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August 14, 2025
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Hua BIN

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Prostituirse para Estados Unidos empeora aún más el declive.

Como chinos, desde pequeños se nos educa sobre el siglo de humillación que sufrió China a manos de las potencias coloniales, primero los europeos y después los japoneses.

En las clases de historia, cada niño aprende los tratados desiguales y las enormes reparaciones de guerra que la dinastía Qing se vio obligada a aceptar después de las humillantes derrotas en las dos Guerras del Opio y la guerra chino-japonesa de 1894/95, cuando Taiwán fue cedida a los japoneses hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.

Poco hemos imaginado que presenciaríamos una repetición de tales humillaciones, sin una una guerra perdida, recayendo sobre los propios colonizadores. Esta vez, los tratados desiguales son lo que los europeos se ven obligados a firmar con Estados Unidos como “aliado”; y las reparaciones de guerra consisten en la compra europea de 750.000 millones de dólares de gas natural estadounidense a un precio recargado, cientos de miles de millones adicionales en la compra de armas estadounidenses y otros 600.000 millones de dólares prometidos como inversión europea en los Estados Unidos.

Ursula von der Leyen, sentada como una concubina obediente junto a un Trump victorioso y teñido de color naranja, firmó el cese de cualquier dignidad y soberanía europea residual.

Ella informó contenta que “estamos haciendo algo acerca del desequilibrio comercial… al menos podemos seguir haciendo negocios con los EE.UU.” mientras Europa es obligada a ofrecer a los EE.UU. un arancel cero a cambio de un impuesto generalizado del 15% sobre las importaciones europeas y una excepción a medida para las farmacéuticas donde se esperan impuestos aún más altos.

Yendo hacia atrás un mes, presenciamos el triste e hilarante espectáculo de Mark Rutte, jefe de la OTAN y ex primer ministro holandés, llamando cariñosamente a Trump “daddy” (papi o papito. Nota del traductor) y escribiendo un artículo adulador sobre cómo Estados Unidos está presionando con éxito a los europeos para que gasten más en preparativos de guerra, situación que Trump inmortalizó sin contemplaciones y que fue expuesta al mundo. Uno se pregunta qué lleva a un holandés, generalmente un pueblo orgulloso, a degradarse de esta manera.

Incluso antes, al comienzo de Trump 2, vimos a un servil Keir Starmer lamiéndole las nalgas a Trump en el Despacho Oval con cruda servidumbre (y tocándole el brazo como un tierno tortolito). Me pone los pelos de punta solo escribirlo. Hay cosas que no se pueden ignorar, y esta es una de ellas.

Trump describió groseramente cómo los líderes de otros países vinieron a “besarme el trasero… por favor, señor, por favor” cuando lanzó la guerra arancelaria. Ahora sabemos a quiénes se refería.

La vasallajización de Europa es completa.

Estados Unidos ha tenido éxito con una completa subversión y subyugación de Europa. Sus agentes, cuidadosamente preparados a través del Consejo Atlántico y similares, han asumido el liderazgo de organizaciones troyanas como la OTAN y la UE. Europa es simplemente la última víctima de una incruenta revolución de color que ha durado décadas, librada en su contra por su propio amo y señor.

Con una pretensión de “valores compartidos” y un fervor ideológico que hace sonrojar a los fundamentalistas religiosos, Europa ha renunciado a su capacidad de acción y a sus intereses nacionales sin contraatacar. Los colonizadores son ahora los colonizados.

Von der Leyen, Rutte, Starmer, Macron y Merz son funcionalmente agentes estadounidenses, como Trump, Wolfowitz y Cruz son agentes israelíes.

Tales vasallos son tratados con desprecio y dejados de lado en los asuntos de Estado. La fría recepción de Pekín a von de Leyen y sus secuaces la semana pasada revela al mundo el lugar tan bajo que ocupa Europa en el mundo actual: no hubo ceremonia de bienvenida, ni declaración conjunta, ni acuerdo sustancial alguno, y los líderes europeos fueron llevados en autobús como los invitados indeseados que son.

Europa es como la dinastía Qing tardía de hace 170 años. Es tecnológicamente atrasada y militarmente débil. Aún se aferra a un sentimiento de superioridad cultural y un pasado glorioso, pero no parece darse cuenta de su reducido estatus en el mundo.

Europa todavía piensa que el resto del mundo son bárbaros (o la Jungla, como lo expresó su último jefe de política exterior), pero el resto del mundo piensa en Europa simplemente como otro viejo enfermo y un emperador desnudo.

A diferencia de la dinastía Qing, que al menos intentó luchar contra los invasores y sólo se rindió después de repetidas derrotas, Europa parece abrazar su condición de vasallo con entusiasmo.

Nunca ha habido una asociación igualitaria entre Estados Unidos y Europa después de la Segunda Guerra Mundial, pero se ha pretendido mantener una fachada de soberanía e independencia, aunque fuera a medias.

Ahora la hoja de parra ha desaparecido y una sumisión desnuda y sin carácter queda a la vista de todos.

Europa es la nueva dinastía Qing tardía

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Prostituirse para Estados Unidos empeora aún más el declive.

Como chinos, desde pequeños se nos educa sobre el siglo de humillación que sufrió China a manos de las potencias coloniales, primero los europeos y después los japoneses.

En las clases de historia, cada niño aprende los tratados desiguales y las enormes reparaciones de guerra que la dinastía Qing se vio obligada a aceptar después de las humillantes derrotas en las dos Guerras del Opio y la guerra chino-japonesa de 1894/95, cuando Taiwán fue cedida a los japoneses hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.

Poco hemos imaginado que presenciaríamos una repetición de tales humillaciones, sin una una guerra perdida, recayendo sobre los propios colonizadores. Esta vez, los tratados desiguales son lo que los europeos se ven obligados a firmar con Estados Unidos como “aliado”; y las reparaciones de guerra consisten en la compra europea de 750.000 millones de dólares de gas natural estadounidense a un precio recargado, cientos de miles de millones adicionales en la compra de armas estadounidenses y otros 600.000 millones de dólares prometidos como inversión europea en los Estados Unidos.

Ursula von der Leyen, sentada como una concubina obediente junto a un Trump victorioso y teñido de color naranja, firmó el cese de cualquier dignidad y soberanía europea residual.

Ella informó contenta que “estamos haciendo algo acerca del desequilibrio comercial… al menos podemos seguir haciendo negocios con los EE.UU.” mientras Europa es obligada a ofrecer a los EE.UU. un arancel cero a cambio de un impuesto generalizado del 15% sobre las importaciones europeas y una excepción a medida para las farmacéuticas donde se esperan impuestos aún más altos.

Yendo hacia atrás un mes, presenciamos el triste e hilarante espectáculo de Mark Rutte, jefe de la OTAN y ex primer ministro holandés, llamando cariñosamente a Trump “daddy” (papi o papito. Nota del traductor) y escribiendo un artículo adulador sobre cómo Estados Unidos está presionando con éxito a los europeos para que gasten más en preparativos de guerra, situación que Trump inmortalizó sin contemplaciones y que fue expuesta al mundo. Uno se pregunta qué lleva a un holandés, generalmente un pueblo orgulloso, a degradarse de esta manera.

Incluso antes, al comienzo de Trump 2, vimos a un servil Keir Starmer lamiéndole las nalgas a Trump en el Despacho Oval con cruda servidumbre (y tocándole el brazo como un tierno tortolito). Me pone los pelos de punta solo escribirlo. Hay cosas que no se pueden ignorar, y esta es una de ellas.

Trump describió groseramente cómo los líderes de otros países vinieron a “besarme el trasero… por favor, señor, por favor” cuando lanzó la guerra arancelaria. Ahora sabemos a quiénes se refería.

La vasallajización de Europa es completa.

Estados Unidos ha tenido éxito con una completa subversión y subyugación de Europa. Sus agentes, cuidadosamente preparados a través del Consejo Atlántico y similares, han asumido el liderazgo de organizaciones troyanas como la OTAN y la UE. Europa es simplemente la última víctima de una incruenta revolución de color que ha durado décadas, librada en su contra por su propio amo y señor.

Con una pretensión de “valores compartidos” y un fervor ideológico que hace sonrojar a los fundamentalistas religiosos, Europa ha renunciado a su capacidad de acción y a sus intereses nacionales sin contraatacar. Los colonizadores son ahora los colonizados.

Von der Leyen, Rutte, Starmer, Macron y Merz son funcionalmente agentes estadounidenses, como Trump, Wolfowitz y Cruz son agentes israelíes.

Tales vasallos son tratados con desprecio y dejados de lado en los asuntos de Estado. La fría recepción de Pekín a von de Leyen y sus secuaces la semana pasada revela al mundo el lugar tan bajo que ocupa Europa en el mundo actual: no hubo ceremonia de bienvenida, ni declaración conjunta, ni acuerdo sustancial alguno, y los líderes europeos fueron llevados en autobús como los invitados indeseados que son.

Europa es como la dinastía Qing tardía de hace 170 años. Es tecnológicamente atrasada y militarmente débil. Aún se aferra a un sentimiento de superioridad cultural y un pasado glorioso, pero no parece darse cuenta de su reducido estatus en el mundo.

Europa todavía piensa que el resto del mundo son bárbaros (o la Jungla, como lo expresó su último jefe de política exterior), pero el resto del mundo piensa en Europa simplemente como otro viejo enfermo y un emperador desnudo.

A diferencia de la dinastía Qing, que al menos intentó luchar contra los invasores y sólo se rindió después de repetidas derrotas, Europa parece abrazar su condición de vasallo con entusiasmo.

Nunca ha habido una asociación igualitaria entre Estados Unidos y Europa después de la Segunda Guerra Mundial, pero se ha pretendido mantener una fachada de soberanía e independencia, aunque fuera a medias.

Ahora la hoja de parra ha desaparecido y una sumisión desnuda y sin carácter queda a la vista de todos.

Publicado originalmente por Substack de Hua. huabinoliver.substack.com

Traducción: Comunidad Saker Latinoamericana sakerlatam.blog

Hua BIN

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Escríbenos: info@strategic-culture.su

Prostituirse para Estados Unidos empeora aún más el declive.

Como chinos, desde pequeños se nos educa sobre el siglo de humillación que sufrió China a manos de las potencias coloniales, primero los europeos y después los japoneses.

En las clases de historia, cada niño aprende los tratados desiguales y las enormes reparaciones de guerra que la dinastía Qing se vio obligada a aceptar después de las humillantes derrotas en las dos Guerras del Opio y la guerra chino-japonesa de 1894/95, cuando Taiwán fue cedida a los japoneses hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.

Poco hemos imaginado que presenciaríamos una repetición de tales humillaciones, sin una una guerra perdida, recayendo sobre los propios colonizadores. Esta vez, los tratados desiguales son lo que los europeos se ven obligados a firmar con Estados Unidos como “aliado”; y las reparaciones de guerra consisten en la compra europea de 750.000 millones de dólares de gas natural estadounidense a un precio recargado, cientos de miles de millones adicionales en la compra de armas estadounidenses y otros 600.000 millones de dólares prometidos como inversión europea en los Estados Unidos.

Ursula von der Leyen, sentada como una concubina obediente junto a un Trump victorioso y teñido de color naranja, firmó el cese de cualquier dignidad y soberanía europea residual.

Ella informó contenta que “estamos haciendo algo acerca del desequilibrio comercial… al menos podemos seguir haciendo negocios con los EE.UU.” mientras Europa es obligada a ofrecer a los EE.UU. un arancel cero a cambio de un impuesto generalizado del 15% sobre las importaciones europeas y una excepción a medida para las farmacéuticas donde se esperan impuestos aún más altos.

Yendo hacia atrás un mes, presenciamos el triste e hilarante espectáculo de Mark Rutte, jefe de la OTAN y ex primer ministro holandés, llamando cariñosamente a Trump “daddy” (papi o papito. Nota del traductor) y escribiendo un artículo adulador sobre cómo Estados Unidos está presionando con éxito a los europeos para que gasten más en preparativos de guerra, situación que Trump inmortalizó sin contemplaciones y que fue expuesta al mundo. Uno se pregunta qué lleva a un holandés, generalmente un pueblo orgulloso, a degradarse de esta manera.

Incluso antes, al comienzo de Trump 2, vimos a un servil Keir Starmer lamiéndole las nalgas a Trump en el Despacho Oval con cruda servidumbre (y tocándole el brazo como un tierno tortolito). Me pone los pelos de punta solo escribirlo. Hay cosas que no se pueden ignorar, y esta es una de ellas.

Trump describió groseramente cómo los líderes de otros países vinieron a “besarme el trasero… por favor, señor, por favor” cuando lanzó la guerra arancelaria. Ahora sabemos a quiénes se refería.

La vasallajización de Europa es completa.

Estados Unidos ha tenido éxito con una completa subversión y subyugación de Europa. Sus agentes, cuidadosamente preparados a través del Consejo Atlántico y similares, han asumido el liderazgo de organizaciones troyanas como la OTAN y la UE. Europa es simplemente la última víctima de una incruenta revolución de color que ha durado décadas, librada en su contra por su propio amo y señor.

Con una pretensión de “valores compartidos” y un fervor ideológico que hace sonrojar a los fundamentalistas religiosos, Europa ha renunciado a su capacidad de acción y a sus intereses nacionales sin contraatacar. Los colonizadores son ahora los colonizados.

Von der Leyen, Rutte, Starmer, Macron y Merz son funcionalmente agentes estadounidenses, como Trump, Wolfowitz y Cruz son agentes israelíes.

Tales vasallos son tratados con desprecio y dejados de lado en los asuntos de Estado. La fría recepción de Pekín a von de Leyen y sus secuaces la semana pasada revela al mundo el lugar tan bajo que ocupa Europa en el mundo actual: no hubo ceremonia de bienvenida, ni declaración conjunta, ni acuerdo sustancial alguno, y los líderes europeos fueron llevados en autobús como los invitados indeseados que son.

Europa es como la dinastía Qing tardía de hace 170 años. Es tecnológicamente atrasada y militarmente débil. Aún se aferra a un sentimiento de superioridad cultural y un pasado glorioso, pero no parece darse cuenta de su reducido estatus en el mundo.

Europa todavía piensa que el resto del mundo son bárbaros (o la Jungla, como lo expresó su último jefe de política exterior), pero el resto del mundo piensa en Europa simplemente como otro viejo enfermo y un emperador desnudo.

A diferencia de la dinastía Qing, que al menos intentó luchar contra los invasores y sólo se rindió después de repetidas derrotas, Europa parece abrazar su condición de vasallo con entusiasmo.

Nunca ha habido una asociación igualitaria entre Estados Unidos y Europa después de la Segunda Guerra Mundial, pero se ha pretendido mantener una fachada de soberanía e independencia, aunque fuera a medias.

Ahora la hoja de parra ha desaparecido y una sumisión desnuda y sin carácter queda a la vista de todos.

Publicado originalmente por Substack de Hua. huabinoliver.substack.com

Traducción: Comunidad Saker Latinoamericana sakerlatam.blog

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