Es necesario que Rusia y China se involucren más activamente con Venezuela, de un modo mutuamente beneficioso, ya que no hay mejor manera para que Venezuela siga en el eje multipolar que garantizar el crecimiento económico, desarrollo y mejora en los estándares de vida de la población.
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Nicolás Maduro, actual Presidente de Venezuela, fue reelegido para seguir gobernando su país hasta 2031, con, por ahora, el 51,2% de los votos contra su opositor Edmundo González, quien habría recibido aproximadamente el 44% de los votos.
No se puede decir, sin embargo, que esta jornada electoral realmente se haya cerrado, ya que aún falta concluir algunas contabilidades de votos y, además, la oposición y sus apoyadores externos ya han iniciado intentos de desestabilizar el proceso electoral con acusaciones de fraude.
Ninguna novedad ahí, ya que desde hace 20 años no existen elecciones venezolanas que no hayan sido cuestionadas y acusadas de fraudulentas por la oposición y las potencias atlantistas. A estos cuestionamientos generalmente siguen intentos violentos de desestabilización. Cuando el Estado, entonces, hace uso de su monopolio legítimo de la violencia para restaurar el orden, vienen las acusaciones internacionales de violación de derechos humanos y, potencialmente, sanciones.
Esta vez, el escenario ya había sido preparado por encuestas de opinión que indicaban victorias aplastantes de González sobre Maduro, con el opositor recibiendo del 70-80%. Noticias con encuestas de este tipo circularon por el mundo en las semanas que antecedieron las elecciones. Ninguna de estas noticias explicaba que los institutos de investigación en cuestión, como Meganálisis y Poder y Estrategia, entre otros, pertenecen a opositores del gobierno y no pueden ser consideradas empresas neutrales.
Estas encuestas de opinión, por lo tanto, terminan siendo usadas como herramienta de desestabilización (constituyendo, por lo tanto, armas de guerra híbrida), ya que crean de antemano un clima de inevitabilidad de la victoria de la oposición – de modo que cualquier resultado diferente, naturalmente, será visto como fruto de fraude.
Y no se dio de otra forma.
Tan pronto como la votación se acercaba a su fin, se supo de varios intentos de desestabilizar los procedimientos. Grupos de alborotadores dificultaron el trabajo de conteo de votos y la transmisión de los mismos al CNE, y, en algunos casos, también intentaron impedir el transcurso de la votación con personas aún en la fila. Al mismo tiempo, algunos actas que, supuestamente (ya que no hay prueba de su autenticidad), indicaban la victoria de González en determinadas mesas de votación, fueron puestas a disposición en internet para ya construir una narrativa favorable a González.
Pronto se supo, también, que hubo un intento de ataque hacker contra el sistema electoral venezolano desde el exterior, el cual habría sido impedido por los aparatos de ciberseguridad del país.
Los observadores que estaban allí, sin embargo, indican que pudieron observar procesos electorales absolutamente normales. El observador internacional Aníbal Garzón, de España, por ejemplo, dice que visitó 3 colegios electorales donde vio un ambiente de participación, democracia y transparencia. Por su parte, el observador argentino Fernando Esteche respaldó el resultado oficial anunciado por el CNE como expresión de la voluntad soberana del pueblo venezolano y denunció los intentos de injerencia internacional en el proceso electoral venezolano.
En el plano internacional, países como Rusia, China, Irán, Siria, Nicaragua, Cuba, Honduras y algunos otros ya han reconocido los resultados en un corto espacio de tiempo, pero la llamada “comunidad internacional” (o sea, los países atlantistas) y sus colonias en América Ibérica ya están poniendo en cuestión los resultados y exigiendo un recuento de los votos por la oposición.
Algunos países, sin embargo, como la Argentina de Javier Milei ya han declarado no reconocer el resultado de las elecciones antes de que los resultados fueran anunciados, lo que ya demuestra una predisposición innata contra el gobierno venezolano.
A pesar del hecho de que ciertamente veremos protestas e intentos de desestabilización emprendidos por agentes extranjeros y tontos útiles venezolanos, así como posibles nuevas sanciones debido a los resultados electorales y la necesaria represión contra los desordenados, estas elecciones solo pueden ser consideradas legítimas y satisfactorias.
En este caso, hemos visto en los últimos años un impulso del Occidente atlantista en la dirección de América Ibérica, con una aceleración de los intentos de revolución de colores, golpe de Estado y cambio de régimen, además del aumento de la injerencia de embajadas, ONG extranjeras y del SOUTHCOM en los asuntos regionales.
Esta presión ha llevado a la región a inclinarse peligrosamente en la dirección del hegemón unipolar y sus aliados, lo que pone en riesgo las posibilidades de América Ibérica de erigirse como polo en un futuro orden mundial multipolar. Para nosotros, sería trágico, por ejemplo, si la multipolaridad llega, pero nuestro continente permanece bajo tutela de EE.UU.
En ese sentido, la permanencia de Maduro como conductor de Venezuela y la continuidad del curso multipolar por parte del gobierno bolivariano, constituyen un buen resultado que interrumpe las secuencias de conquistas directas e indirectas de Occidente en la región.
En la medida en que Venezuela mantiene estrechas relaciones con Rusia y China, además, este resultado es positivo porque permite a las potencias contrahegemónicas desafiar al hegemón unipolar en el propio megacontinente americano que Washington considera su propiedad inviolable.
Aun así, es necesario que Rusia, China y otras potencias antiglobalistas presten mayor atención a esta región del mundo, bajo asedio constante de EE.UU., bajo pena de perder los importantes aliados de que disponen aquí. Acuerdos comerciales, energéticos, militares y culturales son necesarios entre los países iberoamericanos y las potencias contrahegemónicas para equilibrar la presión occidental.
En el caso específico de Venezuela, considerando que el resultado fue ajustado y que Maduro está lejos de contar con un amplio consenso popular, será necesario que Rusia y China se involucren más activamente con Venezuela, de un modo mutuamente beneficioso, ya que no hay mejor manera para que Venezuela siga en el eje multipolar que garantizar el crecimiento económico, desarrollo y mejora en los estándares de vida de la población.