Oleg YASINSKY
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Este podría ser el tema que marque no solo este año que comienza y el siguiente, sino todo un nuevo ciclo político que debería ser visto no solo como el cambio de administración en la Casa Blanca, sino como la implementación de una nueva estrategia cognitiva para defender el mismo sistema agonizante. “Cambiar todo para que nada cambie”, como decía proféticamente el escritor italiano Guiseppe Tomasi de Lampedusa en la novela ‘El Gatopardo’.
El movimiento ‘woke’, creado en EE.UU. con la activa participación de la Fundación Soros y muchas otras diversas instituciones del capitalismo neoliberal, que a pesar de su significado en inglés (‘despierto’), consiguió adormecer, más que ninguna otra ideología política, a las fuerzas sociales del mundo, pudiendo desviar la atención y energía de generaciones enteras.
Los famosos lemas ‘Chile despertó’, ‘Colombia despertó’ y otros, han sido parte del cancionero de cuna de la ideología ‘woke’. Hablando del feminismo, de la defensa de los derechos de las minorías étnicas y sexuales, y demás causas nobles y justas, los representantes de los ‘woke’ jamás se atrevieron a atacar ni a cuestionar el poder global de las corporaciones internacionales ni de los capitales especulativos bancarios, que son los que sostienen el estado vigente, instalando en las luchas sociales del siglo XXI un verdadero reino de lo secundario.
Sus líderes aseguraron que la “actual revolución feminista” era la “única verdadera” en la historia, sin tener la menor idea ni de historia, ni de cultura de sus propios pueblos. Su rebelión “contra el poder patriarcal”, dirigida y financiada por el sistema, no hizo más que demostrar la increíble pobreza de ideas y falta de sentido crítico, reduciendo la actividad de estos “revolucionarios” a un sistema de cuotas étnicas y de género arraigado en el mismo poder de siempre.
El resultado concreto de esta lucha ‘woke’ son los gobiernos de “ultraderecha” y seudo izquierda, que hacen un sobreesfuerzo ante sus ingenuos electores, fingiendo que son diferentes entre ellos. La destrucción mundial del sistema de educación del Estado y los estragos sociales y económicos generados por la pandemia, sobre todo en los países del Sur Global, fueron importantes catalizadores para este proceso, que no fue otra cosa que el plan del poder para castrar a los movimientos de resistencia.
Aparte de convertir la justa lucha de las mujeres por la igualdad de derechos con los hombres (totalmente necesaria en muchos países), en una verdadera guerra de sexos, también instaló la peor patraña ideológica de nuestros tiempos: a los promotores de esta política, como, por ejemplo, el Partido Demócrata de EE.UU. y demás sucursales, se les denominó partidos de ‘izquierda’ o ‘socialistas’ en los medios de comunicación del sistema. No hubo una mejor manera de invisibilizar a la verdadera izquierda en el mapamundi político para las generaciones ignorantes educadas por el duopolio mediático de la Fox y la CNN. Y después de cumplir este objetivo estratégico, el sistema ha tomado una nueva decisión.
La extrema pobreza de ideas ‘woke’ es evidente, y su aplicación desde el poder político en EE.UU., Europa Occidental y gobiernos tercermundistas políticamente correctos que siempre son primeros en copiar todas las burradas de sus amos, ya dejó de ser necesaria.
Y promover el reconocimiento de miles de géneros y alterar la sexualidad infantil, convirtiendo lo íntimo, lo complejo y lo delicado en agresivas caricaturas del quehacer político cotidiano que generaba una creciente molestia entre los pueblos, las culturas y los credos más diferentes. Cada día más gays y lesbianas entendían la falsedad del discurso oficial del “respeto a las minorías”, que con acciones concretas cada vez más promovían la violencia y la intolerancia en la sociedad, discriminando abiertamente a cualquiera que cuestionara estas políticas. La promoción oficial de la agenda LGBTI*, al igual que el incentivo de los grandes flujos migratorios a los países que hasta hace poco se consideraban ‘primer mundo’, prepararon así a los chivos expiatorios, para que, en algún momento de crisis programada, fueran acusados de todos los males y problemas de la sociedad, distrayendo a las poblaciones de los verdaderos responsables. Era una locura que claramente no daba para más y por eso, pasando a una nueva etapa, se ha decidido cambiar de estrategia.
Al parecer, los primeros en abandonar sus “políticas inclusivas” fueron Wal-Mart y McDonald’s. Casi de inmediato Meta (la empresa matriz de Facebook, Instagram, WhatsApp, Messenger Live y Threads) disolvió sus departamentos pertinentes y anuló las cuotas de trabajo LGBT. Ahora el canal estadounidense de noticias comerciales CNBC informa que Amazon está poniendo fin a sus programas de diversidad, igualdad e inclusión, que “ya no son relevantes” y este anuncio lo dio Candy Castleberry, vicepresidenta de experiencia inclusiva de la empresa.
Hace pocos días Mark Zuckerberg, director de Meta, en su larguísima entrevista reveló los detalles de las presiones de la administración Biden sobre su empresa. Según Zuckerberg, el mayor control comenzó en la pandemia de covid-19, cuando le obligaron a eliminar toda la información sobre los posibles efectos secundarios de las vacunas y exigieron censurar a cualquier voz crítica.
En realidad, estas tardías confesiones de una de las personas más adineradas del planeta, no revelan al mundo nada nuevo. Millones de usuarios de las redes sociales de todo el mundo en las pantallas propias conocimos esta censura, que ayudó a destruir la salud de nuestros pueblos, quebrar pequeñas y medianas empresas y concentrar el poder y recursos aún más, en cada vez, menos manos. Es muy curioso escuchar estas confesiones de uno de los principales cómplices de semejante crimen, que ahora se queja de la censura que él mismo aplicó, obedeciendo a los dueños supremos de la verdad, mientras que sus redes (al igual que ayer) siguen mintiendo y censurando todo lo relacionado, por ejemplo, con Rusia, y tan indignados con la intolerancia y la violencia, no han retirado su permiso para llamar públicamente al asesinato de rusos. Incluso cuando ‘confiesan’ nos ven la cara de idiotas, como si no se sobreentendiera que censuró porque ganaba miles de millones y ahora cambia porque después de la confesión y culpar a los otros, ganará también
El brusco cambio del discurso oficial tiene muy poco que ver con la llegada al poder de Donald Trump. El triunfo de la “ultraderecha” conservadora en EE.UU. y el fortalecimiento de las fuerzas afines en Europa no son la causa, sino más bien la consecuencia de una decisión tomada lejos de cualquier ‘show’ democrático y una elección hecha mucho antes de cualquier elección.
Después de la destrucción de la izquierda tradicional anticapitalista en ‘el mundo democrático’, en este momento las corporaciones gobernantes van a validar a la ‘izquierda’ anticomunista, convirtiendo a los seguidores del ‘woke’ en auténticos “perseguidos”, “revolucionarios” y “víctimas”. Nos prepararon para eso mucho antes, desde que empezaron a llamar a Biden “comunista”. Después de la locura de la agenda ‘woke’, la “ultraderecha” viene ‘a salvar el mundo’ bajo lema del ‘sentido común’.
Es fácil prever que dentro de este guion en el mundo vienen varios cambios políticos. En Chile, después de Gabriel Boric será electo el pinochetista José Antonio Kast, Gustavo Petro en Colombia será reemplazado por la uribista Vicky Dávila o alguien similar, etc. En Ucrania, el señor Zelenski será reemplazado por su ex asesor Alexéi Arestóvich, quien ha demostrado una mayor promiscuidad política.
Viendo ahora las entrevistas de algunos personajes del poder ucraniano, se hace evidente que todos ellos apoyaban el discurso ‘woke’ no porque lo compartieran, sino porque fueron sostenidos con el dinero y las armas del Partido Demócrata y de sus vasallos europeos. Pero el discurso del ‘sentido común’ de las “ultraderechas” triunfantes en el mundo, les pega mucho más, y no dudo que lograrán sus acuerdos.
Lo único que nos garantiza el cambio que viene desde las altas esferas del poder del ‘mundo civilizado’, es que su oferta para los pueblos será aún más injusta, hipócrita y asesina. Con este enroque de la seudo izquierda por la “ultraderecha” en el poder, la guerra contra la humanidad entra en su nueva fase. Y nuestras principales armas para defendernos siguen siendo las mismas: nuestra capacidad para construir el pensamiento crítico y la organización.
Disney declara formalmente su derrota en la “batalla woke”: razones de su cambio de rumbo ideológico
José María Carrera, 13 de enero de 2025, KontraInfo
El homicidio de George Floyd el 25 de mayo de 2020 en Minneapolis sacudió todos los cimientos del activismo social progresista. Su muerte fue el detonante que iniciaría una corriente aparentemente dirigida contra los abusos raciales, el movimiento woke, pero que terminó siendo el brazo armado de la amalgama del pensamiento dominante, desde la teoría crítica de la raza o el feminismo hasta el laicismo, la leyenda negra o los llamados derechos trans.
Empresas como Disney no dudaron en sumarse al boyante “movimiento woke” y su brazo ejecutor, la cancelación, lo que plasmaron sus directivos al asegurar que entonces era “más que nunca es el momento de fortalecer aún más nuestro compromiso con la diversidad y la inclusión. Tenemos la intención de seguir durante el tiempo que sea necesario para generar un cambio real”.
Un discurso que en 2022 comenzó a moderarse, cuando el entonces CEO Bob Chapek aseguró que declaraciones institucionales como la descrita “hacen muy poco para cambiar las mentes”.
Ahora, la militancia woke de Disney está cerca de quedar reducida a papel mojado ,después de que el actual CEO Bob Iger haya remarcado que la misión de la compañía “debe ser entretener” y “no guiarse por una agenda”: recientemente, Disney ha renunciado a imponer ese “cambio del mundo” a sus espectadores y cancelado el estreno de una historia transgénero, Win or Lose, que estaba previsto para Disney+ el próximo 19 de febrero.
Una decisión de tal magnitud, tomada por una compañía que siguen cada día decenas de millones de personas -ya sea en plataformas, películas, cines, parques…- genera dudas e incomprensión. ¿Qué ha motivado este cambio? ¿Por qué la directiva de Disney ha pasado de prometer la inclusión forzosa de personajes LGBT en sus cintas -pese a las pérdidas- a retirarlas de su agenda? ¿Es por intereses económicos, por política, por convicción…? Y sobre todo, ¿cuánto durará el cambio?
Lo cierto es que la incorporación de Disney al “pensamiento único” y adoctrinamiento woke se remonta incluso antes del origen mismo de lo woke y la cancelación.
En el año 2014, Disney protagonizó una sonora polémica a raíz de la serie Buena suerte, Charlie y su decisión de incorporar en ella a Susan y Cheryl, las “dos madres” de Taylor, la amiga de la protagonista. El objetivo, explicó uno de los responsables de las emisiones, era “reflejar los temas de la diversidad y de la inclusión” -también conocidas como políticas DEI, Diversidad, Equidad e Inclusión- pero el escándalo, lejos de ser por “reflejar” aquella situación, fue también la normalidad con que aquello fue recibido por el resto de personajes: “Ninguna sorpresa ni situaciones embarazosas. Ninguna discusión con los hijos sobre lo que ´significa´ todo esto”, expresó el Wall Street Journal.
Lo que en un principio fue una aparición estelar, de segundos y excepcional no tardó en convertirse en la norma a partir de entonces. Desde aquella aparición comenzaron a surgir un sinfín de ejemplos que, por el momento, parecían dirigirse exclusivamente a la temática LGBTQ.
Se pudo ver en Stan contra las Fuerzas del Mal, también de Disney Channel, serie para menores que ya en 2017 era famosa por sus escenas de dibujos homosexuales, personajes transexuales e incluso la promoción de esta última tendencia: “No importa si es un chico -se dice del personaje trans-, nada de lo que nos ha dicho estaba equivocado”. Otra afirma: “Él puede ser una princesa si quiere“.
Las plataformas del gigante del entretenimiento, especialmente Disney + y Disney Channel, han funcionado como su principal medio de difusión de adoctrinamiento, relegando las películas a detalles sutiles y ocasionales pero con un gran peso específico.
Es el caso de Buzz Lightyear, estrenada en 2022, que mostró al público el primer beso homosexual de la compañía, de escasos 2 segundos pero generalmente visible, o de Mundo extraño, de noviembre de 2022, con una pareja abiertamente homosexual en la película. Su productora ejecutiva, Latoya Raveneau, reconoció haber implementado una agenda gay en la programación, así como contenidos queer:
“Nuestros jefes fueron muy acogedores con mi nada secreta agenda gay. Sentí un impulso, una sensación de que no tenía que tener miedo a que dos personajes (queer) se besasen. Añadía contenidos queer a la programación siempre que podía. Nadie podía detenerme”, comentó en su día en un vídeo.
Otros rasgos de la doctrina woke, como la teoría crítica de la raza, se implementaron en reboots como el de La Sirenita, donde Latondra Newton contrató a una actriz negra para interpretar a la caucásica y pelirroja Ariel. Los batacazos de los contenidos en diversidad de Newton desembocaron finalmente en su despido el pasado 2023, tras seis años de producciones con su firma woke.
Contenido transgénero, gay, queer y de teoría crítica empezó a dominar todas las producciones infantiles como parte de una decisión aplaudida por los mandamases de la cúpula de Disney. Especialmente polémico y representativo de esta cohesión woke fueron las declaraciones prácticamente simultáneas de sus dirigentes en 2022.
Vivian Ware, gerente de diversidad e inclusión de Disney, reconocía como la compañía había eliminado todos sus “damas, caballeros, niños y niñas” de sus parques por considerarlos saludos de género: “Hemos entrenado a todos los miembros de nuestro elenco en este sentido, así que ahora saben que hay que decir `hola a todo el mundo´. Decimos `soñadores de todas las edades´”.
Allen March, coordinador de producción de la compaña, también declaró su compromiso con la promoción de historias queer, y destacó por declarar formalmente la existencia de una “cuota” LGBT en las películas que debía ir al alza para crear suficientes “personajes no conformes con el género, personajes trans o bisexuales no convencionales”.
En la línea de Ware y March, la presidenta de Disney General Entertainment Karey Burke, reclamó la importancia de normalizar el contenido homosexual: “Tenemos muchos, muchos, muchos personajes LGBTQ y, sin embargo, no tenemos suficientes narraciones en las que los personajes homosexuales simplemente se conviertan en personajes y no tengan que tratar sobre historias homosexuales”.
Sin embargo, aunque la política woke de Disney se ha coordinado entre lobbies, parques y producciones, el verdadero ariete han sido sus plataformas, donde lejos de ser residual o anecdótico, el contenido era protagonista. Uno de los ejemplos paradigmáticos fue su serie Little Demon, en Disney +, plagada de rituales, desnudos o sexo explícito y con una trama que dice así:
“Trece años después de haber quedado embarazada de Satanás, una madre y su hija Anticristo intentan vivir una vida ordinaria pero continuamente son frustrados por fuerzas demoníacas, incluso Satanás, que desea la custodia del alma de su hija”.
Los citados son los ejemplos más representativos, pero no los únicos, de la carrera woke que Disney promete haber finalizado.
¿Por qué?
De las muchas razones que pueden explicarlo, hay algunas especialmente significativas.
Por un lado, la tendencia política hacia gobiernos conservadores o de la llamada “nueva derecha”, que combaten frontalmente las tendencias woke y progresistas y que dan, al menos en principio, una mayor consideración a la familia. Algo que se puede reflejar en la nueva victoria de Trump en Estados Unidos o el creciente protagonismo de Agrupación Nacional en Francia -las dos sedes de los principales parques temáticos de Disney, Orlando y París-.
Aparejado a esto último, la tendencia social misma muestra un claro hartazgo con las políticas woke. No solo los gobiernos, sino la sociedad misma y las familias dejan de ver relación entre su día a día cotidiano y las propuestas woke, llegando a ver cómo estas forman parte más de una “determinación de la agenda” o creación de necesidades y problemas que no existen, que de una realidad latente. En otras palabras: ni los padres ni los niños demandan un contenido ajeno o contrario a su realidad, la mayoría no desean ver personajes transgénero, homosexuales o a la hija de Satanás en `Little demon´.
Y esto se refleja en lo económico. El cliente no perdona y no hay más que ver las cifras de recaudación y auténticos “batacazos” de los principales bastiones woke de Disney.
En el caso de La Sirenita, fue un auténtico batacazo en el mercado asiático, debutando con tan solo 2,5 millones de dólares en beneficios en China, con resultados similares a Corea del Sur o Japón. La crítica en Hispanoamérica también fue determinante. “La nueva Sirenita pierde en todos los aspectos con la inolvidable película original”, recogía La Nación.
En taquilla triunfa el Disney entrañable “de siempre”, fracasa el woke
La realidad se puede ver con una comparativa. En 2024, Inside out 2 se convertía en la película de animación más taquillera de la historia al recaudar 1.500 millones de dólares para Disney. La crítica católica alabó la propuesta y el nada sospechoso de wokeista Sean Fitzpatrick la definió como “una película familiar limpia, sin mensajes liberales ni guiños intelectuales [ideológicos].
“Es una historia sencilla contada con imaginación y dinamismo, libre de los adornos ideológicos que suelen estar presentes en los márgenes de películas como esta, especialmente las que salen del imperio Disney (véase Lightyear o Elemental; en realidad, no la vea). Inside Out 2 no tenía esa propaganda, y apuesto a que la gente lo apreció. Fue realmente una película apta para toda la familia, sin nada que explicar después ni preguntarse cuál fue el impacto en la imaginación de los niños”, escribió en Catholic World Report.
La relación parece clara: a menos mensaje woke, más público y mayor recaudación. Un escenario muy distinto al de películas como Elemental o Strange World. Esta última, estrenada en 2022, perdió más de 197 millones de dólares. ¿La trama? De nuevo fue una cinta “ultrawoke” según el Washington Times, con una historia de amor adolescente gay, un mensaje medioambiental, ninguna princesa y una familia conformada por un matrimonio birracial, un hijo homosexual y un perro de tres patas, con muchos otros personajes aparentemente “no binarios”, mujeres masculinas, hombres femeninos.
Para abril de 2024, Bob Iger había aprendido la lección. “Las historias que cuentas tienen que reflejar realmente la audiencia a la que intentas llegar, pero esa audiencia, al ser tan diversa… puede sentirse desanimada por ciertas cosas. Simplemente tenemos que ser más sensibles a los intereses de una audiencia amplia. No es fácil”, declaró a la cadena CNBC.
Pérdida de la batalla política
Otro factor que puede haber influido enormemente en el viraje de Iger, y con él, también de Disney, es la derrota en el conflicto frente al gobernador de Florida, el republicano Ron De Santis, donde se encuentra el gran parque de Disney World.
La pugna comenzó en 2022, con la aprobación de la mal llamada legislación “Dont say gay”, vendida como una merma para los derechos LGBT, pero que realmente se codificó como “ley de “defensa de los Derechos de los Padres en la Educación” con el objetivo, según De Santis, de proteger a los menores del adoctrinamiento ideológico en las escuelas.
“Los padres con hijos pequeños no quieren que se les inocule eso en la guardería de sus hijos. No quieren que los maestros les digan a los niños que pueden elegir pertenecer al sexo opuesto, que se incluya la transexualidad en las guarderías y en primaria. En Florida, nuestras políticas se van a seguir basando en lo que más convenga a los ciudadanos de Florida y no en las elucubraciones de empresas ‘woke’”, explicó el gobernador.
En un principio, Disney no estaba invitada a aquella polémica ya que las competencias eran educativas, pero su respuesta fue toda una declaración de guerra al gobernador del estado donde se encuentra el gran parque: “Seguiremos comprometidos en el apoyo a las organizaciones nacionales que trabajan para lograrlo, y estamos dedicados a la defensa de los derechos de los miembros LGBTQ+ de la familia Disney, así como de la comunidad de todo el país”.
Dos años después, Disney vio su marca mermada, posicionándose para los votantes republicanos como una compañía partidaria formalmente de adoctrinar a sus hijos:
Según una encuesta de WPA Intelligence de septiembre de 2022, el índice de aprobación de la marca Disney entre los estadounidenses de todas las orientaciones políticas era del 51% (el 37% entre los votantes republicanos), mientras que en marzo de 2021 era del 77%.
No solo eso. Para 2023, la gran compañía también había perdido directamente la batalla contra De Santis, que logró terminar con el sistema de autogobierno que disfrutaba Disney sobre el distrito de Reedy Creek, donde se encontraba el parque.
Desde marzo de 2023, la zona pasaba de nuevo al control del estado de Florida, pasando a rebautizarse como “Distrito de Supervisión Turística de Florida Central”, a tener una nueva junta de gobierno elegida por De Santis -y ya no por Disney-, visiblemente conservadora y ajena a lo woke, que previsiblemente mantendrá el control sobre Disney: Bridget Ziegler, cofundadora de Moms for Liberty; Ron Peri, presidente de Gathering USA, un apostolado cristiano; y tres abogados, incluido el presidente del capítulo de Orlando de la Sociedad Federalista.
Balance: lo que Disney ha perdido y lo que ha ganado con lo woke
Tras años de una activa y agresiva militancia woke, lo que Disney ha perdido es mucho más de lo que ha ganado: su incursión en producciones adoctrinadores ha sido una auténtica catástrofe tanto en su economía como en sus clientes. Su imagen de marca ha quedado duramente castigada, y solo tras años de rechazo a las políticas DEI -diversidad-equidad e inclusión- y con el regreso a su tradicional política “family friendly” quizá pueda recuperar la confianza de todos los ciudadanos.
En lo político también ha perdido, su administración sobre el gran parque de Orlando se ha visto perjudicada y ahora tiene a los conservadores fiscalizando su actividad con De Santis a la cabeza, pero sin el apoyo del progresista Biden y con un Donald Trump reforzado y con cuatro largos años de gobierno por delante. Respecto a lo que ha ganado, se puede suponer que no mucho más que el apoyo de determinados lobbies, poderosos y variados -woke, LGBT y racial- pero con una concreción difícil de determinar.
¿Cuánto durará esta nueva etapa de Disney? Por el momento, será así mientras Bob Iger mantenga su puesto como CEO de la gran compañía, lo que no parece que se alargue mucho: según ha confirmado Disney, ya están buscando al sucesor de Iger, cuyo nombre anunciarán en 2026.
Publicado originalmente por infoposta.com.ar