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Lorenzo Maria Pacini
June 19, 2025
© Photo: Public domain

El “gran pacto” para el Medio Oriente con certeza significará un gran cambio en algunas dinámicas internacionales de poder.

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Escríbenos: info@strategic-culture.su

Nada se mueve sin que algo más se mueva

Un viejo sage hace unos años una vez me dijo, “en el Medio Oriente nada se mueve sin que algo más se esté moviendo”. Él quiso decir que todo lo que sucede en el Medio Oriente es consecuencia de decisiones tomadas en otra parte, mientras el Medio Oriente por ejemplo influye en todo lo demás. Si hay una guerra en Palestina hoy o mañana por ejemplo, esta no fue decidida por los palestinos; si alguien amenaza a Irán o quiere destruir a Siria eso no es decidido por las poblaciones locales. Siempre se trata de alguien en otra parte que está moviendo los hilos.

Yo no podría asegurar si el viejo sabio estaba en lo cierto o no, pero ciertamente hay algo de verdad en sus palabras. Durante casi un siglo los acontecimientos en el Medio Oriente han sido consecuencia de encuentros y choques entre potencias regionales con mucha participación de actores que están muy distantes pero son muy influyentes.

Una fuente muy confiable y de alto nivel me ha comentado en días recientes sobre un acuerdo que ha sido alcanzado entre Irán y Estados Unidos con la mediación de los Emiratos Árabes Unidos en largas negociaciones que comenzaron en meses recientes y que fueron el resultado de relaciones turbulentas.

Así, Irán sería autorizado para implementar el desarrollo de energía nuclear para aplicaciones civiles a cambio de renunciar a su programa nuclear para aplicaciones militares. En cambio a Irán se le habría asegurado la prisión de Bibí Netanyahu dentro de unos siete u ocho meses, con un tremendo impacto internacional.

Sin embargo, es cierto que no se trata de la derrota del sionismo. Un líder político, un hombre de instituciones, un criminal internacional sería derrotado, pero no el sionismo mismo. Netanyahu representa una ala política de extrema derecha, no todos los israelíes y ni siquiera todos los sionistas que están divididos en varias fracciones políticas. La cuestión sigue siendo quién vendrá después: probablemente un hombre incluso más cercano al eje anglo-norteamericano, quizás más moderado en cuanto a sus “soluciones finales” y ciertamente comprometido con Donald Trump, listo para reconstruir Palestina edificando un mega balneario para ricos israelíes y norteamericanos.

Para el lado norteamericano, cada victoria contra Irán es una gran victoria.

Probablemente todavía se están envalentonando, pero en todo caso, el reemplazo de Netanyahu no es decisivo para los planes de Trump y su equipo.

En cambio, el nuevo posicionamiento en el Mediterráneo y cerca del Canal de Suez se torna muy importante. Las cartas sobre la mesa serán rebarajadas y algunos eventos en la región podrían cambiar significativamente.

El actual equilibrio está marcado por las crecientes tensiones entre las visiones israelíes y norteamericanas. No se trata solo de Trump cuya alianza con las monarquías del Golfo había abierto la puerta para los denominados “Acuerdos Abraham” sino a una divergencia estratégica más profunda. Estados Unidos tiene una agenda global: Israel es importante, pero no lo es todo. Para Washington, la estabilidad en la región es también crucial para contener a Rusia, China e Irán. Para Netanyahu y la mesiánica derecha israelí, no obstante, lo único que les importa es completar la colonización de la histórica Palestina a cualquier costo.

En tercer lugar, tenemos a los Emiratos Árabes Unidos que son los verdaderos ganadores en la mesa. Su estrategia se ha demostrado como exitosa: esta se ofrece como un intermediario en asuntos políticos, negocios y mediaciones internacionales. Se trata de un núcleo atractivo que involucra a muchos países y consigue acomodar situaciones complicadas de manera funcional. Los Emiratos quieren que Irán se calme y no enfurecerse contra esa parte del mundo árabe que fue construida por Estados Unidos.

Conseguir un arreglo sin entregar nada

Esta especie de “grande acuerdo” para el Medio Oriente no garantiza que traerá la paz a la región y quizás no sea esa su meta. Ciertamente significará un enorme cambio en alguna dinámica del poderío internacional.

En cuanto al papel de China y Rusia en el Medio Oriente y con Irán debemos recordar que en virtud de su pragmatismo ellos apoyan a cualquiera que ellos crean apropiado y que los pueda beneficiar a ellos antes que a cualquier otro. Esto significa que China y Rusia actuarán inevitablemente en dos frentes, ayudando a ambos a Irán y a Israel con sus políticas de poder regional suave.

Con todas sus intenciones y propósitos Beiyíng y Moscú deben ser considerados solo como socios estratégicos, solo eso: ellos no siguen los mismos principios etnopolíticos, ellos no tienen la misma mayoría de creencias religiosas. Ellos no están históricamente alineados y ellos no comparten la misma mayoría de creencias religiosas, no están históricamente alineados y no comparten la misma ideología política.

Habiendo dado este paso, no debemos creer que la batalla del Eje de la Resistencia va a fracasar. Lo que está cambiando es un detalle dentro de un plan mayor el cual es de vital importancia para el pueblo iraní. La batalla de la Resistencia no será interrumpida y la lucha por Palestina no será abandonada.

Respecto del antes mencionado Acuerdos Abraham, recientemente Steve Witcoff, declaró que nuevos estados ingresarán al pacto, incluyendo Azerbaiyán, Armenia, Siria y el Líbano ampliando las condiciones del documento y brindándole a Estados Unidos un efectivo control comercial y militar.

La declarada meta de Trump es la creación de un eje que incluiría a sionistas, anglosajones, sauditas y sus seguidores salafis, hasta la Hermandad Musulmana sin olvidar a los Turks. Todo esto apunta hacia Irán pero de hecho será un contrapeso para Rusia y China. Debido a que para Trump Irán es “esa cosa” que se haya entre Estados Unidos y su dominación del Medio Oriente.

 Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona

The views of individual contributors do not necessarily represent those of the Strategic Culture Foundation.
¿Está cerrado el gran pacto para el Medio Oriente?

El “gran pacto” para el Medio Oriente con certeza significará un gran cambio en algunas dinámicas internacionales de poder.

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Nada se mueve sin que algo más se mueva

Un viejo sage hace unos años una vez me dijo, “en el Medio Oriente nada se mueve sin que algo más se esté moviendo”. Él quiso decir que todo lo que sucede en el Medio Oriente es consecuencia de decisiones tomadas en otra parte, mientras el Medio Oriente por ejemplo influye en todo lo demás. Si hay una guerra en Palestina hoy o mañana por ejemplo, esta no fue decidida por los palestinos; si alguien amenaza a Irán o quiere destruir a Siria eso no es decidido por las poblaciones locales. Siempre se trata de alguien en otra parte que está moviendo los hilos.

Yo no podría asegurar si el viejo sabio estaba en lo cierto o no, pero ciertamente hay algo de verdad en sus palabras. Durante casi un siglo los acontecimientos en el Medio Oriente han sido consecuencia de encuentros y choques entre potencias regionales con mucha participación de actores que están muy distantes pero son muy influyentes.

Una fuente muy confiable y de alto nivel me ha comentado en días recientes sobre un acuerdo que ha sido alcanzado entre Irán y Estados Unidos con la mediación de los Emiratos Árabes Unidos en largas negociaciones que comenzaron en meses recientes y que fueron el resultado de relaciones turbulentas.

Así, Irán sería autorizado para implementar el desarrollo de energía nuclear para aplicaciones civiles a cambio de renunciar a su programa nuclear para aplicaciones militares. En cambio a Irán se le habría asegurado la prisión de Bibí Netanyahu dentro de unos siete u ocho meses, con un tremendo impacto internacional.

Sin embargo, es cierto que no se trata de la derrota del sionismo. Un líder político, un hombre de instituciones, un criminal internacional sería derrotado, pero no el sionismo mismo. Netanyahu representa una ala política de extrema derecha, no todos los israelíes y ni siquiera todos los sionistas que están divididos en varias fracciones políticas. La cuestión sigue siendo quién vendrá después: probablemente un hombre incluso más cercano al eje anglo-norteamericano, quizás más moderado en cuanto a sus “soluciones finales” y ciertamente comprometido con Donald Trump, listo para reconstruir Palestina edificando un mega balneario para ricos israelíes y norteamericanos.

Para el lado norteamericano, cada victoria contra Irán es una gran victoria.

Probablemente todavía se están envalentonando, pero en todo caso, el reemplazo de Netanyahu no es decisivo para los planes de Trump y su equipo.

En cambio, el nuevo posicionamiento en el Mediterráneo y cerca del Canal de Suez se torna muy importante. Las cartas sobre la mesa serán rebarajadas y algunos eventos en la región podrían cambiar significativamente.

El actual equilibrio está marcado por las crecientes tensiones entre las visiones israelíes y norteamericanas. No se trata solo de Trump cuya alianza con las monarquías del Golfo había abierto la puerta para los denominados “Acuerdos Abraham” sino a una divergencia estratégica más profunda. Estados Unidos tiene una agenda global: Israel es importante, pero no lo es todo. Para Washington, la estabilidad en la región es también crucial para contener a Rusia, China e Irán. Para Netanyahu y la mesiánica derecha israelí, no obstante, lo único que les importa es completar la colonización de la histórica Palestina a cualquier costo.

En tercer lugar, tenemos a los Emiratos Árabes Unidos que son los verdaderos ganadores en la mesa. Su estrategia se ha demostrado como exitosa: esta se ofrece como un intermediario en asuntos políticos, negocios y mediaciones internacionales. Se trata de un núcleo atractivo que involucra a muchos países y consigue acomodar situaciones complicadas de manera funcional. Los Emiratos quieren que Irán se calme y no enfurecerse contra esa parte del mundo árabe que fue construida por Estados Unidos.

Conseguir un arreglo sin entregar nada

Esta especie de “grande acuerdo” para el Medio Oriente no garantiza que traerá la paz a la región y quizás no sea esa su meta. Ciertamente significará un enorme cambio en alguna dinámica del poderío internacional.

En cuanto al papel de China y Rusia en el Medio Oriente y con Irán debemos recordar que en virtud de su pragmatismo ellos apoyan a cualquiera que ellos crean apropiado y que los pueda beneficiar a ellos antes que a cualquier otro. Esto significa que China y Rusia actuarán inevitablemente en dos frentes, ayudando a ambos a Irán y a Israel con sus políticas de poder regional suave.

Con todas sus intenciones y propósitos Beiyíng y Moscú deben ser considerados solo como socios estratégicos, solo eso: ellos no siguen los mismos principios etnopolíticos, ellos no tienen la misma mayoría de creencias religiosas. Ellos no están históricamente alineados y ellos no comparten la misma mayoría de creencias religiosas, no están históricamente alineados y no comparten la misma ideología política.

Habiendo dado este paso, no debemos creer que la batalla del Eje de la Resistencia va a fracasar. Lo que está cambiando es un detalle dentro de un plan mayor el cual es de vital importancia para el pueblo iraní. La batalla de la Resistencia no será interrumpida y la lucha por Palestina no será abandonada.

Respecto del antes mencionado Acuerdos Abraham, recientemente Steve Witcoff, declaró que nuevos estados ingresarán al pacto, incluyendo Azerbaiyán, Armenia, Siria y el Líbano ampliando las condiciones del documento y brindándole a Estados Unidos un efectivo control comercial y militar.

La declarada meta de Trump es la creación de un eje que incluiría a sionistas, anglosajones, sauditas y sus seguidores salafis, hasta la Hermandad Musulmana sin olvidar a los Turks. Todo esto apunta hacia Irán pero de hecho será un contrapeso para Rusia y China. Debido a que para Trump Irán es “esa cosa” que se haya entre Estados Unidos y su dominación del Medio Oriente.

 Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona