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Alastair Crooke
March 15, 2024
© Photo: Public domain

La falta de atención a la realidad no es una cuestión electoralmente «accesoria» y molesta que necesite una mejor gestión de las relaciones públicas por parte del equipo de campaña.

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Escríbenos: info@strategic-culture.su

Alon Pinkas, ex alto diplomático israelí, bien enchufado en Washington, nos dice que una Casa Blanca frustrada por fin «ha tenido bastante». La ruptura con Netanyahu es total: El primer ministro no se comporta como debería hacerlo «un aliado de Estados Unidos»; critica duramente la política de Biden en Oriente Próximo, y ahora Estados Unidos ha comprendido este hecho.

Biden no puede permitirse que más efectos de Israel pongan en peligro su campaña electoral, por lo que -como deja claro su Discurso sobre el Estado de la Unión- redoblará la apuesta por marcos políticos erróneos tanto para Israel como para Ucrania.

Entonces, ¿qué pretende hacer Biden ante el acto de desafío de Netanyahu contra el «santo grial» de las recomendaciones políticas de Estados Unidos? Pues bien, invitó a Washington a Benny Gantz, miembro del Gabinete de Guerra israelí, y lo envolvió en una agenda «reservada a un primer ministro, o a alguien que creen que será, o debería ser, primer ministro». Al parecer, los funcionarios pensaron que, al iniciar una visita al margen de los protocolos diplomáticos habituales, podrían «haber desencadenado una dinámica que podría conducir a unas elecciones en Israel», señala Pinkas, dando lugar a un liderazgo más proclive a las ideas estadounidenses.

Se pretendía claramente que fuera un primer paso hacia un cambio de régimen de «poder blando».

¿Y la razón principal de la declaración de guerra a Netanyahu? Gaza. Al parecer, Biden no apreció el desaire recibido en las primarias de Michigan cuando el voto de protesta por Gaza superó los 100.000 «votos no comprometidos». Las encuestas -especialmente entre los jóvenes- están emitiendo señales rojas de advertencia para noviembre (en gran parte debido a Gaza). Los líderes nacionales demócratas empiezan a preocuparse.

El principal comentarista israelí, Nahum Barnea, advierte de que Israel está «perdiendo a Estados Unidos»:

Estamos acostumbrados a pensar en América en términos familiares … Recibimos armas y apoyo internacional y los judíos dan sus votos en los estados clave y dinero a las campañas. Esta vez, la situación es diferente … Dado que los votos en las elecciones [presidenciales] se cuentan regionalmente, sólo unos pocos estados … deciden realmente … Al igual que Florida, [un] estado clave, donde los votos de los judíos pueden decidir quién se trasladará a la Casa Blanca, también pueden decidir los votos de los musulmanes en Michigan … [Los activistas] pidieron a los votantes de las primarias que votaran «no comprometido» para protestar por el apoyo de Biden a Israel … Su campaña tuvo un éxito más allá de lo esperado: 130.000 votantes demócratas la apoyaron. La bofetada a Biden resonó a lo largo y ancho del establishment político. No sólo atestiguó el ascenso de un nuevo, eficaz y tóxico lobby político, [sino] también la repulsión que sienten muchos estadounidenses cuando ven las imágenes de Gaza.

Biden ama a Israel y teme de verdad por él, concluye Barnea, pero no tiene intención de perder las elecciones por ello. Es una amenaza existencial.

Sin embargo, el problema es el contrario: Es que la política estadounidense es profundamente errónea y totalmente incongruente con el sentimiento mayoritario de la opinión pública israelí. Muchos israelíes sienten que están librando una lucha existencial, y que no deben convertirse en «simple forraje» (como ellos lo ven) para una estrategia electoral demócrata estadounidense.

La realidad es que Israel está rompiendo con el Equipo Biden, y no al contrario.

El plan clave de Biden, que se basa en un aparato de seguridad palestino revitalizado, se califica -incluso en el Washington Post – de «improbable«. Estados Unidos intentó una iniciativa de «revitalización» de la seguridad de la AP bajo el mando del general estadounidense Zinni en 2002 y de Dayton en 2010.

No funcionó, y por buenas razones: La mayoría de los palestinos considera a las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina simplemente como los odiados títeres que hacen cumplir la continua ocupación israelí. Trabajan para los intereses de seguridad israelíes, no para los palestinos.

Los otros componentes principales de la política estadounidense son una «solución de dos Estados» aún más improbable, «desradicalizada» y anémica, enterrada dentro de un concierto regional de Estados árabes conservadores que actúen como su supervisor de seguridad. Este planteamiento político refleja una Casa Blanca desajustada con el Israel actual, más escatológico, y que no ha sabido superar perspectivas y políticas de décadas pasadas que, incluso entonces, fueron un fracaso.

Por ello, la Casa Blanca ha recurrido a un viejo truco: proyectar todos sus propios fracasos políticos en un dirigente extranjero por no hacer funcionar lo «inviable», e intentar sustituir a ese dirigente por alguien más complaciente. Pinkas escribe

Una vez que Estados Unidos se convenció de que Netanyahu no estaba siendo cooperativo, no era un aliado considerado, se comportaba como un burdo ingrato… centrado únicamente en su supervivencia política tras la debacle del 7 de octubre, había llegado el momento de intentar un nuevo rumbo político.

Sin embargo, la política de Netanyahu -para bien o para mal- refleja lo que piensa la mayoría de los israelíes. Netanyahu tiene sus conocidos defectos de personalidad y es gravemente impopular en Israel, pero eso no significa que una pluralidad esté en desacuerdo con su programa y el de su gobierno.

Así que “entra Gantz”, lanzado por el equipo Biden como posible primer ministro en espera en el grupo diplomático de Washington y Londres.

Salvo que la estratagema no funcionó como se esperaba. Como escribe Ariel Kahana (en hebreo, en Israel Hayom el 6 de marzo)

Gantz se reunió con todos los altos funcionarios de la administración, a excepción del presidente Biden, y presentó posiciones que son idénticas a las que Netanyahu ha presentado en sus conversaciones con ellos durante las últimas semanas.

No destruir a Hamás en Rafah significa enviar un camión de bomberos para apagar el 80% del fuego, dijo Gantz a Sullivan.

Harris y otros funcionarios replicaron que sería imposible evacuar a 1,2 millones de gazatíes de la zona de Rafah, evacuación que consideran una condición previa esencial para cualquier operación militar en esa ciudad del sur de la Franja de Gaza». «Gantz discrepó rotundamente».

En las discusiones sobre la ayuda humanitaria salieron a relucir diferencias aún mayores. Mientras que muchos israelíes están lívidos por la decisión de permitir la entrega de suministros al enemigo -[que consideran] un acto que ha ayudado a Hamás, ha prolongado la guerra y ha retrasado un acuerdo sobre los rehenes-, los estadounidenses creen que Israel no está haciendo lo suficiente.

Los ayudantes de Biden incluso han acusado a funcionarios israelíes de mentir sobre la cantidad de ayuda que se ha entregado y el ritmo de su entrega.

La ayuda, por supuesto, se ha convertido (con razón) en la cuestión neurálgica que presiona sobre las perspectivas electorales del Partido Demócrata, pero Gantz no la tenía. Como señala Kahana

Lamentablemente, los más altos funcionarios estadounidenses también están fuera de la realidad en lo que se refiere a otros aspectos de la guerra. Siguen creyendo que la Autoridad Palestina debe gobernar Gaza, que la paz puede alcanzarse en el futuro mediante la ‘solución de los dos Estados’ y que un acuerdo de normalización con Arabia Saudí está al alcance de la mano. Gantz se vio obligado a abordar esa lectura errónea de la situación.

Así pues, los funcionarios de la administración estadounidense escucharon de Gantz la misma agenda política que Netanyahu les ha repetido en los últimos meses: Gantz también advirtió que intentar «enfrentarle» a Netanyahu no tenía sentido: Es muy posible que desee sustituir a Netanyahu como primer ministro en algún momento, pero sus políticas no serían sustancialmente diferentes de las del gobierno actual, explicó.

Ahora que la visita ha concluido y que Gantz ha dicho lo que ha dicho, la Casa Blanca está asumiendo una nueva experiencia: Las limitaciones del poder estadounidense y del acatamiento automático por parte de otros Estados, incluso de los aliados más cercanos.

Estados Unidos no puede imponer su voluntad a Israel, ni obligar a que se cree un «Grupo de Contacto Árabe», ni obligar a un supuesto Grupo de Contacto Árabe a que apoye y financie las «fantasiosas» «soluciones» de Biden para Gaza. Es un momento saludable para el poder estadounidense.

Netanyahu es un experimentado «veterano de Washington». Se enorgullece de su capacidad para leer bien la política estadounidense. Sin duda, calcula que, aunque Biden puede elevar la retórica un tono o dos, éste tiene la soga al cuello en cuanto a la distancia que puede abrir entre él y los megadonantes judíos en un año electoral.

Netanyahu, por su parte, parece haber llegado a la conclusión de que puede ignorar con seguridad a Washington, al menos durante los próximos diez meses.

Biden está desesperado por conseguir un alto el fuego; pero incluso en este caso -en la cuestión de los rehenes, sobre la que se sostiene o cae el conjunto de la política estadounidense-, Estados Unidos tiene el «oído de hojalata«. Se hace una petición de última hora a Hamás para que diga cuáles de los rehenes originales están vivos.

La petición puede parecer razonable a los de fuera, pero Estados Unidos debe saber que ni Hezbolá ni Hamás dan gratuitamente «pruebas de vida» a los rehenes: hay un coste en términos de la relación de intercambio entre cadáveres y rehenes vivos. (Hay una larga historia de exigencias israelíes fallidas de «pruebas de vida»).

Los informes indican que Israel se niega a acordar la retirada de Gaza; se niega a permitir que los palestinos del norte de Gaza regresen a sus hogares, y se niega a acordar un alto el fuego general.

Todas éstas son exigencias originales de Hamás, no son nuevas. ¿Por qué debería sorprender u ofender a Biden que se repitan de nuevo? No se trata de una escalada de exigencias por parte de Sinwar (como alegan los medios de comunicación occidentales e israelíes). Refleja más bien una estrategia negociadora poco realista adoptada por Washington.

Según el periódico Al-Quds, Hamás ha presentado en El Cairo «un documento final que no está sujeto a negociación«. Éste incluye, entre otras cosas, la exigencia de detener los combates en Gaza durante una semana completa antes de ejecutar un acuerdo de liberación de rehenes, y una clara declaración israelí sobre la retirada total de la Franja, completa con garantías internacionales.

Hamás también exige que todos los gazatíes tengan el derecho incondicional a regresar a sus hogares, así como a la entrada de suministros a toda la Franja de Gaza sin división de seguridad, a partir del primer día del acuerdo. Según el documento de Hamás, la liberación de rehenes comenzaría una semana después del inicio del alto el fuego. Hamás rechaza la exigencia de Israel de que cualquiera de sus miembros o dirigentes sea exiliado y enviado al extranjero. (Esto ocurrió en la liberación de rehenes del asedio a la Iglesia de la Natividad, donde varios palestinos fueron exiliados a Estados de la UE, acto que fue muy criticado en su momento).

En una cláusula aparte, Hamás ha dicho que ni ella, ni ningún otro grupo palestino, facilitaría una lista de rehenes hasta 48 horas antes de la aplicación del acuerdo. La lista de presos que Hamás exige que sean liberados es larga, e incluye la liberación de 57 personas que fueron puestas en libertad como parte del acuerdo sobre Gilad Shalit de 2011 y posteriormente volvieron a ser detenidas; todos los presos de seguridad menores y mujeres; todos los presos de seguridad enfermos y todos los mayores de 60 años. Según el informe, sólo cuando se haya completado la primera fase comenzarán las negociaciones sobre la siguiente fase de un acuerdo.

Estas exigencias no deberían sorprender a nadie. Es demasiado habitual que personas con poca experiencia crean que se pueden alcanzar acuerdos sobre los rehenes con relativa facilidad y rapidez, mediante la retórica, los medios de comunicación y la presión diplomática. La historia es diferente. El tiempo medio para acordar la liberación de un rehén es de más de un año.

El Equipo Biden debe replantearse urgentemente su enfoque, partiendo de la base de que es Israel el que está rompiendo el rancio y desacertado consenso estadounidense. La mayoría de los israelíes están de acuerdo con Netanyahu, que ayer volvió a decir que «la guerra es existencial y debe ganarse«.

¿Cómo es que Israel puede contemplar la posibilidad de separarse de EEUU? Posiblemente porque Netanyahu comprende que la «estructura de poder» de Estados Unidos -al igual que en Europa- que controla gran parte, si no la mayor parte del dinero que da forma a la política estadounidense, y en particular la postura del Congreso depende en gran medida de que la «causa» israelí exista, y siga existiendo, y por tanto no se da el caso de que Israel dependa totalmente de las estructuras de poder estadounidenses y de su «buena voluntad» (como supone Biden).

La «causa de Israel» da a las estructuras internas estadounidenses su sentido político, su agenda y su legitimidad. Un resultado de «No a Israel» les quitaría la alfombra y dejaría a los judíos estadounidenses en una situación de inseguridad existencial. Netanyahu lo sabe, y también sabe que la existencia de Israel, per se, ofrece a Tel Aviv cierto grado de control sobre la política estadounidense.

A juzgar por el Discurso del Estado de la Unión de ayer, la Administración de los Estados Unidos es incapaz de navegar la actual situación de estancamiento con Israel, y en cambio está reforzando sus antiguas y trilladas ideas. Utilizar el Discurso del Estado de la Unión como un púlpito para viejos pensamientos no es una estrategia. Construir un muelle en Gaza también tiene su historia. No resuelve nada, excepto consolidar aún más el control israelí sobre las fronteras de Gaza y cualquier posible perspectiva para Gaza después de la ocupación: Chipre en lugar de Rafah para los controles de seguridad israelíes. (Gaza alguna vez tuvo tanto un puerto como un aeropuerto internacional, que por supuesto fueron reducidos a escombros hace mucho tiempo por rondas anteriores de bombardeos israelíes).

La falta de atención a la realidad no es una cuestión electoralmente «incidental» y molesta que necesite una mejor gestión de las relaciones públicas por parte del equipo de campaña:

Funcionarios israelíes y estadounidenses llevan tiempo advirtiendo de un posible aumento de la tensión coincidiendo con el inicio del Ramadán, el 10 de marzo. El Canal 12 de Israel (en hebreo) informa de que el jefe de la División de Inteligencia Militar, «Aman», ha advertido al gobierno israelí en un documento confidencial de la posibilidad de que estalle una guerra religiosa durante el mes de Ramadán, empezando por una escalada en los territorios palestinos, extendiéndose a varios frentes y convirtiéndose después en una guerra regional.

Esta advertencia -afirma el Canal 12- fue la razón principal de la decisión de Netanyahu de no imponer restricciones más duras de lo habitual a los palestinos que entraran en Al-Aqsa para las oraciones del Ramadán.

Sí, las cosas podrían empeorar, y mucho, para Israel.

Publicado originalmente por Strategic Culture Foundation
Traducción: observatoriodetrabajadores

«Desconectado de la realidad”: la Casa Blanca no logra navegar la recalibración israelí

La falta de atención a la realidad no es una cuestión electoralmente «accesoria» y molesta que necesite una mejor gestión de las relaciones públicas por parte del equipo de campaña.

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Alon Pinkas, ex alto diplomático israelí, bien enchufado en Washington, nos dice que una Casa Blanca frustrada por fin «ha tenido bastante». La ruptura con Netanyahu es total: El primer ministro no se comporta como debería hacerlo «un aliado de Estados Unidos»; critica duramente la política de Biden en Oriente Próximo, y ahora Estados Unidos ha comprendido este hecho.

Biden no puede permitirse que más efectos de Israel pongan en peligro su campaña electoral, por lo que -como deja claro su Discurso sobre el Estado de la Unión- redoblará la apuesta por marcos políticos erróneos tanto para Israel como para Ucrania.

Entonces, ¿qué pretende hacer Biden ante el acto de desafío de Netanyahu contra el «santo grial» de las recomendaciones políticas de Estados Unidos? Pues bien, invitó a Washington a Benny Gantz, miembro del Gabinete de Guerra israelí, y lo envolvió en una agenda «reservada a un primer ministro, o a alguien que creen que será, o debería ser, primer ministro». Al parecer, los funcionarios pensaron que, al iniciar una visita al margen de los protocolos diplomáticos habituales, podrían «haber desencadenado una dinámica que podría conducir a unas elecciones en Israel», señala Pinkas, dando lugar a un liderazgo más proclive a las ideas estadounidenses.

Se pretendía claramente que fuera un primer paso hacia un cambio de régimen de «poder blando».

¿Y la razón principal de la declaración de guerra a Netanyahu? Gaza. Al parecer, Biden no apreció el desaire recibido en las primarias de Michigan cuando el voto de protesta por Gaza superó los 100.000 «votos no comprometidos». Las encuestas -especialmente entre los jóvenes- están emitiendo señales rojas de advertencia para noviembre (en gran parte debido a Gaza). Los líderes nacionales demócratas empiezan a preocuparse.

El principal comentarista israelí, Nahum Barnea, advierte de que Israel está «perdiendo a Estados Unidos»:

Estamos acostumbrados a pensar en América en términos familiares … Recibimos armas y apoyo internacional y los judíos dan sus votos en los estados clave y dinero a las campañas. Esta vez, la situación es diferente … Dado que los votos en las elecciones [presidenciales] se cuentan regionalmente, sólo unos pocos estados … deciden realmente … Al igual que Florida, [un] estado clave, donde los votos de los judíos pueden decidir quién se trasladará a la Casa Blanca, también pueden decidir los votos de los musulmanes en Michigan … [Los activistas] pidieron a los votantes de las primarias que votaran «no comprometido» para protestar por el apoyo de Biden a Israel … Su campaña tuvo un éxito más allá de lo esperado: 130.000 votantes demócratas la apoyaron. La bofetada a Biden resonó a lo largo y ancho del establishment político. No sólo atestiguó el ascenso de un nuevo, eficaz y tóxico lobby político, [sino] también la repulsión que sienten muchos estadounidenses cuando ven las imágenes de Gaza.

Biden ama a Israel y teme de verdad por él, concluye Barnea, pero no tiene intención de perder las elecciones por ello. Es una amenaza existencial.

Sin embargo, el problema es el contrario: Es que la política estadounidense es profundamente errónea y totalmente incongruente con el sentimiento mayoritario de la opinión pública israelí. Muchos israelíes sienten que están librando una lucha existencial, y que no deben convertirse en «simple forraje» (como ellos lo ven) para una estrategia electoral demócrata estadounidense.

La realidad es que Israel está rompiendo con el Equipo Biden, y no al contrario.

El plan clave de Biden, que se basa en un aparato de seguridad palestino revitalizado, se califica -incluso en el Washington Post – de «improbable«. Estados Unidos intentó una iniciativa de «revitalización» de la seguridad de la AP bajo el mando del general estadounidense Zinni en 2002 y de Dayton en 2010.

No funcionó, y por buenas razones: La mayoría de los palestinos considera a las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina simplemente como los odiados títeres que hacen cumplir la continua ocupación israelí. Trabajan para los intereses de seguridad israelíes, no para los palestinos.

Los otros componentes principales de la política estadounidense son una «solución de dos Estados» aún más improbable, «desradicalizada» y anémica, enterrada dentro de un concierto regional de Estados árabes conservadores que actúen como su supervisor de seguridad. Este planteamiento político refleja una Casa Blanca desajustada con el Israel actual, más escatológico, y que no ha sabido superar perspectivas y políticas de décadas pasadas que, incluso entonces, fueron un fracaso.

Por ello, la Casa Blanca ha recurrido a un viejo truco: proyectar todos sus propios fracasos políticos en un dirigente extranjero por no hacer funcionar lo «inviable», e intentar sustituir a ese dirigente por alguien más complaciente. Pinkas escribe

Una vez que Estados Unidos se convenció de que Netanyahu no estaba siendo cooperativo, no era un aliado considerado, se comportaba como un burdo ingrato… centrado únicamente en su supervivencia política tras la debacle del 7 de octubre, había llegado el momento de intentar un nuevo rumbo político.

Sin embargo, la política de Netanyahu -para bien o para mal- refleja lo que piensa la mayoría de los israelíes. Netanyahu tiene sus conocidos defectos de personalidad y es gravemente impopular en Israel, pero eso no significa que una pluralidad esté en desacuerdo con su programa y el de su gobierno.

Así que “entra Gantz”, lanzado por el equipo Biden como posible primer ministro en espera en el grupo diplomático de Washington y Londres.

Salvo que la estratagema no funcionó como se esperaba. Como escribe Ariel Kahana (en hebreo, en Israel Hayom el 6 de marzo)

Gantz se reunió con todos los altos funcionarios de la administración, a excepción del presidente Biden, y presentó posiciones que son idénticas a las que Netanyahu ha presentado en sus conversaciones con ellos durante las últimas semanas.

No destruir a Hamás en Rafah significa enviar un camión de bomberos para apagar el 80% del fuego, dijo Gantz a Sullivan.

Harris y otros funcionarios replicaron que sería imposible evacuar a 1,2 millones de gazatíes de la zona de Rafah, evacuación que consideran una condición previa esencial para cualquier operación militar en esa ciudad del sur de la Franja de Gaza». «Gantz discrepó rotundamente».

En las discusiones sobre la ayuda humanitaria salieron a relucir diferencias aún mayores. Mientras que muchos israelíes están lívidos por la decisión de permitir la entrega de suministros al enemigo -[que consideran] un acto que ha ayudado a Hamás, ha prolongado la guerra y ha retrasado un acuerdo sobre los rehenes-, los estadounidenses creen que Israel no está haciendo lo suficiente.

Los ayudantes de Biden incluso han acusado a funcionarios israelíes de mentir sobre la cantidad de ayuda que se ha entregado y el ritmo de su entrega.

La ayuda, por supuesto, se ha convertido (con razón) en la cuestión neurálgica que presiona sobre las perspectivas electorales del Partido Demócrata, pero Gantz no la tenía. Como señala Kahana

Lamentablemente, los más altos funcionarios estadounidenses también están fuera de la realidad en lo que se refiere a otros aspectos de la guerra. Siguen creyendo que la Autoridad Palestina debe gobernar Gaza, que la paz puede alcanzarse en el futuro mediante la ‘solución de los dos Estados’ y que un acuerdo de normalización con Arabia Saudí está al alcance de la mano. Gantz se vio obligado a abordar esa lectura errónea de la situación.

Así pues, los funcionarios de la administración estadounidense escucharon de Gantz la misma agenda política que Netanyahu les ha repetido en los últimos meses: Gantz también advirtió que intentar «enfrentarle» a Netanyahu no tenía sentido: Es muy posible que desee sustituir a Netanyahu como primer ministro en algún momento, pero sus políticas no serían sustancialmente diferentes de las del gobierno actual, explicó.

Ahora que la visita ha concluido y que Gantz ha dicho lo que ha dicho, la Casa Blanca está asumiendo una nueva experiencia: Las limitaciones del poder estadounidense y del acatamiento automático por parte de otros Estados, incluso de los aliados más cercanos.

Estados Unidos no puede imponer su voluntad a Israel, ni obligar a que se cree un «Grupo de Contacto Árabe», ni obligar a un supuesto Grupo de Contacto Árabe a que apoye y financie las «fantasiosas» «soluciones» de Biden para Gaza. Es un momento saludable para el poder estadounidense.

Netanyahu es un experimentado «veterano de Washington». Se enorgullece de su capacidad para leer bien la política estadounidense. Sin duda, calcula que, aunque Biden puede elevar la retórica un tono o dos, éste tiene la soga al cuello en cuanto a la distancia que puede abrir entre él y los megadonantes judíos en un año electoral.

Netanyahu, por su parte, parece haber llegado a la conclusión de que puede ignorar con seguridad a Washington, al menos durante los próximos diez meses.

Biden está desesperado por conseguir un alto el fuego; pero incluso en este caso -en la cuestión de los rehenes, sobre la que se sostiene o cae el conjunto de la política estadounidense-, Estados Unidos tiene el «oído de hojalata«. Se hace una petición de última hora a Hamás para que diga cuáles de los rehenes originales están vivos.

La petición puede parecer razonable a los de fuera, pero Estados Unidos debe saber que ni Hezbolá ni Hamás dan gratuitamente «pruebas de vida» a los rehenes: hay un coste en términos de la relación de intercambio entre cadáveres y rehenes vivos. (Hay una larga historia de exigencias israelíes fallidas de «pruebas de vida»).

Los informes indican que Israel se niega a acordar la retirada de Gaza; se niega a permitir que los palestinos del norte de Gaza regresen a sus hogares, y se niega a acordar un alto el fuego general.

Todas éstas son exigencias originales de Hamás, no son nuevas. ¿Por qué debería sorprender u ofender a Biden que se repitan de nuevo? No se trata de una escalada de exigencias por parte de Sinwar (como alegan los medios de comunicación occidentales e israelíes). Refleja más bien una estrategia negociadora poco realista adoptada por Washington.

Según el periódico Al-Quds, Hamás ha presentado en El Cairo «un documento final que no está sujeto a negociación«. Éste incluye, entre otras cosas, la exigencia de detener los combates en Gaza durante una semana completa antes de ejecutar un acuerdo de liberación de rehenes, y una clara declaración israelí sobre la retirada total de la Franja, completa con garantías internacionales.

Hamás también exige que todos los gazatíes tengan el derecho incondicional a regresar a sus hogares, así como a la entrada de suministros a toda la Franja de Gaza sin división de seguridad, a partir del primer día del acuerdo. Según el documento de Hamás, la liberación de rehenes comenzaría una semana después del inicio del alto el fuego. Hamás rechaza la exigencia de Israel de que cualquiera de sus miembros o dirigentes sea exiliado y enviado al extranjero. (Esto ocurrió en la liberación de rehenes del asedio a la Iglesia de la Natividad, donde varios palestinos fueron exiliados a Estados de la UE, acto que fue muy criticado en su momento).

En una cláusula aparte, Hamás ha dicho que ni ella, ni ningún otro grupo palestino, facilitaría una lista de rehenes hasta 48 horas antes de la aplicación del acuerdo. La lista de presos que Hamás exige que sean liberados es larga, e incluye la liberación de 57 personas que fueron puestas en libertad como parte del acuerdo sobre Gilad Shalit de 2011 y posteriormente volvieron a ser detenidas; todos los presos de seguridad menores y mujeres; todos los presos de seguridad enfermos y todos los mayores de 60 años. Según el informe, sólo cuando se haya completado la primera fase comenzarán las negociaciones sobre la siguiente fase de un acuerdo.

Estas exigencias no deberían sorprender a nadie. Es demasiado habitual que personas con poca experiencia crean que se pueden alcanzar acuerdos sobre los rehenes con relativa facilidad y rapidez, mediante la retórica, los medios de comunicación y la presión diplomática. La historia es diferente. El tiempo medio para acordar la liberación de un rehén es de más de un año.

El Equipo Biden debe replantearse urgentemente su enfoque, partiendo de la base de que es Israel el que está rompiendo el rancio y desacertado consenso estadounidense. La mayoría de los israelíes están de acuerdo con Netanyahu, que ayer volvió a decir que «la guerra es existencial y debe ganarse«.

¿Cómo es que Israel puede contemplar la posibilidad de separarse de EEUU? Posiblemente porque Netanyahu comprende que la «estructura de poder» de Estados Unidos -al igual que en Europa- que controla gran parte, si no la mayor parte del dinero que da forma a la política estadounidense, y en particular la postura del Congreso depende en gran medida de que la «causa» israelí exista, y siga existiendo, y por tanto no se da el caso de que Israel dependa totalmente de las estructuras de poder estadounidenses y de su «buena voluntad» (como supone Biden).

La «causa de Israel» da a las estructuras internas estadounidenses su sentido político, su agenda y su legitimidad. Un resultado de «No a Israel» les quitaría la alfombra y dejaría a los judíos estadounidenses en una situación de inseguridad existencial. Netanyahu lo sabe, y también sabe que la existencia de Israel, per se, ofrece a Tel Aviv cierto grado de control sobre la política estadounidense.

A juzgar por el Discurso del Estado de la Unión de ayer, la Administración de los Estados Unidos es incapaz de navegar la actual situación de estancamiento con Israel, y en cambio está reforzando sus antiguas y trilladas ideas. Utilizar el Discurso del Estado de la Unión como un púlpito para viejos pensamientos no es una estrategia. Construir un muelle en Gaza también tiene su historia. No resuelve nada, excepto consolidar aún más el control israelí sobre las fronteras de Gaza y cualquier posible perspectiva para Gaza después de la ocupación: Chipre en lugar de Rafah para los controles de seguridad israelíes. (Gaza alguna vez tuvo tanto un puerto como un aeropuerto internacional, que por supuesto fueron reducidos a escombros hace mucho tiempo por rondas anteriores de bombardeos israelíes).

La falta de atención a la realidad no es una cuestión electoralmente «incidental» y molesta que necesite una mejor gestión de las relaciones públicas por parte del equipo de campaña:

Funcionarios israelíes y estadounidenses llevan tiempo advirtiendo de un posible aumento de la tensión coincidiendo con el inicio del Ramadán, el 10 de marzo. El Canal 12 de Israel (en hebreo) informa de que el jefe de la División de Inteligencia Militar, «Aman», ha advertido al gobierno israelí en un documento confidencial de la posibilidad de que estalle una guerra religiosa durante el mes de Ramadán, empezando por una escalada en los territorios palestinos, extendiéndose a varios frentes y convirtiéndose después en una guerra regional.

Esta advertencia -afirma el Canal 12- fue la razón principal de la decisión de Netanyahu de no imponer restricciones más duras de lo habitual a los palestinos que entraran en Al-Aqsa para las oraciones del Ramadán.

Sí, las cosas podrían empeorar, y mucho, para Israel.

Publicado originalmente por Strategic Culture Foundation
Traducción: observatoriodetrabajadores

La falta de atención a la realidad no es una cuestión electoralmente «accesoria» y molesta que necesite una mejor gestión de las relaciones públicas por parte del equipo de campaña.

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Escríbenos: info@strategic-culture.su

Alon Pinkas, ex alto diplomático israelí, bien enchufado en Washington, nos dice que una Casa Blanca frustrada por fin «ha tenido bastante». La ruptura con Netanyahu es total: El primer ministro no se comporta como debería hacerlo «un aliado de Estados Unidos»; critica duramente la política de Biden en Oriente Próximo, y ahora Estados Unidos ha comprendido este hecho.

Biden no puede permitirse que más efectos de Israel pongan en peligro su campaña electoral, por lo que -como deja claro su Discurso sobre el Estado de la Unión- redoblará la apuesta por marcos políticos erróneos tanto para Israel como para Ucrania.

Entonces, ¿qué pretende hacer Biden ante el acto de desafío de Netanyahu contra el «santo grial» de las recomendaciones políticas de Estados Unidos? Pues bien, invitó a Washington a Benny Gantz, miembro del Gabinete de Guerra israelí, y lo envolvió en una agenda «reservada a un primer ministro, o a alguien que creen que será, o debería ser, primer ministro». Al parecer, los funcionarios pensaron que, al iniciar una visita al margen de los protocolos diplomáticos habituales, podrían «haber desencadenado una dinámica que podría conducir a unas elecciones en Israel», señala Pinkas, dando lugar a un liderazgo más proclive a las ideas estadounidenses.

Se pretendía claramente que fuera un primer paso hacia un cambio de régimen de «poder blando».

¿Y la razón principal de la declaración de guerra a Netanyahu? Gaza. Al parecer, Biden no apreció el desaire recibido en las primarias de Michigan cuando el voto de protesta por Gaza superó los 100.000 «votos no comprometidos». Las encuestas -especialmente entre los jóvenes- están emitiendo señales rojas de advertencia para noviembre (en gran parte debido a Gaza). Los líderes nacionales demócratas empiezan a preocuparse.

El principal comentarista israelí, Nahum Barnea, advierte de que Israel está «perdiendo a Estados Unidos»:

Estamos acostumbrados a pensar en América en términos familiares … Recibimos armas y apoyo internacional y los judíos dan sus votos en los estados clave y dinero a las campañas. Esta vez, la situación es diferente … Dado que los votos en las elecciones [presidenciales] se cuentan regionalmente, sólo unos pocos estados … deciden realmente … Al igual que Florida, [un] estado clave, donde los votos de los judíos pueden decidir quién se trasladará a la Casa Blanca, también pueden decidir los votos de los musulmanes en Michigan … [Los activistas] pidieron a los votantes de las primarias que votaran «no comprometido» para protestar por el apoyo de Biden a Israel … Su campaña tuvo un éxito más allá de lo esperado: 130.000 votantes demócratas la apoyaron. La bofetada a Biden resonó a lo largo y ancho del establishment político. No sólo atestiguó el ascenso de un nuevo, eficaz y tóxico lobby político, [sino] también la repulsión que sienten muchos estadounidenses cuando ven las imágenes de Gaza.

Biden ama a Israel y teme de verdad por él, concluye Barnea, pero no tiene intención de perder las elecciones por ello. Es una amenaza existencial.

Sin embargo, el problema es el contrario: Es que la política estadounidense es profundamente errónea y totalmente incongruente con el sentimiento mayoritario de la opinión pública israelí. Muchos israelíes sienten que están librando una lucha existencial, y que no deben convertirse en «simple forraje» (como ellos lo ven) para una estrategia electoral demócrata estadounidense.

La realidad es que Israel está rompiendo con el Equipo Biden, y no al contrario.

El plan clave de Biden, que se basa en un aparato de seguridad palestino revitalizado, se califica -incluso en el Washington Post – de «improbable«. Estados Unidos intentó una iniciativa de «revitalización» de la seguridad de la AP bajo el mando del general estadounidense Zinni en 2002 y de Dayton en 2010.

No funcionó, y por buenas razones: La mayoría de los palestinos considera a las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina simplemente como los odiados títeres que hacen cumplir la continua ocupación israelí. Trabajan para los intereses de seguridad israelíes, no para los palestinos.

Los otros componentes principales de la política estadounidense son una «solución de dos Estados» aún más improbable, «desradicalizada» y anémica, enterrada dentro de un concierto regional de Estados árabes conservadores que actúen como su supervisor de seguridad. Este planteamiento político refleja una Casa Blanca desajustada con el Israel actual, más escatológico, y que no ha sabido superar perspectivas y políticas de décadas pasadas que, incluso entonces, fueron un fracaso.

Por ello, la Casa Blanca ha recurrido a un viejo truco: proyectar todos sus propios fracasos políticos en un dirigente extranjero por no hacer funcionar lo «inviable», e intentar sustituir a ese dirigente por alguien más complaciente. Pinkas escribe

Una vez que Estados Unidos se convenció de que Netanyahu no estaba siendo cooperativo, no era un aliado considerado, se comportaba como un burdo ingrato… centrado únicamente en su supervivencia política tras la debacle del 7 de octubre, había llegado el momento de intentar un nuevo rumbo político.

Sin embargo, la política de Netanyahu -para bien o para mal- refleja lo que piensa la mayoría de los israelíes. Netanyahu tiene sus conocidos defectos de personalidad y es gravemente impopular en Israel, pero eso no significa que una pluralidad esté en desacuerdo con su programa y el de su gobierno.

Así que “entra Gantz”, lanzado por el equipo Biden como posible primer ministro en espera en el grupo diplomático de Washington y Londres.

Salvo que la estratagema no funcionó como se esperaba. Como escribe Ariel Kahana (en hebreo, en Israel Hayom el 6 de marzo)

Gantz se reunió con todos los altos funcionarios de la administración, a excepción del presidente Biden, y presentó posiciones que son idénticas a las que Netanyahu ha presentado en sus conversaciones con ellos durante las últimas semanas.

No destruir a Hamás en Rafah significa enviar un camión de bomberos para apagar el 80% del fuego, dijo Gantz a Sullivan.

Harris y otros funcionarios replicaron que sería imposible evacuar a 1,2 millones de gazatíes de la zona de Rafah, evacuación que consideran una condición previa esencial para cualquier operación militar en esa ciudad del sur de la Franja de Gaza». «Gantz discrepó rotundamente».

En las discusiones sobre la ayuda humanitaria salieron a relucir diferencias aún mayores. Mientras que muchos israelíes están lívidos por la decisión de permitir la entrega de suministros al enemigo -[que consideran] un acto que ha ayudado a Hamás, ha prolongado la guerra y ha retrasado un acuerdo sobre los rehenes-, los estadounidenses creen que Israel no está haciendo lo suficiente.

Los ayudantes de Biden incluso han acusado a funcionarios israelíes de mentir sobre la cantidad de ayuda que se ha entregado y el ritmo de su entrega.

La ayuda, por supuesto, se ha convertido (con razón) en la cuestión neurálgica que presiona sobre las perspectivas electorales del Partido Demócrata, pero Gantz no la tenía. Como señala Kahana

Lamentablemente, los más altos funcionarios estadounidenses también están fuera de la realidad en lo que se refiere a otros aspectos de la guerra. Siguen creyendo que la Autoridad Palestina debe gobernar Gaza, que la paz puede alcanzarse en el futuro mediante la ‘solución de los dos Estados’ y que un acuerdo de normalización con Arabia Saudí está al alcance de la mano. Gantz se vio obligado a abordar esa lectura errónea de la situación.

Así pues, los funcionarios de la administración estadounidense escucharon de Gantz la misma agenda política que Netanyahu les ha repetido en los últimos meses: Gantz también advirtió que intentar «enfrentarle» a Netanyahu no tenía sentido: Es muy posible que desee sustituir a Netanyahu como primer ministro en algún momento, pero sus políticas no serían sustancialmente diferentes de las del gobierno actual, explicó.

Ahora que la visita ha concluido y que Gantz ha dicho lo que ha dicho, la Casa Blanca está asumiendo una nueva experiencia: Las limitaciones del poder estadounidense y del acatamiento automático por parte de otros Estados, incluso de los aliados más cercanos.

Estados Unidos no puede imponer su voluntad a Israel, ni obligar a que se cree un «Grupo de Contacto Árabe», ni obligar a un supuesto Grupo de Contacto Árabe a que apoye y financie las «fantasiosas» «soluciones» de Biden para Gaza. Es un momento saludable para el poder estadounidense.

Netanyahu es un experimentado «veterano de Washington». Se enorgullece de su capacidad para leer bien la política estadounidense. Sin duda, calcula que, aunque Biden puede elevar la retórica un tono o dos, éste tiene la soga al cuello en cuanto a la distancia que puede abrir entre él y los megadonantes judíos en un año electoral.

Netanyahu, por su parte, parece haber llegado a la conclusión de que puede ignorar con seguridad a Washington, al menos durante los próximos diez meses.

Biden está desesperado por conseguir un alto el fuego; pero incluso en este caso -en la cuestión de los rehenes, sobre la que se sostiene o cae el conjunto de la política estadounidense-, Estados Unidos tiene el «oído de hojalata«. Se hace una petición de última hora a Hamás para que diga cuáles de los rehenes originales están vivos.

La petición puede parecer razonable a los de fuera, pero Estados Unidos debe saber que ni Hezbolá ni Hamás dan gratuitamente «pruebas de vida» a los rehenes: hay un coste en términos de la relación de intercambio entre cadáveres y rehenes vivos. (Hay una larga historia de exigencias israelíes fallidas de «pruebas de vida»).

Los informes indican que Israel se niega a acordar la retirada de Gaza; se niega a permitir que los palestinos del norte de Gaza regresen a sus hogares, y se niega a acordar un alto el fuego general.

Todas éstas son exigencias originales de Hamás, no son nuevas. ¿Por qué debería sorprender u ofender a Biden que se repitan de nuevo? No se trata de una escalada de exigencias por parte de Sinwar (como alegan los medios de comunicación occidentales e israelíes). Refleja más bien una estrategia negociadora poco realista adoptada por Washington.

Según el periódico Al-Quds, Hamás ha presentado en El Cairo «un documento final que no está sujeto a negociación«. Éste incluye, entre otras cosas, la exigencia de detener los combates en Gaza durante una semana completa antes de ejecutar un acuerdo de liberación de rehenes, y una clara declaración israelí sobre la retirada total de la Franja, completa con garantías internacionales.

Hamás también exige que todos los gazatíes tengan el derecho incondicional a regresar a sus hogares, así como a la entrada de suministros a toda la Franja de Gaza sin división de seguridad, a partir del primer día del acuerdo. Según el documento de Hamás, la liberación de rehenes comenzaría una semana después del inicio del alto el fuego. Hamás rechaza la exigencia de Israel de que cualquiera de sus miembros o dirigentes sea exiliado y enviado al extranjero. (Esto ocurrió en la liberación de rehenes del asedio a la Iglesia de la Natividad, donde varios palestinos fueron exiliados a Estados de la UE, acto que fue muy criticado en su momento).

En una cláusula aparte, Hamás ha dicho que ni ella, ni ningún otro grupo palestino, facilitaría una lista de rehenes hasta 48 horas antes de la aplicación del acuerdo. La lista de presos que Hamás exige que sean liberados es larga, e incluye la liberación de 57 personas que fueron puestas en libertad como parte del acuerdo sobre Gilad Shalit de 2011 y posteriormente volvieron a ser detenidas; todos los presos de seguridad menores y mujeres; todos los presos de seguridad enfermos y todos los mayores de 60 años. Según el informe, sólo cuando se haya completado la primera fase comenzarán las negociaciones sobre la siguiente fase de un acuerdo.

Estas exigencias no deberían sorprender a nadie. Es demasiado habitual que personas con poca experiencia crean que se pueden alcanzar acuerdos sobre los rehenes con relativa facilidad y rapidez, mediante la retórica, los medios de comunicación y la presión diplomática. La historia es diferente. El tiempo medio para acordar la liberación de un rehén es de más de un año.

El Equipo Biden debe replantearse urgentemente su enfoque, partiendo de la base de que es Israel el que está rompiendo el rancio y desacertado consenso estadounidense. La mayoría de los israelíes están de acuerdo con Netanyahu, que ayer volvió a decir que «la guerra es existencial y debe ganarse«.

¿Cómo es que Israel puede contemplar la posibilidad de separarse de EEUU? Posiblemente porque Netanyahu comprende que la «estructura de poder» de Estados Unidos -al igual que en Europa- que controla gran parte, si no la mayor parte del dinero que da forma a la política estadounidense, y en particular la postura del Congreso depende en gran medida de que la «causa» israelí exista, y siga existiendo, y por tanto no se da el caso de que Israel dependa totalmente de las estructuras de poder estadounidenses y de su «buena voluntad» (como supone Biden).

La «causa de Israel» da a las estructuras internas estadounidenses su sentido político, su agenda y su legitimidad. Un resultado de «No a Israel» les quitaría la alfombra y dejaría a los judíos estadounidenses en una situación de inseguridad existencial. Netanyahu lo sabe, y también sabe que la existencia de Israel, per se, ofrece a Tel Aviv cierto grado de control sobre la política estadounidense.

A juzgar por el Discurso del Estado de la Unión de ayer, la Administración de los Estados Unidos es incapaz de navegar la actual situación de estancamiento con Israel, y en cambio está reforzando sus antiguas y trilladas ideas. Utilizar el Discurso del Estado de la Unión como un púlpito para viejos pensamientos no es una estrategia. Construir un muelle en Gaza también tiene su historia. No resuelve nada, excepto consolidar aún más el control israelí sobre las fronteras de Gaza y cualquier posible perspectiva para Gaza después de la ocupación: Chipre en lugar de Rafah para los controles de seguridad israelíes. (Gaza alguna vez tuvo tanto un puerto como un aeropuerto internacional, que por supuesto fueron reducidos a escombros hace mucho tiempo por rondas anteriores de bombardeos israelíes).

La falta de atención a la realidad no es una cuestión electoralmente «incidental» y molesta que necesite una mejor gestión de las relaciones públicas por parte del equipo de campaña:

Funcionarios israelíes y estadounidenses llevan tiempo advirtiendo de un posible aumento de la tensión coincidiendo con el inicio del Ramadán, el 10 de marzo. El Canal 12 de Israel (en hebreo) informa de que el jefe de la División de Inteligencia Militar, «Aman», ha advertido al gobierno israelí en un documento confidencial de la posibilidad de que estalle una guerra religiosa durante el mes de Ramadán, empezando por una escalada en los territorios palestinos, extendiéndose a varios frentes y convirtiéndose después en una guerra regional.

Esta advertencia -afirma el Canal 12- fue la razón principal de la decisión de Netanyahu de no imponer restricciones más duras de lo habitual a los palestinos que entraran en Al-Aqsa para las oraciones del Ramadán.

Sí, las cosas podrían empeorar, y mucho, para Israel.

Publicado originalmente por Strategic Culture Foundation
Traducción: observatoriodetrabajadores

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