La presente argumentación, que tanto los progresismos como la ideología woke no son izquierda, no son socialismo ni comunismo remasterizado.
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El uso de este participio en algunas variedades afroamericanas del inglés ha generado un significado adjetival que en los últimos tiempos ha cobrado importancia en el uso generalizado estadounidense, lo que ha motivado la inclusión de una nueva entrada para woke como adjetivo. El significado original del adjetivo woke (y anteriormente woke up) era simplemente “despierto”, pero a mediados del siglo XX, woke se extendió de forma metafórica para referirse a estar “consciente, alerta” o “bien informado” en un sentido político o cultural.
Juan Meseguer: El gran despertar: qué es y por qué importa la revuelta woke.
Nacida la expresión ‘woke’ en Estados Unidos tras al menos siete décadas de mutaciones y ajustes, así como ampliaciones más allá de una conciencia de los negros sobre la forma en que los blancos amantes del género beat se apropiaban de términos propios de los afroamericanos de los años 50’s, finalmente en las dos primeras décadas del siglo XXI, pasó de ser una forma de comprender en principio la discriminación de índole racial – o las variables de carácter histórico denunciado por Black Lives Matter BLM, la Teoría Crítica Racial TCR o el Proyecto 1619 publicado por el New York Times en agosto de 2019– a un sistema de ideas asumido de manera intuitiva por el vulgo y la cotidianidad estadounidense. Dicho sistema o ideología – cada vez más amplio- ha pasado a encarnar la conciencia y la defensa de diversos grupos identitarios, en donde lo micro, lo invisible, lo no reivindicado por una historia denominada machista, signada por el hombre, levanta y exige atención particular; lo que en parte se conoce como ‘discriminación positiva’. En esta línea han ido ingresando lo LGBTIQ+, la auto percepción y el lenguaje inclusivo como reivindicaciones de las subjetividades ‘actuales’ que implican nuevas y publicitadas semánticas como: no binario, masculinidad tóxica, supremacía blanca, queer, transfobia y blancura (Pág. 9).
El poder comercial, comunicacional, ideológico e ideologizante del espectro estadounidense mediante la denominada ‘industria cultural’ tipo Hollywood, así como su prensa escrita y audiovisual sin omitir sus universidades y centros de investigación llevaron la ideología woke a todas partes del mundo entre las cuales encontramos a América Latina y el Caribe. Nadie de talante amplio e incluyente negaría que todas estas manifestaciones espontáneas tienen un sentido, validez y legitimidad en sus contextos y que la inevitable interconexión actual mundial implica una asimilación precoz, atemporal y acrítica de tales tendencias en aquellos lugares y generaciones donde no fue producida. En tal orden de ideas no es otro interés de este ensayo que el de alertar, quizá hacer pedagogía, sobre lo que implica en términos de la actual reconfiguración global multipolar y policéntrica la penetración acrítica y exótica de la ideología woke para Latinoamérica y el Caribe, ideología atizada y fomentada por las políticas que implementan los progresismos de la región.
El fin de la conciencia de clase y los progresismos latinoamericanos
El proceso de formación de las juventudes latinoamericanas desde los 90’s estuvo marcada por procesos de privatización agresivos dados de la mano de reformas constitucionales en la región. El fin de la Guerra Fría se sintió en diversas formas que sin detallar incluyen: cambio de temas a publicar. Por ejemplo el Fondo de Cultura Económica retiró su línea de portadas de color anaranjado características de textos de izquierda y marxistas así como el abandono o atenuación de tal tema por parte de la Editorial Siglo XXI; las reformas de planes curriculares de las universidades públicas, que si bien ya venía cambiando, se hace más agresiva retirando cursos de marxismo o la problematización epistemológica de la lucha de clases en las facultades de ciencias sociales y humanas; asimismo, lo que James Petras llamó ‘los intelectuales en retirada’, que implicó la conversión de la intelectualidad marxista y de izquierda para adaptarse a nichos donde el gran relato de la esperanza comunista ya no tenía cabida, lo que estaba en consonancia con las reformas curriculares antes referidas; la pérdida de sentido de la lucha armada apalancada en la promesa del socialismo; el cambio del enemigo interno y externo del comunista al narcotraficante y posteriormente al terrorista, entre otros efectos que en la dimensión social, ideológica y política comenzaron a crear nuevos imaginarios bajo la apariencia de un mundo con las contradicciones fundamentales superadas. Las juventudes de los años 2000 encontraron ya un panorama que tomaba su propio rumbo, cortando de lleno con el siglo XX de Hobsbawm, para quien había terminado en 1989.
Para un continente que le ha sido difícil encontrar la originalidad – de lo que hubo un fuerte debate acerca de una filosofía latinoamericana propia como algo existente o no- la década de 1990 exhibió una pérdida de sentido político y la urgencia de encontrar dónde asir posturas anti capitalistas en pleno ataque del fenómeno neoliberal. Es en esta fase que los procesos de larga data maduros y activos vinculados a reivindicaciones particulares donde actores un tanto olvidados como los campesinos, los indígenas o las mujeres emergieron bajo la consigna de encontrar en sí mismos, en la experiencia y realidad regional su propio sentido, quejas, dolientes, víctimas y sujetos históricos de cambio. Así, los movimientos sociales tuvieron campo abierto sin referenciarse en teorías o sujetos revolucionarios importados, siendo el Ejército Zapatista de Liberación Nacional EZLN, en Chiapas, México – que está celebrando sus treinta años de fundado, este 2024- el que marcó un primer sentido no de clase sino de raza: lo indígena, lo ancestral indo americano. Luego – y no en estricto orden cronológico- vino el triunfo de Chávez en Venezuela, Lula en Brasil con el Movimiento Sin Tierra MST, la cepa indígena por primera vez representada en el poder en Bolivia y un Ecuador que afincó su manera de desarrollo en el ‘buen vivir’ o Sumak Kawsay.
Todos los países de la región vivieron ya en su totalidad tras dos oleadas de progresismo el arribo al poder de sectores políticos que se desvinculaban de los partidos tradicionales y abanderaban la representación de diversas identidades. Lo afro, lo indígena, lo gay, la mujer ahora más posicionada y reivindicada, estos y otros sectores en menor medida desde la modalidad de ‘discriminación positiva’, comenzaron a poner la agenda y ganar gobierno coexistiendo con el neoliberalismo y atemperando al mismo, sin lesionarlo. De hecho, los partidos de derecha pronto aprendieron qué menú incluir en la agenda política de campaña, es decir, a estos actores sociales. Un acuerdo de ‘civilizados’. La ‘democracia moderna’ ya no representativa sino participativa se hacía eco y de paso, mediante el sufragio, le dijo al mundo y se dijo así misma que ésta, la democracia, ese invento griego, sí permitía que todos los sectores de la sociedad accedieran al poder y la representación. Que eso de las guerrillas, la lucha de clases, el proletariado, todo eso eran arcaísmos violentos de una historia importada de Europa, machista, blanca que había quedado en el pasado. De hecho, en Colombia cuando hoy en día se tocan los problemas económicos, de diferenciación socio clasista, se espeta como un mantra la frase: ‘no polarice’; modo de la corrección política que silencia por considerar violenta cualquier discusión de clase y contradicciones de clase.
Y en efecto, los progresismos se alejaron de la línea más ortodoxa de la conciencia de clase y los conceptos de enajenación claves para efectuar una crítica y una práctica al sistema capitalista, actualizado en el neoliberalismo. Lula da Silva logró mejorar la calidad de vida y el nivel de ingreso de clases pauperizadas históricamente, lo propio hizo Chávez en Venezuela, los Kirchner en Argentina, Correa en Ecuador y así toda la región lo hizo y lo hacen más tarde López Obrador y Gustavo Petro en México y Colombia, respectivamente. Todos tienden a mejorar los ingresos de la población, mejorar el recaudo fiscal bajo el lema de que ‘paga más quien más tiene’, – que curiosamente es tema siempre de la agenda del foro de Davos– invierten en infraestructura en su amplio espectro (vías, acueductos, hospitales, colegios, universidades, entre otras) pero ningún gobierno, pese al propio discurso ecologista que implica la reflexión sobre el consumo, ha recabado en el concepto clave de la izquierda: la enajenación.
Los progresismos han dicho a sus sociedades que, si los ricos y pudientes consumen, todos tienen derecho al consumo, pues en tanto pauperizados, nunca han accedido a él. Esto no implica que no desarrollen políticas sociales para sectores históricamente marginados, eso es indiscutible que han logrado mejorar la calidad de vida de millones, pero ese no es el punto que aquí interesa, sino el cambio de enfoque esencial, la identificación de los sujetos transformadores, del enemigo y de sus armas. No es posible asentar una originalidad de fondo frente a los neoliberales con esta premisa a la que se suma la ausencia de formación de cuadros y una sólida educación política e ideológica que permita discriminar a los ciudadanos en dónde se afincan las improntas propias y extrañas y cuáles son los límites. ¿Cómo una Argentina con casi veinte años de progresismo en el poder – salvo el lapso macrista- no logró construir una generación con suficiente madurez ideológica para no llevar al poder al decadente Milei? ¿Se han visto en ese espejo Obrador y Petro?
Hay que agregar que, palabras como militancia, disciplina de partido o doctrina política, también hacen parte de los ‘arcaísmos’ que los políticos omiten en campaña para desmarcarse del lenguaje de la era de la Guerra Fría. Sus electores, las generaciones de la transición, alertas a la corrección política y la semántica, lo exigen. Pueden exigir también el llamado lenguaje inclusivo que reta y hernia los procesos naturales de la lengua, mediante la revolucionaria sugerencia de un ‘neo – esperanto’.
Esta sucinta descripción de treinta años largos de post Guerra Fría permite ahora abordar e imbricar lo woke; que se expresa hoy como una ideología de vanguardia y como se vio surgida en el argot negro de EE.UU., se caracteriza por un énfasis en derechos de raza, género e identidad – auto percepción- omitiendo reivindicaciones, análisis o críticas al modelo económico. Aunque usen expresiones anticapitalistas, su acción ideológica no cuestiona de forma estructural al capitalismo en tanto son reivindicaciones desde particularismos que no querrán volver sobre sendos libros y análisis del capitalismo, como Das Kapital, Socialismo o Barbarie o Dialéctica de lo concreto, pues son estas teorizaciones de un mundo que según dicen, ya no existe. No volverán sobre los ‘arcaísmos’ de la Guerra Fría. Como señala David Rieff.
…Georgetown, Harvard o Stanford. En esas universidades, tanto los estudiantes como los administradores siempre han estado más preocupados por los acontecimientos dentro del campus que fuera de él. Por ejemplo, la misma administración de Yale que persiguió a un joven estudiante de derecho conservador por tuitear algo que consideraba racista no tuvo ningún reparo en prohibir a sus estudiantes comprar, comer y beber fuera del campus, lo que supuso un gran golpe para los trabajadores locales y el pequeño comercio de la zona. En otras palabras, los “togados” mostraron de nuevo su desprecio por el “pueblo” que está más allá de los muros del campus.
Es decir, son sociedades y generaciones en donde hay una pérdida de sentido o prioridad entre lo esencial y lo aparencial. Entienden que hay un algo afuera que es una oposición, una fuerza antagónica dialéctica, pero no comprenden o detectan agentes históricos estructurales que se yerguen como determinantes, si no dominantes, al menos complementarios de… Entre ellos la acumulación de capital que es también una acumulación de capital simbólico, cultural y de memoria, una genealogía de élite. ¿Quién dentro de las clases populares o medias recuerdan en su familia más allá de su cuarta o quizá quinta línea de consanguinidad?
Y aunque es global la distorsión de ‘lo izquierdo’ o ‘lo socialista’ o ‘lo comunista’ como formas extendidas dentro de lo woke, como si la ideología woke fuera la heredera directa de tales sistemas de ideas, para el caso particular de América Latina y el Caribe, esto ha implicado que por un lado, los partidos políticos al estar formados por integrantes que vivieron la Guerra Fría – y por ende fueron militantes de alguna variante de izquierda y no en pocos casos milicianos guerrilleros- al asumir las demandas de sus representados y cogobernar con ellos, adoptan como anticapitalistas las nuevas tendencias sin matizarlas según lo ya comentado líneas arriba respecto a la enajenación. Hay que prestar atención a esto, es importante, porque el neoliberalismo, en cabeza de los llamados libertarios de donde proviene Milei, de Argentina, han librado una cancelación cultural e histórica de lo que es lo izquierdo’ o ‘lo socialista’ o ‘lo comunista’, mediante la mentira, el sesgo, la distorsión, el peor revisionismo histórico y reescritura de la historia. El propio Rieff, anteriormente citado incurre en definir lo izquierdo como woke:
Tampoco critican la propia cultura popular estadounidense. Mientras que una generación anterior de críticos culturales de izquierdas censuraba la mercantilización de la cultura y el entretenimiento, los izquierdistas woke no tienen ningún problema con el Reino Mágico y sus “imaginadores” de imitación, como los llama Disney. (subrayado del articulista).
Es claro que si no hubiera en muchos casos base para hacer esta distorsión sería más difícil, pero como se ha comentado, las nuevas fuerzas políticas al deberse a sus votantes no ayudan a formar una línea que separe en verdad a un partidario del neoliberalismo de uno de partido verde o indigenista o nacionalista. Al no haber comunismo vs capitalismo en el mundo, ya no hay un telos, una escatología diferenciable, radical. Ambos buscan consumo. No importa el fondo sino la forma. Más o menos Estado, más o menos mercado, en términos estructurales y si se revisa cómo le va a la acumulación de las poderosas familias de la región, mediante el histórico del índice de Gini, da casi igual. De hecho, por el contrario, lo que señala y distingue una auténtica línea de izquierda se aprecia cuando, Ernesto Che Guevara señaló,
El socialismo económico sin la moral comunista no me interesa. Luchamos contra la miseria, pero al mismo tiempo luchamos contra la alienación. Uno de los objetivos fundamentales del marxismo es hacer desaparecer el interés, el factor interés individual y provecho, de las motivaciones psicológicas. Marx se preocupaba tanto de los hechos económicos como de su traducción en la mente. Él llamaba a eso un hecho de conciencia. Si el comunismo descuida los hechos de conciencia puede ser un método de repartición, pero deja de ser una moral revolucionaria.
Francis Fukuyama señaló que luego del fin del bloque socialista la humanidad se dividía en países históricos y a-históricos en donde los primeros mantenían los malestares de la dialéctica del amo y el esclavo hegeliano – como la lucha de clases- y los segundos disfrutarían de un mundo donde se había puesto fin a la contradicción fundamental dentro de la filosofía de la historia de Hegel. Pero las manifestaciones de las industrias culturales estadounidenses no cambiaron su enfoque, no recrearon un mundo sin contradicción, sino que exhibieron a los nuevos enemigos del imperio. El propio proceso interno norteamericano en donde el Estado de bienestar se vio mellado, las cárceles crecían en su población con una visible superioridad del número de presos negros, mientras la descomposición social en contra sentido de un exhibicionismo superlativo estadounidense de más libertad, más democracia, más participación pero menos trabajo para sus ciudadanos así como costos universitarios más elevados, dieron pie a la formación de lo woke dentro del marco del único Estado y concepción del desarrollo conocida por ellos; es decir el liberalismo económico de una economía de guerra y financiarizada que se auto fagocita al consumir a sus ciudadanos. Por medio de su poderosa industria comunicacional, sus líneas de producción, distribución, circulación y consumo de contenidos en medios de comunicación abyectos al ser sus propietarios élites de igual calado, Latinoamérica, donde continuaría según Fukuyama la fase de civilizaciones históricas, en verdad descartó la cualidad por excelencia que encarnaba a tal tipo de civilización: la lucha de clases. De los derechos de las mujeres hasta el lenguaje inclusivo y la auto percepción subjetiva ligada a los 33 géneros y la teoría Qeer, se volvieron el centro de las reivindicaciones. Se aceptó al capitalismo y con ello, se auto perdonó el sujeto en su ilimitada capacidad de desear y poseer, de poder hacerlo. Y con estos materiales y procesos se han hecho los progresismos.
En síntesis, es claro para la presente argumentación, que tanto los progresismos como la ideología woke NO SON IZQUIERDA, no son socialismo ni comunismo remasterizado. Que los procesos de post Guerra Fría en América Latina y el Caribe salvo el caso de la República de Cuba, implicaron la pérdida de un sentido con prioridades de clase y reivindicaciones económicas para un sujeto general, colectivo y cayeron en la discriminación positiva que implica un reconocimiento de derechos a cada actor auto percibido y organizado. Releer La cuestión judía aclararía la mente de la sociedad actual respecto a la universalidad de la ciudadanía y que, por ende, la protesta debe ser igualmente universal, como era la idea del proletariado. Esto no quiere decir que se niegue la inevitabilidad histórica del progresismo y de la ideología woke ni que se tenga alguna suerte de nostalgia bolchevique. Pero es necesaria una pedagogía y en eso se esmera este escrito, en que se deslinde lo woke de lo ‘izquierdo’.
Por otra parte, la ideología woke de origen estadounidense impactó en Latinoamérica y fue asimilada e incorporada por las generaciones post Guerra Fría, así como por los líderes políticos actuales que se formaron en la misma Guerra Fría, ya sea por la necesidad de interpretar a su electorado o porque en efecto creyeron que la lucha de clases ya no era necesaria. El capitalismo triunfó. Hoy en día hay un solo bloque con dos caras, un capitalismo con trastorno bipolar.
Los progresismos latinoamericanos en la reconfiguración multipolar
Los sectores de izquierda dentro de Europa también se resintieron por la pérdida del rumbo socialista en 1991. Pero al haber logrado un Estado de bienestar sólido gracias a Marshall y los acuerdos de la segunda post guerra mundial, han mirado inconmovibles y cómodos los cambios y se insertaron en su gran mayoría en el Establishment. Lo woke terminó posicionado como singularidad de las libertades modernas de Europa, no sólo está en el asiento social de estadounidenses o latinoamericanos. Hay abundante material en internet de buenas fuentes en donde se puede ver todo lo que los Estados patrocinan en términos de identidad sexual, llegando a permitir que infantes de 6 años ‘decidan’ qué sexo ostentan cómo se identificarán el resto de sus vidas o se considera a la pedofilia como una tendencia más, una preferencia o gusto que al menos lo debaten sin ruborizarse. Mientras esto parece ‘civilizado’ propio del jardín de Borrell, también se van generando reformas pensionales, laborales, jubilatorias o quitando subsidios a los agricultores.
La Europa que venía bajo amenaza de quiebra o recesión, bajo tutela del gran hermano estadounidense ha hechos propios los valores woke, el ‘orden basado en reglas’ y el excepcionalismo de raza. Ha apoyado y ganado en las aventuras corsarias de guerras y saqueos y siempre con el estandarte de los valores de la civilización occidental, la libertad y la democracia. De esta manera han subido la apuesta y han apoyado el embeleco de guerra en Ucrania contra Rusia desde la plataforma OTAN, Concejo Europeo, Bancos Centrales, universidades, centros culturales etc., aunque en detrimento de sus connacionales. Y, ¿quiénes son sus antagónicos? Todos aquellos que no aprueban los 33 géneros, que no comparten las ideas de lo LGBTIQ+, o tienen otros dioses – no el cristiano que fue una vez proscrito- y simplemente se asientan en otros valores respetuosos de la vida igualmente. Las naciones y sus costumbres a combatir en una cruzada woke son, particularmente: La Federación de Rusia, China, Irán, Corea del Norte, Bielorrusia, la mayoría de los países africanos.
Es claro que las actuales reglas que se van gestando en la naciente multipolaridad policéntrica tienen como principio lo que Borís Martynov llama ‘diálogo Inter civilizacional’ que implica un respeto a los usos, modos, tradiciones, enfoques y visiones de futuro de cada país. Latinoamérica, como señalaba Pierre Chaunú, adopta las tendencias extranjeras y cuando ya la está consolidando llega otra la asume y empieza de nuevo. El problema crítico es que la Guerra Fría le alejó de las líneas de resistencia fundamentales para revertir la histórica dominación de clase y se va perdiendo en cierta cosmética o exotismos de la ideología woke que le retardarán o apartarán definitivamente del rumbo de emancipación real. ¿Cómo ingresará la región latinoamericana y caribeña al nuevo contexto multipolar?, ¿cómo podrá sostener una sana lejanía de su némesis principal, EE.UU., si comulgan sus gobiernos progresistas y neoliberales con una línea ideológica, la woke, que no les permite hacer las reflexiones correctas sobre el poder, el Estado, sobre la élite y la arquitectura estatal y moral que devienen en rigurosos controles del capital y la propiedad sentados en las cartas constitucionales de la naciones y que como expresión de la democracia ratifican el contrato social del capitalismo?