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January 24, 2024
© Photo: Public domain

El otro día estaba hablando de la guerra en Ucrania con un señor cuando de repente me sale con que: “Claro, Estados Unidos es el amo del mundo”. Ay, pensé. ¡La querida vieja izquierda y sus tópicos! ¡Cuánta fidelidad a doctrinas caducadas!

John CARLIN

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Escríbenos: info@strategic-culture.su

¿No ven que “los imperialistas yanquis” ni siquiera son los amos de su propio país? ¿No se enteran del caos que están viviendo dentro de sus fronteras?

Oriol Malet

OK, si este señor hubiese estado hablando del soft power, no andaría tan equivocado. Ahí –en el cine, la música, la tecnología, las redes sociales, la inteligencia artificial, la anti­inteligencia woke – Estados Unidos sí que se impone.

Su peso cultural en el mundo es tan arrollador que empieza a conquistar la última frontera que les quedaba, el fútbol. Son los dueños de grandes clubs europeos como el Milan, el Liverpool, el Arsenal o el Manchester United. Hasta se compraron a Messi. Puede que se acaben comprando el Barça.

Estados Unidos no es Dios; ni siquiera es un Estado unido, y menos aún un Estado monolítico

Pero el buen señor, culto e inteligente él, no se refería a eso. Se refería, como tantos que opinan a su manera, a la geopolítica, al supuesto poder de Washington para imponer la guerra o la paz donde quiera. Que la invasión de Ucrania es culpa no de Rusia sino de Estados Unidos por su empeño en expandir la OTAN; que aquella guerra se prolonga y que Israel sigue masacrando a palestinos por deseo expreso de la Casa Blanca –o del Congreso o del Pentágono o de quién sabe quién– para enri­quecer la industria estadounidense de armamentos. O algo.

Para los creyentes en la supremacía global de Washington no siempre está claro exactamente por qué Estados Unidos interviene en el mundo como interviene. Sus intenciones les son a veces inescrutables. Pero, según esta antigua y conspirativa visión, infaliblemente tiene que ver con el afán de obtener más dinero. ¿La guerra de Irak? Por el petróleo, claro.

A ver. El error es partir de la premisa de que Estados Unidos extiende sus tentáculos por el mundo no solo de manera lógica, sino divina. Que sabe lo que hace. Que es capaz de ver el futuro y prevenir cómo saldrá todo. Pues no. Estados Unidos no es Dios. Ni siquiera es un Estado unido, y menos aún un Estado monolítico. Un día le toca al humano y falible Joseph Biden tomar las decisiones, otro día al imprevisible Trump, otro a un Bush o a un Clinton o a un Reagan o a un Kennedy. Pero casi siempre están a merced del bando que tiene la mayoría en la Cámara de Representantes o en el Senado, y siempre, siempre, temen las consecuencias electorales de sus acciones.

Netanyahu ignora las peticiones de Biden e Israel sigue exterminando a palestinos

La guerra de Irak, como la de Afganistán o la de Vietnam, fue un fiasco, prueba de lo vulnerables y desacertados que son “los amos”. Se capturó Bagdad no para robar petróleo, sino como venganza –ciega– por los atentados del 11-S, impulso compartido por gran parte del electorado, y por el complejo que tenía George Bush júnior con su padre, que nunca había creído en él, pobre. George Bush sénior había ganado la primera guerra con Irak, pero no se atrevió a seguir adelante y derrocar a Sadam Husein. “Pues ya verás, papá –pensó Júnior–. Verás quién es el decidido aquí, quién es el cobarde”.

Cualquiera que no sume las variantes emocionales a su análisis del comportamiento global de Estados Unidos, cualquiera que crea que sus intervenciones en el extranjero obedecen a una calculada estrategia­ de conquista global, no se en­tera. Y sobreestima no solo el poder sino la visión y la racionalidad de los que mandan allá.

Publicado originalmente por La impotencia de Estados Unidos, por John Carlin (lavanguardia.com)

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La impotencia de Estados Unidos

El otro día estaba hablando de la guerra en Ucrania con un señor cuando de repente me sale con que: “Claro, Estados Unidos es el amo del mundo”. Ay, pensé. ¡La querida vieja izquierda y sus tópicos! ¡Cuánta fidelidad a doctrinas caducadas!

John CARLIN

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¿No ven que “los imperialistas yanquis” ni siquiera son los amos de su propio país? ¿No se enteran del caos que están viviendo dentro de sus fronteras?

Oriol Malet

OK, si este señor hubiese estado hablando del soft power, no andaría tan equivocado. Ahí –en el cine, la música, la tecnología, las redes sociales, la inteligencia artificial, la anti­inteligencia woke – Estados Unidos sí que se impone.

Su peso cultural en el mundo es tan arrollador que empieza a conquistar la última frontera que les quedaba, el fútbol. Son los dueños de grandes clubs europeos como el Milan, el Liverpool, el Arsenal o el Manchester United. Hasta se compraron a Messi. Puede que se acaben comprando el Barça.

Estados Unidos no es Dios; ni siquiera es un Estado unido, y menos aún un Estado monolítico

Pero el buen señor, culto e inteligente él, no se refería a eso. Se refería, como tantos que opinan a su manera, a la geopolítica, al supuesto poder de Washington para imponer la guerra o la paz donde quiera. Que la invasión de Ucrania es culpa no de Rusia sino de Estados Unidos por su empeño en expandir la OTAN; que aquella guerra se prolonga y que Israel sigue masacrando a palestinos por deseo expreso de la Casa Blanca –o del Congreso o del Pentágono o de quién sabe quién– para enri­quecer la industria estadounidense de armamentos. O algo.

Para los creyentes en la supremacía global de Washington no siempre está claro exactamente por qué Estados Unidos interviene en el mundo como interviene. Sus intenciones les son a veces inescrutables. Pero, según esta antigua y conspirativa visión, infaliblemente tiene que ver con el afán de obtener más dinero. ¿La guerra de Irak? Por el petróleo, claro.

A ver. El error es partir de la premisa de que Estados Unidos extiende sus tentáculos por el mundo no solo de manera lógica, sino divina. Que sabe lo que hace. Que es capaz de ver el futuro y prevenir cómo saldrá todo. Pues no. Estados Unidos no es Dios. Ni siquiera es un Estado unido, y menos aún un Estado monolítico. Un día le toca al humano y falible Joseph Biden tomar las decisiones, otro día al imprevisible Trump, otro a un Bush o a un Clinton o a un Reagan o a un Kennedy. Pero casi siempre están a merced del bando que tiene la mayoría en la Cámara de Representantes o en el Senado, y siempre, siempre, temen las consecuencias electorales de sus acciones.

Netanyahu ignora las peticiones de Biden e Israel sigue exterminando a palestinos

La guerra de Irak, como la de Afganistán o la de Vietnam, fue un fiasco, prueba de lo vulnerables y desacertados que son “los amos”. Se capturó Bagdad no para robar petróleo, sino como venganza –ciega– por los atentados del 11-S, impulso compartido por gran parte del electorado, y por el complejo que tenía George Bush júnior con su padre, que nunca había creído en él, pobre. George Bush sénior había ganado la primera guerra con Irak, pero no se atrevió a seguir adelante y derrocar a Sadam Husein. “Pues ya verás, papá –pensó Júnior–. Verás quién es el decidido aquí, quién es el cobarde”.

Cualquiera que no sume las variantes emocionales a su análisis del comportamiento global de Estados Unidos, cualquiera que crea que sus intervenciones en el extranjero obedecen a una calculada estrategia­ de conquista global, no se en­tera. Y sobreestima no solo el poder sino la visión y la racionalidad de los que mandan allá.

Publicado originalmente por La impotencia de Estados Unidos, por John Carlin (lavanguardia.com)