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April 23, 2024
© Photo: axios

Estados Unidos pasa por un momento complejo en aspectos políticos, económicos y de relacionamiento internacional

Kenneth COATES

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En su mayoría, los indicadores económicos son positivos, pero la gente no parece compartir las expresiones de conformidad que llegan desde las altas esferas de gobierno. Persiste la incertidumbre y una vaga sensación de desconcierto que quizás se deban a la percepción de que todo puede deteriorarse rápidamente.

El efecto Kennedy

En el terreno político electoral, por ejemplo, no se recuerdan épocas modernas de enfrentamiento tan radicalizado como la presente. En ambos partidos tradicionales, el republicano y el demócrata, priman posiciones extremas que buscan descalificar al adversario y desacreditar su gobierno. Solo en circunstancias límite –como la necesidad de autorizar incrementos presupuestales para evitar el cierre de actividades esenciales de gobierno– las partes acuerdan sobre la hora una extensión transitoria.

Las campañas electorales internas (primarias) de cada partido, a todos los efectos prácticos, han concluido, resultando en la confirmación de una revancha entre Biden y Trump. Una parte importante del electorado rechaza esta opción, preguntándose cómo es posible que en un país de 340 millones de habitantes la única alternativa sea entre dos expresidentes de avanzada edad cuya lucidez y equilibrio son cuestionados.

Ante esta disconformidad, ha comenzado a ganar terreno la candidatura independiente de Robert F. Kennedy (RFK) Jr., hijo del senador Bobby Kennedy y sobrino del expresidente Jack Kennedy, ambos asesinados en la década de los años sesenta. Aun cuando encuestas preliminares sugieren que RFK Jr. difícilmente pueda superar el umbral del veinte por ciento de las preferencias, la pregunta que hoy surge es a cuál de los dos candidatos mayores podrá perjudicar en mayor grado. Los indicios preliminares sugieren una leve desventaja para Biden.

En resumen, a pesar de sus frecuentes encuentros con el sistema judicial, no habrá impedimentos a la candidatura de Trump. De ser así, las consecuencias podrían ser desestabilizantes. Pero está lejos de tener la victoria asegurada: ya perdió una vez contra Biden y su comportamiento posterior le ha costado adhesiones. Falta mucho aún para las elecciones de noviembre, que por el momento parece que serán de alquilar balcones.

Las pausas de la FED

Con un crecimiento del 2,5 por ciento del PBI durante 2023, Estados Unidos se destacó como una de las economías más dinámicas entre las avanzadas. Máxime que las expectativas comenzaron dicho año con sesgo negativo en vista de la seguidilla de aumentos en la tasa de interés hasta el mes de julio, que desde entonces se ha mantenido.

No solo no se produjo el temido aterrizaje forzoso, sino que la economía continuó creando empleos a un ritmo sostenido. El desempleo se mantuvo en niveles históricamente bajos y los salarios comenzaron a repuntar. En términos interanuales, los sueldos del último trimestre de 2023 aumentaron en 5,4 por ciento. El salario mensual promedio se ubica cerca de los cinco mil dólares.

Los mercados financieros han acompañado el repunte con niveles récord en los índices bursátiles, aunque con marcada volatilidad en función de las expectativas en torno al camino de las tasas de interés. Ello a su vez se relaciona con el progreso en abatir la tasa de inflación. Luego de un marcado descenso en el año el IPC se estabilizó en torno al cuatro por ciento en su versión subyacente (excluyendo componentes de alimentación y energía).

Ante dicho comportamiento, la FED ha interrumpido el descenso de su tasa de política monetaria, señalando que retomará dicha senda en la segunda mitad del año con tres rebajas del 0,25 por ciento si las circunstancias lo ameritan. Ello coincidirá con los últimos meses de la campaña política. Los mercados financieros suelen ingresar en etapas eufóricas cuando bajan las tasas, ya que ello abarata el costo de su materia prima, el dinero.

El gasto fiscal y el escenario mundial

Dentro de este panorama relativamente favorable, deben tomarse en cuenta dos riesgos importantes, el fiscal y el global. El déficit del año fiscal 2023 fue de 1,7 billones de dólares, equivalentes al 6,7 por ciento del PBI. Es un nivel excesivo y solamente accesible merced al rol del dólar como moneda de reserva internacional. La deuda pública de Estados Unidos hoy alcanza un cociente del 123 por ciento del PBI, con visos de seguir creciendo con base en el desequilibrio fiscal imperante. Dichos niveles representan un riesgo a la estabilidad del dólar.

Este nivel de gasto responde a varias causas, tanto internas como internacionales. El 62 por ciento del gasto responde a programas sociales (seguridad social, salud, desempleo), el once por ciento a intereses y el veintisiete por ciento a gastos discrecionales (defensa y otros). Este último componente se divide en partes iguales tanto en aspectos directamente militares como en programas destinados a reforzar la industria nacional en áreas de producción de energía, cuidado ambiental y fortalecimiento de las cadenas de aprovisionamiento de insumos críticos. Autonomía estratégica, al decir de Macron.

La dirección general del gasto sugiere un cambio de prioridades que confirma no solo una tendencia de desglobalización del comercio, sino también el advenimiento de un mundo menos hospitalario que en décadas recientes. Las tensiones se van agravando, como vemos en Europa central y el Medio Oriente, y los grandes serán llamados a actuar.

Por ello, a pesar de los resultados económicos, la tónica general es de cautela. Las bases del gasto son la política monetaria, la fiscal y el endeudamiento, que pueden proporcionar dividendos pasajeros, pero eventualmente deberán rendir cuentas.

Publicado originalmente por La incertidumbre del imperio | La Mañana (xn--lamaana-7za.uy)

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La incertidumbre del imperio

Estados Unidos pasa por un momento complejo en aspectos políticos, económicos y de relacionamiento internacional

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En su mayoría, los indicadores económicos son positivos, pero la gente no parece compartir las expresiones de conformidad que llegan desde las altas esferas de gobierno. Persiste la incertidumbre y una vaga sensación de desconcierto que quizás se deban a la percepción de que todo puede deteriorarse rápidamente.

El efecto Kennedy

En el terreno político electoral, por ejemplo, no se recuerdan épocas modernas de enfrentamiento tan radicalizado como la presente. En ambos partidos tradicionales, el republicano y el demócrata, priman posiciones extremas que buscan descalificar al adversario y desacreditar su gobierno. Solo en circunstancias límite –como la necesidad de autorizar incrementos presupuestales para evitar el cierre de actividades esenciales de gobierno– las partes acuerdan sobre la hora una extensión transitoria.

Las campañas electorales internas (primarias) de cada partido, a todos los efectos prácticos, han concluido, resultando en la confirmación de una revancha entre Biden y Trump. Una parte importante del electorado rechaza esta opción, preguntándose cómo es posible que en un país de 340 millones de habitantes la única alternativa sea entre dos expresidentes de avanzada edad cuya lucidez y equilibrio son cuestionados.

Ante esta disconformidad, ha comenzado a ganar terreno la candidatura independiente de Robert F. Kennedy (RFK) Jr., hijo del senador Bobby Kennedy y sobrino del expresidente Jack Kennedy, ambos asesinados en la década de los años sesenta. Aun cuando encuestas preliminares sugieren que RFK Jr. difícilmente pueda superar el umbral del veinte por ciento de las preferencias, la pregunta que hoy surge es a cuál de los dos candidatos mayores podrá perjudicar en mayor grado. Los indicios preliminares sugieren una leve desventaja para Biden.

En resumen, a pesar de sus frecuentes encuentros con el sistema judicial, no habrá impedimentos a la candidatura de Trump. De ser así, las consecuencias podrían ser desestabilizantes. Pero está lejos de tener la victoria asegurada: ya perdió una vez contra Biden y su comportamiento posterior le ha costado adhesiones. Falta mucho aún para las elecciones de noviembre, que por el momento parece que serán de alquilar balcones.

Las pausas de la FED

Con un crecimiento del 2,5 por ciento del PBI durante 2023, Estados Unidos se destacó como una de las economías más dinámicas entre las avanzadas. Máxime que las expectativas comenzaron dicho año con sesgo negativo en vista de la seguidilla de aumentos en la tasa de interés hasta el mes de julio, que desde entonces se ha mantenido.

No solo no se produjo el temido aterrizaje forzoso, sino que la economía continuó creando empleos a un ritmo sostenido. El desempleo se mantuvo en niveles históricamente bajos y los salarios comenzaron a repuntar. En términos interanuales, los sueldos del último trimestre de 2023 aumentaron en 5,4 por ciento. El salario mensual promedio se ubica cerca de los cinco mil dólares.

Los mercados financieros han acompañado el repunte con niveles récord en los índices bursátiles, aunque con marcada volatilidad en función de las expectativas en torno al camino de las tasas de interés. Ello a su vez se relaciona con el progreso en abatir la tasa de inflación. Luego de un marcado descenso en el año el IPC se estabilizó en torno al cuatro por ciento en su versión subyacente (excluyendo componentes de alimentación y energía).

Ante dicho comportamiento, la FED ha interrumpido el descenso de su tasa de política monetaria, señalando que retomará dicha senda en la segunda mitad del año con tres rebajas del 0,25 por ciento si las circunstancias lo ameritan. Ello coincidirá con los últimos meses de la campaña política. Los mercados financieros suelen ingresar en etapas eufóricas cuando bajan las tasas, ya que ello abarata el costo de su materia prima, el dinero.

El gasto fiscal y el escenario mundial

Dentro de este panorama relativamente favorable, deben tomarse en cuenta dos riesgos importantes, el fiscal y el global. El déficit del año fiscal 2023 fue de 1,7 billones de dólares, equivalentes al 6,7 por ciento del PBI. Es un nivel excesivo y solamente accesible merced al rol del dólar como moneda de reserva internacional. La deuda pública de Estados Unidos hoy alcanza un cociente del 123 por ciento del PBI, con visos de seguir creciendo con base en el desequilibrio fiscal imperante. Dichos niveles representan un riesgo a la estabilidad del dólar.

Este nivel de gasto responde a varias causas, tanto internas como internacionales. El 62 por ciento del gasto responde a programas sociales (seguridad social, salud, desempleo), el once por ciento a intereses y el veintisiete por ciento a gastos discrecionales (defensa y otros). Este último componente se divide en partes iguales tanto en aspectos directamente militares como en programas destinados a reforzar la industria nacional en áreas de producción de energía, cuidado ambiental y fortalecimiento de las cadenas de aprovisionamiento de insumos críticos. Autonomía estratégica, al decir de Macron.

La dirección general del gasto sugiere un cambio de prioridades que confirma no solo una tendencia de desglobalización del comercio, sino también el advenimiento de un mundo menos hospitalario que en décadas recientes. Las tensiones se van agravando, como vemos en Europa central y el Medio Oriente, y los grandes serán llamados a actuar.

Por ello, a pesar de los resultados económicos, la tónica general es de cautela. Las bases del gasto son la política monetaria, la fiscal y el endeudamiento, que pueden proporcionar dividendos pasajeros, pero eventualmente deberán rendir cuentas.

Publicado originalmente por La incertidumbre del imperio | La Mañana (xn--lamaana-7za.uy)