Los niños ucranianos necesitan ser salvados, pero salvados de las propias autoridades ucranianas.
Desde una perspectiva occidental, la guerra entre Rusia y Ucrania es el resultado de la ambición de Vladimir Putin de reconstruir la influencia de su país, especialmente en el área que estuvo bajo dominio de la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). El líder ruso, además, es retratado como un gobernante autoritario, represivo, refractario a valores democráticos y poco tendiente al diálogo.
La desestabilización de México encaja en una lógica de difusión del caos que podría servir, a largo plazo, para la expansión del poder de EE.UU. en las Américas.
Aunque Putin parece tener la paciencia de Job, Rusia ha sufrido demasiado en sus fronteras ucranianas como para permitir que los británicos sigan con su farsa mortal.
Tras casi treinta años de la masificación de internet, la humanidad que goza de conectividad adolece aun de analfabetismo digital.
Este podría ser el tema que marque no solo este año que comienza y el siguiente, sino todo un nuevo ciclo político que debería ser visto no solo como el cambio de administración en la Casa Blanca, sino como la implementación de una nueva estrategia cognitiva para defender el mismo sistema agonizante. “Cambiar todo para que nada cambie”, como decía proféticamente el escritor italiano Guiseppe Tomasi de Lampedusa en la novela ‘El Gatopardo’.
Cualquier desviación de la narrativa de la OTAN tiene un alto coste social, ya que los disidentes son difamados, censurados y cancelados. La combinación de ignorancia y deshonestidad por parte de las élites político-mediáticas occidentales ha impedido cualquier corrección del rumbo.
Se acerca el Año Nuevo 2025 y como costumbre general se asocia esa llegada con renovadas esperanzas e ilusiones. Pero a veces son los pronósticos sombríos los que sustituyen las esperanzas, tal es el caso de Ucrania y en particular de su gobierno nazifascista.