por Thierry Meyssan
Aunque muchos no lo saben, cuando la Asamblea General de la ONU aceptó la adhesión de Israel, mediante la resolución 273 (el 4 de marzo de 1949), lo hizo sólo porque Israel se comprometía a cumplir las obligaciones estipuladas en la Carta de las Naciones Unidas. Sin embargo, el Estado hebreo nunca respetó sus compromisos en ese sentido. Israel se niega a poner en aplicación 229 resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU y de la Asamblea General, su gobierno acaba de declarar «organización terrorista» una agencia de la ONU (la UNRWA), el representante de Israel en la ONU ha llamado a destruir la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, el gobierno israelí ha declarado al secretario general de la ONU persona non grata y ahora, en Líbano, el ejército de Israel acaba de atacar a los “cascos azules” de la ONU en 4 ocasiones diferentes.
El 14 de mayo de 1948, durante la retirada británica de Palestina, territorio que la Sociedad de Naciones (SDN) había puesto provisionalmente bajo la administración del Reino Unido, el Consejo General Sionista, emanación de Hagana –la principal milicia de la comunidad judía inmigrante– proclama unilateralmente la independencia del Estado de Israel, anunciada por el presidente de la Agencia Judía –o sea, por el ejecutivo de la Organización Sionista Mundial.
Es importante precisar aquí que el ocupante británico estaba retirándose solamente de alrededor de una cuarta parte de la Palestina que se hallaba bajo el mandato otorgado al Reino Unido. Oficialmente, la ocupación británica ya se había retirado de las otras 3 cuartas partes del territorio bajo su mandato, que constituían la Transjordania bajo mandato británico, la futura Jordania.
Después de varios días de reflexión, la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió reconocer el nuevo Estado, pero lo hizo subrayando que, en principio, no correspondía a un grupo paramilitar –Hagana– proclamar un Estado, aun cuando esa proclamación viniese a llenar el vacío que dejaba la retirada de la autoridad (el Reino Unido) que había recibido el mandato de la SDN. La Asamblea General de la ONU había notado que la proclamación de independencia no mencionaba el tipo de régimen del nuevo Estado (no especificaba si sería una teocracia o una república) y que tampoco mencionaba sus fronteras. La Asamblea General de la ONU preveía en aquel momento seguir adelante con su plan tendiente a la creación de un Estado binacional, simultáneamente árabe y judío, sin continuidad territorial entre las dos entidades –Jerusalén y Belén tenían un estatus internacional. En aquel contexto, la Asamblea General vio como tranquilizador el hecho que el nuevo Estado proclamaba «una completa igualdad de derechos sociales y políticos a todos los ciudadanos, sin distinción de creencias, de raza y de sexo».
Al día siguiente de la proclamación de independencia, Egipto, Irak, Transjordania, Líbano, Siria y Yemen enviaban sus ejércitos a Palestina. La historia oficial afirma hoy que aquellos 6 países (los «árabes», léase los «musulmanes») no aceptaban un Estado judío, cuando en realidad 5 de ellos se oponían al inicio de una colonización judía, sucesora de la colonización británica y el sexto apoyaba a Israel. La religión representaba un problema únicamente para Izz al-Din al-Qassam, para la Hermandad Musulmana y para el muftí nazi Mohammed Amin al-Husseini.
De la misma manera, la propaganda asegura que aquellos ejércitos mordieron el polvo ante el valeroso ejército israelí, dando a entender así que «desde el primer día, los judíos son moralmente superiores a los árabes». La realidad es otra. La Segunda Guerra Mundial acababa terminar y –exceptuando Transjordania– ninguno de aquellos países tenía un ejército digno de ese nombre. Sus tropas se componían sólo de voluntarios. Además, el ejército de Transjordania, que puso fin al conflicto, luchó del lado de Israel, en contra de los demás árabes. Transjordania, que seguía bajo influencia británica, esperaba impedir la creación de un Estado palestino y anexar el territorio correspondiente al Estado palestino cuya creación proyectaba la ONU. El ejército de Transjordania era, de hecho, el ejército de los británicos que se hacía llamar “La Legión Árabe” y seguía órdenes del general John Bagot Glubb (alias “Glubb Pachá”). En realidad, no fueron los israelíes sino los “transjordanos” (en realidad los británicos) quienes vencieron a los demás “ejércitos” árabes. Durante el conflicto, el rey Abdala I incluso fue proclamado «rey de Palestina».
Durante aquel conflicto, las fuerzas israelíes simplemente dejaron que los británicos de Transjordania se ocuparan de luchar contra los árabes mientras que ellos aplicaban el Plan D (en hebreo, el Plan “Dalet”). La intención de Hagana era compartir con Transjordania la menor cantidad de territorio posible, así que las fuerzas israelíes importaron ilegalmente armas desde Checoslovaquia –que ya tenía un gobierno comunista–, supuestamente para luchar contra la colonización británica, cuando en realidad iban a utilizarlas para expulsar a los palestinos. Así se gestó lo que los palestinos llaman la Nakba (“la Catástrofe”). Al menos 750 000 palestinos –entre el 50 y el 80% de la población palestina– fueron expulsados de sus tierras a punta de fusil.
Al año siguiente, Israel solicita y obtiene su admisión en la Organización de las Naciones Unidas. En aquella época, no había Estados descolonizados entre los miembros de la ONU y los países bajo la hegemonía anglosajona eran mayoría en el seno de la Organización. Sin enbargo, Israel es aceptado como nuevo miembro bajo condición. En su resolución 273, la Asamblea General de la ONU menciona el compromiso escrito del ministro de Exteriores del gobierno provisional de Israel, Moshé Shertok, mediante el cual el Estado de Israel «acepta sin reservas las obligaciones consignadas en la Carta de las Naciones Unidas y se compromete a cumplir dichas obligaciones a partir del día en que llegue a ser miembro de las Naciones Unidas» [1].
Hasta el día de hoy, Israel no ha respetado aquel compromiso e ignora 229 resoluciones del Consejo de Seguridad y de la Asamblea General de la ONU, lo cual justificaría totalmente la suspensión de su membresía.
En los últimos meses,
• el ministro israelí de Exteriores, Israel Katz, declaró el 23 de marzo que la ONU se ha convertido en «una organización antisemita y antisraelí que alberga y estimula el terrorismo»;
• Israel ha hecho campaña contra una agencia de la ONU, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Medio Oriente (UNRWA), acusándola de estar al servicio del Hamas;
• en julio pasado, el parlamento de Israel adoptó 3 leyes (1) prohibiendo a la UNRWA operar en Israel, (2) despojando al personal de la UNRWA de su inmunidad diplomática, (3) designando a la UNRWA como “organización terrorista”;
• en agosto de este año, el representante permanente de Israel ante la ONU, Gilad Erdan, declaró, al finalizar su mandato y refiriéndose a la sede de la ONU en Nueva York, que «ese edificio debería ser borrado de la faz de la Tierra»;
• el ministro israelí de Exteriores, Israel Katz, declaró persona non grata al secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres;
• las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han agredido deliberadamente a los cascos azules de la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas en Líbano (designados indistintamente bajo las siglas FPNUL, UNIFIL o FINUL).
No debemos olvidar :
• que Israel no fue creado por su pueblo sino por su ejército;
• que la primera guerra israelo-árabe no la ganaron los israelíes sino los árabes de Transjordania, bajo las órdenes de un mando británico;
• que, al convertirse en miembro pleno de la ONU, Israel se comprometió a respetar todas las resoluciones de los órganos de las Naciones Unidas, compromiso que ya ha violado en 229 ocasiones;
• que, además de agredir al Estado Palestino, Líbano, Siria, Irak, Yemen e Irán, el gobierno del primer ministro de Israel, Benyamin Netanyahu acaba de abrir un octavo frente… contra las Naciones Unidas.
[1] «Admisión de Israel como Miembro de las Naciones Unidas», Red Voltaire, 11 de mayo de 1949.