos de qué haría yo. Según lo que esbozo como elementos contextuales, esto considero como posibilidades:

  1. Son claves las acciones y el fortalecimiento de redes generado por las presidencias pro tempore de la CELAC (más UNASUR – ALBA – TCP) y que ligadas a la fuerza del bloque BRICS+ (Banco BRICS, Banco Asiático de Inversión en Infraestructura BAII), opten por tomar partido en una guerra total en favor del llamado ‘Sur Global’, que articula la nueva arquitectura internacional, a contrapelo del G7, Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, BID -paquete supra nacional de Breton Wood- y las extensiones armadas gansteriles que de éstas devienen: OTAN, AUKUS, Comando Sur.
  2. Dentro de la tensión intra regional dada entre progresismo – neoliberalismo, que se articula a la falsa dicotomía entre globalistas-ultraderechistas vs nacionalistas-ultraizquierdistas dada a nivel global, la subregión, sus élites, empresarios, sociedad en general, debe aprender las lecciones de la desunión del pasado que conlleva a su instrumentalización. La formación de doctrinas de política exterior que privilegien, ante los bandos implicados directamente, una postura soberana más allá de tendencias ideológicas debe ser una de las acciones en ciernes y a consolidarse en la posguerra, de haberla, e indiferente a la misma llevarse a cabo en aras de una posición fuerte en la multipolaridad y poli centrismo naciente.
  3. De vincularse, como proveedora de mano de obra y commodities, tal cual sucedería por ser el plus que puede ofrecer a la guerra, le vendría bien negociar en consonancia con una formación de soberanía, tal cual se dijo, una transferencia de tecnología e inversión de gran envergadura. Marcando así beneficios para la sociedad y la posibilidad de adquirir conocimientos para industrias con alto valor agregado, lo que devendría en una afirmación de la soberanía científica, educativa, económica, productiva y comercial.
  4. Si una guerra total estalla, lo que a veces se nota dudoso, afortunadamente, en el marco de los comentarios ambivalentes dados desde Ucrania, la Unión Europea, Estados Unidos que se encuentra en plena campaña electoral y los logros reales en el campo de batalla y la economía de la Federación de Rusia, América Latina y el Caribe se sumarán a la guerra como convidados de piedra y víctimas potenciales a ser castigadas por sus adscripciones sin poder real de negociación y de acción. Esto implica una inevitable instrumentalización de las partes implicadas, en las que Rusia, China y Estados unidos, que compiten en el continente, proporcionarán respaldos, cobertura intercambiados por minerales y tierras. Toda guerra cuesta. Es realismo y neorrealismo. Ucrania está vendida a BlackRock y otras corporaciones judías que controlan varios hilos de poder en el mundo y al propio país estadounidense.

No sé si para bien o para mal, no haber desarrollado una capacidad de disuasión nuclear, al igual que África, la confina a un papel, por tercera vez, de naciones en condición de minoría de edad, en términos kantianos. Evidentemente no es mejor éticamente un país con armas nucleares que otro que no las posea, pero estas observaciones se dan desde una percepción realista de las capacidades regionales y las relaciones internacionales.

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