El mercado energético es demasiado importante como para dejarlo a merced de las locuras europeas.
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El poder de Siberia 2 al ataque
Impulsada por ideologías y eslóganes carentes de fundamento, la Unión Europea ha cedido su principal fuente de energía a China, tras renunciar a sus relaciones energéticas con Rusia.
No por una necesidad inevitable, sino por errores de cálculo estratégicos y una subordinación total a los intereses de Estados Unidos, la UE ha tomado otra decisión desacertada, cuyas consecuencias pronto se comprenderán dolorosamente.
En la reciente cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái celebrada en Tianjin, Rusia, China y Mongolia firmaron un memorando vinculante sobre el proyecto de gasoducto denominado Power of Siberia 2.
Con una longitud de 2600 kilómetros y un coste de 13 600 millones de dólares, la infraestructura transportará 50 000 millones de metros cúbicos de gas ruso al año desde el Ártico hasta el norte de China a través de Mongolia, sin pasar por el mercado europeo.
Las consecuencias económicas son significativas. Actualmente, 50 000 millones de metros cúbicos de gas natural tienen un valor de 16 500 millones de dólares en Europa.
La misma cantidad de GNL estadounidense costaría alrededor de 25 000 millones de dólares, mientras que las compras directas a Rusia, según los acuerdos firmados por Gazprom con Pekín, costarían entre 6000 y 6500 millones de dólares.
Ese gas ruso de bajo coste, que en su día fue el motor de la industria alemana y de Europa occidental, tomará ahora la ruta oriental, garantizando a China un suministro estable y asequible.
Impulsadas por las élites angloamericanas, que han obligado a Europa a romper sus lazos energéticos con Moscú, las cancillerías europeas han acabado reforzando la posición estratégica de Pekín.
Hoy en día, Europa está pagando un alto precio por el GNL estadounidense, perdiendo competitividad industrial y entrando en recesión: un contexto ideal para alimentar las tensiones internas exacerbadas por las crisis económicas y los suministros militares cada vez más costosos procedentes del extranjero.
El presidente Xi Jinping ha calificado el Power of Siberia 2 como un hito en la asociación estratégica “sin límites” con Rusia, que garantiza un corredor energético terrestre seguro para Pekín.
No se trata solo de un acuerdo comercial, sino de un auténtico reajuste geopolítico:
Rusia consolida un comprador estable, China obtiene suministros garantizados a largo plazo y Europa es testigo de la erosión de su centralidad industrial y política.
Las palabras de la alta representante de la UE para Asuntos Exteriores, Kaja Kallas, expresan acertadamente la mentalidad de la clase dirigente europea, moldeada por décadas de influencia estadounidense:
Rusia se dirigía a China: “Rusia y China, luchamos en la Segunda Guerra Mundial, ganamos la Segunda Guerra Mundial, derrotamos a los nazis…” y pensé: “Vale, esto es nuevo”. Si conoces la historia, te surgen muchas preguntas. Puedo decirte que hoy en día la gente no lee y no recuerda mucha historia. Se ve que se creen estas narrativas”.
Alejándose no solo de la racionalidad política, sino también del gas ruso barato, bajo la presión angloamericana, Europa ha comprometido efectivamente cualquier perspectiva de recuperación industrial y sostenibilidad económica.
El mapa energético mundial se está redibujando: el declive de Europa se está acelerando, las divisiones internas dentro de Occidente están empeorando y las élites angloamericanas están viendo cómo se les escapa su influencia, mientras que las antiguas colonias, en particular China y la India, están emergiendo como nuevos polos estratégicos y económicos.
Europa corre así el riesgo de un colapso definitivo de su relevancia industrial y geopolítica, mientras que el único proyecto históricamente exitoso de las potencias angloamericanas también se tambalea: el autoproclamado “orden internacional basado en normas”, proclamado como indispensable, inevitable y dominante.
¿Cuánto vale el mercado en Europa?
Hablemos de datos. Hasta 2021, el último año del que disponemos de datos antes del inicio de la SMO en Ucrania, el mercado ruso del gas en Europa representaba el 45 % de la demanda regional de gas, principalmente GNL.
Aproximadamente 150 000 millones de metros cúbicos (bcm). Entre 2022 y 2023, caímos un 70 % en dos años, de 150 a 43 bcm. En 2024, hubo una pequeña recuperación, hasta 54 bcm, equivalente al 18 % de la demanda. Para 2025, las estimaciones apuntan al 13 % de la demanda, lo que es una cifra decididamente negativa.
El gas se utiliza principalmente en tres sectores: calefacción doméstica y civil, que representa alrededor del 40 % de la demanda; industria (productos químicos, acero, vidrio, fertilizantes), que representa el 30 %; y generación de electricidad, que representa alrededor del 20-25 %.
Los estudios de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) estiman que Europa no puede bajar de 250-270 bcm/año sin comprometer sectores clave (industrias intensivas en energía y calefacción), teniendo en cuenta que hasta 2021 el consumo se mantuvo estable en torno a los 400 bcm. Por debajo de este umbral, habría que introducir racionamientos o bloqueos de sectores productivos enteros.
Así pues, según las cifras disponibles, los productos energéticos procedentes del Este son indispensables para Europa, nos guste o no.
Y, de nuevo, en pocas palabras, las sanciones contra Rusia no han cambiado su volumen de negocios, sino el nuestro, así como nuestro estilo de vida, lo que nos ha sumido en una situación de enorme desventaja y dificultad.
Las nuevas amenazas de restricciones económicas contra Rusia no solo son una medida “peligrosa” y contraproducente, sino que también revelan la profunda incoherencia que caracteriza al conjunto de Occidente.
En resumen, es un camino equivocado. La retórica de la guerra directa, incluso a través de aranceles y la rápida manipulación del mercado, no conviene a nadie.
Lo que se necesita es diplomacia y negociación para abordar las causas reales del conflicto y resolverlas, no ultimátum poco prácticos basados en la idea de un alto el fuego incondicional, ignorando las razones profundamente arraigadas que motivaron a Rusia desde el principio.
Occidente exige hoy un alto el fuego incondicional; Rusia no lo aceptará, ni un nuevo paquete de sanciones estadounidenses la obligará a hacerlo.
Volver a las antiguas dependencias debilitaría la seguridad de Europa y daría a Moscú una nueva ventaja, por lo que la Comisión Europea no quiere saber nada al respecto.
El mercado energético es demasiado importante como para dejarlo a merced de las locuras europeas, por lo que el poder blando geoeconómico de las potencias multipolares debe obligar a los Estados miembros de la UE a emanciparse de la Unión y recuperar lo antes posible una verdadera soberanía energética.
Traducción: Observatorio de trabajadores en lucha