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Alastair Crooke
February 6, 2024
© Photo: Public domain

Al parecer, Estados Unidos pretende encontrar la forma de perjudicar a las fuerzas iraníes y de la Resistencia lo suficiente para demostrar que Biden está «muy enfadado», escribe Alastair Crooke.

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«Los iraníes tienen una estrategia, y nosotros no», declaró a Al-Monitor un ex alto funcionario del Departamento de Defensa de Estados Unidos:

Nos estamos atascando en la maleza táctica -de a quién apuntar y cómo- y nadie está pensando estratégicamente.

El ex diplomático indio MK Bhadrakumar ha acuñado el término «enjambre» para describir este proceso este proceso de actores no estatales que hunden a Estados Unidos en el desgaste táctico, desde el Levante hasta el Golfo Pérsico.

El término «enjambre» se ha asociado más recientemente a una evolución radical de la guerra moderna (más evidente en Ucrania), en la que el uso de drones autónomos en enjambre, que se comunican continuamente entre sí mediante IA, seleccionan y dirigen el ataque a objetivos identificados por el enjambre.

En Ucrania, Rusia ha perseguido un desgaste paciente y calibrado para expulsar a los ultranacionalistas de la derecha dura del campo de batalla (en Ucrania central y oriental), junto con sus facilitadores occidentales de la OTAN.

Los intentos de la OTAN de disuadir a Rusia (que recientemente se han desviado hacia ataques «terroristas» dentro de Rusia, como el de Belgorod) han fracasado notablemente. Más bien, el estrecho abrazo de Biden a Kiev le ha dejado expuesto políticamente, a medida que el celo estadounidense y europeo por el proyecto implosiona.

La guerra ha empantanado a Estados Unidos, sin ninguna salida electoralmente aceptable, y todos pueden verlo. Moscú arrastró a Biden a una elaborada red de desgaste. Debería «salir» rápido, pero la campaña de 2024 le ata.

Así pues, Irán ha estado estableciendo una estrategia muy similar en todo el Golfo, tal vez tomando ejemplo del conflicto de Ucrania.

Menos de un día después del ataque a la Torre 22, la base militar ambigua mente ubicada en la frontera entre Jordania y la ilegal base estadounidense de al-Tanaf en Siria, Biden prometió que Estados Unidos proporcionaría una respuesta rápida y decidida a los ataques en su contra en Irak y Siria (por lo que llama milicias «vinculadas a Irán»).

Sin embargo, simultáneamente, el portavoz de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, declaró que Estados Unidos no quiere ampliar las operaciones militares frente a Irán. Al igual que en Ucrania, donde la Casa Blanca se ha resistido a provocar a Moscú una guerra total contra la OTAN, también en la región, Biden desconfía (con razón) de una guerra abierta contra Irán.

Las consideraciones políticas de Biden en este año electoral serán primordiales. Y eso, al menos en parte, dependerá de que el Pentágono calibre con precisión hasta qué punto están expuestas las fuerzas estadounidenses en Irak y Siria a los ataques con misiles y aviones no tripulados.

Las bases allí son «blancos fáciles»; este hecho sería una admisión vergonzosa. Pero una evacuación apresurada (con ecos de los últimos vuelos desde Kabul) sería aún peor; podría ser desastroso en términos electorales.

Al parecer, Estados Unidos pretende encontrar una forma de herir a las fuerzas iraníes y de la Resistencia lo suficiente como para demostrar que Biden está «muy enfadado», pero sin causar quizá un daño real; es decir, se trata de una forma de «psicoterapia militarizada», más que de política dura.

Los riesgos siguen existiendo: si se bombardea demasiado, la guerra regional puede encenderse a un nuevo nivel. Si se bombardea poco, el enjambre simplemente sigue avanzando, contra Estados Unidos en múltiples frentes hasta que finalmente se rinda, y finalmente salga del Levante.

Biden se encuentra así en una agotadora y continua guerra secundaria con grupos y milicias y no con Estados (a los que el Eje pretende proteger). Sin embargo, a pesar de su carácter miliciano, la guerra ha causado importantes daños a las economías de los Estados de la región. Éstos han comprendido que la disuasión estadounidense no ha dado resultados (por ejemplo, con Ansarallah en el Mar Rojo).

Algunos de esos países -entre ellos Egipto, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos- han iniciado medidas «privadas» que no estaban coordinadas con Estados Unidos. No sólo están hablando con esas milicias y movimientos, sino también directamente con Irán.

La estrategia de «enjambre» a Estados Unidos en múltiples frentes se expuso claramente en la reciente reunión del «Formato de Astana», celebrada entre Rusia, Irán y Turquía los días 24 y 25 de enero. Este último triunvirato está ocupado preparando el final del juego en Siria (y, en última instancia, en toda la región).

La declaración conjunta tras la reunión del Formato de Astana en Kazajstán, MK Bhadrakumar ha señalado:

es un notable documento basado casi por completo en el fin de la ocupación estadounidense de Siria. Insta indirectamente a Washington a que abandone su apoyo a los grupos terroristas y sus afiliados ‘que operan con distintos nombres en diversas partes de Siria como parte de los intentos de crear nuevas realidades sobre el terreno, incluidas las iniciativas ilegítimas de autogobierno con el pretexto de ‘combatir el terrorismo’. Exige que se ponga fin a la apropiación y transferencia ilegales por parte de Estados Unidos de recursos petrolíferos ‘que deberían pertenecer a Siria’

Así pues, la declaración expone los objetivos con toda crudeza. En resumen, se ha agotado la paciencia ante el hecho de que Estados Unidos arme a los kurdos e intente revitalizar al ISIS con el fin de desbaratar los planes tripartitos para un acuerdo sobre Siria. El trío quiere a EEUU fuera.

Es con estos objetivos -insistir en que Washington abandone su apoyo a los grupos terroristas y sus afiliados como parte de los intentos de crear nuevas realidades sobre el terreno, incluidas las iniciativas ilegítimas de autogobierno con el pretexto de «combatir el terrorismo»- con los que la estrategia de «Astana» rusa e iraní para Siria encuentra puntos en común con la de la Resistencia.

Esta última puede reflejar una estrategia iraní en su conjunto, pero la Declaración de Astana muestra que los principios subyacentes también son los de Rusia.

En su primera declaración sustantiva después del 7 de octubre, Seyed Nasralá (hablando en nombre del Eje de la Resistencia en su conjunto) indicó un pivote estratégico de la Resistencia: Mientras que el conflicto desencadenado por los acontecimientos de Gaza estaba centralmente relacionado con Israel, Seyed Nasralá subrayó además que el telón de fondo del comportamiento perturbador de Israel estaba en las «guerras eternas» de Estados Unidos de divide y vencerás en apoyo de Israel.

En resumen, vinculó la causalidad de las numerosas guerras regionales de EEUU a los intereses de Israel.

Así pues, aquí llegamos a la tercera vertiente del «enjambre de Biden«.

Sólo que no son los actores regionales los que se las están ingeniando para encajonar a Biden, sino el propio protegido de Estados Unidos: el Primer Ministro Netanyahu.

Netanyahu e Israel son el principal objetivo del «enjambre» regional más grande, pero Biden se ha dejado enredar por él. Parece que no puede decir «no». Así que aquí está Biden: encajonado por Rusia en Ucrania; encajonado en Siria e Irak, y encajonado por Netanyahu y un Israel que teme que los muros se cierren sobre su proyecto sionista.

Es probable que Biden no encuentre aquí ningún «punto dulce» electoral, entre la inserción de Estados Unidos en una guerra total en Oriente Próximo impopular y electoralmente desastrosa, y la «luz verde» a la enorme apuesta de Israel por la victoria sobre la guerra contra Hezbolá.

Es poco probable que los estadounidenses pasen por alto la confluencia entre la fallida estratagema ucraniana para debilitar a Rusia y la arriesgada estratagema de la guerra de Israel contra Hezbolá.

Netanyahu también se encuentra entre la espada y la pared. Sabe que «una victoria» que se reduzca únicamente a la liberación de los rehenes y a medidas de fomento de la confianza para establecer un Estado palestino no restablecería la disuasión israelí, ni dentro ni fuera del Estado. Al contrario, la erosionaría. Sería «una derrota», y sin una victoria clara en el sur (sobre Hamás), muchos israelíes, incluidos miembros clave de su propio gabinete, exigirían una victoria en el norte.

Recordemos el estado de ánimo dentro de Israel: La última Encuesta del Índice de Paz muestra que el 94% de los judíos israelíes piensan que Israel utilizó la cantidad adecuada de potencia de fuego en Gaza, o no la suficiente (43%). Y tres cuartas partes de los israelíes piensan que el número de palestinos heridos desde octubre está justificado.

Si Netanyahu está acorralado, también lo está Biden.

El martes, Netanyahu dijo:

No pondremos fin a esta guerra con nada que no sea la consecución de todos sus objetivos… No retiraremos a las FDI de la Franja de Gaza ni liberaremos a miles de terroristas. Nada de eso sucederá. ¿Qué va a ocurrir? La victoria total.

¿Es capaz Netanyahu de virar fuertemente a la izquierda… entrando en un proceso histórico que ponga fin a la guerra en Gaza y conduzca a un Estado palestino, junto con un acuerdo de paz histórico con Arabia Saudí? Probablemente no. Netanyahu ha pateado muchos otros cubos similares antes de que se llenaran, opinó el veterano comentarista Ben Caspit en Ma’ariv (en hebreo).

Biden está haciendo una gran apuesta. Es mejor esperar a ver qué responden Hamás y la Resistencia de Gaza a la propuesta de los rehenes. Los presagios, sin embargo, no parecen positivos para Biden -.

Altos cargos de Hamás y de la Yihad Islámica respondieron ayer a la última propuesta:

La propuesta de París no difiere de las propuestas anteriores presentadas por Egipto … [La propuesta] no conduce a un alto el fuego. Queremos garantías para poner fin a la guerra genocida contra nuestro pueblo. La resistencia no es débil. No se le impondrán condiciones» (Ali Abu Shahin, miembro del buró político de la Yihad Islámica).

Nuestra posición es el alto el fuego, la apertura del paso fronterizo de Rafah, garantías internacionales y árabes para la restauración de la Franja de Gaza, la retirada de las fuerzas de ocupación de Gaza, la búsqueda de una solución de alojamiento para los desplazados y la liberación de los presos según el principio de todos para todos… Confío en que nos dirigimos hacia la victoria. La paciencia de la administración estadounidense se está agotando porque Netanyahu no está aportando logros (Alto cargo de Hamás, Alli Baraka).

Publicado originalmente por Strategic Culture Foundation
Traducción: Observatorio de trabajadores

Las tres vertientes del “enjambre de Biden”

Al parecer, Estados Unidos pretende encontrar la forma de perjudicar a las fuerzas iraníes y de la Resistencia lo suficiente para demostrar que Biden está «muy enfadado», escribe Alastair Crooke.

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«Los iraníes tienen una estrategia, y nosotros no», declaró a Al-Monitor un ex alto funcionario del Departamento de Defensa de Estados Unidos:

Nos estamos atascando en la maleza táctica -de a quién apuntar y cómo- y nadie está pensando estratégicamente.

El ex diplomático indio MK Bhadrakumar ha acuñado el término «enjambre» para describir este proceso este proceso de actores no estatales que hunden a Estados Unidos en el desgaste táctico, desde el Levante hasta el Golfo Pérsico.

El término «enjambre» se ha asociado más recientemente a una evolución radical de la guerra moderna (más evidente en Ucrania), en la que el uso de drones autónomos en enjambre, que se comunican continuamente entre sí mediante IA, seleccionan y dirigen el ataque a objetivos identificados por el enjambre.

En Ucrania, Rusia ha perseguido un desgaste paciente y calibrado para expulsar a los ultranacionalistas de la derecha dura del campo de batalla (en Ucrania central y oriental), junto con sus facilitadores occidentales de la OTAN.

Los intentos de la OTAN de disuadir a Rusia (que recientemente se han desviado hacia ataques «terroristas» dentro de Rusia, como el de Belgorod) han fracasado notablemente. Más bien, el estrecho abrazo de Biden a Kiev le ha dejado expuesto políticamente, a medida que el celo estadounidense y europeo por el proyecto implosiona.

La guerra ha empantanado a Estados Unidos, sin ninguna salida electoralmente aceptable, y todos pueden verlo. Moscú arrastró a Biden a una elaborada red de desgaste. Debería «salir» rápido, pero la campaña de 2024 le ata.

Así pues, Irán ha estado estableciendo una estrategia muy similar en todo el Golfo, tal vez tomando ejemplo del conflicto de Ucrania.

Menos de un día después del ataque a la Torre 22, la base militar ambigua mente ubicada en la frontera entre Jordania y la ilegal base estadounidense de al-Tanaf en Siria, Biden prometió que Estados Unidos proporcionaría una respuesta rápida y decidida a los ataques en su contra en Irak y Siria (por lo que llama milicias «vinculadas a Irán»).

Sin embargo, simultáneamente, el portavoz de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, declaró que Estados Unidos no quiere ampliar las operaciones militares frente a Irán. Al igual que en Ucrania, donde la Casa Blanca se ha resistido a provocar a Moscú una guerra total contra la OTAN, también en la región, Biden desconfía (con razón) de una guerra abierta contra Irán.

Las consideraciones políticas de Biden en este año electoral serán primordiales. Y eso, al menos en parte, dependerá de que el Pentágono calibre con precisión hasta qué punto están expuestas las fuerzas estadounidenses en Irak y Siria a los ataques con misiles y aviones no tripulados.

Las bases allí son «blancos fáciles»; este hecho sería una admisión vergonzosa. Pero una evacuación apresurada (con ecos de los últimos vuelos desde Kabul) sería aún peor; podría ser desastroso en términos electorales.

Al parecer, Estados Unidos pretende encontrar una forma de herir a las fuerzas iraníes y de la Resistencia lo suficiente como para demostrar que Biden está «muy enfadado», pero sin causar quizá un daño real; es decir, se trata de una forma de «psicoterapia militarizada», más que de política dura.

Los riesgos siguen existiendo: si se bombardea demasiado, la guerra regional puede encenderse a un nuevo nivel. Si se bombardea poco, el enjambre simplemente sigue avanzando, contra Estados Unidos en múltiples frentes hasta que finalmente se rinda, y finalmente salga del Levante.

Biden se encuentra así en una agotadora y continua guerra secundaria con grupos y milicias y no con Estados (a los que el Eje pretende proteger). Sin embargo, a pesar de su carácter miliciano, la guerra ha causado importantes daños a las economías de los Estados de la región. Éstos han comprendido que la disuasión estadounidense no ha dado resultados (por ejemplo, con Ansarallah en el Mar Rojo).

Algunos de esos países -entre ellos Egipto, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos- han iniciado medidas «privadas» que no estaban coordinadas con Estados Unidos. No sólo están hablando con esas milicias y movimientos, sino también directamente con Irán.

La estrategia de «enjambre» a Estados Unidos en múltiples frentes se expuso claramente en la reciente reunión del «Formato de Astana», celebrada entre Rusia, Irán y Turquía los días 24 y 25 de enero. Este último triunvirato está ocupado preparando el final del juego en Siria (y, en última instancia, en toda la región).

La declaración conjunta tras la reunión del Formato de Astana en Kazajstán, MK Bhadrakumar ha señalado:

es un notable documento basado casi por completo en el fin de la ocupación estadounidense de Siria. Insta indirectamente a Washington a que abandone su apoyo a los grupos terroristas y sus afiliados ‘que operan con distintos nombres en diversas partes de Siria como parte de los intentos de crear nuevas realidades sobre el terreno, incluidas las iniciativas ilegítimas de autogobierno con el pretexto de ‘combatir el terrorismo’. Exige que se ponga fin a la apropiación y transferencia ilegales por parte de Estados Unidos de recursos petrolíferos ‘que deberían pertenecer a Siria’

Así pues, la declaración expone los objetivos con toda crudeza. En resumen, se ha agotado la paciencia ante el hecho de que Estados Unidos arme a los kurdos e intente revitalizar al ISIS con el fin de desbaratar los planes tripartitos para un acuerdo sobre Siria. El trío quiere a EEUU fuera.

Es con estos objetivos -insistir en que Washington abandone su apoyo a los grupos terroristas y sus afiliados como parte de los intentos de crear nuevas realidades sobre el terreno, incluidas las iniciativas ilegítimas de autogobierno con el pretexto de «combatir el terrorismo»- con los que la estrategia de «Astana» rusa e iraní para Siria encuentra puntos en común con la de la Resistencia.

Esta última puede reflejar una estrategia iraní en su conjunto, pero la Declaración de Astana muestra que los principios subyacentes también son los de Rusia.

En su primera declaración sustantiva después del 7 de octubre, Seyed Nasralá (hablando en nombre del Eje de la Resistencia en su conjunto) indicó un pivote estratégico de la Resistencia: Mientras que el conflicto desencadenado por los acontecimientos de Gaza estaba centralmente relacionado con Israel, Seyed Nasralá subrayó además que el telón de fondo del comportamiento perturbador de Israel estaba en las «guerras eternas» de Estados Unidos de divide y vencerás en apoyo de Israel.

En resumen, vinculó la causalidad de las numerosas guerras regionales de EEUU a los intereses de Israel.

Así pues, aquí llegamos a la tercera vertiente del «enjambre de Biden«.

Sólo que no son los actores regionales los que se las están ingeniando para encajonar a Biden, sino el propio protegido de Estados Unidos: el Primer Ministro Netanyahu.

Netanyahu e Israel son el principal objetivo del «enjambre» regional más grande, pero Biden se ha dejado enredar por él. Parece que no puede decir «no». Así que aquí está Biden: encajonado por Rusia en Ucrania; encajonado en Siria e Irak, y encajonado por Netanyahu y un Israel que teme que los muros se cierren sobre su proyecto sionista.

Es probable que Biden no encuentre aquí ningún «punto dulce» electoral, entre la inserción de Estados Unidos en una guerra total en Oriente Próximo impopular y electoralmente desastrosa, y la «luz verde» a la enorme apuesta de Israel por la victoria sobre la guerra contra Hezbolá.

Es poco probable que los estadounidenses pasen por alto la confluencia entre la fallida estratagema ucraniana para debilitar a Rusia y la arriesgada estratagema de la guerra de Israel contra Hezbolá.

Netanyahu también se encuentra entre la espada y la pared. Sabe que «una victoria» que se reduzca únicamente a la liberación de los rehenes y a medidas de fomento de la confianza para establecer un Estado palestino no restablecería la disuasión israelí, ni dentro ni fuera del Estado. Al contrario, la erosionaría. Sería «una derrota», y sin una victoria clara en el sur (sobre Hamás), muchos israelíes, incluidos miembros clave de su propio gabinete, exigirían una victoria en el norte.

Recordemos el estado de ánimo dentro de Israel: La última Encuesta del Índice de Paz muestra que el 94% de los judíos israelíes piensan que Israel utilizó la cantidad adecuada de potencia de fuego en Gaza, o no la suficiente (43%). Y tres cuartas partes de los israelíes piensan que el número de palestinos heridos desde octubre está justificado.

Si Netanyahu está acorralado, también lo está Biden.

El martes, Netanyahu dijo:

No pondremos fin a esta guerra con nada que no sea la consecución de todos sus objetivos… No retiraremos a las FDI de la Franja de Gaza ni liberaremos a miles de terroristas. Nada de eso sucederá. ¿Qué va a ocurrir? La victoria total.

¿Es capaz Netanyahu de virar fuertemente a la izquierda… entrando en un proceso histórico que ponga fin a la guerra en Gaza y conduzca a un Estado palestino, junto con un acuerdo de paz histórico con Arabia Saudí? Probablemente no. Netanyahu ha pateado muchos otros cubos similares antes de que se llenaran, opinó el veterano comentarista Ben Caspit en Ma’ariv (en hebreo).

Biden está haciendo una gran apuesta. Es mejor esperar a ver qué responden Hamás y la Resistencia de Gaza a la propuesta de los rehenes. Los presagios, sin embargo, no parecen positivos para Biden -.

Altos cargos de Hamás y de la Yihad Islámica respondieron ayer a la última propuesta:

La propuesta de París no difiere de las propuestas anteriores presentadas por Egipto … [La propuesta] no conduce a un alto el fuego. Queremos garantías para poner fin a la guerra genocida contra nuestro pueblo. La resistencia no es débil. No se le impondrán condiciones» (Ali Abu Shahin, miembro del buró político de la Yihad Islámica).

Nuestra posición es el alto el fuego, la apertura del paso fronterizo de Rafah, garantías internacionales y árabes para la restauración de la Franja de Gaza, la retirada de las fuerzas de ocupación de Gaza, la búsqueda de una solución de alojamiento para los desplazados y la liberación de los presos según el principio de todos para todos… Confío en que nos dirigimos hacia la victoria. La paciencia de la administración estadounidense se está agotando porque Netanyahu no está aportando logros (Alto cargo de Hamás, Alli Baraka).

Publicado originalmente por Strategic Culture Foundation
Traducción: Observatorio de trabajadores

Al parecer, Estados Unidos pretende encontrar la forma de perjudicar a las fuerzas iraníes y de la Resistencia lo suficiente para demostrar que Biden está «muy enfadado», escribe Alastair Crooke.

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Escríbenos: info@strategic-culture.su

«Los iraníes tienen una estrategia, y nosotros no», declaró a Al-Monitor un ex alto funcionario del Departamento de Defensa de Estados Unidos:

Nos estamos atascando en la maleza táctica -de a quién apuntar y cómo- y nadie está pensando estratégicamente.

El ex diplomático indio MK Bhadrakumar ha acuñado el término «enjambre» para describir este proceso este proceso de actores no estatales que hunden a Estados Unidos en el desgaste táctico, desde el Levante hasta el Golfo Pérsico.

El término «enjambre» se ha asociado más recientemente a una evolución radical de la guerra moderna (más evidente en Ucrania), en la que el uso de drones autónomos en enjambre, que se comunican continuamente entre sí mediante IA, seleccionan y dirigen el ataque a objetivos identificados por el enjambre.

En Ucrania, Rusia ha perseguido un desgaste paciente y calibrado para expulsar a los ultranacionalistas de la derecha dura del campo de batalla (en Ucrania central y oriental), junto con sus facilitadores occidentales de la OTAN.

Los intentos de la OTAN de disuadir a Rusia (que recientemente se han desviado hacia ataques «terroristas» dentro de Rusia, como el de Belgorod) han fracasado notablemente. Más bien, el estrecho abrazo de Biden a Kiev le ha dejado expuesto políticamente, a medida que el celo estadounidense y europeo por el proyecto implosiona.

La guerra ha empantanado a Estados Unidos, sin ninguna salida electoralmente aceptable, y todos pueden verlo. Moscú arrastró a Biden a una elaborada red de desgaste. Debería «salir» rápido, pero la campaña de 2024 le ata.

Así pues, Irán ha estado estableciendo una estrategia muy similar en todo el Golfo, tal vez tomando ejemplo del conflicto de Ucrania.

Menos de un día después del ataque a la Torre 22, la base militar ambigua mente ubicada en la frontera entre Jordania y la ilegal base estadounidense de al-Tanaf en Siria, Biden prometió que Estados Unidos proporcionaría una respuesta rápida y decidida a los ataques en su contra en Irak y Siria (por lo que llama milicias «vinculadas a Irán»).

Sin embargo, simultáneamente, el portavoz de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, declaró que Estados Unidos no quiere ampliar las operaciones militares frente a Irán. Al igual que en Ucrania, donde la Casa Blanca se ha resistido a provocar a Moscú una guerra total contra la OTAN, también en la región, Biden desconfía (con razón) de una guerra abierta contra Irán.

Las consideraciones políticas de Biden en este año electoral serán primordiales. Y eso, al menos en parte, dependerá de que el Pentágono calibre con precisión hasta qué punto están expuestas las fuerzas estadounidenses en Irak y Siria a los ataques con misiles y aviones no tripulados.

Las bases allí son «blancos fáciles»; este hecho sería una admisión vergonzosa. Pero una evacuación apresurada (con ecos de los últimos vuelos desde Kabul) sería aún peor; podría ser desastroso en términos electorales.

Al parecer, Estados Unidos pretende encontrar una forma de herir a las fuerzas iraníes y de la Resistencia lo suficiente como para demostrar que Biden está «muy enfadado», pero sin causar quizá un daño real; es decir, se trata de una forma de «psicoterapia militarizada», más que de política dura.

Los riesgos siguen existiendo: si se bombardea demasiado, la guerra regional puede encenderse a un nuevo nivel. Si se bombardea poco, el enjambre simplemente sigue avanzando, contra Estados Unidos en múltiples frentes hasta que finalmente se rinda, y finalmente salga del Levante.

Biden se encuentra así en una agotadora y continua guerra secundaria con grupos y milicias y no con Estados (a los que el Eje pretende proteger). Sin embargo, a pesar de su carácter miliciano, la guerra ha causado importantes daños a las economías de los Estados de la región. Éstos han comprendido que la disuasión estadounidense no ha dado resultados (por ejemplo, con Ansarallah en el Mar Rojo).

Algunos de esos países -entre ellos Egipto, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos- han iniciado medidas «privadas» que no estaban coordinadas con Estados Unidos. No sólo están hablando con esas milicias y movimientos, sino también directamente con Irán.

La estrategia de «enjambre» a Estados Unidos en múltiples frentes se expuso claramente en la reciente reunión del «Formato de Astana», celebrada entre Rusia, Irán y Turquía los días 24 y 25 de enero. Este último triunvirato está ocupado preparando el final del juego en Siria (y, en última instancia, en toda la región).

La declaración conjunta tras la reunión del Formato de Astana en Kazajstán, MK Bhadrakumar ha señalado:

es un notable documento basado casi por completo en el fin de la ocupación estadounidense de Siria. Insta indirectamente a Washington a que abandone su apoyo a los grupos terroristas y sus afiliados ‘que operan con distintos nombres en diversas partes de Siria como parte de los intentos de crear nuevas realidades sobre el terreno, incluidas las iniciativas ilegítimas de autogobierno con el pretexto de ‘combatir el terrorismo’. Exige que se ponga fin a la apropiación y transferencia ilegales por parte de Estados Unidos de recursos petrolíferos ‘que deberían pertenecer a Siria’

Así pues, la declaración expone los objetivos con toda crudeza. En resumen, se ha agotado la paciencia ante el hecho de que Estados Unidos arme a los kurdos e intente revitalizar al ISIS con el fin de desbaratar los planes tripartitos para un acuerdo sobre Siria. El trío quiere a EEUU fuera.

Es con estos objetivos -insistir en que Washington abandone su apoyo a los grupos terroristas y sus afiliados como parte de los intentos de crear nuevas realidades sobre el terreno, incluidas las iniciativas ilegítimas de autogobierno con el pretexto de «combatir el terrorismo»- con los que la estrategia de «Astana» rusa e iraní para Siria encuentra puntos en común con la de la Resistencia.

Esta última puede reflejar una estrategia iraní en su conjunto, pero la Declaración de Astana muestra que los principios subyacentes también son los de Rusia.

En su primera declaración sustantiva después del 7 de octubre, Seyed Nasralá (hablando en nombre del Eje de la Resistencia en su conjunto) indicó un pivote estratégico de la Resistencia: Mientras que el conflicto desencadenado por los acontecimientos de Gaza estaba centralmente relacionado con Israel, Seyed Nasralá subrayó además que el telón de fondo del comportamiento perturbador de Israel estaba en las «guerras eternas» de Estados Unidos de divide y vencerás en apoyo de Israel.

En resumen, vinculó la causalidad de las numerosas guerras regionales de EEUU a los intereses de Israel.

Así pues, aquí llegamos a la tercera vertiente del «enjambre de Biden«.

Sólo que no son los actores regionales los que se las están ingeniando para encajonar a Biden, sino el propio protegido de Estados Unidos: el Primer Ministro Netanyahu.

Netanyahu e Israel son el principal objetivo del «enjambre» regional más grande, pero Biden se ha dejado enredar por él. Parece que no puede decir «no». Así que aquí está Biden: encajonado por Rusia en Ucrania; encajonado en Siria e Irak, y encajonado por Netanyahu y un Israel que teme que los muros se cierren sobre su proyecto sionista.

Es probable que Biden no encuentre aquí ningún «punto dulce» electoral, entre la inserción de Estados Unidos en una guerra total en Oriente Próximo impopular y electoralmente desastrosa, y la «luz verde» a la enorme apuesta de Israel por la victoria sobre la guerra contra Hezbolá.

Es poco probable que los estadounidenses pasen por alto la confluencia entre la fallida estratagema ucraniana para debilitar a Rusia y la arriesgada estratagema de la guerra de Israel contra Hezbolá.

Netanyahu también se encuentra entre la espada y la pared. Sabe que «una victoria» que se reduzca únicamente a la liberación de los rehenes y a medidas de fomento de la confianza para establecer un Estado palestino no restablecería la disuasión israelí, ni dentro ni fuera del Estado. Al contrario, la erosionaría. Sería «una derrota», y sin una victoria clara en el sur (sobre Hamás), muchos israelíes, incluidos miembros clave de su propio gabinete, exigirían una victoria en el norte.

Recordemos el estado de ánimo dentro de Israel: La última Encuesta del Índice de Paz muestra que el 94% de los judíos israelíes piensan que Israel utilizó la cantidad adecuada de potencia de fuego en Gaza, o no la suficiente (43%). Y tres cuartas partes de los israelíes piensan que el número de palestinos heridos desde octubre está justificado.

Si Netanyahu está acorralado, también lo está Biden.

El martes, Netanyahu dijo:

No pondremos fin a esta guerra con nada que no sea la consecución de todos sus objetivos… No retiraremos a las FDI de la Franja de Gaza ni liberaremos a miles de terroristas. Nada de eso sucederá. ¿Qué va a ocurrir? La victoria total.

¿Es capaz Netanyahu de virar fuertemente a la izquierda… entrando en un proceso histórico que ponga fin a la guerra en Gaza y conduzca a un Estado palestino, junto con un acuerdo de paz histórico con Arabia Saudí? Probablemente no. Netanyahu ha pateado muchos otros cubos similares antes de que se llenaran, opinó el veterano comentarista Ben Caspit en Ma’ariv (en hebreo).

Biden está haciendo una gran apuesta. Es mejor esperar a ver qué responden Hamás y la Resistencia de Gaza a la propuesta de los rehenes. Los presagios, sin embargo, no parecen positivos para Biden -.

Altos cargos de Hamás y de la Yihad Islámica respondieron ayer a la última propuesta:

La propuesta de París no difiere de las propuestas anteriores presentadas por Egipto … [La propuesta] no conduce a un alto el fuego. Queremos garantías para poner fin a la guerra genocida contra nuestro pueblo. La resistencia no es débil. No se le impondrán condiciones» (Ali Abu Shahin, miembro del buró político de la Yihad Islámica).

Nuestra posición es el alto el fuego, la apertura del paso fronterizo de Rafah, garantías internacionales y árabes para la restauración de la Franja de Gaza, la retirada de las fuerzas de ocupación de Gaza, la búsqueda de una solución de alojamiento para los desplazados y la liberación de los presos según el principio de todos para todos… Confío en que nos dirigimos hacia la victoria. La paciencia de la administración estadounidense se está agotando porque Netanyahu no está aportando logros (Alto cargo de Hamás, Alli Baraka).

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The views of individual contributors do not necessarily represent those of the Strategic Culture Foundation.

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