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Eduardo Vasco
June 30, 2024
© Photo: Public domain

En contacto con una “sociedad” capitalista artificial los jóvenes quieren convertirse en consumidores y, ante la falta de productos, se frustran con sus vidas, se desaniman y no ven perspectivas.

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Escríbenos: info@strategic-culture.su

Hay una media de 25 conjuntos de mesas ─ una u otra con mesa doble ─, con capacidad para hasta seis personas en cada conjunto. El restaurante Al Prado y Neptuno, junto al Parque Central, en el centro de La Habana, ofrece precios mucho más económicos que los restaurantes privados y otros restaurantes estatales. Por eso, siempre hay largas colas en la entrada, donde la gente espera para ocupar una mesa dependiendo del tamaño del grupo: si una persona está sola, sólo puede sentarse en una mesa sencilla, para dos personas. Una pareja sólo puede sentarse en una mesa para dos o cuatro personas. Así, el portero del restaurante controla la entrada de personas en la cola, a medida que otros clientes se van y las mesas quedan vacías. Es el restaurante más frecuentado por los cubanos en la región. La Bodeguita del Medio o La Floridita están llenas, pero de turistas deseosos de tomar un mojito o un daiquiri a lo Hemingway.

Un día, apenas una hora después de abrir sus puertas, el popular restaurante ya no puede ofrecer arroz, que se acabó. En otro, los restaurantes del centro de la ciudad necesitan suspender el servicio durante unas horas hasta que se restablezca el suministro de gas. Antes del Covid-19 los establecimientos estaban llenos de clientes. Actualmente, están casi todos vacíos, debido a la escasez de alimentos, ya que el país ha consumido prácticamente todos sus recursos en el combate a la pandemia y, con el recrudecimiento del bloqueo y el aumento de los precios en el mercado internacional, no puede comprarlos. Si no quiere ser rehén de los bancos, que probablemente no aceptarán transacciones con un país sancionado por los EE.UU., pues recibirán multas millonarias, Cuba necesita hacer sus compras en efectivo y pagar por adelantado, sin estar seguro de que el proveedor realmente cumplirá con el compromiso.

Mientras tanto, el canadiense o italiano que ya ha probado el ron cubano en los famosos restaurantes de La Habana no puede salir a la calle porque será abordado por un jinetero. Estos son los pícaros que intentan realizar pequeñas estafas por valor de unos miles de pesos. La experiencia de lidiar con el bloqueo convirtió a los cubanos en maestros de negocios: podían vender arena a un beduino y nieve a un esquimal. Ofrecen diversos servicios en la calle, como cambio de moneda (mucho más desfavorable que en casas de cambio u otros lugares autorizados), o un recorrido por la noche cubana, con la fiesta del cigarro que sólo se realizará esta noche y nunca más, e incluso drogas y prostitutas. Pero estas dos últimas ofertas son raras y sólo las hacen los más atrevidos. Sólo así se puede saber de la existencia de estos dos males, que regresaron a Cuba desde el período especial, luego de ser erradicados en 1959. Ambos están prohibidos y no pueden verse por ningún lado, ni siquiera investigando cada rincón oscuro del centro de La Habana en las madrugadas (en verdad, no se ve rastro de crimen alguno). Si bien se puede decir que el número de drogadictos y prostitutas en el país se puede contar con los dedos de una mano (la inmensa mayoría de los jóvenes nunca ha probado la marihuana), se sabe que este problema ha regresado. El turismo, principal fuente de ingresos del gobierno para importar productos y materias primas que satisfagan mínimamente las necesidades de la población, ha infiltrado clandestinamente estos sectores comerciales en la isla.

Es una característica del capitalismo, un símbolo de las contradicciones que afectan cada vez más al Estado obrero, que abolió el régimen basado en la propiedad privada hace más de 60 años. Había que superar el aislamiento impuesto por el bloqueo norteamericano, con el fin del bloque soviético, para la supervivencia del propio sistema socialista. Para atraer turistas no bastan las playas paradisíacas: deben ofrecer confort e incluso lujo, de lo contrario pocos estarán interesados en visitar el país. En 1989, Cuba recibió menos de 300.000 turistas al año, la mayoría procedentes de Europa del Este. Menos de diez años después, ya eran un millón y medio al año. En 2019, el último año antes de que el país cerrara para protegerse del Covid-19, fue visitado por 4,2 millones de turistas. En 2021, el número se redujo un 87% y, al año siguiente, los rusos, que se habían convertido en los mayores visitantes de la isla, se vieron impedidos de visitarla debido al cierre del espacio aéreo europeo a los aviones rusos en represalia por la intervención en la guerra en Ucrania. Con la reapertura tras la victoria sobre el virus y el éxito de Rusia en sortear el bloqueo que también intentaron imponerle, el número de turistas que visitaron Cuba hasta abril de 2023 era ya la mitad que en 2019.

Aun así, recuperar los ingresos perdidos llevará tiempo. Al gobierno le resulta imposible calcular todas las pérdidas ocasionadas al sector turístico durante la pandemia, pero entre enero y julio de 2021 hubo daños por más de 11,8 millones de dólares provocados por el bloqueo norteamericano al sector. Por ejemplo, muchas de sus principales instituciones hoteleras han sido eliminadas de los principales sitios de reserva de hoteles del mundo, como Trivago y Booking.com. Además, ninguna empresa cubana puede utilizar tarjetas de crédito Visa y MasterCard. En la última década el sector ha sufrido duros golpes provocados por las leyes de bloqueo: en 2013, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos multó a la empresa estadounidense American Express Travel Related Services Company con 5,2 millones de dólares por vender billetes de avión a Cuba desde terceros países entre 2005 y 2011, y en 2014, la OFAC multó a las empresas de viajes CNT y Decolar.com con 6 millones de dólares y 2,8 millones de dólares, respectivamente, por prestar servicios de viajes y reservas de hoteles en Cuba.

En cualquier caso, el contacto con los turistas, generalmente adinerados, resulta beneficioso para los cubanos. Aumenta los ingresos del país y los jineteros ganan unos dólares extra para complementar sus ingresos y mitigar las dificultades. Cuando un turista se niega a aceptar su oferta, dirá que está necesitado y necesita mantener a su familia. Algunos son madres y padres (o dicen ser madres y padres) que piden leche, pañales, productos de limpieza y otros bienes porque escasean. Pueden ser pobres diablos que utilizarán estos productos para satisfacer sus necesidades, pero también pueden ser acaparadores que los revenderán a precios exorbitantes, utilizando los regalos de los turistas para explotar a sus compatriotas. Cuando entras a una escuela infantil después de terminar las clases por la noche, un guardia de seguridad te dice que los niños no desayunan leche y te pide dinero para comprar leche para los niños. Pero no acepta 100 pesos, quiere al menos el triple. Tampoco responde hace cuanto tiempo les falta la leche. Y no quiere que vuelvas con la leche al día siguiente, sólo necesita el dinero para comprarla. ¡Y ahora! Si vuelves al día siguiente, descubrirás que los alumnos ni siquiera desayunan en el colegio (lo comen en casa, y en el colegio meriendan por la mañana y luego almuerzan). El guardia de seguridad ya no está y los empleados de turno niegan que falte leche.

Este delito “blando” ─que, para la mayoría de los cubanos, ajenos a los secuestros, robos y el narcotráfico, resulta inaceptable─ es resultado de la escasez crónica y la pobreza provocadas por el asfixiante bloqueo económico y la posibilidad de mitigarlas mediante el contacto con los turistas. El turismo sostiene al país, al mismo tiempo que genera muchos males. Algunos jóvenes quieren emigrar porque creen que en su país de origen todos los ciudadanos son iguales a los turistas que conocen. Esto genera una percepción errónea, una idealización de cómo es la vida fuera de Cuba, que se ve reforzada por las películas estadounidenses (las más vistas en el país) y por toda la producción de la poderosa industria cultural estadounidense, a la que los cubanos acceden sin restricciones de ningún tipo de parte del gobierno en las redes sociales y otros medios. Ante el verdadero sufrimiento y las percepciones erróneas, es natural un aumento de la emigración. En 2022, más de 200.000 cubanos intentaron entrar a EE.UU., mucho más que los 38.000 de 2021 y los 13.000 de 2020.

Sensación de desigualdad y frustración. Lo mejor para los turistas, lo peor (o nada) para los cubanos. En contacto con una “sociedad” capitalista artificial (turistas adinerados), los jóvenes quieren convertirse en consumidores y, ante la falta de productos, se frustran con sus vidas, se desaniman y no ven perspectivas. Con esto contaba Lester Mallory, cuando hace más de 60 años sugirió al gobierno de Estados Unidos que “la única manera de retirarle su apoyo interno [al gobierno cubano] es a través del desencanto y la insatisfacción que surgen del malestar y de la dificultades materiales”.

El gobierno cubano informó a la ONU que

El impacto psicológico del bloqueo y la ansiedad que genera dentro de la población rebasa con creces cualquier cifra. No es posible contabilizar la angustia de un cubano al cual se le dificulta el acceso a medicamentos básicos porque una entidad estadounidense se negó a enviar los insumos necesarios para su producción, o el de una madre cuando conoce que, a su hijo, enfermo de cáncer, no se le puede aplicar el citostático más avanzado. No se puede medir la desesperación que causa la imposibilidad de materializar donativos y compras imprescindibles para sectores de alto impacto social, porque las compañías involucradas en su transportación cuentan con una sociedad estadounidense como accionista y temen ser objeto de medidas punitivas.

Sesenta años después, a pesar de la terrible experiencia de las últimas tres décadas, el objetivo del gobierno estadounidense todavía no se ha logrado. Debido a la tranquilidad que reina en las calles de Cuba, a pesar de las dificultades, nada indica que así será. Debido a las innumerables manifestaciones de apoyo de la población al régimen surgido de la Revolución de 1959, incluso en las situaciones más difíciles, se puede estar seguro de que el bloqueo es inútil para lo propuesto. Al no derrocar al gobierno, sólo sirve para causar “hambre” y “desesperación” entre la población.

Reflexiones sobre la apertura de Cuba al turismo

En contacto con una “sociedad” capitalista artificial los jóvenes quieren convertirse en consumidores y, ante la falta de productos, se frustran con sus vidas, se desaniman y no ven perspectivas.

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Hay una media de 25 conjuntos de mesas ─ una u otra con mesa doble ─, con capacidad para hasta seis personas en cada conjunto. El restaurante Al Prado y Neptuno, junto al Parque Central, en el centro de La Habana, ofrece precios mucho más económicos que los restaurantes privados y otros restaurantes estatales. Por eso, siempre hay largas colas en la entrada, donde la gente espera para ocupar una mesa dependiendo del tamaño del grupo: si una persona está sola, sólo puede sentarse en una mesa sencilla, para dos personas. Una pareja sólo puede sentarse en una mesa para dos o cuatro personas. Así, el portero del restaurante controla la entrada de personas en la cola, a medida que otros clientes se van y las mesas quedan vacías. Es el restaurante más frecuentado por los cubanos en la región. La Bodeguita del Medio o La Floridita están llenas, pero de turistas deseosos de tomar un mojito o un daiquiri a lo Hemingway.

Un día, apenas una hora después de abrir sus puertas, el popular restaurante ya no puede ofrecer arroz, que se acabó. En otro, los restaurantes del centro de la ciudad necesitan suspender el servicio durante unas horas hasta que se restablezca el suministro de gas. Antes del Covid-19 los establecimientos estaban llenos de clientes. Actualmente, están casi todos vacíos, debido a la escasez de alimentos, ya que el país ha consumido prácticamente todos sus recursos en el combate a la pandemia y, con el recrudecimiento del bloqueo y el aumento de los precios en el mercado internacional, no puede comprarlos. Si no quiere ser rehén de los bancos, que probablemente no aceptarán transacciones con un país sancionado por los EE.UU., pues recibirán multas millonarias, Cuba necesita hacer sus compras en efectivo y pagar por adelantado, sin estar seguro de que el proveedor realmente cumplirá con el compromiso.

Mientras tanto, el canadiense o italiano que ya ha probado el ron cubano en los famosos restaurantes de La Habana no puede salir a la calle porque será abordado por un jinetero. Estos son los pícaros que intentan realizar pequeñas estafas por valor de unos miles de pesos. La experiencia de lidiar con el bloqueo convirtió a los cubanos en maestros de negocios: podían vender arena a un beduino y nieve a un esquimal. Ofrecen diversos servicios en la calle, como cambio de moneda (mucho más desfavorable que en casas de cambio u otros lugares autorizados), o un recorrido por la noche cubana, con la fiesta del cigarro que sólo se realizará esta noche y nunca más, e incluso drogas y prostitutas. Pero estas dos últimas ofertas son raras y sólo las hacen los más atrevidos. Sólo así se puede saber de la existencia de estos dos males, que regresaron a Cuba desde el período especial, luego de ser erradicados en 1959. Ambos están prohibidos y no pueden verse por ningún lado, ni siquiera investigando cada rincón oscuro del centro de La Habana en las madrugadas (en verdad, no se ve rastro de crimen alguno). Si bien se puede decir que el número de drogadictos y prostitutas en el país se puede contar con los dedos de una mano (la inmensa mayoría de los jóvenes nunca ha probado la marihuana), se sabe que este problema ha regresado. El turismo, principal fuente de ingresos del gobierno para importar productos y materias primas que satisfagan mínimamente las necesidades de la población, ha infiltrado clandestinamente estos sectores comerciales en la isla.

Es una característica del capitalismo, un símbolo de las contradicciones que afectan cada vez más al Estado obrero, que abolió el régimen basado en la propiedad privada hace más de 60 años. Había que superar el aislamiento impuesto por el bloqueo norteamericano, con el fin del bloque soviético, para la supervivencia del propio sistema socialista. Para atraer turistas no bastan las playas paradisíacas: deben ofrecer confort e incluso lujo, de lo contrario pocos estarán interesados en visitar el país. En 1989, Cuba recibió menos de 300.000 turistas al año, la mayoría procedentes de Europa del Este. Menos de diez años después, ya eran un millón y medio al año. En 2019, el último año antes de que el país cerrara para protegerse del Covid-19, fue visitado por 4,2 millones de turistas. En 2021, el número se redujo un 87% y, al año siguiente, los rusos, que se habían convertido en los mayores visitantes de la isla, se vieron impedidos de visitarla debido al cierre del espacio aéreo europeo a los aviones rusos en represalia por la intervención en la guerra en Ucrania. Con la reapertura tras la victoria sobre el virus y el éxito de Rusia en sortear el bloqueo que también intentaron imponerle, el número de turistas que visitaron Cuba hasta abril de 2023 era ya la mitad que en 2019.

Aun así, recuperar los ingresos perdidos llevará tiempo. Al gobierno le resulta imposible calcular todas las pérdidas ocasionadas al sector turístico durante la pandemia, pero entre enero y julio de 2021 hubo daños por más de 11,8 millones de dólares provocados por el bloqueo norteamericano al sector. Por ejemplo, muchas de sus principales instituciones hoteleras han sido eliminadas de los principales sitios de reserva de hoteles del mundo, como Trivago y Booking.com. Además, ninguna empresa cubana puede utilizar tarjetas de crédito Visa y MasterCard. En la última década el sector ha sufrido duros golpes provocados por las leyes de bloqueo: en 2013, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos multó a la empresa estadounidense American Express Travel Related Services Company con 5,2 millones de dólares por vender billetes de avión a Cuba desde terceros países entre 2005 y 2011, y en 2014, la OFAC multó a las empresas de viajes CNT y Decolar.com con 6 millones de dólares y 2,8 millones de dólares, respectivamente, por prestar servicios de viajes y reservas de hoteles en Cuba.

En cualquier caso, el contacto con los turistas, generalmente adinerados, resulta beneficioso para los cubanos. Aumenta los ingresos del país y los jineteros ganan unos dólares extra para complementar sus ingresos y mitigar las dificultades. Cuando un turista se niega a aceptar su oferta, dirá que está necesitado y necesita mantener a su familia. Algunos son madres y padres (o dicen ser madres y padres) que piden leche, pañales, productos de limpieza y otros bienes porque escasean. Pueden ser pobres diablos que utilizarán estos productos para satisfacer sus necesidades, pero también pueden ser acaparadores que los revenderán a precios exorbitantes, utilizando los regalos de los turistas para explotar a sus compatriotas. Cuando entras a una escuela infantil después de terminar las clases por la noche, un guardia de seguridad te dice que los niños no desayunan leche y te pide dinero para comprar leche para los niños. Pero no acepta 100 pesos, quiere al menos el triple. Tampoco responde hace cuanto tiempo les falta la leche. Y no quiere que vuelvas con la leche al día siguiente, sólo necesita el dinero para comprarla. ¡Y ahora! Si vuelves al día siguiente, descubrirás que los alumnos ni siquiera desayunan en el colegio (lo comen en casa, y en el colegio meriendan por la mañana y luego almuerzan). El guardia de seguridad ya no está y los empleados de turno niegan que falte leche.

Este delito “blando” ─que, para la mayoría de los cubanos, ajenos a los secuestros, robos y el narcotráfico, resulta inaceptable─ es resultado de la escasez crónica y la pobreza provocadas por el asfixiante bloqueo económico y la posibilidad de mitigarlas mediante el contacto con los turistas. El turismo sostiene al país, al mismo tiempo que genera muchos males. Algunos jóvenes quieren emigrar porque creen que en su país de origen todos los ciudadanos son iguales a los turistas que conocen. Esto genera una percepción errónea, una idealización de cómo es la vida fuera de Cuba, que se ve reforzada por las películas estadounidenses (las más vistas en el país) y por toda la producción de la poderosa industria cultural estadounidense, a la que los cubanos acceden sin restricciones de ningún tipo de parte del gobierno en las redes sociales y otros medios. Ante el verdadero sufrimiento y las percepciones erróneas, es natural un aumento de la emigración. En 2022, más de 200.000 cubanos intentaron entrar a EE.UU., mucho más que los 38.000 de 2021 y los 13.000 de 2020.

Sensación de desigualdad y frustración. Lo mejor para los turistas, lo peor (o nada) para los cubanos. En contacto con una “sociedad” capitalista artificial (turistas adinerados), los jóvenes quieren convertirse en consumidores y, ante la falta de productos, se frustran con sus vidas, se desaniman y no ven perspectivas. Con esto contaba Lester Mallory, cuando hace más de 60 años sugirió al gobierno de Estados Unidos que “la única manera de retirarle su apoyo interno [al gobierno cubano] es a través del desencanto y la insatisfacción que surgen del malestar y de la dificultades materiales”.

El gobierno cubano informó a la ONU que

El impacto psicológico del bloqueo y la ansiedad que genera dentro de la población rebasa con creces cualquier cifra. No es posible contabilizar la angustia de un cubano al cual se le dificulta el acceso a medicamentos básicos porque una entidad estadounidense se negó a enviar los insumos necesarios para su producción, o el de una madre cuando conoce que, a su hijo, enfermo de cáncer, no se le puede aplicar el citostático más avanzado. No se puede medir la desesperación que causa la imposibilidad de materializar donativos y compras imprescindibles para sectores de alto impacto social, porque las compañías involucradas en su transportación cuentan con una sociedad estadounidense como accionista y temen ser objeto de medidas punitivas.

Sesenta años después, a pesar de la terrible experiencia de las últimas tres décadas, el objetivo del gobierno estadounidense todavía no se ha logrado. Debido a la tranquilidad que reina en las calles de Cuba, a pesar de las dificultades, nada indica que así será. Debido a las innumerables manifestaciones de apoyo de la población al régimen surgido de la Revolución de 1959, incluso en las situaciones más difíciles, se puede estar seguro de que el bloqueo es inútil para lo propuesto. Al no derrocar al gobierno, sólo sirve para causar “hambre” y “desesperación” entre la población.

En contacto con una “sociedad” capitalista artificial los jóvenes quieren convertirse en consumidores y, ante la falta de productos, se frustran con sus vidas, se desaniman y no ven perspectivas.

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Escríbenos: info@strategic-culture.su

Hay una media de 25 conjuntos de mesas ─ una u otra con mesa doble ─, con capacidad para hasta seis personas en cada conjunto. El restaurante Al Prado y Neptuno, junto al Parque Central, en el centro de La Habana, ofrece precios mucho más económicos que los restaurantes privados y otros restaurantes estatales. Por eso, siempre hay largas colas en la entrada, donde la gente espera para ocupar una mesa dependiendo del tamaño del grupo: si una persona está sola, sólo puede sentarse en una mesa sencilla, para dos personas. Una pareja sólo puede sentarse en una mesa para dos o cuatro personas. Así, el portero del restaurante controla la entrada de personas en la cola, a medida que otros clientes se van y las mesas quedan vacías. Es el restaurante más frecuentado por los cubanos en la región. La Bodeguita del Medio o La Floridita están llenas, pero de turistas deseosos de tomar un mojito o un daiquiri a lo Hemingway.

Un día, apenas una hora después de abrir sus puertas, el popular restaurante ya no puede ofrecer arroz, que se acabó. En otro, los restaurantes del centro de la ciudad necesitan suspender el servicio durante unas horas hasta que se restablezca el suministro de gas. Antes del Covid-19 los establecimientos estaban llenos de clientes. Actualmente, están casi todos vacíos, debido a la escasez de alimentos, ya que el país ha consumido prácticamente todos sus recursos en el combate a la pandemia y, con el recrudecimiento del bloqueo y el aumento de los precios en el mercado internacional, no puede comprarlos. Si no quiere ser rehén de los bancos, que probablemente no aceptarán transacciones con un país sancionado por los EE.UU., pues recibirán multas millonarias, Cuba necesita hacer sus compras en efectivo y pagar por adelantado, sin estar seguro de que el proveedor realmente cumplirá con el compromiso.

Mientras tanto, el canadiense o italiano que ya ha probado el ron cubano en los famosos restaurantes de La Habana no puede salir a la calle porque será abordado por un jinetero. Estos son los pícaros que intentan realizar pequeñas estafas por valor de unos miles de pesos. La experiencia de lidiar con el bloqueo convirtió a los cubanos en maestros de negocios: podían vender arena a un beduino y nieve a un esquimal. Ofrecen diversos servicios en la calle, como cambio de moneda (mucho más desfavorable que en casas de cambio u otros lugares autorizados), o un recorrido por la noche cubana, con la fiesta del cigarro que sólo se realizará esta noche y nunca más, e incluso drogas y prostitutas. Pero estas dos últimas ofertas son raras y sólo las hacen los más atrevidos. Sólo así se puede saber de la existencia de estos dos males, que regresaron a Cuba desde el período especial, luego de ser erradicados en 1959. Ambos están prohibidos y no pueden verse por ningún lado, ni siquiera investigando cada rincón oscuro del centro de La Habana en las madrugadas (en verdad, no se ve rastro de crimen alguno). Si bien se puede decir que el número de drogadictos y prostitutas en el país se puede contar con los dedos de una mano (la inmensa mayoría de los jóvenes nunca ha probado la marihuana), se sabe que este problema ha regresado. El turismo, principal fuente de ingresos del gobierno para importar productos y materias primas que satisfagan mínimamente las necesidades de la población, ha infiltrado clandestinamente estos sectores comerciales en la isla.

Es una característica del capitalismo, un símbolo de las contradicciones que afectan cada vez más al Estado obrero, que abolió el régimen basado en la propiedad privada hace más de 60 años. Había que superar el aislamiento impuesto por el bloqueo norteamericano, con el fin del bloque soviético, para la supervivencia del propio sistema socialista. Para atraer turistas no bastan las playas paradisíacas: deben ofrecer confort e incluso lujo, de lo contrario pocos estarán interesados en visitar el país. En 1989, Cuba recibió menos de 300.000 turistas al año, la mayoría procedentes de Europa del Este. Menos de diez años después, ya eran un millón y medio al año. En 2019, el último año antes de que el país cerrara para protegerse del Covid-19, fue visitado por 4,2 millones de turistas. En 2021, el número se redujo un 87% y, al año siguiente, los rusos, que se habían convertido en los mayores visitantes de la isla, se vieron impedidos de visitarla debido al cierre del espacio aéreo europeo a los aviones rusos en represalia por la intervención en la guerra en Ucrania. Con la reapertura tras la victoria sobre el virus y el éxito de Rusia en sortear el bloqueo que también intentaron imponerle, el número de turistas que visitaron Cuba hasta abril de 2023 era ya la mitad que en 2019.

Aun así, recuperar los ingresos perdidos llevará tiempo. Al gobierno le resulta imposible calcular todas las pérdidas ocasionadas al sector turístico durante la pandemia, pero entre enero y julio de 2021 hubo daños por más de 11,8 millones de dólares provocados por el bloqueo norteamericano al sector. Por ejemplo, muchas de sus principales instituciones hoteleras han sido eliminadas de los principales sitios de reserva de hoteles del mundo, como Trivago y Booking.com. Además, ninguna empresa cubana puede utilizar tarjetas de crédito Visa y MasterCard. En la última década el sector ha sufrido duros golpes provocados por las leyes de bloqueo: en 2013, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos multó a la empresa estadounidense American Express Travel Related Services Company con 5,2 millones de dólares por vender billetes de avión a Cuba desde terceros países entre 2005 y 2011, y en 2014, la OFAC multó a las empresas de viajes CNT y Decolar.com con 6 millones de dólares y 2,8 millones de dólares, respectivamente, por prestar servicios de viajes y reservas de hoteles en Cuba.

En cualquier caso, el contacto con los turistas, generalmente adinerados, resulta beneficioso para los cubanos. Aumenta los ingresos del país y los jineteros ganan unos dólares extra para complementar sus ingresos y mitigar las dificultades. Cuando un turista se niega a aceptar su oferta, dirá que está necesitado y necesita mantener a su familia. Algunos son madres y padres (o dicen ser madres y padres) que piden leche, pañales, productos de limpieza y otros bienes porque escasean. Pueden ser pobres diablos que utilizarán estos productos para satisfacer sus necesidades, pero también pueden ser acaparadores que los revenderán a precios exorbitantes, utilizando los regalos de los turistas para explotar a sus compatriotas. Cuando entras a una escuela infantil después de terminar las clases por la noche, un guardia de seguridad te dice que los niños no desayunan leche y te pide dinero para comprar leche para los niños. Pero no acepta 100 pesos, quiere al menos el triple. Tampoco responde hace cuanto tiempo les falta la leche. Y no quiere que vuelvas con la leche al día siguiente, sólo necesita el dinero para comprarla. ¡Y ahora! Si vuelves al día siguiente, descubrirás que los alumnos ni siquiera desayunan en el colegio (lo comen en casa, y en el colegio meriendan por la mañana y luego almuerzan). El guardia de seguridad ya no está y los empleados de turno niegan que falte leche.

Este delito “blando” ─que, para la mayoría de los cubanos, ajenos a los secuestros, robos y el narcotráfico, resulta inaceptable─ es resultado de la escasez crónica y la pobreza provocadas por el asfixiante bloqueo económico y la posibilidad de mitigarlas mediante el contacto con los turistas. El turismo sostiene al país, al mismo tiempo que genera muchos males. Algunos jóvenes quieren emigrar porque creen que en su país de origen todos los ciudadanos son iguales a los turistas que conocen. Esto genera una percepción errónea, una idealización de cómo es la vida fuera de Cuba, que se ve reforzada por las películas estadounidenses (las más vistas en el país) y por toda la producción de la poderosa industria cultural estadounidense, a la que los cubanos acceden sin restricciones de ningún tipo de parte del gobierno en las redes sociales y otros medios. Ante el verdadero sufrimiento y las percepciones erróneas, es natural un aumento de la emigración. En 2022, más de 200.000 cubanos intentaron entrar a EE.UU., mucho más que los 38.000 de 2021 y los 13.000 de 2020.

Sensación de desigualdad y frustración. Lo mejor para los turistas, lo peor (o nada) para los cubanos. En contacto con una “sociedad” capitalista artificial (turistas adinerados), los jóvenes quieren convertirse en consumidores y, ante la falta de productos, se frustran con sus vidas, se desaniman y no ven perspectivas. Con esto contaba Lester Mallory, cuando hace más de 60 años sugirió al gobierno de Estados Unidos que “la única manera de retirarle su apoyo interno [al gobierno cubano] es a través del desencanto y la insatisfacción que surgen del malestar y de la dificultades materiales”.

El gobierno cubano informó a la ONU que

El impacto psicológico del bloqueo y la ansiedad que genera dentro de la población rebasa con creces cualquier cifra. No es posible contabilizar la angustia de un cubano al cual se le dificulta el acceso a medicamentos básicos porque una entidad estadounidense se negó a enviar los insumos necesarios para su producción, o el de una madre cuando conoce que, a su hijo, enfermo de cáncer, no se le puede aplicar el citostático más avanzado. No se puede medir la desesperación que causa la imposibilidad de materializar donativos y compras imprescindibles para sectores de alto impacto social, porque las compañías involucradas en su transportación cuentan con una sociedad estadounidense como accionista y temen ser objeto de medidas punitivas.

Sesenta años después, a pesar de la terrible experiencia de las últimas tres décadas, el objetivo del gobierno estadounidense todavía no se ha logrado. Debido a la tranquilidad que reina en las calles de Cuba, a pesar de las dificultades, nada indica que así será. Debido a las innumerables manifestaciones de apoyo de la población al régimen surgido de la Revolución de 1959, incluso en las situaciones más difíciles, se puede estar seguro de que el bloqueo es inútil para lo propuesto. Al no derrocar al gobierno, sólo sirve para causar “hambre” y “desesperación” entre la población.

The views of individual contributors do not necessarily represent those of the Strategic Culture Foundation.

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