…una Eurasia multipolar permite a los Estados seguir una política exterior multivectorial y diversificar la conectividad económica, como requisito para una mayor autonomía política. Una Eurasia multipolar ofrece un multilateralismo genuino frente a una política de bloques de confrontación.
Glenn DIESEN
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La geopolítica se ha centrado tradicionalmente en Eurasia, ya que el vasto continente que va del Atlántico al Pacífico posee la mayor parte del territorio, la población y los recursos. La teoría del heartland de Halford Mackinder sugiere que quien controle Eurasia podría controlar el mundo, una teoría conocida por su gran influencia en los responsables políticos.
Gran Bretaña, como potencia naval dominante en el siglo XIX, intentó controlar Eurasia desde la periferia marítima, lo que dio lugar a un prolongado conflicto con Rusia, como principal potencia terrestre que aspiraba a la hegemonía desde el centro de Eurasia.
En el siglo XX, EEUU, que perseguía el dominio desde la periferia marítima de Eurasia, rivalizó con la Unión Soviética, la potencia terrestre euroasiática dominante. En el siglo XXI, la geopolítica euroasiática se ha transformado, ya que el dominio marítimo estadounidense se enfrenta a una Eurasia multipolar.
Siglo XIX: El poder marítimo británico frente al poder terrestre ruso
La antigua Ruta de la Seda que conectaba Eurasia estaba descentralizada, conectada por una miríada de corredores terrestres y marítimos. Una vez que se derrumbó, las potencias marítimas europeas volvieron a conectar el mundo a partir de principios del siglo XVI.
El control de los corredores marítimos siempre ha tenido una importancia económica y militar, ya que los océanos son las arterias del comercio internacional y se utilizan para ejercer el poder militar. Así pues, el comienzo del siglo XVI marcó el inicio de los imperios europeos. La derrota de Napoleón puso fin a la rivalidad franco-británica por el control de los mares, lo que dio lugar a un siglo de dominio marítimo británico.
La historia rusa se ha definido en gran medida por una lucha por conseguir un acceso fiable a los mares, antes de descubrir las ventajas de posicionarse como potencia terrestre euroasiática.
Con el colapso de la Rus de Kiev en el siglo XIII, los rusos perdieron el acceso al río Dniéper y a otros corredores de transporte marítimo. La victoria de Rusia sobre Suecia en la Gran Guerra del Norte de 1721 marcó su ‘regreso a Europa’, ya que Rusia obtuvo una presencia dominante en el mar Báltico, convirtiéndose así en una gran potencia marítima, una gran potencia europea y, oficialmente, en un imperio.
Las potencias marítimas que pretendían debilitar y contener a Rusia podían amenazar su acceso fiable a los mares. Por ejemplo, el objetivo de británicos y franceses en la Guerra de Crimea (1853-56) era cortar la conexión de Rusia con el Mar Negro para hacer retroceder al país hacia Asia y poner fin a su papel como potencia europea [1] El renombrado estratega naval estadounidense Nicholas Spykman (1942: 182) escribió en 1942:
Durante doscientos años, desde la época de Pedro el Grande, Rusia ha intentado romper el anillo de Estados fronterizos y alcanzar el océano. La geografía y el poder marítimo la han frustrado persistentemente [2].
La capacidad de los británicos para dominar los mares era clave para su imperio. Sin embargo, la expansión de Rusia como potencia terrestre desde el centro de Eurasia hasta la periferia marítima se convirtió en una amenaza clave para el dominio británico.
A principios del siglo XIX, la expansión rusa hacia el Imperio Otomano y Persia provocó enfrentamientos con los británicos. Tras la guerra de Crimea, Rusia construyó ferrocarriles a través de Asia Central que amenazaban con conectarla con la India británica.
El subsiguiente conflicto entre Rusia y Gran Bretaña se conoció como el Gran Juego y acabó resolviéndose en 1895 con un acuerdo fronterizo en Afganistán como amortiguador entre el Imperio Británico y el Imperio Ruso.
En la última década del siglo XIX, Rusia construyó el ferrocarril transiberiano hacia el océano Pacífico, desafiando así también los intereses imperiales británicos en Asia Oriental. En lugar de ser un estado económicamente atrasado en la periferia de Europa, sin acceso fiable a los mares, la Rusia de Sergey Witte aspiraba a conectar el vasto continente euroasiático.
Mackinder desarrolló el marco teórico de cómo el control sobre Eurasia y el mundo estaría determinado por una rivalidad entre Gran Bretaña como potencia marítima y Rusia como potencia terrestre. Mackinder (1904: 434) advirtió que la ventaja económica y militar de los imperios marítimos debida a su movilidad en los mares era sólo temporal:
El vapor y el Canal de Suez parecían haber aumentado la movilidad de la potencia marítima en relación con la terrestre. Los ferrocarriles actuaron principalmente como alimentadores del comercio marítimo. Pero los ferrocarriles transcontinentales están ahora transmutando las condiciones del poder terrestre y en ningún lugar pueden tener tanto efecto como en el heartland cerrado de Euro-Asia»[3].
El poder marítimo estadounidense frente al poder terrestre soviético
EEUU se convirtió en una gran potencia marítima a finales del siglo XIX siguiendo las recomendaciones de Alfred Thayer Mahan. La victoria en la Guerra Hispano-estadounidense de 1898 hizo que EEUU adquiriera territorios coloniales en América y el Océano Pacífico.
Tras la Primera Guerra Mundial, estadounidenses y británicos se preparaban para una guerra por la primacía de los mares del mundo. Sin embargo, dicha guerra se evitó con el debilitamiento de Gran Bretaña tras la Segunda Guerra Mundial y la aparición de una poderosa potencia terrestre soviética a la que había que equilibrar.
Posteriormente, EEUU sustituyó a Gran Bretaña como potencia marítima dominante y estableció el control sobre puntos de estrangulamiento marítimos clave.
El influyente estratega naval estadounidense Spykman esbozó una estrategia para dominar Eurasia desde la periferia (Europa Occidental, Oriente Medio y Asia Oriental) como base del dominio.
Gran Bretaña se consideraba un nodo importante del Imperio estadounidense para controlar el borde occidental del continente euroasiático, y Spykman argumentó que EEUU tendría que “adoptar una política protectora similar hacia Japón” para controlar el borde oriental de Eurasia [4].
John Foster Dulles, Secretario de Estado estadounidense entre 1953 y 1959, abogó por reforzar las ‘cadenas de islas’ con aliados de EEUU como Japón, Filipinas y Australia para rodear y contener tanto a China como a la Unión Soviética en el océano Pacífico [5].
Las ideas de Mackinder de dividir Eurasia para gobernarla desde la periferia marítima llegaron a dominar el pensamiento estratégico estadounidense.
La Estrategia de Seguridad Nacional estadounidense de 1988 esbozó la relevancia duradera de Eurasia:
Los intereses de seguridad nacional más básicos de Estados Unidos se verían amenazados si un estado o grupo de estados hostiles dominaran la zona euroasiática, esa zona del planeta a la que a menudo se hace referencia como el heartland del mundo. Luchamos en dos guerras mundiales para evitar que esto ocurriera. Y, desde 1945, hemos intentado impedir que la Unión Soviética capitalizara su ventaja geoestratégica para dominar a sus vecinos de Europa Occidental, Asia y Oriente Próximo, y alterar así fundamentalmente el equilibrio de poder mundial en perjuicio nuestro»[6].
Primacía mundial tras la Guerra Fría
Tras la Guerra Fría, EEUU siguió una estrategia de seguridad de dominio global. En el discurso sobre el Estado de la Unión de enero de 1992, un mes después del colapso de la Unión Soviética, el presidente Bush anunció:
Por la gracia de Dios, Estados Unidos ganó la Guerra Fría… el líder de Occidente que se ha convertido en el líder del mundo.
El borrador filtrado del Defense Planning Guidance (DPG) de febrero de 1992 señalaba que la perdurabilidad del dominio mundial estadounidense dependía de impedir que surgieran futuros rivales en Eurasia.
En el lenguaje de Mackinder, el documento DPG reconocía que “es improbable que vuelva a surgir un desafío convencional global a la seguridad de EEUU y Occidente desde el hearland de Eurasia durante muchos años”. Defender el momento unipolar significaba que el “primer objetivo es impedir la reaparición de un nuevo rival”, lo que incluía evitar que los aliados y los Estados de primera línea, como Alemania y Japón, se rearmaran.
Brzezinski, en su influyente obra sobre cómo hacer avanzar la unipolaridad, esbozó la siguiente estrategia para preservar el dominio estadounidense:
impedir la connivencia y mantener la dependencia de seguridad entre los vasallos, para mantener a los tributarios dóciles y protegidos, y evitar que los bárbaros se unan»[7]
Brzezinski describió a Rusia como un “agujero negro” geopolítico en Eurasia, destinado a una relevancia cada vez menor. Rusia no tenía más socios posibles que Occidente, lo que
proporcionó a Occidente una oportunidad estratégica. Creó las condiciones previas para la progresiva expansión geopolítica de la comunidad occidental cada vez más profundamente en Eurasia [8].
La expansión de la OTAN redujo progresivamente la conectividad fiable de Rusia con todos los corredores marítimos de su costa occidental: el mar Báltico, el mar Negro y el Ártico.
Sus mayores ambiciones incluían un “Nuevo Gran Juego”, separando a Rusia de Georgia, Ucrania, el mar Caspio y Asia Central. La versión estadounidense de un proyecto de Ruta de la Seda preveía desvincular Eurasia Central de Rusia y China.
Sin embargo, la OTAN fracasó en su intento de apoderarse de Crimea y utilizar Ucrania para expulsar a Rusia del Mar Negro. Un corredor energético a través de Georgia y el Caspio podría permitir el acceso de Occidente a Asia Central.
Georgia ha advertido que no se utilizará como línea de frente contra Rusia, y persigue una relación más pragmática con su vecino del norte.
El proyectado oleoducto TAPI (Turkmenistán, Afganistán, Pakistán, India) también pretendía contener a Rusia y China en Eurasia. Sin embargo, el fracaso de la ocupación de Afganistán por la OTAN interrumpió el progreso del oleoducto TAPI.
Unipolaridad estadounidense frente a multipolaridad euroasiática
A diferencia de las rivalidades de siglos pasados entre una potencia marítima hegemónica y una potencia terrestre hegemónica, los conflictos actuales en Eurasia se definen por la unipolaridad frente a la multipolaridad.
La Nueva Ruta de la Seda de China, posibilitada en gran medida por su asociación estratégica con Rusia, reduce la importancia del dominio naval estadounidense.
China desarrolla nuevos corredores terrestres y marítimos con su ambiciosa Iniciativa del Cinturón y la Ruta (BRI). Rusia desarrolla igualmente un corredor Este-Oeste, el Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INSTC) en cooperación con Irán e India, y la Ruta Marítima Septentrional (NSR) a través del Ártico.
Otros Estados del continente euroasiático persiguen iniciativas similares para conectar físicamente el continente euroasiático.
La conectividad física se apoya en la cooperación para desarrollar centros tecnológicos alternativos, industrias estratégicas, bancos de desarrollo, sistemas de pago, intercambios de materias primas, comercio en monedas nacionales y otros tipos de conectividad económica.
La distribución multipolar del poder incentiva a las grandes potencias a armonizar sus intereses. Ni siquiera China tiene la capacidad o la intención de imponer un sistema hegemónico, lo que crea un “equilibrio de dependencia”.
Rusia se siente cómoda con que China sea la primera economía de Eurasia, pero no aceptará el dominio y la hegemonía chinos. Así pues, Rusia diversifica su conectividad económica en toda Eurasia para evitar una dependencia excesiva de China.
Una China hegemónica trataría de romper los lazos entre otros centros de poder, por ejemplo, entre Rusia y la India.
Sin embargo, China apoya en cambio la multipolaridad y la facilita en instituciones como los BRICS y la OCS.
China también es explícita en que debe permitirse a todos los países seguir su propio camino hacia el desarrollo, lo que contrasta con la retórica universalista de una potencia hegemónica aspirante.
En una rivalidad entre unipolaridad y multipolaridad, la mayoría global prefiere esta última.
La primacía mundial de EEUU se fomenta mediante alianzas en tiempos de paz que perpetúan los conflictos. La política de bloques dirigida por EEUU sirve para dividir, por ejemplo, a China e India, a los árabes e Irán, a Europa y Rusia, con el fin de dividir el mundo en aliados dependientes frente a adversarios debilitados.
Las desastrosas consecuencias de la reactivación de la política de bloques en Europa mediante la expansión de la OTAN no se consideran un cuento con moraleja, sino un modelo a exportar a otras partes del mundo.
Por el contrario, una Eurasia multipolar permite a los Estados seguir una política exterior multivectorial y diversificar la conectividad económica, como requisito para una mayor autonomía política.
Una Eurasia multipolar ofrece un multilateralismo genuino frente a una política de bloques de confrontación.
Los chinos no presionan a los Estados para que elijan entre ‘nosotros’ y ‘ellos’, no hablan en el lenguaje de los ultimátums, por lo que son un socio más favorable. Los países de todo el mundo abrazan las instituciones multipolares como el BRICS porque es antihegemónico, pero no quieren unirse a una agrupación antioccidental.
El propósito de la multipolaridad es acabar con la política de bloques, no crear bloques rivales.
Merece la pena citar las opiniones de Adam Smith sobre la concentración de poder cuando el mundo estaba conectado por las potencias marítimas europeas. Smith se refirió al descubrimiento de América y al paso a las Indias Orientales como los “dos mayores y más importantes acontecimientos registrados en la historia de la humanidad” al conectar el mundo[9]. Sin embargo, la concentración de poder dio lugar a la dominación y a la consiguiente tragedia:
Para los nativos, sin embargo, tanto de las Indias Orientales como de las Occidentales, todos los beneficios comerciales que pudieron derivarse de aquellos acontecimientos se han hundido y perdido en las terribles desgracias que han ocasionado. Estas desgracias, sin embargo, parecen haber surgido más bien del accidente que de algo en la naturaleza de los propios acontecimientos. En el momento concreto en que se hicieron estos descubrimientos, la superioridad de la fuerza era tan grande en favor de los europeos que éstos pudieron cometer impunemente todo tipo de injusticias en aquellos remotos países»[10].
Smith esperaba que surgiera un mundo más benigno y justo bajo un equilibrio de poder más equilibrado:
En lo sucesivo, quizá, los nativos de esos países puedan hacerse más fuertes, o los de Europa más débiles, y los habitantes de todas las diferentes partes del mundo puedan llegar a esa igualdad de valor y fuerza que, al inspirar el miedo mutuo, puede por sí sola vencer la injusticia de las naciones independientes en algún tipo de respeto por los derechos de unos y otros. Pero nada parece más probable para establecer esta igualdad de fuerza que esa comunicación mutua de conocimientos y de toda clase de mejoras que un comercio extensivo de todos los países a todos los países lleva naturalmente, o más bien necesariamente, consigo[11].
La multipolaridad euroasiática como modelo para Occidente
EEUU no conseguirá restaurar la primacía mundial, aunque puede beneficiarse enormemente de aceptar un papel más modesto en un sistema multipolar.
Evidentemente, la era de la unipolaridad ya ha llegado a su fin, y los esfuerzos por restaurarla sólo crean incentivos para que el mundo se desvincule de EEUU.
Así pues, el nuevo formato de la seguridad euroasiática ofrece oportunidades a EEUU. Si Washington acepta un papel más modesto en el mundo, como una de varias grandes potencias en un sistema multipolar, puede evitar agotar sus recursos e incentivar el equilibrio colectivo.
Históricamente, EEUU ha seguido una estrategia de equilibrio marítimo para preservar el equilibrio de poder en el continente euroasiático. Como potencia marítima, EEUU podía preservar su fuerza y sólo entrar en guerras en el continente cuando las demás potencias ya se hubieran agotado, y entonces EEUU impondría un acuerdo que preservara el equilibrio de poder.
Establecerse en el continente y emprender guerras terrestres como las de Vietnam, Irak y Afganistán no haría sino agotar a EEUU y dar lugar a un equilibrio colectivo por parte de otras grandes potencias.
Eurasia tiene ahora multipolaridad y las principales potencias sólo formarían una coalición antiamericana en oposición a la hegemonía estadounidense.
La multipolaridad euroasiática también puede resolver los conflictos en Europa. La ambición de superar la política de bloques hacia el final de la Guerra Fría fracasó.
En su lugar, se abandonaron los acuerdos de seguridad paneuropeos inclusivos en favor de la expansión de una alianza militar exclusiva que revivió la lógica de suma cero de la Guerra Fría.
En consecuencia, Europa se debate sobre dónde trazar las nuevas líneas divisorias militarizadas, con el resultado de que el continente se vuelve menos próspero, más dependiente y menos relevante.
El objetivo de la UE de una hegemonía colectiva EEUU-UE ha sido sustituido por la subordinación, ya que los europeos se repliegan bajo la protección de EEUU en lugar de diversificar la conectividad económica y poner fin a la política de bloques.
La UE aún puede cambiar de rumbo adoptando un modelo euroasiático para Europa en el que los bloques militares exclusivos se sustituyan por acuerdos multipolares inclusivos.
* Glenn Diesen es profesor de ciencias políticas en la Universidad del Sureste de Noruega (USN), profesor con investigación centrada en geoeconomía, política exterior rusa e integración euroasiática. Autor de tres libros importantes para la comprensión de Rusia y los actuales conflictos (Russian Conservatism, Europe as the Western Peninsula of Greater Eurasia y The Ukranian War & the Eurasian World Order)
Notas
[1] Kipp, J.W. and Lincoln, W.B., 1979. Autocracy and Reform Bureaucratic Absolutism and Political Modernization in Nineteenth-Century Russia. Russian History, 6(1): 1-21, p.4.
[2] Spykman, N.J., 1942. America’s strategy in world politics: the United States and the balance of power. Transaction Publishers, New Brunswick, p.182.
[3] Mackinder, H.J., 1904, The Geographical Pivot of History, The Geographical Journal, 170(4): 421-444.
[4] Spykman, N.J., 1942. America’s strategy in world politics: the United States and the balance of power. Transaction Publishers, New Brunswick, p.470.
[5] Dulles, JF 1952, ‘Security in the Pacific’, Foreign Affairs, vol.30, no.2, pp.175-187, p.181.
[6] White House 1988. National Security Strategy of the United States, White House, April 1988, p.1.
[7] Brzezinski, Z., 1997. The Grand Chessboard: American Primacy and its Geopolitical Imperatives. Basic Books, New York, p.40.
[8] Brzezinski, Z., 2009, The Choice: Global Domination or Global Leadership, Basic Books, New York, p.102.
[9] A. Smith, An Inquiry into the nature and causes of the Wealth of Nations, Edinburgh: Adam and Charles Black, 1863, p.282
[10] Ibid.
[11] Ibid.
Publicado originalmente por Glenn’s Substack.
Traducción: Observatorio de trabajadores en lucha