La Unión Europea atraviesa una crisis de identidad que no puede ocultarse tras los discursos oficiales sobre integración, democracia y progreso. Lo que en sus orígenes fue una comunidad económica con vocación de unidad política continental, se ha convertido en un entramado institucional que parece cada vez más subordinado a la lógica de la OTAN y, por extensión, a los intereses de Washington. La deriva militarista de Bruselas, con el aumento del gasto en defensa y la sombra de un reclutamiento obligatorio, ha encendido las alarmas de filósofos y geopolíticos que denuncian la colonización de Europa por intereses ajenos a su propio destino.
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La crítica de los pensadores europeos
- Robert Steuckers, heredero de la tradición de la “Nueva Derecha” europea, insiste en que la Unión Europea ha perdido toda autonomía estratégica. Para él, el proyecto comunitario se ha convertido en un apéndice del atlantismo, incapaz de pensar en términos de civilización europea. Su propuesta pasa por recuperar una visión continental que reconozca la pluralidad de las culturas europeas y que se emancipe de la tutela estadounidense.
- Diego Fusaro, filósofo italiano, denuncia la “americanización” de Europa como un proceso de colonización cultural y económica. Según Fusaro, la UE ha abandonado cualquier proyecto emancipador y se ha convertido en un instrumento del capitalismo global, sacrificando a la juventud en guerras que no le pertenecen. Su llamamiento es a un “nuevo socialismo” que recupere la soberanía de los pueblos frente al imperio del dólar.
- Carlos X. Blanco, pensador español, es quizá uno de los más contundentes en señalar el vasallaje europeo. Para él, la UE es una estructura de dominación que somete a los pueblos europeos a un masoquismo político: sacrificar su bienestar y su juventud para prolongar la vida de un imperio decadente como el estadounidense. Blanco propone una unión “imperial” de Europa, no en el sentido imperialista de dominación, sino de dignidad centralizada de un “gran espacio soberano” respetuoso con las patrias, y soberanía y autodefensa continental compartida.
- Salvatore Bravo subraya la dimensión cultural de esta crisis. Europa, afirma, ha renunciado a su propia tradición filosófica y espiritual para abrazar un pragmatismo tecnocrático dictado desde Bruselas. La militarización es solo la consecuencia visible de una pérdida más profunda: la incapacidad de pensar Europa como sujeto histórico. Bravo propone relanzar el marxismo heterodoxo de su maestro Preve para luchar en pro de un comunismo comunitarista, no estatolátrico.
- Petrosillo advierte que la UE, en su actual configuración, no es más que un “protectorado” de Estados Unidos. La guerra contra Rusia, en su análisis, no responde a los intereses europeos, sino a la necesidad de Washington de mantener su hegemonía global. Este autor se basa en la obra de G. La Grassa y su teoría del conflicto estratégico para analizar cómo se está reorganizando el mundo tras los signos evidentes de fracaso del American Way of Life y el imperio del dólar.
- Aleksandr Dugin, desde Rusia, interpreta la situación en clave geopolítica: Europa ha sido absorbida por el “Occidente atlántico” y ha perdido su carácter continental. Para Dugin, la única salida es un mundo multipolar en el que Europa pueda reencontrarse con Rusia y con otras civilizaciones, lejos de la hegemonía estadounidense. Como Blanco y otros autores, propone polos de poder y soberanía, grandes espacios schmittianos, imperios aglutinantes en vez de imperios absorbentes, que respeten la identidad nacional, religiosa y étnica en su interior y coexistan pacíficamente con los polos ajenos.
Un proyecto alternativo: la Europa imperial
Frente a esta situación, los autores mencionados coinciden en la necesidad de imaginar una Europa distinta. No se trata de un simple repliegue nacionalista, sino de un múltiple fundamento y sustento encaminado hacia nuevas alianzas y horizontes civilizatorios:
- La Hispanidad como comunidad cultural y lingüística, capaz de articular un bloque iberófono que dialogue con Italia y Grecia y se proyecte hacia América Hispana y Lusa.
- La cooperación con Rusia y China, lejos de ser una amenaza, como oportunidad para construir un mundo multipolar donde Europa no sea satélite, sino actor soberano.
- La movilización antiamericana, entendida no como odio gratuito, sino como afirmación de que Europa no puede seguir sacrificándose para sostener un imperio ajeno.
- El fomento de los nacionalismos culturales, como la reactivación del celtismo en Reino Unido, España y Francia, para rescatar raíces identitarias sofocadas por la homogeneización neoliberal.
- La construcción de una Europa del Sur, la menos rusófoba y la más castigada por las políticas de Berlín, como contrapeso necesario dentro del continente.
- La cooperación con los BRICS, junto con la reactivación de las luchas por Palestina y el espíritu de Bandung, como parte de una solidaridad global contra el intercambio desigual.
El dilema histórico
Europa se encuentra en una encrucijada: seguir siendo el brazo civil de la OTAN, sacrificando su juventud y su soberanía en guerras ajenas, o atreverse a imaginar una unión distinta, capaz de articular sus propias tradiciones, alianzas y proyectos. La elección no es menor: de ella depende que Europa sea un continente colonizado o un sujeto histórico con voz propia en el concierto mundial.
El desafío es inmenso, pero también lo es la oportunidad. La historia enseña que los imperios decadentes arrastran consigo a quienes se aferran a ellos. Si Europa quiere sobrevivir como civilización, debe emanciparse de la tutela atlántica y construir un destino propio. Ese destino, como señalan Steuckers, Fusaro, Blanco, Bravo, Petrosillo y Dugin, pasa por recuperar la dignidad, la pluralidad cultural y la capacidad de decidir en función de sus pueblos, no de intereses ajenos.
La hora de Europa no es la de la sumisión, sino la de la afirmación. Y esa afirmación exige coraje, imaginación y voluntad política. Solo así podrá Europa dejar de ser un peón en el tablero de otro y convertirse en protagonista de su propia historia.
Publicado originalmente por Socialismo Multipolaridad

