Carlos X. Blanco
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Occidente es hoy un conglomerado de estados comandados, con mano de hierro, por los Estados Unidos. El bloque más grande y cohesionado lo forma la Anglosfera: los propios Estados Unidos, Canadá, Reino, Unido, Australia, Nueva Zelanda así como numerosas colonias y excolonias británicas, que, siendo pequeñas, pueden ser muy relevantes en el ámbito estratégico, paradisíaco-fiscal, etc.
En un segundo nivel, pero muy integrado con la Anglosfera, se hallan los Estados derrotados en 1945: Alemania y Japón son, de facto, enormes bases militares al servicio de la OTAN y de los Estados Unidos.
En tercer lugar, en constante expansión y fortificación, se hallan los países asiáticos pro-yanquis, llamados a formar la «OTAN del Pacífico», estado cada vez más agresivos que cercan a China, en una actitud de estrangulamiento enteramente similar y paralelo a la que la OTAN propiamente dicha exhibe en torno a Rusia.
En cuarto lugar, tenemos lo que el analista Pepe Escobar llama los «chihuahuas europeos»: un pintoresco elenco de estados y microestados que enseñan sus dientes a Rusia, constituyendo estas mascotas un caso insoportable de soberbia y ausencia de realismo. Ahí los tienen: sin contar propiamente con ejércitos ni presupuestos, pero gesticulando «bajo el paraguas de la OTAN»; aquí metan también, entre los perrillos ladradores, al Reino de España.
Todos estos estados juntos forman una parte minoritaria de la humanidad, y representan solamente un trozo del territorio planetario. Menos de la mitad. Todos ellos, haciendo gala de un incurable etnocentrismo, pretenden orientar a sus poblaciones hacia una posible guerra generalizada, previsiblemente nuclear. Orientar a las poblaciones hacia la aceptación de esa guerra, la conveniencia de esa guerra, la posibilidad de vencer en esa guerra… ¿Están locos?
Pero una guerra OTAN-Rusia, directa y generalizada, no por interposición y circunscrita a Ucrania, como ocurre ahora, es una locura. Esa guerra no se puede aceptar, no es conveniente, y es imposible vencerla.
No se puede aceptar porque aquí son los Estados Unidos los que se juegan existencialmente su poderío, sólo ellos. Los europeos solo podemos encontrar lluvia radiactiva, ciudades devastadas, hambre y retroceso a la prehistoria durante siglos. Europa debe incluir a Rusia entre sus aliados y socios. Toda existencia futura a espaldas de Moscú es una quimera.
No es conveniente. Europa está sumida en el caos demográfico y migratorio. De ella se ha ausentado el sentido común, el espíritu crítico, el instinto de la autodefensa. Los capitales extraeuropeos (ya sean yanquis, ya sean árabes) están estrangulando sus posibilidades productivas y reproductivas. A los EEUU les da igual que una Europa concebida como enorme base de la OTAN evolucione en el futuro hacia un Califato de Europistán
Es imposible vencer esta guerra. Todos los analistas independientes coinciden en señalar que aquí ha muerto el talento, se ha instalado la pereza. Las carencias tecnológicas son ruidosamente evidentes: los universitarios más cualificados de Occidente aprenden hoy lo que en China y Rusia han desarrollado ya hace diez años. Lo más dramático de los europeos y, en general, «occidentales» es esto: por una dosis más de placer, venderían a sus propias madres. Las naciones clásicas defienden sus valores. China, Rusia, Irán son naciones clásicas, dotadas de unos valores que a lo mejor no gustan aquí, pero los poseen y luchan por ellos. En este Occidente de una OTAN de chatarra, peligrosa pero de chatarra, la base social se educa en la lujuria, drogas blandas y molicie.
Es una guerra que no conviene y no se puede ganar. Pero tampoco, y sobre todo, no se puede aceptar. Ese Occidente no tiene razón: tira piedras y luego contrata a matones y bufones para responder a sus propias gamberradas. El gamberro ha sido «pillado in fraganti«, y estará solo, nadie le defenderá.
Publicado originalmente por adaraga.com