Las exportaciones y la actividad industrial siguen estancadas y, según el Fondo Monetario Internacional, Alemania será el único de los países más desarrollados en sufrir una recesión este año
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Salvar el “made in Germany” es la urgente misión del canciller Olaf Scholz, líder de la coalición que integran los socialdemócratas, los verdes al frente de la cartera de Economía y los liberales al mando del Ministerio de Finanzas, espacio político que ha dado muestras de divisiones a la hora de buscar soluciones.
Dos tercios de los alemanes creen que el país no está en buenas manos y más del 80% considera que la coalición se demora demasiado en ofrecer respuestas a los grandes problemas. La amplia mayoría echa de menos una dirección clara y considera que la misma naturaleza disímil de la coalición, la primera a nivel federal formada por tres partidos, complica la situación, según la importante encuesta nacional Deutschlandtrend.
Mientras las soluciones se hacen esperar, el partido que más está aprovechando la crisis no son los conservadores, el principal grupo de oposición, sino los populistas de Alternativa para Alemania (AfD). En las elecciones federales de 2021, obtuvo el 10% y aunque desde entonces pasó por algunos baches electorales a nivel regional, ha sabido aprovechar el descontento reciente de los alemanes a nivel nacional.
¿Se convirtió Alemania en el nuevo “hombre enfermo” de Europa? La pregunta, que ocupa cada vez más espacio en los medios europeos, responde a un temor generalizado: que la principal economía europea ingrese en una prolongada fase de estancamiento, arrastrando a otros países del bloque.
La posibilidad no es remota. El antiguo y hasta ahora siempre eficiente motor del espacio comunitario podría ser el único gran país industrial que sufra una recesión en 2023, según el Fondo Monetario Internacional (FMI). Las alternativas para escapar del sombrío pronóstico no están claras y tampoco hay consenso en la coalición gobernante sobre el rumbo que debería adoptar el país.
La economía se estancó entre abril y junio, tras dos trimestres consecutivos de retroceso del Producto Interno Bruto (PIB), según los datos definitivos publicados en las últimas horas por la oficina de estadísticas del país. Según el dicho, “cuando las exportaciones y la industria tosen, toda Alemania se resfría”.
El resfrío, que podría contagiar a sus socios comunitarios, se registra en dos sectores especialmente sensibles a las subas de precios, a los aumentos de las tasas de interés y a las dificultades de la economía china, principal socio comercial de Alemania.
Por lo pronto, la cifra de crecimiento cero para el segundo trimestre estuvo en línea con una primera estimación publicada a finales de julio, e implica una contracción interanual del 0,2%. La actividad ya había caído un 0,4% en el cuarto trimestre de 2022 y un 0,1% en el primer trimestre de este año 2023. Dos trimestres consecutivos de contracción que cumplen con la definición técnica de recesión.
“Cerca del 50 por ciento de nuestro PIB procede de las exportaciones. Las exportaciones nos enriquecieron, pero cuando la economía mundial se debilita y el comercio mundial se estanca, Alemania sufre más que otros países”, explicó al semanario periodístico Die Zeit Robert Habeck, ministro de Economía.
La lectura añade que el “shock energético” que sufrieron las empresas alemanas que compraban gas ruso barato, ahora sustituido por otros proveedores más caros desde el comienzo de a guerra entre Rusia y Ucrania, tanto en lo que concierne al gas natural que llega por ductos como al Gas Natural Licuado que arriba a los puertos de Alemania procedente de Medio Oriente y Estados Unidos.
Habeck aboga por congelar hasta 2030 los precios de la electricidad para las industrias que más la consumen, subvencionando así sus gastos con el objetivo de mejorar la competitividad en algunos sectores. La medida, que tendría un costo fiscal de unos US$ 20.000 millones, se mantendría mientras el país desarrolla la energía solar y eólica.
“Es impensable intervenir directamente en el mercado distribuyendo subvenciones”, respondió el liberal Christian Lindner, ministro de Finanzas, una posición que comparte Scholz. Lindner apuesta por bajar los impuestos que pagan las empresas.
Sin embargo, la semana pasada, un paquete de recortes fiscales de US$ 6.000 millones quedó bloqueado en el Consejo de ministros por la oposición de la ministra federal de Medio Amiente, Steffi Lemke. “¡La coalición de nuevo cerca de romperse! Qué mal comienzo tras las vacaciones de verano”, criticó el diario Bild al reportar las discusiones en el seno del gobierno.
“El problema de Alemania no es coyuntural, sino estructural”, explicó Marcel Fratzscher, director del instituto económico DIW Berlín. Según su análisis, Alemania necesita un “programa de transformación a largo plazo, con una ofensiva inversora, una amplia desburocratización y un refuerzo de los sistemas sociales”.
Quienes coinciden con el punto de vista agregan que a la incertidumbre sobre el costo de la energía a medio plazo se suman normativas engorrosas, la falta de mano de obra calificada y la lenta digitalización de las empresas, factores que estarían frenando la expansión de la economía.
“Los recortes fiscales o los programas tradicionales de estímulo no son medidas acertadas en esta situación”, indicó Sebastien Dullien, economista de tendencia socialdemócrata. Sin embargo, al igual que otros especialistas, ante los titulares alarmistas, los expertos intentan apaciguar los ánimos.
“Alemania es como un cuarentón que tuvo éxito durante mucho tiempo, pero que ahora debe reorientarse profesionalmente”, argumenta Clemens Fuest, del instituto económico Ifo. Difícil pero no imposible, según Holer Schmieding, economista de Berenberg. A diferencia del periodo 1995-2002, cuando el país fue el enfermo de Europa, “muchos actores del gobierno y la oposición están hoy de acuerdo sobre la necesidad de grandes cambios”.
“Las perspectivas tanto a corto como a largo plazo no parecen nada halagüeñas”, dice Carsten Brzeski, jefe global de macroeconomía de banco global ING. Su análisis subraya un débil poder adquisitivo, la reducción de las carteras de pedidos industriales, la desaceleración de china y el impacto del ajuste de la política monetaria más agresivo en décadas.
En lo inmediato, el país casi no tiene desempleo, mantiene su tradicional equilibrio fiscal y los ciudadanos gozan en su gran mayoría de un envidiable nivel de vida. En ese contexto, Scholz rechaza los discursos fatalistas.
La apuesta del gobierno es que el mercado laboral siga robusto y que fuertes aumentos salariales combinados con una inflación decreciente impulsen el consumo privado. No obstante, la producción industrial seguirá débil debido a la débil demanda externa.
“No hay que ennegrecer el panorama y crear artificialmente una crisis”, declaró recordando que el gigante estadounidense de semiconductores Intel eligió Alemania para una gran inversión, mientras en el seno del gobierno sigue las discusiones sobre la forma de sacar a la tradicional locomotora europea de su actual fase de estancamiento.
El bache económico de la locomotora europea pone en apuros al gobierno alemán (elobservador.com.uy)